Capítulo 22

Cole no podía ir a casa. No, después de lo que acababa de suceder con Jackie. Sabía que se sentiría demasiado solo, demasiado triste. Además, Andrew y Brian habían ido a la ciudad a pasar las vacaciones y quería estar con ellos el mayor tiempo posible antes de que volvieran a la universidad. De modo que decidió tomarse el día libre y condujo hasta casa de Rick, donde él y sus cuatro hermanos habían pasado el día de Acción de Gracias.

Intentando no pensar en Jackie, cruzó el barrio en el que vivía su hermano. Pero cuando llegó, vio que habían desaparecido todos los coches de sus hermanos. Sólo estaba el de Rick y un Montecarlo que no reconoció.

¿Dónde estarían Chad y Andrew y Brian? ¿Y de quién sería aquel coche?

Cole aparcó en la calle de enfrente y se acercó a la puerta. Estuvo a punto de entrar sin llamar, pero de pronto tuvo miedo de lo que podía encontrarse. ¿Sería el otro coche propiedad de la chica que salía con Rick?

Cole oyó la risa de su hermano en el interior de la casa y decidió marcharse. Evidentemente, su hermano tenía compañía. Estaba pensando en dar media vuelta para volver a su coche, cuando la puerta de la casa se abrió y se descubrió a sí mismo con la mirada clavada en los ojos castaños más grandes que había visto en su vida, pestañeando detrás de un par de gafas.

—Ya te he dicho que había alguien —le dijo la mujer a Rick, que se asomó tras ella.

—Cole, ¿qué ha pasado? —preguntó Rick—. Pensaba que estabas en casa de Jackie.

Cole no quería explicárselo. Todavía estaba demasiado enfadado. Tenía ganas de denunciar a Burt por difamador, o de destrozarle la boca a Terry o a los dos. Pero sabía que no serviría de nada. El problema era la incapacidad de Jaclyn para confiar en él.

—No estaba en casa —mintió, para dar el tema por zanjado.

—¡Oh! —Rick se tensó.

La chica que estaba a su lado le dio un codazo en las costillas.

—¿No vas a presentarme?

Como Rick vaciló, extendió la mano y se presentó a sí misma.

—Hola, soy Abby Walters, compañera de estudios de Rick.

—¿Compañera de qué? —repitió Cole, estrechándole la mano.

—Compañera de estud¼

—Sólo es una amiga mía —la interrumpió Rick.

—Yo soy su hermano mayor —dijo Cole preguntándose qué demonios estaba pasando allí.

Por el aspecto de Abby bien podía ser la joven de veinte años que les había mencionado Rick. Pero a menos que Cole hubiera oído mal, acababa de decir algo sobre que era compañera de estudios de Rick. ¿Qué estaría estudiando Rick? Ni siquiera había terminado la secundaria.

—Siento interrumpir —se disculpó Cole. Tenía la impresión de que su hermano quería que se marchara—. Me alegro de haberte conocido, Abby. Os dejaré¼ —miró a Rick—, estudiando.

—Rick habla tanto de ti que es como si ya te conociera —le dijo Abby mientras él se marchaba—. Quizá podamos salir los tres a cenar algún día.

—Sería estupendo —comentó Cole por encima del hombro.

Llegó a su coche y cerró la puerta, pero no se fue inmediatamente. Clavó la mirada en la puerta de la casa de Rick, intentando averiguar el enigma que encerraba la conducta de su hermano.

Pero aunque estaba más confundido que antes, también sentía crecer en su interior una gran esperanza.

 

Cuando Cole llegó a casa, comprendió que no había bebido suficiente. Todavía estaba consciente, lo que quería decir que continuaba deseando a Jackie y que no podía dejar de pensar en ella.

Con todos los planes que había hecho para el día de Acción de Gracias, pensó malhumorado. Tenía pensado entregarle el guardapelo a Jaclyn y decirle después que la amaba. Se lo había dicho ya por teléfono, pero no directamente y por primera vez en su vida, le emocionaba poder decirle a una mujer que la quería tanto que nada de lo que le pidiera le parecería nunca demasiado. El matrimonio. Cualquier cosa. Y en vez de a una declaración de amor, había tenido que enfrentarse a la carta de Burt y al rechazo y había terminado yendo a un bar con sus hermanos.

Por lo menos había disfrutado viendo a Brian y a Andrew. Los estudios les iban muy bien y eran felices. Cuando eran pequeños, Cole tenía a veces la sensación de que nunca crecerían, pero ambos se habían hecho adultos. Se habían convertido en dos hombres de los que podía sentirse orgulloso.

Se quitó la camisa y los pantalones y cruzó el pasillo, sin molestarse en encender las luces. La cama lo estaba esperando, pero cuando se sentó en ella, no encontró las sábanas frías y crujientes. Estaban templadas y¼

Cole estuvo a punto de morirse del susto cuando rozó con las piernas algo caliente, suave y maravilloso, muy parecido a la piel de una mujer.

—¿Cole? ¿Ya has llegado? —preguntó Jaclyn cuando lo oyó gritar.

—¿Jackie? —respondió él. El mareo provocado por el alcohol fue disipado por la dosis de adrenalina que lo puso en alerta—. ¿Dónde has dejado el coche?

—Afuera, ¿no lo has visto?

Cole no se había fijado, pero la verdad era que ni siquiera había mirado.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Jaclyn todavía estaba vestida. Evidentemente, se había quedado dormida mientras lo esperaba.

—Quería hablar contigo.

Hablar. Quería hablar. Pero Cole no estaba seguro de lo que iba a decir y no quería arriesgarse a que no le gustara. No cuando estaba ya en su cama y la tenía atrapada en el círculo de sus brazos. Había ido a buscarlo. Eso era lo único que importaba. Lo que tuviera que decirle podía esperar hasta el día siguiente. Antes quería darle algunas cosas en las que pensar.

—¿No podemos hablar más tarde? —preguntó, besándole el cuello y atrayéndola hacia él al mismo tiempo.

Jaclyn cerró los ojos y pareció rendirse a sus deseos, pero justo cuando Cole estaba deslizando la mano por debajo de su blusa, lo interrumpió con una pregunta:

—¿No crees que antes deberíamos aclarar algunas cosas?

—Sólo necesito saber una cosa, Jackie —le dijo—. Es tan sencillo como eso. ¿Quieres confiar en mí?

Jackie tragó saliva.

—Estoy dispuesta a intentarlo.

—A partir de ahí, podremos llegar a algo.

—¿Adónde, Cole? ¿Adónde quieres que lleguemos?

—¿No lo sabes?

—Necesito que me lo digas.

—¿Qué quieres oír, Jackie? ¿Que te quiero?

Cole sintió que Jaclyn se tensaba.

—Si es verdad, sí.

—Es verdad —admitió él—. Nunca ha habido nadie más para mí. Solo tú¼

Bajó los labios hacia lo suyos, saboreó la dulce humedad de su boca y sintió que el deseo lo sacudía violentamente cuando Jaclyn gimió y se arqueó contra él.

En aquel momento, Jaclyn decidió renunciar a las palabras y se dejó llevar por sus sentidos. Cuando Cole sintió su respuesta, se prometió a sí mismo que, al igual que aquella noche, iba a hacer el amor con Jaclyn durante el resto de los días de su vida.

 

Jaclyn estaba avergonzada cuando se despertó. Había ido a casa de Cole para hablar con él, para disculparse por haber dudado de su palabra y para prometerle que se esforzaría en confiar en él. Pero tenía tanto frío y estaba tan cansada que se había quedado dormida esperándolo. Y no había podido hablar mucho cuando Cole había vuelto a casa. Cole había intentando comunicarse de una forma diferente y había hecho el amor con ella una y otra vez, como si temiera que lo abandonara. El tiempo que habían pasado juntos había sido apasionado e intenso, pero en aquel momento, Jaclyn tenía que enfrentarse a un nuevo día y comenzaba a preguntarse si tendría que arrepentirse de lo que había hecho.

¿Cómo podía haber vuelto a hacer algo así? Comenzó a regañarse a sí misma, pero cuando alzó la mirada y descubrió a Cole observándola con tanta intensidad, el miedo y la preocupación se evaporaron casi instantáneamente.

—Te amo —dijo Cole en cuanto ella lo miró a los ojos—. Nunca habría imaginado que podía amar tanto a una mujer.

Jaclyn sonrió. ¿Cómo no iba a confiar en Cole? Ella también lo amaba, no podía imaginarse la vida sin él.

—¿Quieres casarte conmigo? —preguntó Cole, sin apartar los ojos de su rostro—. Sé que dije que quería que fuéramos despacio, pero al parecer no nos van a dejar y yo no creo que tenga sentido seguir esperando. Quiero construir una casa para ti y para tus hijos, aquí, en El Roble, o si tú lo prefieres, en la urbanización de Sparks. Y quiero estar contigo cada noche.

La mención del matrimonio resucitó alguno de los miedos de Jaclyn. El matrimonio era igual a vulnerabilidad y la vulnerabilidad aterraba a Jaclyn como ninguna otra cosa. ¿Y si se casaban y el matrimonio no salía bien? Volvería a la misma situación que tras el divorcio de Terry y en aquella ocasión, estaba segura de que terminaría desolada. Y no estaba segura de que tuviera fuerzas para pasar por aquel infierno otra vez.

—Es posible que no sea el mejor hombre del mundo —le estaba diciendo Cole—, pero haré todo lo que esté en mi mano para ser un buen marido y un buen padre, Jackie. Quiero hacerte feliz.

—¿Crees que podrás llegar a querer a los niños? —le preguntó.

—Claro que podré. De hecho ya los quiero.

—¿Y qué va a pasar con mi trabajo?

—Eso tendrás que decidirlo tú, pero si quieres seguir trabajando, me gustaría que lo hicieras para mí. Yo seguiré construyendo casas y tú las venderás.

Un equipo. Serían socios. Aquel era un tipo de relación que nunca había conseguido establecer con Terry.

—¿Qué dices? —le preguntó Cole—. ¿Quieres convertirte en la señora Perrini?

¿Podría? ¿Aprendería a confiar en él? Era como estar en el borde de un precipicio, con Cole esperándola al otro lado, instándola a saltar hacia él.

—Di algo —le suplicó Cole—, me estás asustando.

Jaclyn cerró los ojos y apretó los puños. Apartó sus miedos y sus dudas a un lado y dio el salto.

—Sí, me casaré contigo —dijo.

Cole la abrazó. Posó la barbilla en su cabeza. Jaclyn sentía los firmes latidos de su corazón en su oído. Parecía estar diciéndole con su rítmica cadencia que había tomado la decisión acertada, la única posible.

—Todo saldrá bien, Jackie —musitó—. Lo conseguiremos juntos.

—Lo sé —dijo—. Te quiero, Cole.

 

—¿Que tú qué?

Chad y Rick, sentados junto a su hermano en la mesa de la cocina, alzaron su atónita mirada hacia Cole.

—Voy a casarme —repitió él, mientras metía la sartén que habían usado para freír los huevos en el fregadero—, después de Navidad.

Rick soltó un silbido y dio un golpe en la mesa.

—¡Caramba, Cole! Lo que dije el otro día de que teníamos que ir preparando los trajes era una broma. ¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

—Estoy seguro —contestó Cole, apartando el zumo de naranja y limpiando los mostradores de la cocina.

Cole había invitado a sus hermanos a comer, pero era jueves, un día laborable y sabía que Chad tenía a su cuadrilla de trabajadores esperando un pedido de cemento para las viviendas de Sparks.

Chad empujó su plato y se levantó.

—¿No ha sido todo demasiado repentino? —le preguntó—. ¿No pensáis estar algún tiempo comprometidos o algo así?

Pero Cole no encontraba ningún sentido a esperar. Él y Jackie sabían lo que querían. Lo único que habían hecho había sido aplazar la boda hasta que los niños pudieran hacerse a la idea. Les habían dado la noticia el domingo por la noche, después de que Terry los dejara en casa tras haber pasado cuatro días en el rancho. A partir entonces, Cole había pasado mucho tiempo en su casa para que fueran acostumbrándose a él.

—Queremos casarnos antes de que Andrew y Brian tengan que volver a la universidad —les dijo Cole—. Celebraremos la boda en una iglesia pequeña, queremos que sea una ceremonia íntima.

Rick y Chad se miraron el uno al otro y se encogieron de hombros.

—Estaremos contigo, si eso es lo que quieres —dijo Chad.

—Eso es lo que quiero.

Cole sonrió, sintiéndose más feliz que en toda su vida. Recordaba la cantidad de veces que había jurado que no volvería a casarse. Tendría que tragarse cada una de sus palabras cuando estuviera con Jackie ante el altar, pero lo haría sonriendo como un tonto.

—¿Jaclyn va a volver a trabajar en la oficina? —preguntó Rick.

—No está segura. Ambos pensamos que para ella sería una buena experiencia trabajar durante algún tiempo en otras constructoras. Pero espero que a la larga vuelva a trabajar conmigo. Me gustaría que estuviera aquí.

Rick arrastró la silla y se levantó.

—¿Y dónde vais a vivir? ¿Aquí?

—No. A Jackie le gusta mucho la casa que está al final del campo de golf. Pero tendremos que terminarla antes de irnos a vivir allí, en junio.

—¿Es esa casa con el jardín tan grande? —preguntó Chad.

—Sí. Quiero poner una piscina, para que los niños disfruten en verano.

—Bueno, no te preocupes por la casa. Me encargaré de que esté terminada antes de la boda. Ese será mi regalo —terminó el resto de su zumo de naranja y se dirigió hacia la puerta—. Ahora tengo que irme a trabajar. Felicidades, hermanito.

Cole le dijo adiós a su hermano mientras éste se marchaba, después miró fijamente a Rick. Permanecía en silencio y por un momento, Cole temió que también él se marchara. No quería que se fuera. Todavía había cierta tensión entre ellos y esperaba ser capaz de decir algo que pudiera abrir definitivamente los canales de comunicación entre ellos.

Pero fue Rick el primero en hablar.

—He decidido que me gustaría volver a trabajar a tiempo parcial, si te parece bien —le dijo, inclinándose hacia delante y empujando el resto de su comida con el tenedor—. Mis ahorros se están acabando rápidamente y dispongo de más tiempo del que pensaba.

—Así que los estudios te van bastante bien, ¿eh?

Rick no levantó la mirada del plato.

—Sí.

—¿Cuándo empezaste a estudiar?

—Hace ya un tiempo.

Cole intentó no mostrarse sorprendido. Rick se estaba comportando como si quisiera que no se le diera ninguna importancia a su vuelta a los estudios.

—Así que vas a ir a la universidad, ¿eh?

—Sí.

—Estoy orgulloso de ti —le dijo Cole.

Y era completamente cierto. Pero estaba un poco sorprendido de ser capaz de decirlo. Quizá estuviera haciendo más progresos en lo que a Rick se refería de lo que pensaba.

Rick parecía un poco avergonzado, pero Cole podía decir que también complacido.

—Tendremos que poner otra mesa para Brandon —continuó diciendo Cole, como si todo fuera completamente normal—. ¿Cuándo quieres volver? ¿Después de graduarte?

Rick sacudió la cabeza.

—No creo. Sé que quieres que vuelva contigo, Cole, pero yo no soy como los demás. Yo quiero labrarme mi propio camino.

Cole dio un sorbo a su café.

—¿Y a qué te gustaría dedicarte? —le preguntó.

Rick vaciló un instante, pero al final alzó la mirada hacia él.

—Me gustaría ser programador informático.

Programador informático¼ Así que su hermanito tenía grandes planes.

—Lo comprendo —dijo Cole sonriendo, a pesar de sus esfuerzos por comportarse como si nada hubiera cambiado—. Cuando quieras, aquí tendrás un puesto de trabajo disponible, pero estoy seguro de que tendrás éxito en cualquier cosa que te propongas hacer. Eres una de esas raras personas capaces de hacer cualquier cosa.

En lo más profundo de los ojos azules de Rick se reflejó una intensa sorpresa. Aunque Cole había dicho cosas similares durante años, probablemente aquella era la primera vez que no estaba utilizando sus palabras para castigarlo, para regañarlo porque hubiera hecho algo mal. Y Rick había comprendido la diferencia, porque la sorpresa era la emoción que reflejaban sus ojos.