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Hacer El Trabajo sobre los juicios personales
Una vez, para el cumpleaños de mi nieto Racey, le compré un juguete que era una representación de Darth Vader, porque eso era lo que había pedido. Acababa de cumplir tres años; no sabía nada de La guerra de las galaxias, aunque quisiese ese juguete. Cuando ponías una moneda en el interior de Darth Vader, oías la música de La guerra de las galaxias y la sonora respiración de ese oscuro personaje. Entonces, su voz decía: «Impresionante, pero todavía no eres un Jedi», y entonces levantaba su espada como para poner más énfasis en la cuestión. Después de que Racey oyese la voz, dijo: «Abuela, yo no Jedi» y sacudió tristemente su cabecita. Le dije: «Cariño, puedes ser el pequeño Jedi de la abuela». Y él me respondió: «Yo no Jedi» y volvió a sacudir la cabeza con tristeza.
Aproximadamente una semana después de haberle dado el juguete, le llamé por teléfono y le pregunté: «Corazón, ¿ya eres un Jedi? ¿Eres el pequeño Jedi de la abuela?». Y él me dijo con su triste vocecita: «Yo no Jedi». Ni siquiera sabía lo que era un Jedi, ni lo preguntaba, y sin embargo, quería ser uno. De modo que el pequeño estaba siguiendo las órdenes de un juguete de plástico y andaba por ahí decepcionado a la tierna edad de tres años.
Poco después de esto, uno de mis amigos me invitó a volar sobre el desierto en su avión. Le expliqué a mi amigo lo del Jedi y le pregunté si Racey podía venir con nosotros. Me dijo que sí, sonriendo por una idea que había tenido. Lo había arreglado con la tripulación de tierra, y cuando aterrizamos, se oyó una voz por los altavoces de la cabina que anunciaba: «¡Racey, eres un Jedi! ¡Ahora eres un Jedi!». Racey abrió sus pequeños ojos con incredulidad. Le pregunté si ya era un Jedi y no me quiso contestar. Cuando llegamos a casa, se fue corriendo hacia Darth Vader. Metió su moneda. Se oyó la música y la sonora respiración, y entonces Darth Vader levantó la espada y su profunda voz dijo: «Impresionante, pero todavía no eres un Jedi». Así estaban las cosas. Se lo pregunté de nuevo y me dijo: «Abuela, yo no Jedi».
Muchos de nosotros nos juzgamos a nosotros mismos tan implacablemente como ese juguete de plástico repetía su grabación, diciéndonos una y otra vez lo que somos y lo que no somos. Una vez que son investigados, estos juicios personales sencillamente se desvanecen.
Si has estado siguiendo las instrucciones y has realizado El Trabajo señalando con el dedo hacia fuera, habrás advertido que tus juicios sobre otras personas siempre se vuelven hacia ti. Cuando uno de esos juicios invertidos te resulte incómodo, puedes estar seguro de que has descubierto una creencia sobre ti que todavía no has investigado. Por ejemplo, «Él debería amarme» se convierte en «Yo debería», y si ese pensamiento te provoca tensión, probablemente quieras examinarlo.
Cuando estés familiarizado con las cuatro preguntas y la inversión, empezarás a descubrir por ti mismo que El Trabajo resulta igualmente poderoso cuando a quien estás juzgando es a ti. Verás que el yo a quien juzgas no es más personal que el resto de la gente a la que has juzgado. El Trabajo se centra en los conceptos, no en las personas.
Las cuatro preguntas se utilizan de la misma manera cuando las aplicas a tus juicios de ti mismo. Por ejemplo, consideremos el juicio personal: «Soy un fracaso». En primer lugar, entra en tu interior con las dos primeras preguntas: ¿Es eso verdad? ¿Tengo la absoluta certeza de que soy un fracaso? Mi marido o mi mujer quizá lo diga, o mis padres, incluso yo; pero ¿puedo saber con absoluta certeza que eso es verdad? ¿Podría ser que siempre he estado viviendo la vida que se supone que debía vivir y que todo lo que he hecho ha sido lo que se supone que debía hacer? Después, prosigue con la tercera pregunta: haz una lista de cómo reaccionas, cómo te sientes físicamente, cómo te tratas a ti mismo y cómo tratas a los demás cuando crees en el pensamiento «Soy un fracaso». ¿Qué haces específicamente? ¿Qué dices concretamente? ¿Bajas los hombros? ¿Tratas con brusquedad a la gente? ¿Abres la nevera? Continúa con tu lista. Después, entra en tu interior con la cuarta pregunta: experimenta lo que sería tu vida si nunca más tuvieses ese pensamiento. Cierra los ojos e imagínate cómo serías sin el pensamiento «Soy un fracaso». Permanece en calma mientras observas estas imágenes. ¿Qué es lo que ves?
En el caso de los juicios personales, la inversión puede resultar bastante radical. Cuando utilizas la inversión de 180 grados, «Soy un fracaso» se convierte en «No soy un fracaso» o «Soy un éxito». Entra en tu interior con esta inversión y permite que te revele de qué modo es igual de verdadera o incluso más verdadera que tu afirmación original. Haz una lista de las cosas en las que eres un éxito. Saca a relucir esas verdades de la oscuridad. A algunos de nosotros nos resulta extremadamente difícil al principio, y quizá tengas dificultades para encontrar siquiera un ejemplo. Concédete un tiempo. Si realmente quieres saber la verdad, permite que la verdad se te revele. Encuentra tres éxitos cada día. Uno podría ser: «Me he cepillado los dientes». El segundo: «He lavado los platos». El tercero: «He respirado». Resulta maravilloso ser un éxito siendo lo que eres, te des cuenta de ello o no.
En algunas ocasiones, reemplazar el sujeto en primera persona por «mi pensamiento» aportará comprensión. «Soy un fracaso» se convierte en «Mi pensamiento es un fracaso, especialmente cuando pienso en mí mismo». Puedes entender esto claramente cuando entras en tu interior a fin de contestar la cuarta pregunta. Sin el pensamiento «Soy un fracaso», ¿no estás perfectamente bien? Es el pensamiento lo que resulta doloroso, no tu vida.
No te quedes atascado en las inversiones, como si hubiera una manera correcta o incorrecta de realizarlas. Si hay una inversión que parece no funcionar para ti, no te preocupes. Es que así es como debe ser. Sencillamente pasa a la siguiente afirmación. Indaga sinceramente, y deja que las inversiones te encuentren a ti.
Asustada de la vida
Me encanta el diálogo siguiente porque demuestra que El Trabajo puede moverse con fluidez, igual que una afectuosa conversación. Cuando ayudas a otra persona o te ayudas a ti mismo, no es siempre necesario realizar las cuatro preguntas en un orden estricto o de una manera prescrita. Esto resulta particularmente útil cuando alguien —tú o la persona a la que estás ayudando— está asustado y los pensamientos dolorosos permanecen ocultos a la vista.
Al principio de este diálogo, Marilyn, una dulce mujer en el escenario, se mostraba tan tímida que sujetaba su Hoja de Trabajo delante de la cara para esconderse del público. Sin embargo, hacia el final de nuestra conversación, resplandecía de seguridad y de amor.
Marilyn: No he seguido bien las reglas porque he escrito sobre mí misma.
Katie: Sí, obviamente no has seguido las reglas. Y eso está bien. También hacemos eso. No hay error. No hay manera de hacer mal El Trabajo. Lo que yo sugiero es que, al principio, uno juzgue primero a los demás, no a sí mismo, y quizás así descubra que es otra persona. Es todo lo mismo. De modo que, escuchemos lo que has escrito.
Marilyn: De acuerdo. «Estoy enfadada con Marilyn…».
Katie: ¿Esa eres tú?
Marilyn: Esa soy yo… «Estoy enfadada con Marilyn porque es como es. Quiero que sea libre. Quiero que supere sus muchos miedos y su enfado».
Katie: Pues, ¿de qué tienes miedo, tesoro?
Marilyn: Creo que tengo miedo de participar en la vida.
Katie: ¿Puedes poner un ejemplo de eso? Explícamelo más. Quiero saberlo.
Marilyn: Bien, por ejemplo, tengo miedo de conseguir un trabajo y de tener relaciones sexuales.
Katie: Sí. Entonces, ¿qué es lo que más te asusta con respecto al sexo? ¿Qué es lo peor que te podría pasar si tuvieses relaciones sexuales?
Marilyn: Bueno, que podría perder el control. Podría sencillamente… perderlo.
Katie: De acuerdo. Digamos que estás teniendo una relación sexual y que pierdes del todo el control. Eso es lo que quieren la mayoría de las mujeres cuando tienen relaciones sexuales. (El público estalla en carcajadas).
Marilyn (ocultando su cara tras la Hoja de Trabajo): ¡No puedo creer que esté diciendo esto! ¡No creo que esto esté yendo en la dirección que yo quiero! ¡Quizá deberíamos volver a empezar! ¡Yo creía que íbamos a hablar de cuestiones espirituales! (Risas).
Katie: Oh, ¿Dios lo es todo pero no es sexo? ¿Es eso verdad? (Risas).
Marilyn: ¡Creo que deberíamos empezar de nuevo! ¿Tú no?
Katie: Mmm. No, eras tú quien pensabas eso, y no yo. (Risas).
Marilyn: ¿Y qué tal si leo otras afirmaciones?
Katie: Corazón, esta discusión forma parte de la vida y estás participando muy bien en ella.
Marilyn (gimiendo y dándole la espalda al público): ¡Oh! ¡No me puedo creer que haya dicho eso! ¡Con todas las otras cosas que podría haber dicho!
Katie: No hay error, cariño. De modo que me gustaría que mirases al público, ¿de acuerdo? ¿Cuántos de vosotros os sentís realmente felices de que esta mujer esté participando? (Aplausos, silbidos y vítores). Mira. Mira ahí abajo esas caras. ¿Lo ves?, precisamente lo que tú crees que no va a funcionar, funciona. Quizás esto vaya en la dirección contraria. Tal vez has estado participando plenamente sin tener conciencia de hacerlo. Eres tan hermosa. Eres tan hermosa con tu timidez, y sólo quieres volver a esas palabras escritas a fin de recuperar un poco de control.
Marilyn: Sí.
Katie: Pero lo que está ocurriendo ahora es igual que el sexo. No tienes control. Y todo el mundo se está enamorando de ti. Esa es la inocencia que nos atrae. Ahí no hay control. Es algo maravilloso. Es como un orgasmo.
Marilyn (tapándose el rostro con la Hoja de Trabajo): ¡No puedo creer que hayas dicho esa palabra! ¡Qué vergüenza! ¿No podemos hablar de otra cosa? (Risas).
Katie: «No puedes creer que haya dicho esa palabra»: ¿Es eso verdad? ¡No! ¡Sí que la he dicho! ¡He dicho la palabra! (Risas). Perder el control puede resultar maravilloso, corazón.
Marilyn: ¿Y qué hay del miedo?
Katie: ¿Qué miedo? ¿Quieres decir tu vergüenza?
Marilyn: No, es peor que eso. Es terror.
Katie: Corazón, «Sientes terror»: ¿Es eso verdad? «Los sentimientos que experimentas ahora son de terror»: ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?
Marilyn: No.
Katie: ¿Quién serías sin tu historia de que sientes terror? (Larga pausa). Bien, retrocedamos y examinemos las cosas de una en una. Estás hablando de algo de lo que no quieres hablar, frente a una sala llena de gente, y te estás sintiendo…
Marilyn: ¡Merece la pena! Si me condujese hasta la libertad, haría cualquier cosa.
Katie: Sí, tesoro. Bien. Hagamos la indagación. Esto es lo que yo sé. Estoy aquí para hacerte cuatro preguntas que son lo bastante amables como para dejarte tu libertad para ti, no para mí.
Marilyn: De acuerdo.
Katie: Bien. Entonces, ¿estás dispuesta a contestar a mis preguntas?
Marilyn: Sí.
Katie: Quiero saber más sobre tu vergüenza. ¿Qué sientes cuando experimentas vergüenza? ¿Qué sientes en tu pecho, en tu estómago, en tus brazos, en tus piernas? ¿Qué has experimentado físicamente al estar sentada en este sofá y sentirte avergonzada?
Marilyn: Siento calor en la cabeza, y mucha energía en la barriga. Como si crepitara o algo así.
Katie: Vaya, vaya. Bien. Entonces, eso es lo peor que puede pasar. Si hablas del tema que más miedo te da en un escenario, lo peor que te puede pasar es lo que has descrito. Unos pocos fuegos artificiales que explotan en la barriga y un poco de calor en la cabeza. ¿Puedes manejar eso?
Marilyn: Pero ¿y si mis padres estuvieran aquí?
Katie: Mmm. Sentirías un poco de calor en la cabeza y un pequeño movimiento ahí, en tu…
Marilyn: Creo que probablemente me desmayaría.
Katie: De acuerdo. Bien. Puedes desmayarte. Y entonces, ¿qué ocurriría?
Marilyn: Me despertaría, y yo… ¿Qué ocurriría si todavía estuviera aquí?
Katie: ¿Qué es lo peor que podría ocurrir? Todavía estarías aquí. Y advierte que todavía estás aquí, ahora mismo. Ya estás sobreviviendo a lo peor que podría ocurrir.
Marilyn: Y la vida continúa y yo sigo siendo la misma persona, sigo siendo como soy.
Katie: ¿Y cómo eres?
Marilyn: No soy libre. Estoy atrapada en mis rollos.
Katie: Corazón, ¿qué apariencia tiene la libertad?
Marilyn (señalando a Katie): Una especie de…
Katie: Mmm. (El público se ríe). Yo sometería eso a la indagación más adelante. Escríbelo. «Katie es libre»: ¿Tengo la absoluta certeza de que eso es verdad? ¿Cómo reacciono cuando creo en ese pensamiento? Escríbelo en el papel y contéstalo.
Marilyn: ¡Ya lo sé! Estoy realmente atrapada en mis historias sobre esta personalidad y este cuerpo y…
Katie: Volvamos a la indagación ahora, a fin de que no evites comprender lo que ya sabes. Lo que ya sabes puede liberarte del miedo. Contesta esto: «Si tus padres estuviesen sentados aquí ahora…».
Marilyn: ¡Oh, Dios! ¡Ya lo sé, ya lo sé! ¡Tengo cuarenta y siete años y ni siquiera debería estar preocupada por eso!
Katie: Bueno, por supuesto que deberías estar preocupada, porque lo estás. Esa es la realidad. Eres tan hermosa. Si tus padres estuviesen sentados aquí, ¿qué estarían pensando?
Marilyn: Bueno, probablemente se sentirían mortificados porque estoy hablando en público de estas cosas.
Katie: Entonces, estarían mortificados.
Marilyn: Así es.
Katie: ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?
Marilyn: Puedo imaginármelo bastante bien.
Katie: Sí, puedes imaginarte que es verdad, sí. Y yo te estoy pidiendo que contestes a la pregunta. ¿Tienes la absoluta certeza de que es verdad que tus padres estarían mortificados?
Marilyn: Interiormente, en lo más profundo… Si estuviesen muertos y me mirasen desde arriba, desde esa perspectiva me lo puedo imaginar, pero de otro modo…
Katie: ¿Estás interesada en la indagación?
Marilyn: Sí, lo siento.
Katie (riéndose): ¿Es verdad que lo sientes?
Marilyn: Bueno, estoy perdiendo de vista el tema de mi drama.
Katie: Pues, sencillamente contesta a la pregunta. ¿Es verdad que lo sientes? Sí o no. Cuando has dicho: «Lo siento», ¿era verdad que lo sentías?
Marilyn: Estaba más bien avergonzada por haber perdido de vista el tema.
Katie: ¿Y si tuvieras que responder sí o no? «Lo has sentido»: ¿Es eso verdad?
Marilyn: Creo que las palabras han salido solas. Yo… ¡No! ¡No lo sé!
Katie: Cariño.
Marilyn: Oh, me estoy esforzando mucho, ¡y sencillamente no logro captarlo!
Katie: Pues retrocedamos un poco. ¿De acuerdo? Sólo necesitas un sí o un no, y por favor, no te preocupes por dar la respuesta adecuada. Dame la respuesta que crees que es verdad para ti, aunque pienses que es la respuesta equivocada. Y, tesoro, no hay nada serio por lo que preocuparse, nunca. Esto no es nada serio. Si el autodescubrimiento no volviese las cosas más alegres, ¿quién lo querría?
Marilyn: De acuerdo.
Katie: Se trata de que te hagas la pregunta a ti misma. «Si tus padres estuvieran entre el público, estarían mortificados»: ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?
Marilyn: Imaginándomelo todo, no puedo. Quiero decir, no.
Katie: ¡Bien! (El público aplaude). Casi me has dado una respuesta directa. De modo que puedes escucharte a ti misma. No importa lo que yo piense. Has dado una respuesta para escucharla tú. Esto es una indagación personal. No es una indagación para mí ni para ninguna otra persona. ¿Cómo reaccionas cuando crees que tus padres estarían mortificados si estuviesen entre el público?
Marilyn: ¡Caramba! He vivido toda mi vida escondiéndome.
Katie: Eso no me suena muy apacible. Suena muy estresante.
Marilyn: Lo es.
Katie: Suena a vivir con miedo, a vivir con mucho cuidado durante toda tu vida a fin de que tus padres no estén mortificados.
Marilyn: Sí.
Katie: Dame una razón apacible, una razón que no sea estresante, para creer que tus padres estarían mortificados si estuviesen en esta sala.
Marilyn: No tiene nada que ver con la paz. No hay una razón apacible.
Katie: No hay una razón apacible. Entonces, ¿quién serías, con tus padres en esta sala, si no creyeses en ese pensamiento?
Marilyn (riéndose, sonriendo ampliamente): ¡Oh! ¡Sí! ¡Vaya! (El público se ríe). ¡Gracias!
Katie: ¿Qué serías? ¿Libertad? ¿La dicha y el alborozo de ser sencillamente tú?
Marilyn: ¡Oh, sí! La libertad de ser. Me sentiría tan dichosa y tan feliz aquí mismo, contigo…
Katie: ¿Tal como estamos ahora?
Marilyn (mirando al público y riéndose): Y con toda esta gente maravillosa.
Katie: Participas muy bien en la vida. Pues, lo que estoy aprendiendo de ti es que, cuando tienes ese pensamiento, sientes miedo. Y cuando no lo tienes, eres libre. Lo que estoy aprendiendo de ti es que tus padres nunca han sido el problema. El problema es lo que tú piensas de ellos, tu creencia no investigada sobre lo que ellos piensan o no piensan.
Marilyn: ¡Caramba!
Katie: ¿No resulta increíble? Tus padres no son tu problema. Eso no es posible. Nadie más puede ser tu problema. Me gusta decir que nadie puede herirme: ese es mi trabajo. Y es una buena noticia.
Marilyn: ¡Oh, lo comprendo! ¡Sí, es una noticia muy buena!
Katie: Esto te conduce a una postura en la que dejas de culpar a los demás y en la que recurres a ti misma, no a ellos ni a ninguna otra persona, a fin de encontrar tu propia libertad.
Marilyn: Sí.
Katie: Te conduce a responsabilizarte de tu propia libertad y no a responsabilizar a tus padres.
Marilyn: Sí.
Katie: Gracias. Me hace mucha ilusión nuestra amistad.
Marilyn: Hay una gran liberación en todo esto.
Katie: Sí, corazón. Sí que la hay.