Capítulo 12

 

Con cautela, Ash volvió la mirada al oír las risas provenientes del peral, la mesa donde Gábor y Elek estaban almorzando. Al parecer, ese era el árbol oficial del grupo y nadie más quería o se atrevía a usarlo. La mesa era la más elevada de todo el comedor, con al menos dos metros separándolos del suelo, para recalcar la idea de superioridad de sus miembros. Las dos chicas brasileñas y otra más, igual de moderna y presuntuosa, cuya cabellera negra brillaba con la dolorosa belleza del pelo chino; Taly, Gábor y Elek eran sus orgullosos ocupantes. La mesa, de un precioso color verde, daba la vuelta al árbol como si de un palco se tratara. Sus comensales podían observar el resto del comedor como en una escena de teatro donde, sin duda, Ash era el bufón. 

Gábor gesticulaba, animado, contando una historia al resto del grupo, que lo miraba con ávido interés y reía en determinados momentos.

No pudo evitar preguntarse si, en algún tramo de esa historia, ella y el verde del brazalete saldrían a relucir. Irónicamente, la luz se parecía al color de la mesa para que Gábor no tuviera demasiadas dificultades en explicarlo.

No obstante, durante la narración ninguno de ellos le dirigió la mirada. Cosa que hubiera ocurrido de forma inevitable de haberse hecho público su pequeño escarceo en la terraza la noche anterior. Además, era poco probable que Gábor quisiera poner en riesgo su relación con Sooz por el simple hecho de difundir un rumor sobre si ella era una lasciva. De hecho, el chico ni siquiera la había mirado en el discurso de toda la mañana. Era como si nada hubiera ocurrido entre ellos la noche anterior. Como si, de repente, su deseo más profundo se hubiera cumplido tornándola invisible.

Decidió centrarse en su plato antes de que la sorprendieran observándoles.

—¿Alguna novedad sobre Bronte? —Inquirió Driamma en el silencio de la mesa.

Sooz sacudió la cabeza con aire distraído, aunque pudo ver que su distracción era fingida.

Reprimió el impulso de alargar la mano para consolar a Driamma, ya que el gesto se acercaba peligrosamente a dar el pésame.

—Y el momento ha llegado.

La voz llena de júbilo la hizo saltar ligeramente en su asiento porque contrastaba con el ambiente sombrío de la mesa.

Se trataba de Elek. Se aproximó a ellas, apoyando los brazos en el respaldo de la silla contigua a Sooz. Gábor no tardó en aparecer.

—Teorías de Lashira Khan —precisó el chico, al ver que ninguna había reaccionado ante su primera observación—. Es nuestra siguiente clase —aclaró, dedicándole una amplia sonrisa a Driamma.

—¿Estáis tan entusiasmados por una clase? —Inquirió ésta con incredulidad. La máscara había vuelto a descender sobre su rostro, sin dejar rastro de la vulnerabilidad de segundos antes—. ¡Qué frikis!

—No por una clase… La clase —la corrigió Elek— ¿Estás preparada? —Preguntó, dirigiéndose a Ash.

—No me he matriculado en esa clase —declaró con simpleza.

—¿Qué?

La incredulidad y la indignación provenían de Gábor, que la miraba por primera vez desde que saliera de su habitación la noche anterior. Su estupor parecía mayor que su determinación de ignorarla.

Ash le dedicó un rápido vistazo. Incapaz de ocultar la vergüenza que sentía ante lo ocurrido.

—¿Por qué harías algo así? —Le preguntó Sooz, boquiabierta.

—Porque no tiene ni idea de quién es Lashira Khan —celebró Driamma.

Se puso tan roja que Driamma pareció arrepentirse de haberla delatado.

Elek hizo un gesto con la mano, rechazando la idea.

—No importa, solo tienes que cambiar la matrícula. Por suerte, aún estás a tiempo.

—¿Podemos irnos ahora? —Protestó Gábor con impaciencia—. Ya tenemos bastante con verlas en clase.

—Sois vosotros los que os habéis acercado —se defendió Sooz, malhumorada.

Elek rio, observando a su amigo y, lejos de marcharse, como éste le había pedido, se dejó caer sobre la silla.

Gábor, al verlo, avanzó hacia Sooz. Se paró al lado de ésta para depositar un ligero beso en su coronilla. Ella lo empujó con el codo sin decir nada.

Como si se tratara de un hechizo, Ash sintió una fuerza actuando sobre ella. Sobre su garganta, cortándole la respiración. Aquel inocente beso denotaba algo más allá de una relación inmadura entre adolescentes. Denotaba cariño y demostraba que él estaba dispuesto a humillarse en público por ella. Por primera vez, el impacto de lo que había pasado la noche anterior la golpeó de lleno. Se dio cuenta de que, hasta ese momento, no se había creído su relación.

—No seas tan dura con tu hermano, Sooz —dijo Elek, divertido—. Está pasando por un mal momento.  

 Gábor le dedicó una mirada de advertencia a su amigo. Una mirada cargada de amenaza.

Llevaba un anillo de plata en el dedo corazón. Era curioso el efecto tan atractivo que podía crear un detalle tan pequeño. Ambas mangas de su sudadera azul estaban remangadas hasta la mitad de los brazos y también se percató de la ausencia del brazalete. Claro está, porque aún lo tenía ella. Otro recordatorio de que la noche anterior había sido real.              

—¿Y eso por qué? —Había preguntado Sooz, súbitamente interesada.

Elek rio, complacido por la pregunta.

—Al parecer, Gábor ha conocido por primera vez en su vida el rechazo.

—Elek —advirtió éste—. Figyelmeztetlek, ne csináld ezt —continuó en húngaro.

—Alguna vez tenía que ocurrir, amigo mío —se limitó a contestarle, antes de proseguir con su explicación—. Por lo visto, ayer Gábor le dedicó sus atenciones masculinas a una ara, y entonces el brazalete de la dama de hielo se volvió verde como el del peral.

—¿Verde pera? —Repitió Sooz, sorprendida. —Nunca lo había oído… ¿Qué significa?

Elek volvió a reír, visiblemente deleitado con la situación.

—Al parecer, significa fracaso total. Vamos que Gábor no logró encender a la ara.

Ash no podía creerlo. Su corazón latía a tal ritmo que si alguien la hubiera mirado en ese momento sabría, sin duda, que se trataba de ella. Gábor había interpretado el color verde como todo lo contrario. Por eso la había mirado, dolido y ofendido, cuando le pidió que se marchara.

—¿Quién es ella? —Continuó Sooz, comenzando a compartir el entusiasmo de Elek.

—Se niega a revelar su nombre, por lo que la he bautizado como la «Dama de hielo». Por razones obvias.

—No la conocéis —se limitó a escupir Gábor que, habiéndose cruzado de brazos, se negaba a mirarla ni por un solo instante. La vena de su cuello palpitaba con enfado—. Ya te has divertido Elek. Vámonos.

Éste, pareciendo apiadarse de su amigo, se levantó y se despidió de las chicas.

 

—Aún no me acostumbro a la idea de que el rubiales sea tu hermano —recalcó Driamma, una vez se hubieron alejado.

Otra sacudida golpeó el cuerpo de Ash. 

«¿Su hermano?»  

Su memoria recuperó la frase que Elek había dicho momentos antes:

«No seas tan dura con tu hermano, Sooz»

Distraída como había estado en observar a Gábor, y nerviosa con el hecho de que él la había descubierto haciéndolo, no había prestado atención al comentario. El impacto de escuchar a Elek narrando la historia de la noche anterior, y la equivocación de Gábor no le habían dejado pensar con claridad y darse cuenta de que Elek estaba contando una aventura amorosa de Gábor delante de su supuesta novia.

—¿Tú lo sabías? —Le preguntó a Driamma con la voz sorprendentemente firme.

—Me lo aclaró antes de que llegaras —dijo la chica—. Y nosotras, todo este tiempo pensando que tenían un lío secreto.

—¿Qué es lo que ha dicho Gábor en húngaro? —Le preguntó a Sooz después de dedicarle una patética sonrisa a Driamma.

—Le ha dicho algo como: «te lo advierto, no lo hagas» —les aclaró—. Mi hermano no quiere mancillar su reputación de «Dios del sexo» ante vosotras.

—De todas formas desde que le vimos en tu balcón le considerábamos tu novio, por lo que somos inmunes a su reputación como «Dios del Sexo» —bromeó Driamma.

Ash enrojeció, sintiéndose culpable. Esa hubiera sido la reacción normal de una buena amiga. Sin embargo, ya no importaba; Gábor era el hermano de Sooz. Y por otro lado, la creía la «Dama de hielo», la única que había sido inmune a sus atenciones. ¿Y qué iba a hacer ella? ¿Explicarle que no era así, sino todo lo contrario? ¿Que la luz verde probablemente se encontraba en el extremo opuesto a lo que él había deducido?

«Ni hablar».

Mejor sería que la creyera inmune a sus encantos.

 

 

 

Driamma caminó hacia el extremo opuesto de la clase donde se encontraba la silla del profesor. En la Tierra, la silla hubiera sido auto-regulable y de propulsión. Una silla capaz de elevarse hasta el techo, y de desplazarse por toda la clase. En Noé era una silla normal. Hecha de materiales reciclados, y con cuatro patas en sus extremos. A pesar de la sobriedad de ésta, Driamma no pudo evitar mirarla con respeto. Era la silla del profesor, y ahora era suya.

Por alguna extraña razón, su vida había mejorado considerablemente. Se encontraba en un sitio mejor, con oportunidades y puertas abiertas. Todo ello sin tener una familia que la apoyara, o a alguien que se preocupara por ella. Le parecía un milagro, aunque opinaba que los milagros no existían.

Sooz y Ash se le acercaron, mientras el resto de la clase continuaba con tal revuelo que ni siquiera notaron su presencia. Esta vez como profesora y no como alumna.

—¿Qué ocurre? —Le preguntó Sooz, con el entrecejo fruncido—, no tenemos clase contigo ahora, sino con Orla.

—Todos los profesores están reunido en el despacho de Lozis, así que me han pedido que adelante mi clase.

A Driamma, esto no le había resultado extraño, pero Sooz la contempló como si acabara de anunciar el apocalipsis.

—¿Reunidos en horario de clase? —Repitió con incredulidad—. Todo esto tiene algo que ver con el mensaje de la Tierra. Algo grande se avecina.

—¿Algo como qué? —Inquirió Ash con tono grave—.  La presidenta De Soussa no es muy belicosa, e intentará retrasar la guerra al máximo. Los naturalistas que quedamos vivos no sumamos ni una cuarta parte de los Progresistas supervivientes en la Tierra, según apuntan los cálculos. Por mucho que ese mensaje nos dé la posibilidad de tener aliados en la Tierra, aún tenemos todo el tiempo del mundo para diseñar un plan estratégico. Noé era totalmente autosuficiente y puede albergarnos durante años.

—Puede ser, pero no podemos quedarnos aquí más tiempo mientras ellos siguen destruyendo la Tierra. Piénsalo —continuó Sooz, animada—. Si contamos con aliados en la tierra es igual que tener espías infiltrados. Podríamos entrar con su ayuda y, desde dentro, desactivar su escudo protector.  Entonces nuestros soldados podrían entrar sin ser vistos.

—¿Cómo el caballo de Troya? —Inquirió Ash, pensando en la perfección de los últimos troyanos en los que había trabajado.

—Exacto —le contestó Sooz, emocionada—.Y ya sabes qué habría dentro del caballo.

Ash negó con la cabeza, despacio, y Sooz sonrió con seguridad.

—Lashira Khan.

Pasó medio minuto hasta que la joven preguntó.

—¿Cómo dices?

Sooz la miró como si estuviera loca.

—Si alguien puede infiltrar un troyano perfecto en el sistema informático de los progresistas, ese es Lashira Khan. Él es nuestra única arma.

—¿Estás diciendo que crees que todo nuestro futuro depende de una sola persona?   —Inquirió Driamma.

Sooz intercaló la mirada entre ambas chicas.

—Eso es lo que todo el mundo cree.

 

 

 

 

 

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