Capítulo 3
Tras el incidente en la puerta del trabajo con el desconocido sexy, llego a mi casa, me ducho y me dispongo a disfrutar de lo que me queda de noche.
Acabo de ponerme cómoda en el sofá, con mi nueva novela en el regazo y una taza de chocolate caliente en la mesa, cuando llaman a la puerta. No se trata de otro que mi querido Ray, que trae una bolsa en la mano.
‒¡Sorpresa! ¿Creías en serio que iba a dejarte pasar la noche sola?
‒Pues creía que tenías planes para hoy con el chico de la moto ‒pregunto apoyada en la puerta de la cocina‒. ¿Qué ha sido de él?
‒Le he dado pasaporte, nena. Era un chulo, y yo de eso ya vengo sobrado –río ante su comentario.
‒¿Qué traes en esa bolsa?
‒¡Tachaaan!
No puedo dejar de reírme cuando saca de la bolsa un montón de películas románticas, un paquete de palomitas para el microondas y una bolsa enorme de M&M's.
‒De eso nada, no vamos a ver películas de amor para ponerme a llorar como una magdalena. Las chuches no te las discuto, pero deberías haber traído películas de risa o terror.
‒¡Sí, hombre! ¡De terror! No pienso ver una película de terror en lo que me resta de vida. El maratón al que me sometisteis la semana pasada fue más que suficiente, bruja.
‒Bueno... vamos a ver entonces qué hay en la televisión. ¿Has cenado?
‒No... Pensaba llamar a un japonés y cenar juntos.
‒¡Ay que ver cómo me cuidas! ‒digo sonriendo.
‒Ya que los heteros no se dan cuenta de lo maravillosa que eres tendré que cuidarte yo, ¿no?
Sonrío porque sé que de lo contrario se va a poner en plan padrazo dándome el sermón, pero por dentro estoy hecha pedazos. Tiene razón, como siempre. No sé que tengo de malo para que los tíos no quieran nada serio conmigo.
Me han utilizado tantas veces que ya he perdido la cuenta. Para el sexo opuesto soy muy buena para mantener relaciones esporádicas, pero a la hora de relaciones serias todos se buscan a otra, dejándome destrozada durante meses.
Aparto esa idea de la cabeza y me dispongo a pasar una noche maravillosa con mi mejor amigo gay. Pedimos toda clase de sushi, que me encanta, y también rollitos vietnamitas, que le dan mil vueltas a los rollitos de primavera.
Saco una botella de vino del frigorífico y nos acomodamos listos para disfrutar como enanos de nuestra noche cuando llaman a la puerta. Miro a Ray con una ceja levantada, pero niega con los ojos como plato y las manos en alto, señal de que no es ninguna de sus trastadas.
Por un momento había imaginado que el muy canalla había contratado a algún stripper, como hizo el día de mi cumpleaños. Me engañó como a una niña. Me hizo creer que se había olvidado de mí y apareció con una enorme tarta... rellena de un hombre impresionante.
Al abrir la puerta casi me quedo sentada de culo cuando veo a otro mensajero con un enorme ramo de flores. Predominan las orquídeas rojas, pero también hay salpicadas rosas rojas, rosas blancas, frutillas rojas y mariposas de madera, de diferentes tonos de rojo. Firmo el albarán casi en trance, y cuando llego al salón Ray abre los ojos como platos cuando ve el ramo.
‒¡Madre de Dios! ¡Qué cosa más impresionante! ¿De quién son?
‒No lo sé ‒digo sin apartar la vista de las flores más bonitas que he visto en mi vida.
‒¿No tiene nota?
‒No he mirado ‒digo mirándolo de pronto‒. Son preciosas, ¿verdad?
‒¡Pero mira la nota!
Saco con mano temblorosa la nota que hay en el ramo. Tengo una ligera sospecha que hace que se me enoja el corazón.
Has roto mi pobre corazón, ángel. Espero que a este lo trates con más cariño que al anterior. Busca el significado de las flores. Sigue el juego... ¿Serás capaz de resistirte?
Levanto la vista de la nota entre asustada y enfadada. ¡No me lo puedo creer! ¿Cómo demonios ha conseguido mi dirección? Esto ya se pasa de castaño oscuro.
Recibo un codazo en las costillas de parte de Ray, que aún sigue con la boca abierta. Me dirijo de forma automática a la cocina a ponerlas en agua con él pegado a los talones.
‒¿El anterior? Nena, creo que tienes muchas cosas que explicarme. ¡Sabes que soy un cotilla! ¿Por qué no me lo has contado en cuanto me has abierto la puerta?
‒En serio, se me pasó. Se trata de un tipo que ha venido a comprar al súper. Ha sido un borde y le he dado un corte, y me ha mandado un ramo de lirios al trabajo con otra nota del mismo estilo. Cuando he salido de trabajar me ha arrinconado contra la pared y me ha besado con esos aires de prepotente que se gasta. Es guapísimo y lo sabe.
‒¿Y qué hacías sola en casa? ¿Por qué no te lo has traído y habéis follado como conejos?
‒No seas ordinario, Ray. No lo conozco, es un chulo pagado de sí mismo, y además no tengo ganas de líos de un par de noches, ya lo sabes.
‒A ver, nena... un hombre te ha arrinconado, te ha comido los morros así a lo película porno... ¿y me estás intentando dar a entender que no te ha gustado?
‒¿Gustarme? Casi se me caen las bragas. Ha sido intenso, sexy... ¡Joder, todo un beso porno!
‒¿Y qué esperas para buscar lo que significan las dichosas flores? ¡Abre el ordenador!
Miro en Google el significado de las dichosas flores.
Lirios: amor ardiente.
Orquídea roja: me muero por hacer el amor contigo.
Rosas: invitación al sexo.
Estoy hiperventilando, porque de repente imágenes muy tórridas de los dos en la cama han invadido mi imaginación.
‒¡Jesús! Me he puesto a cien solo de pensar en lo que quiere hacerte ‒replica Ray abanicándose con una revista.
‒Ray, no seas iluso. Está jugando conmigo.
‒¿Por qué piensas eso?
‒Primero, no me conoce. Segundo, tú no lo has visto, pero te aseguro que es un auténtico Dios sensual. Puede tener a la mujer que quiera, así que ¿por qué yo? Se aburre y ha encontrado a la víctima perfecta para su diversión.
‒¿Y por qué no simplemente te alegras de haberle gustado a un hombre así? Te juro que a veces me dan ganas de estrangularte. Que te haya ido mal... siempre... no quiere decir que vuelva a pasar lo mismo.
‒Tú lo has dicho, Ray, SIEMPRE. Jamás me va a ir bien con un tío. No sé por qué, pero ya lo he aceptado. Voy a vivir mi vida en soledad, pero la voy a disfrutar al máximo. Y para ello no necesito a un adonis riéndose de mí. Además... ¿de dónde coño ha sacado mi dirección? Deberías estar preocupado por ese hecho y no enfadado conmigo por no tomármelo en serio.
‒Tienes razón, perdona. No saques conclusiones precipitadas, seguro que es amigo de alguien que te conoce y por eso sabe tu dirección.
‒Eso espero, porque si no estoy muy pero que muy jodida.
Volvemos a nuestros planes iniciales, pero soy incapaz de quitarme a mi acosador de la cabeza. Aunque parezca mentira, no estoy asustada por el hecho de que sepa dónde vivo. Aunque sea un imbécil y un chulo, no tiene pinta de ser un loco ni un psicópata.
Nos decantamos por ver una película que están echando en la televisión sobre el fin del mundo. Me siento tan a gusto así, apoyada en el pecho del hombre que es para mí como mi hermano mayor... Sé que es un triste consuelo para la soledad que me atormenta últimamente, pero al menos él nunca me va a fallar.
Apenas me percato de que suena mi teléfono, pero no pienso cogerlo. Hoy es un día muy difícil para mí, y prefiero estar incomunicada. Pero Ray no lo va a dejar pasar y me da el teléfono. Es un número privado, así que rechazo la llamada.
Me quedo mirando a mi amigo del alma por un instante. Él tampoco tiene mucha suerte con los hombres, y eso sí que no lo entiendo. Si fuese más guapo reventaba. Lleva el pelo castaño corto y de punta, y una barbita muy bien recortada adorna su cara de labios carnosos. No es demasiado alto, apenas me saca un par de centímetros.
Pero lo que realmente destaca en sus facciones son sus ojos, de un azul tan limpio y cristalino como las aguas que rodean a Las Maldivas. Hace ya tantos años que nos conocimos que he perdido la cuenta, y desde entonces hemos sido inseparables.
Nos conocimos en el trabajo. Yo acababa de empezar a trabajar en un supermercado y le contrataron gracias a mí. Tuvimos un encuentro de lo más extraño. Cuando me dio su curriculum fue como si una fuerza extraña uniese mi alma a la suya... y sé que él sintió lo mismo. Nos sonreímos y yo corrí a recomendarlo como repartidor.
Reconozco que al principio me atraía, pero en cuanto me confesó lo que por entonces seguía siendo un secreto cambié el chip y nos buscábamos novio mutuamente. Pero la forma en la que nos comportábamos el uno con el otro daba a entender otra cosa a quien no supiera de sus gustos sexuales, lo que nos trajo muchos problemas.
Despierto de mis cavilaciones cuando me suena la llegada de un mensaje de texto. Arrugo el cejo extrañada, porque hasta mi madre me habla por Whatsapp, y casi tiro el teléfono al suelo cuando leo lo que pone.
¿Estás a gusto en tu soledad? Pronto, ángel, muy pronto pasarás las noches entre mis brazos en vez de triste y sola en tu fría cama.
Ray coge el teléfono al vuelo antes de que se estampe contra el suelo, y lee el mensaje. Suelta cuidadosamente el móvil en la mesa y se vuelve hacia mí despacio.
‒Nena, esto ya no es normal. Me estoy preocupando en serio.
‒¿Cómo demonios sabe mi número de teléfono, Ray? ¿Y por qué me acosa de esta manera?
‒No lo sé, pero deberías llamar a la policía.
Es lo más acertado que podría hacer... pero mi mente y mi corazón me dicen que no es ese el camino que debo seguir. Sigo pensando que no puede ser mala persona después de haberlo visto tantas veces en el supermercado.
‒Voy a esperar.
‒¿¿Cómo?? ¡Te está acosando, por amor de Dios!
‒Lo sé, pero...
‒Te gusta ‒no es una pregunta.
‒La verdad es que sí. No sé por qué, Ray. Debería estar asustada y cabreada, pero todo esto me divierte.
‒¡¿Que te divierte?! Estás como una puta cabra, nena. Ese tío debería ser encerrado por acoso. Pero allá tú. ¿Quieres que me quede contigo esta noche?
‒Gracias, Ray, pero necesito estar un rato a solas conmigo misma. Debo pensar en todo esto.
‒Bonita forma de echarme ‒masculla levantándose, aunque no está nada enfadado‒. Ten el teléfono a mano por si ese psicópata intenta algo más.
‒Lo haré, no te preocupes. Ray... Gracias por hacerme esta noche más llevadera.
‒Cariño mío ‒coge mi cara y me planta un sonoro beso en los labios‒. Nunca se me ocurriría pasar la noche de San Valentín con otra mujer.
Rompo a reír ante el comentario. Si fuese con un hombre seguro que me dejaba más sola que la una.
Recojo todo lo que hemos puesto por medio y me voy a la cama. El sueño tarda en alcanzarme, y cuando lo hace es para llenar mi cabeza de imágenes de ciertos ojos grises...