Epílogo

-¡No lo haré, Malcolm! -respondió claramente Brooke Chamberlain mientras se apartaba un mechón de cabello moreno detrás de la oreja.

Si hubiese sabido para qué la había hecho llamar su jefe, se habría inventado una excusa para no ir a su oficina.

A ella le parecía que lo que le estaba pidiendo era inaceptable. En primer lugar, acababa de regresar de una misión en la que habían sorprendido a un viñador produciendo algo más que vino. Y en segundo, quería que volviese a viajar al oeste para, literalmente, espiar al hombre al que más odiaba en ese mundo: Ian Westmoreland.

Malcom Price se pasó la mano por la cara con frustración.

-Siéntate, Brooke -le pidió-, y déjame que te explique por qué he decidido asignarte a ti esa misión.

Ella resopló de manera muy poco femenina. No había nada que explicar. Malcolm era algo más que su jefe. Era un buen amigo, lo había sido desde que habían empezado a trabajar juntos en el departamento, cuando eran sólo compañeros. Dado que eran amigos, era una de las pocas personas que sabía de la relación que había tenido con Ian y por qué habían acabado cada uno por su lado.

-¿Cómo puedes pedirme que haga eso con Ian? -preguntó Brooke, yendo y viniendo por la habitación.

-Porque si no lo haces tú, mandarán a Walter Thurgood.

Ella se detuvo bruscamente.

-Thurgood?

-Sí. Y si lo envían a él, el caso estará completamente fuera de mis manos.

Brooke se sentó en la silla que Malcolm le había ofrecido anteriormente. Walter Thurgood, que llevaba un par de años en el departamento, era conocido por ser un arribista. Tenía grandes aspiraciones y una de ellas era ponerse al frente del FBI. Después de varias misiones, había conseguido la reputación de ser uno de esos agentes que siempre cumplía con su trabajo, a pesar de que los medios para conseguirlo hubiesen sido cuestionadles.

-Aunque Ian Westmoreland esté limpio, cuando Thurgood haya terminado con él, todo el mundo pensará que es el peor hombre del planeta si es que eso beneficia a Thurgood.

Brooke sabía que Malcolm tenía razón. Y también sabía lo que Malcolm insinuaba, que cuando uno era el hijo de alguien importante, los que te rodeaban eran más permisivos contigo aunque no te hubieras comportado adecuadamente.

-Pero si tú piensas que Ian está limpio y no sospechas de él, ¿cuál es la razón de esta investigación? -inquirió Brooke.

-El anterior dueño del casino, Bruce Aiken, ha sido declarado culpable de un caso de apuestas ilegales y no queremos que ninguno de sus viejos amigos salga de su escondite durante el juicio y retome el negocio sin el conocimiento de Westmoreland. Así que, en realidad, estarás haciéndole un favor.

Ian no lo entendería así, los dos lo sabían. Su presencia sólo aumentaría la falta de confianza que existía entre ambos. Pero, no obstante, no podía permitir que le diesen la misión a Thurgood. Eso sería un completo desastre para Ian.

Brooke levantó la cabeza y miró a Malcolm a los ojos.

-¿Y no es una investigación oficial?

-No. Irás allí porque necesitas unas vacaciones, y mientras, mantendrás los ojos y los oídos bien abiertos.

-Ian es uno de los hombres más honestos que conozco.

-En ese caso, no tienes nada de lo que preocuparte.

Brooke observó a Malcolm, pensativa, y finalmente accedió.

-De acuerdo.

-¿Quieres decir que irás?

Brooke frunció el ceño. Se encontraba entre la espada y la pared, y ambos lo sabían.

-Sabías que te diría que sí.

Malcolm sacudió la cabeza y ella vio algo más reflejado en sus ojos azules. Sabía que cuatro años después de su ruptura, Brooke seguía enamorada de Ian Westmoreland.