Capítulo Ocho

En vez de enfriarse su relación, Ian y ella cada vez se deseaban más, pensó Brooke casi una semana después, mientras paseaba por la orilla del lago por la tarde. Todas las mañanas se despertaban abrazados y ella estaba pasando más tiempo en el ático de Ian que en su propio alojamiento.

Habían hecho juntos casi de todo. Habían salido otra vez a navegar, habían vuelto a jugar al golf un par de veces, Ian la había enseñado a jugar al póquer y una noche habían cocinado juntos en la cocina del ático.

Paseaban y charlaban de muchas cosas: de lo que pensaban de la situación económica del país, de la guerra y de los huracanes, que cada vez eran más fuertes. De lo que no hablaban era de lo que ocurriría cuando ella se marchase del casino el domingo, tres días más tarde. Brooke sabía que las cosas no volverían a ser como antes. Por muy bien que estuviesen juntos en esos momentos, no habría una segunda oportunidad. Sabía que Ian no confiaría en ella como al principio.

Durante los dos últimos días, Ian había estado muy ocupado con los preparativos de la fiesta de Delaney. Le había pedido que fuese a la fiesta con él y le había dicho que le explicaría a su familia que no volvían a estar juntos, pero que habían decidido ser amigos.

Amigos y nada más.

A Brooke se le rompía el corazón, pero no podía hacer nada para cambiar las cosas. Había pasado lo que ella había imaginado que ocurriría. Intentando olvidarse de Ian, se había enamorado todavía más de él. Pero él no la amaba.

El sonido de su teléfono móvil la sacó de sus pensamientos.

-¿Dígame?

-¿Cómo van las cosas, Brooke?

La sorprendió oír la voz de Malcolm. Habían quedado en que ella lo llamaría sólo si tenía que informarlo de algo. Se marcharía del Rolling Cascade en un par de día y, hasta ese momento, lo único que sabía era que Ian estaba limpio.

-Todo va bien, Malcolm. ¿Para qué me llamas?

-Da la casualidad de que me he enterado de algo que podría interesarte.

-¿El qué?

-El príncipe jamal Ari Yasir va a dar una fiesta de cumpleaños a su esposa y va a regalarle un cofre con diamantes por valor de más de quince millones de dólares.

-Ya lo sabía.

-¿Cómo has conseguido esa información? Se supone que no lo sabe prácticamente nadie.

-Me lo ha contado Ian. Estoy segura de que sabes que la esposa del jeque es prima hermana suya.

-¿Y confía en ti como para contártelo?

Brooke pensó en lo que le estaba preguntando Malcolm. Sí, Ian confiaba en ella lo suficiente.

-No debió parecerle importante. Sabe que no voy a ir contándolo por ahí. ¿Qué tiene que ver eso con nosotros?

-Que nos han informado de que es posible que haya un robo en el Rolling Cascade este fin de semana. Y el objetivo son los diamantes.

-Ian tiene un equipo de seguridad excelente. Los he visto trabajar. Además, las joyas han llegado esta mañana y están en una cámara acorazada vigilada por vídeo veinticuatro horas al día.

-Ya, pero éstos son ladrones profesionales. Dicen que se trata de la Banda de Waterloo.

-¿Estás seguro? -preguntó Brooke, tragando saliva.

La banda estaba especializada en el robo de obras de arte y joyas. Era un grupo con mucha movilidad, que iba de ciudad en ciudad y de país en país. El FBI llevaba años tras su pista. En su anterior golpe, a principios de ese mismo año, habían saqueado una joyería de San Francisco y se habían llevado más de diez millones de dólares en joyas. Seis meses antes habían robado en un museo por valor de treinta millones.

-No puedo asegurarte que la información sea cierta. Pero no queremos arriesgarnos. A pesar de que el príncipe Yasir está casado con una estadounidense, todavía se le considera un aliado muy importante para nuestro país, y no queremos que las relaciones se enfríen.

-Imagino que no le gustaría que le robasen el regalo de cumpleaños de su esposa.

-¿No has visto nada extraño?

-La verdad es que no. Hay ludópatas, adúlteros y gente con doble personalidad -comentó, pensando en la mujer con la que había tropezado la semana anterior. Había vuelto a verla, y unos días estaba mucho más simpática que otros-. Lo habitual en un casino.

-Bueno, infórmame si ves algo. La razón por la que esta banda tiene tanto éxito es que su gente suele llegar al sitio del robo mucho antes de dar el golpe, para estudiar el lugar.

-¿Vais a informar a Ian de esto?

-No hasta que no sepamos si la información es cierta.

-Eso no está bien, Malcolm -comentó ella, frunciendo el ceño-. Puede que entonces sea demasiado tarde. Él también tiene que tomar precauciones. No me pidas que no se lo cuente.

Se hizo un silencio y Brooke esperó que su jefe no le prohibiese que informase a Ian. Iba a decírselo de todas maneras. Si la despedían por ello, correría el riesgo.

-Quiero que sepas que le han dado el Caso Waterloo a Walter Thurgood.

-¿Por qué?

 -Porque si nuestro informante tiene razón y él consiguiese pillarlos, eso le daría muchos puntos. Alguien de arriba quiere que a Thurgood le vayan bien las cosas.

-Sí, como si no supiéramos quién es -comentó Brooke con sarcasmo-. Sinceramente, a mí lo único que me importa es que Ian sepa lo que puede ocurrir.

-Llámame si te enteras de algo. Pero recuerda que no estamos seguros de que vaya a cometerse el robo.

-De acuerdo.

Ian sonrió mientras hablaba por teléfono. Siempre le había gustado hablar con su madre. Sarah Westmoreland estaba feliz por haber casado ya a dos de sus hijos, y estaba empeñada en colocar al resto antes o después.

Y aquel día estaba encantada. Durango le había dicho que era posible que Savannah estuviese embarazada de gemelos.

Ian sacudió la cabeza. No conseguía acostumbrarse al hecho de que Durango estuviese casado y, mucho menos, que fuese a ser padre, pero eso demostraba que algunas cosas eran inevitables.

Como lo que estaba ocurriendo entre Brooke y él.

Se acercó a la ventana y observó el lago Tahoe, que estaba más bonito que nunca. O quizás se lo parecía a él, que estaba de muy buen humor. Gracias a Brooke.

Al pasar tanto tiempo con ella, se había dado cuenta de que lo que faltaba en su vida era lo que había tenido cuatro años antes. Pero en aquellos momentos, al despertarse a su lado, mirarse en sus ojos y disfrutar de su sonrisa, se sentía feliz. Los momentos que habían pasado juntos a lo largo de la última semana y media habían sido maravillosos. Y sólo de pensar en las noches que habían compartidos, se le cortaba la respiración.

Durante los últimos años había intentado olvidarla y reemplazarla con otras mujeres. Pero no había conseguido desear más a ninguna otra y, por supuesto, ninguna había conseguido conquistar su corazón. No era posible que Brooke fuese a marcharse tres días más tarde. Quería olvidar lo que los había separado en el pasado y seguir disfrutando del presente.

Sonrió más al pensar en que esa misma noche le confesaría a Brooke lo que sentía. La amaba y siempre la amaría. No había contado con que volvería a enamorarse de ella otra vez y, si era honesto consigo mismo, tenía que admitir que, en realidad, nunca había dejado de quererla. ¿Cómo había podido querer olvidarse de ella? Lo que quería realmente era que formase siempre parte de su vida.

Se dirigió al teléfono. Quería que aquella noche fuese inolvidable para ella.

-¿Brooke?

Ella iba en dirección a la oficina de Ian cuando oyó que alguien la llamaba. Cruzó el hall para abrazar a Tara Westmoreland.

-Tara, ¿cuándo has llegado?

-Hace un par de horas. Jamal me ha pedido que supervise los preparativos de la fiesta de Delaney, y he pensado que lo mejor sería llegar con un par de días de antelación. Ian está con Thorm, enseñándole algunas mejoras, y yo me he quedado dando una vuelta. ¿Pero qué haces tú aquí? ¿También has decidido venir un par de días antes de la fiesta?

-No. Llevo aquí una semana y media. Estoy de vacaciones.

-Humm.

-No es lo que tú piensas.

Tara sonrió y la agarró de la mano.

-Ven. Vamos a charlar un rato entre chicas.

-Un daiquiri virgen de fresa -pidió Tara a la camarera.

-Lo mismo para mí -añadió Brooke-. ¿Cómo vais a sorprender a Delaney?

-Jamal va a traerla directamente desde Tahran. Ella piensa que viene a una reunión con Ian, Thorm, Spencer y Jared, así no sospechará cuando nos vea aquí. También piensa que Jamal va a llevarla a Francia a celebrar su cumpleaños después.

Hizo una pausa cuando la camarera les llevó las bebidas.

-La mayor parte de la familia y de los otros invitados llegará el mismo día de la fiesta, o el día antes. Jamal tendrá que mantenerla ocupada para que no los vea -continuó Tara-. Lo bueno es que van a estar todos alojados en la otra punta del complejo, así habrá menos posibilidades de que Delaney se los encuentre.

-¿Y cuándo llegará ella?

-Mañana.

-¿No crees que sospechará si me ve a mí?

-No -negó Tara, sonriendo-. Dará por hecho, igual que el resto, que Ian y tú por fin habéis hecho las paces y volvéis a estar juntos. ¿Es eso cierto, Brooke?

A ella le habría gustado contestar que sí. Pero no podía.

-No. Hemos decidido volver a ser amigos. Creo que es lo correcto. Yo le tengo mucho cariño a Ian.

-Claro que sí. Todavía estás enamorada de él -rió Tara.

-¿Tan mal disimulo? -preguntó Brooke, sonrojándose.

-Yo también estoy enamorada de un Westmoreland. Y una vez que te enamoras de ellos, es difícil olvidarlos.

Brooke estaba de acuerdo con ella. En cuatro años no había conseguido dejar de quererlo.

-¿Y qué se supone que debo hacer?

-Me gustaría poder ayudarte -dijo Tara-. Todos sabemos que Ian es un hombre inteligente. Pero, desgraciadamente, tiene tendencia a analizar demasiado las cosas. No obstante, estoy segura de que si lo piensa bien, se dará cuenta de que eres lo mejor que le ha pasado en toda su vida.

Brooke tenía la esperanza de que Tara tuviese razón. Pero había muchas cosas que él no sabía, como la verdadera razón por la que había ido al Rolling Cascade. Si Ian conseguía olvidar lo que había ocurrido cuatro años antes, ¿cómo se sentiría si se enterase de que le había mentido acerca de la verdadera razón de su viaje?

-No mires, pero por ahí llegan nuestros dos hombres -anunció Tara-. Estoy segura de que pueden olernos. Es imposible esconderse de ellos.

Brooke miró y sus ojos se cruzaron con los de Ian. Se le aceleró tanto el pulso que le empezó a temblar la mano y tuvo que dejar la copa encima de la mesa para que no se le cayese.

La sorprendió que fuese Thorm quien la hiciese levantarse de la silla para darle un abrazo. Thorm, que solía ser el más hosco de todos los Westmoreland, había cambiado mucho. Parecía que el matrimonio le había sentado bien. Brooke recordó que en la boda de Dare la relación entre Thorm y Tara no era mucho mejor que la suya con Ian. Un par de meses más tarde, Delaney la había llamado y le había contado que Thorm y Tara iban a casarse. La habían invitado a la boda pero, para no incomodar a Ian, había dicho que no podía ir.

-¿Te ha dado ya Tara la noticia? -le preguntó Thorm a Brooke.

-No, ¿cuál es esa buena noticia?

-Que vamos a tener un bebé.

Brooke le dio un fuerte abrazo a Tara.

-Enhorabuena. No lo sabía.

-Nos hemos enterado hace sólo un par de días, todavía no se lo hemos dicho a nadie -le explicó Tara, sonriendo.

-Es estupendo. Hay que celebrarlo, ¿no crees, Ian? -sugirió Brooke, mirándolo.

-Sí, pero esta noche no podrá ser, ya tengo planes para la cena.

-Oh -Brooke se quedó sorprendida.

-Ven a las seis al invernadero.

-De acuerdo.

-Odio correr, pero tengo una reunión a las cuatro -anunció Ian, mirándose el reloj.

Brooke sabía que tenía que contarle su conversación con Malcolm.

-¿Ian, puedo hablar contigo un minuto?

-Ahora tengo mucha prisa, cielo. Pero luego tendremos tiempo de hablar. Te lo prometo.

Y se marchó.

Brooke se miró de arriba abajo mientras subía en el ascensor privado de Ian. Vestía unos pantalones color chocolate y una camisa beige de manga corta. A pesar de que Ian le había dicho que era una cena especial, no le había dicho que debiese arreglarse demasiado. Ella dio por hecho que estarían los dos solos e imaginó que no importaba que fuese con ropa informal.

Le pareció que el ascensor subía más rápido que otros días. Antes de que le diese tiempo a tomar aire, ya estaba en el invernadero.

La puerta se abrió automáticamente y allí estaba él, esperándola. De repente Brooke sintió calor. Ian dio un paso al frente y ella vio que detrás de él había una mesa con velas para dos personas.

-Espero no llegar demasiado temprano.

-Estoy encantado de que estés aquí -dijo él, dándole la bienvenida con un beso.

En aquel momento, nada importaba, ni siquiera el hecho de que lo que quizás quisiese hacer Ian aquella noche fuese despedirse de ella antes de que la fiesta de Delaney lo absorbiese por completo. Si ésa era la intención, a Brooke no le importaba. No se arrepentía del tiempo que había pasado con él durante esos días.

Ian apartó los labios de ella, pero siguió abrazándola.

-Me parece que aquella noche nos besamos bajo una estrella fugaz -comentó en voz baja-. Desde entonces, sólo ha habido pasión entre nosotros.

Ella sonrió, pensando en todos los momentos que habían pasado juntos desde aquella noche. Estaba de acuerdo con él.

-Siempre ha habido mucha pasión entre nosotros, Ian -le recordó.

-Sí, siempre fue así. ¿Sabes que por tu culpa no soy capaz de estar con ninguna otra mujer?

-¿De verdad?

-Sí. He intentado olvidarme de ti, Brooke. Pero no he podido.

Ella suspiró. No era la despedida que ella había imaginado. Era más bien una confesión. Decidió hacer lo mismo que él.

-Yo ni siquiera he intentado olvidarte, Ian. No habría servido de nada. Tú fuiste mi primer amante, y las chicas nunca olvidamos al primero.

-Cielo, me parece que fui el primero y que soy el único. ¿Vas a negarlo?

-No. No podía soportar la idea de que otro hombre me tocase.

Ian la abrazó. Lo conmovió oírla admitir semejante cosa.

-¿Ian?

-¿Sí?

-No entiendo por qué estamos hablando de esto -admitió, confundida.

-Vamos a cenar. Luego te lo explicaré.

-De acuerdo. Pero tengo que contarte algo.

Él volvió a acercarse a ella y le dio otro beso.

-Después de la cena.

Ian la acompañó a la mesa y la ayudó a sentarse.

-¿Quieres vino?

-Sí, por favor.

-Le he pedido al chef que nos prepare algo especial esta noche.

-¿El qué?

-Ya lo verás -contestó él, riendo. En ese momento sonó el timbre del ascensor-. Ya está aquí la cena.

Media hora después, Brooke estaba convencida de que no había nada más romántico que cenar bajo el cielo estrellado, en especial, en compañía de Ian Westmoreland. La cena era deliciosa. Unos rollos de levadura que se deshacían en la boca, un filete a la brasa, patatas asadas, brócoli y la ensalada más fresca que había probado en toda su vida. Para terminar, su postre favorito: tarta de queso con mermelada de fresa.

Durante la cena, Ian compartió con ella su sueño de abrir otro casino en las Bahamas. También mencionó la conversación que había tenido con su madre y lo contenta que estaba ésta con la idea de que Durango tuviese gemelos.

-No puedo imaginarme a Durango casado -dijo Brooke.

El hermano de Ian había sido el hombre más ligón que ella había conocido. Pero también era muy agradable, y a Brooke le caía muy bien.

-Yo tampoco podía imaginármelo al principio. Pero lo entenderás cuando conozcas a Savannah. Se casaron porque estaba embarazada, pero ahora estoy seguro de que Durango la quiere. Parece que ha caído otro de los solteros de la familia.

-Sí, eso parece.

Brooke bajó la cabeza para beber un poco de vino y evitar mirar a Ian a los ojos. Lo había sorprendido mirándola fijamente en varias ocasiones.

Cuando hubieron terminado de cenar él se levantó de la mesa y fue a poner música, un tema lento, instrumental, de Miles Davis. Luego fue hacia donde ella estaba y le ofreció la mano.

-¿Bailas conmigo, Brooke?

Brooke suspiró y se preguntó adónde quería ir a parar. La idea de que Ian hubiese preparado todo aquello como despedida la inquietaba. Cuando él la abrazó, ella apoyó la cabeza en su pecho y luchó por reprimir las lágrimas. Todavía no había terminado la canción cuando Brooke se apartó de él; no podía soportarlo más.

-¿Brooke? ¿Qué ocurre?

-Lo siento, Ian, pero no aguanto más. No tenías que haberte molestado en preparar todo esto. Dime lo que tienes que decirme y me marcharé.

A Ian le dio la sensación de que lo que él quería decirle no era exactamente lo que ella esperaba.

-¿Qué crees que es lo que voy a decirte, Brooke?

-Lo típico. Adiós. Sayonara. Arrivederci. Au revoir. Puedes elegir. Todas significan lo mismo. -Y si te digo, J'e t'aime. Kimi o al shiteru. Nakupenda. Te amo. También se lo he oído decir en árabe a Jamal, Ana behibek.

Agarró a Brooke de la barbilla para obligarla a mirarlo a los ojos, y añadió:

-Te lo digo de verdad, Brooke. Nunca he dejado de quererte, aunque bien es cierto que lo he intentado. Pero no he podido. Después de pasar estos últimos días contigo, me he dado cuenta de lo que significas para mí. He vivido sin ti durante los últimos cuatro años, pero eso es todo. El día que entraste en mi despacho y volví a oler tu perfume, supe que te había echado de menos, y esta misma mañana, cuando por fin he decidido admitir lo importante que eres en mi vida, he decidido que no volvería a dejarte marchar.

A Brooke le dio la sensación de que se le iba a salir el corazón del pecho, porque sabía que si Ian se enteraba de la verdadera razón de su visita, cambiaría inmediatamente de opinión. Tenía que contárselo todo.

-Ian, tengo que contarte algo.

-Parece serio, pero en estos momentos lo único que quiero oír es que tú también me quieres.

-Oh, Ian. Claro que te quiero. Yo tampoco he dejado de quererte nunca.

-Eso es lo más importante para mí.

Se acercó más a ella y le dio un beso que hizo que Brooke se olvidase de todo lo demás.

Cuando Brooke se despertó a la mañana siguiente en la cama de Ian, éste ya se había marchado. Habían hecho el amor bajo las estrellas y después habían bajado a su habitación para volver a hacerlo en la cama.

Se destapó, tenía que encontrarlo inmediatamente y contarle lo que estaba pasando. Cuanto antes lo supiese, mejor. Media hora después, se encontró con Vance en el vestíbulo.

-¡Eh! -exclamó él, agarrándola-. ¿Adónde vas tan deprisa?

-¿Dónde está Ian, Vance?

-Está con Jared y Dare. Han llegado con sus esposas esta mañana. ¿Pasa algo, Brooke?

-Espero que no, pero hay que tomar todas las precauciones.

-De acuerdo. ¿Quieres contármelo a mí?

-Sí, pero antes tengo que encontrar a Ian.

-Eso no es un problema -dijo él, sacando el teléfono móvil del bolsillo de su chaqueta-. ¿Ian? Te necesitamos. Brooke y yo vamos hacia tu oficina. Nos vemos allí.

Vance colgó y volvió a guardarse el teléfono en la chaqueta, sonrió y agarró a Brooke del brazo amablemente.

-Ven. Ian va para allá.

Ian llegó un par de minutos después de ellos. Entró en la oficina con Dare. Dare Westmoreland era alto y muy guapo, como los otros hombres Westmoreland. En otras circunstancias, Brooke se habría puesto muy contenta al ver a su mentor, pero en ese instante hubiese preferido no tener público cuando le dijese a Ian todo lo que tenía que decirle; incluida la razón por la que había ido hasta allí a pasar dos semanas. Pensó rápidamente que lo mejor sería omitir esa parte por el momento. Ya se lo contaría después. Pero tenía que contarle su conversación con Malcolm.

Dare la abrazó cariñosamente. Cuando se separó de ella, fue Ian quien la tomó en sus brazos.

-¿Brooke, qué pasa? ¿Estás bien?

-Sí -respondió ella, sonriendo-, pero ayer me enteré de algo y tengo que contártelo. Lo intenté anoche, pero…

-De acuerdo, ¿quieres contármelo ahora? ¿O es algo privado, entre nosotros dos?

-No, de hecho, Vance tiene que estar al corriente y es posible que Dare pueda ayudarnos con su experiencia.

-Parece importante -dijo Ian, frunciendo el ceño.

-Quizás lo sea.

-Entonces, cuéntanoslo.

Durante los siguientes veinte minutos, Brooke repitió su conversación con Malcolm y Dare y Vance la fueron interrumpiendo con sus preguntas. Ambos conocían a la banda de Waterloo.

-¿Tú qué opinas? -le preguntó Ian a Vance.

-Que deberíamos hacer lo que dice Brooke y tomar ciertas precauciones.

-Estoy de acuerdo -admitió Ian, y luego miró a Brooke-. Según lo que nos has contado, esta banda suele llegar al lugar del robo con antelación, ¿verdad?

-Sí.

-Eso quiere decir que es probable que ya estén aquí.

-Es más que probable -añadió Brooke-. Pero tienes que pensar que no es una información contrastada. El departamento está todavía investigando su veracidad.

-En ese caso, ¿quién te ha dado autoridad para compartir la información con Ian? -preguntó Dare.

Brooke miró a Dare a los ojos. Sabía lo que le estaba preguntando y por qué.

-Nadie, Dare, pero sentí que Ian tenía que saberlo. Incluso si no es cierto, es mejor que esté preparado.

-Y si es cierto -comentó Vance, enfadado-, los estaremos esperando.

-Hay que prepararse. Vamos a la sala de seguridad -dijo Ian-. Quiero hablar un momento con Brooke, id vosotros dos delante.

Cuando Vance y Dare se hubieron marchado, Ian se apoyó en una esquina de su escritorio. Suspiró y miró a Brooke fijamente.

-Te veo muy nerviosa. ¿Hay algo más que quieras contarme? Me estás ocultando algo.

Brooke suspiró. Había llegado la hora de la verdad.

-Sí, no quería decírtelo delante de Vance y Dare.

-¿Qué pasa?

-Vine a pasar dos semanas al casino por otra razón.

-¿No viniste a descansar?

-No.

-¿Viniste a seguir a la banda de Waterloo?

-No, no tiene nada que ver con eso -admitió, acercándose a la ventana e intentado mantener la compostura.

-¿A qué viniste entonces?

-Por ti. Me pidieron que viniese a comprobar que estabas limpio. Pero nunca…

-¿Qué? ¿Estás diciendo que viniste a espiarme y que todas las noches que hemos pasado juntos no eran nada más que trabajo para ti? ¿Sólo he sido otra misión más?

-¡No! ¡Yo no he dicho eso! ¿Cómo puedes pensar semejante cosa? En realidad no era una misión oficial y…

-¡No quiero oír nada más! -exclamó Ian, enfadado.

-Ian, por favor, deja que te lo explique -le pidió ella, agarrándolo de la mano.

-No. No tienes nada que explicar. Ya lo has dicho todo.