Capítulo Nueve
Vance y Dare miraron a Brooke cuando ésta entró en la sala de seguridad.
-¿Dónde está Ian? -preguntó Vance.
-No estoy segura. Ha salido de la oficina un par de minutos antes que yo.
-He pedido a mis hombres que pongan las cintas de la cámara acorazada para ver si hay alguien que pasa por allí cerca con frecuencia -le explicó Vance.
Luego se volvió hacia el hombre que estaba sentado delante de una pantalla, y le pidió:
-Enséñanos lo que tienes, Bob.
Antes de que Bob pudiese hacer nada, apareció Ian. Todos lo miraron, pero nadie dijo nada. Era evidente que no estaba de buen humor. Vance le explicó lo que iban a hacer.
-Adelante, Bob.
Vieron una media hora de grabación, durante la cual nada llamó su atención. En un determinado momento, Brooke se volvió hacia Ian y lo sorprendió mirándola. Su expresión casi le rompió el corazón. Había echado a pique todos los progresos que habían hecho en esa semana y media.
-Para un momento -dijo Vance a Bob, llamando la atención de Brooke-. Acerca la imagen.
En la pantalla apareció una mujer pelirroja. Vance se encogió de hombros, y dijo:
-De acuerdo, continúa. Por un instante pensé que me recordaba a alguien.
Brooke se puso en pie y miró más de cerca de la mujer.
-Espera un momento.
-¿Qué? -preguntó Dare.
-Tengo un presentimiento.
-Eso quiere decir que quizás tengamos algo -dijo Dare, riendo.
-¿Podemos echarle un vistazo al casino? -pidió Brooke.
Vance asintió y Bob cambió de pantalla y vieron a las personas que había pululando por el casino. Dare volvió a reír.
-Mi mujer está gastando más de lo normal -comentó cuando Shelly Westmoreland apareció en la pantalla.
-¿Puedes decirnos qué estamos buscando? -preguntó Ian.
-¿Recuerdas que te mencioné que la semana pasada me había tropezado con una mujer en una tienda y que al día siguiente no se acordaba de mí?
-¿Qué pasa con ella? -inquirió Ian.
-Me había llamado la atención que cada vez que me la encontraba en el casino actuaba de una manera diferente. Siempre me dio malas vibraciones. Era como si tuviese doble personalidad.
-Quizás no tenía un buen día cuando te la encontraste -comentó Dare.
-Es posible. Pero hay más cosas, aunque no sé muy bien el qué. El primer día que la vi, cuando tropecé con ella, me dijo que no pasaba nada por haber chocado, que iba a no sé dónde, pero que siempre llegaba temprano e iba sobrada de tiempo. La siguiente vez, cuando la vi en el campo de golf, comentó que llegaba tarde.
Brooke volvió a observar el monitor.
-Ahí está. La rubia que está al lado de ese tipo alto de pelo largo, moreno. Se supone que es su marido.
Todos miraron el monitor con curiosidad.
-Quiero saber quiénes son, Bob -pidió Vance.
Momentos después aparecía la información en la pantalla. La mujer era Kasha Ferder, y el hombre, Jeremy Felder. Vivían en Londres. No tenían antecedentes.
-Ahora haz lo mismo con la mujer pelirroja.
-Qué raro -comentó Bob-. No aparece su perfil. Es como si no existiese.
Brooke asintió y miró a Vance. Él supo inmediatamente lo que quería.
-Compara los rostros de las dos mujeres -ordenó Vance.
Momentos después todos se dieron cuenta de que, a pesar de que el color de pelo no era el mismo, la estructura facial era idéntica. La mujer era rubia en realidad, y en la otra toma llevaba una peluca pelirroja.
-¿Es la misma? -preguntó Ian, colocándose al lado de Brooke.
-Me parece que no -dijo Brooke.
-¿Gemelas?
-Eso creo, lo que explicaría la doble personalidad. Pero me da la sensación de que hay algo más. ¿Podemos ver las cintas de la cámara acorazada de la semana pasada?
-Por supuesto -asintió Vance.
Brooke rió. Casi podía sentir cómo le corría la adrenalina por las venas al jefe de la seguridad.
-¿Qué estamos buscando exactamente? -les preguntó Ian.
Brooke levantó la cabeza para mirarlo y se le aceleró el pulso.
-A una tercera mujer.
-¿Trillizas? -preguntó Dare.
-Es posible. Estas dos llevan una pulsera en el brazo derecho. Uno de los días me fije en que la llevaba en la mano izquierda.
Momentos después se dirigió a Bob:
-Rebobina un segundo y ralentiza la imagen. Eso es. La mujer morena, con el pelo rizado. Amplíala un momento.
Bob hizo lo que Brooke le pedía y todos se dieron cuenta de que era evidente que había tres mujeres distintas con la misma estructura facial. Las tres eran rubias naturales. Trillizas.
-Maldita sea -dijo Vance-. No me extraña que tengan éxito en sus operaciones. Trillizas. Y no sabemos quién más estará implicado.
-¿Piensas que pueden tener un cómplice en el casino? -preguntó Ian a Vance.
-Es muy probable. Bob, muéstranos las grabaciones de hace una semana y media. Lo que quiero saber es si se han encontrado con alguno de nuestros empleados, aunque parezca que es por casualidad.
Encontraron la respuesta tres horas más tarde. La trilliza morena de pelo rizado se había encontrado dos veces con Cassie, que trabajaba en las oficinas del casino. Vieron incluso cómo ésta le daba un sobre a una de ellas.
-Me parece que hemos visto suficiente -sentenció Ian, enfadado.
-Sí -asintió Vance-. Por ahora. Voy a buscar a Cassie y hacerle algunas preguntas. Sólo tiene veintitrés años, y cuando le mencione que va a ir a la cárcel seguro que acaba contándonoslo todo.
-¿Y después? -preguntó Ian, recordando todas las veces que la joven había intentado acercarse a él.
Vance sonrió. Era evidente que su mente no dejaba de trabajar y que estaba barajando varias posibilidades.
-Después tenderemos una trampa a la banda de Waterloo. Una trampa que los dejará fuera de juego para siempre.
Vance tenía razón, Cassie acabó confesando y les explicó que había conocido a un hombre en el casino, un tal Mark Saints, un británico que quería pasárselo bien. Había subido a su habitación una noche y habían estado drogándose. Mientras ella estaba inconsciente, él había grabado un vídeo que luego había utilizado para chantajearla y obligarla a que hiciese lo que él quería: darle información acerca de las joyas y del lugar en el que estaba la cámara acorazada.
Cassie no sabía mucho más, no tenía ni idea de cómo iban a dar el golpe. Pero mencionó que Mark y una mujer que decía ser su hermana estaban especialmente interesados por el sistema de seguridad y por la localización de las cámaras de vídeo.
Brooke salió de la sala de seguridad a final de la tarde. No era capaz de seguir soportando el desdén de Ian. Caminaba por el hall cuando oyó que la llamaban. Sonrió al ver a Tara, a Shelly y a otra mujer a la que no conocía. Se la presentaron, era Dana, la esposa de Jared, otro hermano de Ian. A Brooke le cayó bien inmediatamente.
-¿Quieres cenar con nosotras? -preguntó Shelly, sonriendo-. Nuestros maridos nos han abandonado por el póquer y luego van a ir al ático de Ian a ver qué más tonterías se les ocurre hacer.
-Por supuesto -accedió Brooke.
Los últimos días había cenado con Ian, pero tenía la sensación de que aquella tarde no querría su compañía.
-¿Ha llegado ya Delaney? -añadió.
-Sí -rió Tara-. Han llegado a mediodía.
-¿Y sigue sin preocuparte que pueda encontrarse con alguien?
-No. Le han ordenado a Jamal que mantenga ocupada a su esposa durante los dos próximos días, y estoy segura de que lo conseguirá. Delaney va a pasar mucho tiempo en su habitación… no sé si sabes a lo que me refiero.
Brooke sacudió la cabeza, sonriendo. Se imaginaba lo que quería decir Tara.
-¿No está embarazada?
-Sí, pero créeme, eso no es un obstáculo. Después de cinco años de matrimonio la atracción entre Delaney y su jeque sigue siendo tan fuerte que a Jamal no le costará nada de trabajo tenerla encerrada durante cuarenta y ocho horas.
Brooke disfrutó de la cena con las otras tres mujeres. Después, visitaron varias tiendas juntas, en especial la de lencería que había en el vestíbulo. Decidieron que se acostarían temprano, así que cada una se dirigió a su habitación antes de las nueve de la noche.
Brooke se dio un baño en el jacuzzi y luego se puso un camisón.
Le habían puesto una trampa a la banda de Waterloo para sorprenderlos con las manos en la masa.
Brooke había tomado la decisión de que en cuando atrapasen a los ladrones, se marcharía. No iría a la fiesta de cumpleaños de Delaney. A pesar de que se suponía que iba a ser la acompañante de Ian, imaginaba que a él ya no le apetecería que lo acompañase.
Una vez en la cama, no pudo contener las lágrimas por más tiempo. Si al menos Ian la hubiese dejado explicarse. Había vuelto a decepcionarlo. No confiaba en ella y, sin confianza, no podía haber amor.
-Eh, Ian. ¿Quieres jugar al black jack con nosotros?
Ian siguió mirando por la ventana de su ático. Cerró los ojos y recordó la noche en que había hecho el amor con Brooke en la misma mesa de black jack en la que Jared, Dare y Thorm estaban sentados.
-¿Ian?
Jared parecía preocupado por él. Era el hermano mayor, y se sentía responsable de sus hermanos pequeños, a pesar de que todos tuviesen más de treinta años.
-Jugad sin mí -respondió él, dándose la vuelta.
Sonrió al ver que los otros parecían aliviados. Todos sabían que Ian jugaba demasiado bien al blackjack.
-Repartid mientras hablo un momento con Ian -dijo Dare a los otros dos.
Ian miró hacia el techo. Dare era el mayor de todos, y también se sentía responsable de sus hermanos y primos pequeños. Se lo tomaba tan en serio que a veces era un verdadero incordio.
-Tenemos que hablar -le dijo a Ian.
-Si tiene que ver con Brooke, no tenemos nada de que hablar -replicó él.
-Claro que sí. Vamos a algún lugar donde podamos estar solos.
Dare lo siguió hasta una habitación en la que Ian había hecho instalar un pequeño despacho y cerró la puerta. Ian se sentó detrás del escritorio, mientras que Dare se quedaba en pie, con las manos en la cintura y cara de pocos amigos.
-Dime lo que tengas que decirme, Dare, para que podamos acabar con esto cuanto antes.
-Para un hombre tan inteligente como tú, no estas actuando de manera demasiado brillante.
-¿Por qué? ¿Porque no quiero que la misma mujer me rompa el corazón dos veces?
-No, porque en ambas ocasiones ella ha mirado por ti, pero tú estás ciego y no te das cuenta. Sé por qué se ha estropeado todo, pero si la hubieses dejado explicarse, te habría dicho que si no hubiese venido ella, habría venido un agente que te habría hecho la vida imposible. Aunque Brooke sabía que no te gustaría, vino porque confiaba en ti y sabía que no iba a encontrar ninguna ilegalidad.
-¿Eso te ha contado?
-No, me lo ha contado Vance.
-¿Vance? ¿Y él cómo lo sabe?
-Porque tiene contactos en el departamento. No se creyó que estuviese aquí de vacaciones e hizo un par de llamadas. Se acercó a ella cuando tú estabas de viaje, aunque no te lo ha contado. Y, antes de que me lo preguntes, te diré que si Vance no te lo ha contado es porque no cree que Brooke sea una amenaza, en especial después de lo que le dijo ella, que confiaba ciegamente en ti.
Como Ian no dijo nada, Dare continuó:
-No sé cuántos hombres pueden presumir de que una mujer les sea tan leal. Pero tú puedes, Ian.
Sin decir una palabra más, Dare se dio media vuelta y salió de la habitación.
Ian se quedó allí sentado, en silencio, reflexionando acerca de lo que le había dicho Dare. Se puso en pie y empezó a pasearse por la habitación, recordando todos los momentos que había pasado con Brooke desde que ésta había llegado al Rolling Cascade. Sabía que Dare tenía razón. Ella había ido allí a velar por sus intereses.
Se frotó la cara. ¿Por qué el amor tenía que ser tan complicado? ¿Y por qué era él tan propenso a dejar que sus emociones nublasen su sentido común en lo que a Brooke se refería? Quizás porque la quería demasiado. También, porque le daba miedo poner su corazón al descubierto. Pero tenía que hacerlo. Sabía que tenía que hacerlo. Tenía que tragarse su orgullo y dejarse vencer.
Sintió la necesidad de ver a Brooke inmediatamente. En ese preciso momento sonó su teléfono móvil.
-¿Dígame?
-Soy Vance. Parece que van a dar el golpe antes de lo que pensábamos.
-¿Está todo preparado?
-Al pie de la letra. Será como ver una película. Y te he reservado la primera fila.
-Voy para allá.
Salió del despacho y miró a Dare.
-Parece que las trillizas van a empezar ya con el espectáculo. Vente.