Capítulo 19

—¡Mira, están ahí! —gritó Mackenzie, señalando a sus abuelos y a Terry que estaban sentados juntos en las gradas.

Los Wentworth todavía no los habían visto llegar. Para variar, Burt estaba sonriendo y diciéndole algo a Dolores, que asintió mostrando su acuerdo. Incluso Terry parecía estar de buen humor.

Pero Jaclyn sospechaba que eso no tardaría en cambiar.

Torno aire y le dio la mano a Cole, buscando el apoyo que le había prestado en Feld. «Allá vamos», pensó.

Al sentir su contacto, Cole se volvió sorprendido hacia ella. Desde que Jaclyn había dejado Viviendas Perrini, aquella era la primera vez que se veían. Y tampoco habían hablado mucho desde la noche que habían hecho el amor. Pero entrelazó los dedos en los suyos, con un gesto cálido y reconfortante.

Alex ya se había ido hacia el vestuario, para reunirse con sus compañeros de equipo, pero Alyssa y Mackenzie corrían delante de ellos, esquivando a otros espectadores mientras trepaban por las gradas para llegar hasta donde estaban Terry y sus padres.

—¿Ocurre algo? —musitó Cole, caminando un paso por delante de ella.

Jaclyn mantenía los ojos fijos en Burt, o en lo que podía ver de Burt tras los anchos hombros de Cole, esperando el momento en el que los viera acercarse. Estaba nerviosa y se sentía fuerte y asustada al mismo tiempo. ¿Era una locura provocar a su ex suegro? Probablemente, pero necesitaba hacerse respetar. Había llegado el momento de demostrarle a Burt que no había conseguido dominarla, por lo menos todavía.

—Me temo que no les va a hacer mucha gracia verte conmigo —le dijo.

—No esperaba que me recibieran con besos y abrazos.

—En realidad es peor que eso. Tu presencia es como una especie de desafío.

—¿A qué te refieres?

Las niñas habían llegado ya hasta sus abuelos y los Wentworth se habían vuelto hacia ellos. Terry parecía sombrío, inquieto. Dolores asustada. Y a Burt estaba a punto de darle un ataque.

—No importa —musitó Cole—. Creo que ya lo entendido.

—Mira, papá, ha venido Cole —dijo Mackenzie, echando sin pretenderlo sal en la herida.

Jaclyn se mordió el labio para disimular una sonrisa.

—Hola —los saludó, imprimiendo a su voz mucha más confianza y amabilidad de las que realmente sentía—. Habéis llegado pronto ¿Cómo estaba la carretera?

Nadie contestó. Terry desvió la mirada para fijarla en el campo. Dolores se ruborizó y posó la mano en el brazo de su marido. Burt se levantó.

—¿Qué demonios está haciendo ese aquí?

—¿Quién? —preguntó Jaclyn con fingida inocencia.

Cole se tensó.

—Creo que se refiere a mí.

—Claro que me refiero a ti —gruñó Burt—. Te lo advertí, Jaclyn. Te dije que no estaba dispuesto a verlo cerca de mis nietos.

La momentánea emoción de la victoria se disipó rápidamente, dejando a Jaclyn preocupada y nerviosa. Ella imaginaba que Burt echaría chispas por los ojos y que más tarde intentaría enfrentarse con ella, pero no esperaba que montara una escena delante de los padres de los otros niños.

—Alyssa y Mackenzie están aquí —dijo, manteniendo la voz baja—. Y Alex quiere que veamos el partido. No nos arruines la tarde, ¿quieres? Ya hablaremos nosotros luego.

Mackenzie y Alyssa escrutaron el rostro de los adultos con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa, abuelo? —preguntó Mackenzie.

—Lo que pasa es que tu madre, jovencita —contestó Burt, con las venas de la frente hinchadas por la furia—, no es capaz de saber lo que es mejor para vosotros, por mucho que se lo explique.

—¿Y qué es exactamente lo que está haciendo mal? —preguntó Cole—. Quizá puedas explicármelo a mí. Porque a mí me cuesta comprender por qué no puedes limitarte a disfrutar del tiempo que pasas con tus nietos y no seas capaz de dejarla en paz.

Jaclyn quería advertirle a Cole que se mantuviera lejos de la línea de fuego. Había visto los estallidos de Burt muchísimas veces y no le parecía bien que Cole fuera el destinatario de uno de ellos.

Además, la preocupaba la confusión que veía en los rostros de sus hijas.

—Cole, vamos a sentarnos a otra parte. El partido está a punto de empezar —dijo, pero nadie le prestó atención.

—Si Jackie fuera una mujer sensata, volvería a Feld, se instalaría allí y educaría a esos niños como es debido —continuó diciendo Burt—. Si fuera sensata, no saldría con hombres como tú.

Cole arqueó una ceja con expresión desafiante.

—¿Con hombres como yo? ¿Te refieres a sacos de basura, Burt? ¿No crees que un hombre pobre puede valer tanto como un rico, ¿Burt?

—No intentes jugar conmigo —replicó Burt—. Esta no es una cuestión de ricos y pobres. Yo sé quién eres y lo que eres. Conozco tu reputación, sé lo que le hiciste a esa pobre chica con la que te casaste. Estuviste a punto de acabar con su vida, por el amor de Dios. No sé lo que has hecho desde que dejaste Feld, pero dudo que hayas cambiado mucho. Una manzana nunca cae lejos del árbol en el que crece. ¿Crees que voy a dejar que mis hijos crezcan cerca de ti?

Terry se levantó y se colocó detrás de su padre. Jaclyn se preguntaba si lo haría porque esperaba que Cole comenzara una pelea y empezó a preocuparse por lo que podía pasar a continuación.

—Cole —volvió a decir, pero él ya estaba hablando.

—¿Qué estás insinuando exactamente, Burt? ¿Que voy a ser un mal ejemplo para tus nietos? ¿Que bebo? ¿Que soy adúltero? —fijó la mirada en Terry que de pronto había palidecido—. Es extraño. Pensaba que al dejar Feld se habían alejado de un hombre que era precisamente todas esas cosas. Y si yo fuera tú, no utilizaría el ejemplo de las manzanas caídas y el árbol. No estoy seguro de que puedas reflejarte en él.

—He cometido algunos errores, pero tú también —comenzó a decir Terry pero su padre lo interrumpió.

—¿Cómo te atreves? —le gritó a Cole—. Nada de esto es asunto tuyo. ¡Tú no tienes nada que decir!

—Tengo muchas más cosas que decir de las que piensas. Voy a casarme con Jaclyn, de modo que todo lo que tenga que ver con ella es asunto mío, ¡y me importa un bledo lo que puedas pensar!

Aquel anuncio fue seguido de un absoluto silencio. Jaclyn sentía que el suelo se movía bajo sus pies. Sólo podía oír los furiosos latidos de su propio corazón. ¿De verdad habría dicho Cole lo que ella ababa de oír?

—Esto se nos está yendo de las manos —consiguió decir, esperando reconducir la situación hasta un punto en el que todos pudieran pensar racionalmente otra vez—. Cole y yo no hemos hecho planes todavía, pero tendríamos derecho a hacerlos si quisiéramos. Y ahora sugiero que nos tranquilicemos y empecemos a pensar en¼

—¡No hay nada en lo que pensar! —repuso Burt señalándola con el dedo—. Cásate con este tipo y me encargaré de que te quiten a tus hijos, aunque sea lo último que haga en toda mi vida.

—¡Mamá! —gritó Mackenzie, aferrándose a la pierna de su madre como Alyssa había hecho prácticamente desde el principio.

—No pasa nada, cariño —dijo su madre, acariciándole la espalda—. El abuelo sólo está enfadado. No pretendía decir eso.

—Haz la prueba —le espetó Burt, fulminando a Cole con la mirada.

Cole rió sin humor y sacudió la cabeza.

—Deberías mirarte en el espejo durante un largo rato e intentar decidir qué es lo que estás intentando realmente conseguir, porque desde luego, no estás ayudando mucho a tus nietos.

Con el rostro blanco como el papel y el ceño fruncido por la preocupación, Dolores parecía frustrada e impotente al mismo tiempo.

—Burt, él tiene razón —dijo, pero su marido le apartó la mano que había apoyado en su brazo.

—¡No tiene ninguna razón! —gritó.

—Ya veremos —respondió Cole—. Pero no digas que no te lo advertí. Como se te ocurra llevar a Jaclyn a los tribunales, te arrepentirás. Lucharemos para que se quede con la custodia completa de los niños y obligaremos a Terry a triplicar la pensión. Tengo el tiempo, el dinero y las ganas que hacen falta para ello. Conozco buenos abogados. ¿De verdad crees que puedes ganar esta batalla, Burt?

Burt se había quedado boquiabierto. Antes de que hubiera sido capaz de responder, Cole le dirigió a Terry una mirada acusadora.

—¿Por qué no te enfrentas a tu padre? —le exigió Cole—. ¿Tan seguro estás de que vas a fracasar sin él?

Y sin más, levantó a Alyssa en brazos, tomó a Jaclyn de la mano y las condujo hacia las gradas que estaban en el otro extremo del campo.

 

¡Dios santo! ¿Qué había hecho?, se preguntaba Cole. Acababa de anunciarle a Jaclyn, a su ex marido, a su ex suegro y a sus dos hijas que iba a casarse con ella. ¡Casarse con ella! Ni siquiera se lo había pedido. ¡Ni siquiera estaba seguro de que quisiera casarse! Pero su espíritu competitivo siempre lo había superado. Y lo único que podía hacer era mirar hacia adelante tan asustado como sorprendido.

Cole sentía la presencia de Jacklyn a su lado, pero se negaba a mirarla. Afortunadamente, ella tampoco parecía tener muchas ganas de reclamar su atención. Después de la discusión con los Wentworth, apenas había pronunciado una sola palabra. Mackenzie estaba sentada al lado de Jaclyn. Alyssa en el regazo de Cole. Y en lo único que Cole era capaz de pensar era en cómo iba a educar a aquellas niñas evitando todos los errores que había cometido en el pasado.

No podía hacerlo. Sencillamente, no podía.

Cole aplaudió como una autómata un gol del equipo de Alex, pero estaba pensando en Rick, en el momento en el que estaba su relación y en los motivos que los habían llevado a aquella situación. En algún momento había fracasado con Rick. No le había dado el cariño, la atención o ninguna de las miles de cosas que los niños necesitaban. Y eso significaba que tenía que abandonar antes de que fuera demasiado tarde. Debería disculparse con Jaclyn y con sus hijos por su impulsivo error y alejarse de ellos. El problema era que alejarse de ellos significaba precisamente eso, alejarse de ellos. No volvería a ver a Jaclyn nunca más.

—¿Quieres palomitas? —le preguntó Jaclyn—. Voy a acercarme al bar.

Cole sacudió la cabeza en silencio y sólo entonces advirtió que el campo estaba vacío. Había terminado el primer tiempo. Se preguntó vagamente si Alex habría jugado bien.

—¿Quieres venir con mamá y con Mackenzie, Alyssa? —le preguntó Jaclyn.

—No, yo me quedo con Cole —contestó Alyssa y rodeó el cuello de Cole con sus bracitos.

Por un instante, Cole tuvo la tentación de apartarla, entregársela a su madre y salir huyendo. Sentía la dulzura y la suavidad de sus bracitos y olía a jabón de bebé, pero no necesitaba ver aquellos ojos azules fijos en él, haciéndole sentirse culpable por estar pensando en marcharse después del partido. Jackie siempre había sido su punto débil. Siempre le había gustado. Pero no podía permitir que aquella tentación lo encadenara durante el resto de su vida.

Llevando a Mackenzie en brazos, Jaclyn subió las escaleras de las gradas y desapareció en una esquina. Cole miró hacia donde estaban sentados los Wentworth y advirtió que Terry lo estaba observando. Pero no parecía enfadado, sino pensativo, triste incluso.

Suspirando, Cole enderezó a Alyssa en su regazo.

—¿No quieres ir a ver a tu papá? —le preguntó.

La niña miró hacia Terry y negó con la cabeza.

—Voy a quedarme aquí. Contigo.

—Magnífico —musitó Cole.

Afortunadamente, Alyssa no cuestionó su respuesta. Se limitó a acurrucarse en su regazo, tan satisfecha como un gato bajo el sol, hasta que su madre volvió.

—Te he traído un refresco —le dijo Jaclyn.

—Gracias —aceptó el refresco y lo compartió con Alyssa y Mackenzie, que no tardaron en reclamar su parte.

—Los abuelos han venido hasta aquí desde Feld para veros —les dijo Jaclyn a las niñas—. ¿Por qué no les lleváis unas palomitas?

Alyssa no parecía muy dispuesta a marcharse, pero Mackenzie salió corriendo con las palomitas y al final la más pequeña se decidió a seguir a su hermana.

—Siento todo lo que ha pasado cuando hemos s llegado —se disculpó Jaclyn.

Cole bebió un trago de refresco.

—No te preocupes.

—Debería haberte dicho que Burt me amenazó con quitarme la pensión de los niños si volvía a verte. Así podrías haberte preparado.

—Eso no habría cambiado nada —respondió Cole, pero se preguntó si era verdad.

¿Habría abierto su bocaza para anunciar que iba a casarse con Jaclyn si hubiera sabido que lo esperaba una emboscada?

—Sobre lo que he dicho hace un rato¼ —se aclaró la garganta, que sentía de pronto particularmente seca— Sobre ya sabes, el matrimonio¼

Se había vuelto hacia él con un rostro suficientemente inexpresivo como para indicarle a Cole que todavía era posible salir fácilmente de aquel enredo. Jaclyn no parecía ni esperanzada ni ansiosa por oír lo que tenía que decirle. De modo que continuó más animado.

—No debería haber dicho lo que he dicho. Hay muchas cosas que tener en cuenta antes de tomar una decisión tan importante como esa.

—Lo comprendo —contestó Jaclyn—. Todos decimos cosas que no queremos decir en algunas ocasiones. Pero me ha encantado ver el impacto que le has causado a Burt. Ha merecido la pena. De todas formas, lo mejor será esperar unas semanas para decirles que hemos cambiado de planes.

Le sonrió confiadamente, pero su indiferencia y su voluntad de deshacer aquel enredo molestaron a Cole. Después de lo que había sucedido entre ellos, ¿Jaclyn ni siquiera tenía la menor tentación de convertir su relación en algo permanente? ¿No era precisamente eso lo que la mayor parte de las mujeres querrían? Rochelle le había mentido y lo había manipulado y todo para casarse. Jackie, por otra parte, tenía muchas más razones para desear el apoyo emocional y financiero que podía proporcionarle un esposo, pero no había pedido nada. ¿Sería por el error que había cometido él al acostarse con su secretaria? Sabía que aquello influiría en la opinión que Jaclyn tenía sobre él, pero también pensaba que una mujer a la que realmente le importara, estaría dispuesta a perdonarle aquel error.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó indignado—. ¿Que no te casarías conmigo aunque te lo pidiera?

Jaclyn fijó la mirada en el campo y comenzó a aplaudir. El equipo de Alex acababa de salir.

—No tienes que molestarte en pedírmelo. Tú no quieres casarte, ¿recuerdas?

—Sí, claro —contestó, echando terriblemente de menos la convicción que debería haber acompañado a su respuesta.

Había estado dándole vueltas a la cuestión del matrimonio durante semanas, pero cuanto más se alejaba Jackie, más ansioso estaba por encontrar la forma de atarla a él.

Y menos convencido de que quería seguir soltero.

 

—Ha sido un gran partido —dijo Jaclyn ya delante de la casa, hablando en el porche con Cole—. Me alegro de que haya ganado el equipo de Alex.

Alex se había metido en casa a cambiarse de ropa y las niñas pronto lo habían seguido, convencidas de que Jaclyn y Cole no iban a hacer nada más divertido que hablar en medio del aire frío de la noche.

—Terry y Burt no parecían muy contentos cuando ha terminado el partido —comentó Cole.

Cruzándose de brazos para mantenerse en calor, Jaclyn inclinó la cabeza y admiró el cielo de la noche. No eran más de las ocho, pero los días estaban comenzando a acortarse. Faltaba menos de una semana para el día de Acción de Gracias. Apenas podía creer lo rápido que estaban pasando aquellos meses. Cuando había comenzado a trabajar para Cole a mediados de agosto, conseguir la licencia de agente inmobiliario le parecía algo que estaba muy lejos. Y de pronto, faltaban menos de dos días para que supiera el resultado del examen.

—Pobre Alex. Estaba deseando irse con ellos. Pero se han despedido a toda velocidad y se han marchado —comentó—. Y dudo que vuelva a verlos pronto.

—¿Crees que Burt llamará cuando lleguen a casa?

—Es imposible predecir lo que puede hacer Burt.

Cole se metió las manos en el bolsillo y se apoyó contra su camioneta.

—¿Quieres que me quede un rato, por si acaso?

Había hecho aquella pregunta con naturalidad, como si sólo estuviera intentando ser educado, pero Jaclyn tuvo la inconfundible impresión de que Cole quería quedarse y aunque Jaclyn tampoco quería que se marchara, sus ganas de que se quedara no tenían nada que ver con la necesidad de que alguien la protegiera de Burt Wentworth. Cuando estaba con Cole, todo parecía marchar bien. Se sentía como si después de un largo viaje, por fin hubiera llegado a su destino.

Pero era su corazón el que la hacía sentirse de esa forma. Y su corazón ya había cometido demasiados errores.

—No te preocupes. Burt no puede hacerme ningún daño, por lo menos esta noche —le dirigió una débil sonrisa—. Tardará por lo menos unos días en movilizar a todos sus abogados.

—¿Crees que volverá a la carga?

—Quizá —sonrió de oreja a oreja—, ahora que cree que vamos a casarnos.

Jaclyn tuvo la impresión de que Cole se había sonrojado, algo que no ocurría a menudo, pero las sombras que cubrían su rostro le impedían estar segura de ello. Sabía que no había vuelto a ser el mismo hombre locuaz y confiado desde que había proclamado que iba a casarse con ella. Afortunadamente, Jaclyn había comprendido en todo momento que aquella había sido una declaración hecha al calor de la discusión. Y aunque se lo hubiera tomado en serio, no habría tardado en darse cuenta de que Cole se había arrepentido, puesto que no había vuelto a abrir la boca durante todo el partido.

—¿Y Terry? ¿Dejará que su padre haga lo que le apetezca?

—No lo sé. Terry ha estado muy amargado durante todo este año y ha participado activamente en casi todas las batallas, pero últimamente parece haber perdido las ganas de discutir. Quizá esté empezando a asumir que no voy a volver con él haga lo que haga.

—O a lo mejor ha conocido a alguien.

Jaclyn pensó en ello.

—Lo dudo —comentó al cabo de un momento—. Los niños no han mencionado a nadie y tampoco él.

—¿Y te importaría?

—¿Que estuviera saliendo con alguien? No. De hecho, tengo la esperanza de que lo haga algún día y salga definitivamente de mi vida, pero él insiste en decir que nadie podría sustituirme nunca. Cuando me dice ese tipo de cosas, no puedo evitar preguntarme qué habrá sido de todas esas mujeres a las que deseaba cuando estábamos casados.

—Supongo que le parecían más deseables porque estaban fuera de su alcance.

A Jaclyn le habría gustado saber si Cole se identificaba con aquellos sentimientos. Si habría sido precisamente eso lo que lo había impulsado a romper sus promesas matrimoniales.

—Supongo —contestó.

En realidad, no le apetecía nada profundizar en los motivos de las actividades extraconyugales de Terry porque tenía que enfrentarse al hecho de que Cole tenía la misma fama.

—¿Y qué me dices de Alex? —le preguntó Cole—. ¿Crees que está bien? Parecía que no sabía qué hacer cuando ha visto a su padre y a sus abuelos sentados a un lado de las gradas y a nosotros al otro.

—Lo sé. Estoy segura de que tenía miedo de que su padre se enfadara o se lo tomara como una ofensa personal si pasaba demasiado tiempo con nosotros, pero le gustas, así que al final ha decidido venirse con nosotros.

—Es un buen chico.

—Y poco a poco va superando lo del divorcio. Espero que con el tiempo todo se solucione. Tiene que ser así, ¿verdad? Me refiero a que de otra manera, los padres no tendrían ninguna oportunidad de educar a sus hijos como es debido con todos los problemas que surgen en esta vida. Muy poca gente tiene una infancia perfecta.

Cole clavó la mirada en el suelo. Sacó la mano del bolsillo, se frotó el cuello y preguntó:

—¿Crees que el amor es suficiente?

—Creo que el amor puede compensar un montón de cosas. Es la falta de amor la que realmente le hace daño a un niño. A cualquiera, de hecho.

Cole asintió, pero no dijo nada. Estaba muy serio, como si estuviera considerando algo importante.

—¿Qué estás pensando? —le preguntó Jaclyn.

—Estaba preguntándome si será demasiado tarde.

—¿Para qué?

—Para que alguien reciba el amor que necesita.

—Supongo que eso depende de un montón de cosas —contestó Jaclyn.

—Sí —suspiró, hundió las manos en los bolsillos de sus vaqueros y la miró—. Quiero volver a verte —declaró.

Aquel repentino cambio de tema tomó a Jaclyn por sorpresa. Era una declaración simple y sincera y quería ser capaz de responder a ella. Pero volver a salir con Cole iba en contra de todo lo que había estado diciéndose a sí misma durante los tres meses pasados. ¿Por qué iba a cambiar de opinión en el último momento?

—Creo que ya quedó muy claro que lo mejor sería¼

—¿Lo mejor para qué? —la interrumpió—. ¿Para renunciar a lo que sentimos?

Evidentemente, Jaclyn era más transparente de lo que pensaba.

—¿Qué es lo que sentimos? —preguntó.

—Eso es lo que estoy intentando averiguar. Y no me digas que tú no sientes nada, porque sé que no es cierto.

—¿A qué te refieres? ¿Cómo lo sabes?

—¿Acaso has olvidado lo que pasó el día de tu cumpleaños?

Jaclyn arqueó una ceja con expresión desafiante. Aquella noche ella no había dicho nada.

—Vamos, Jaclyn, cuando hicimos el amor, lo que hubo entre nosotros fue mucho más que una relación puramente física.

Entonces fue Jaclyn la que se sonrojó. Podía no haber hecho muchas declaraciones de amor aquella noche, pero no se había reprimido en nada. Para llevar la conversación a un terreno seguro, dijo:

—Sólo estoy intentando tomar las decisiones más acertadas. Ahora que estoy sola con los niños, es muy importante para mí.

—Lo comprendo y esa es la razón por la que dejé de insistir al principio. Pero ahora no sé si es la mejor opción.

—¿Entonces qué es lo que quieres? ¿Invitarme de vez en cuando a ir al cine? ¿O estás interesado en incluir también a los niños?

Cole se encogió de hombros y miró hacia el coche que acababa de girar en una esquina.

—¿Por qué no puedo hacer las dos cosas? —preguntó—. No tengo ninguna expectativa. Lo único que quiero es empezar desde cero y no tener que decidir el final antes de que haya comenzado nada. Te prometo que las cosas irán despacio si me prometes que confiarás en mí.

¿Confiar en él? ¿En un reconocido tenorio?

—No estoy segura de que pueda hacerlo.

—Yo no soy como Terry.

Jaclyn había deseado oírle decir aquellas palabras desde el día que se habían encontrado en el Joanna's. Había deseado oírle proclamar su inocencia, o al menos explicar que había cambiado, pero Cole nunca le había ofrecido ninguna justificación sobre su pasado y tampoco lo estaba haciendo en aquel momento. Se limitaba a mirarla con la esperanza brillando en los ojos, deseando que lo creyera.

Y de alguna manera, su silencio fue más efectivo para romper las defensas de Jaclyn de lo que podría haberlo sido ninguna otra respuesta.

—Sé que eres mucho más fuerte que Terry en muchos aspectos —dijo—. Has sido capaz de forjarte tu propia vida, pero¼

Cole la agarró por los hombros y la miró a los ojos.

—No voy a engañarte, Jackie —le dijo y la besó.

Jaclyn cerró los ojos, saboreando los labios de Cole sobre los suyos. Sentía su respiración contra su mejilla y su mano en el cuello, pero aquel no era un beso apasionado. Era un beso dulce, suave y atrayente, con el que le estaba pidiendo que lo creyera.

El olor a loción inundó sus sentidos cuando sus lenguas se encontraron. Jaclyn sintió que sus últimas resistencias se derrumbaban. Podía intentar confiar en él, ¿no? Eso no era mucho pedir.

Cole interrumpió el beso mucho antes de lo que a Jaclyn le hubiera gustado, alzó la cabeza y la miró sonriente.

—¿Puedo verte mañana?

Con el corazón en la garganta, Jaclyn lo miró a los ojos y comprendió que no podía negarse.

Sólo sería una cita, se dijo a sí misma. No era nada importante. En cuanto surgiera algún problema, siempre podría dar marcha atrás¼ ¿Pero a quién pretendía engañar?

—¿Por qué no vienes a cenar a las seis? —se oyó decir a sí misma.

—Aquí estaré —le prometió Cole con una sonrisa.

Se montó en la camioneta y se alejó, dejando a Jaclyn en medio de la calle, anhelando sus caricias y su abrazo.