HISTORIA DE AUDUN

Había un hombre pobre llamado Audun, que vivía en los fiordos del oeste. Se trasladó a la parte occidental de los fiordos con ayuda del buen campesino Thorstein y de Thorir, capitán de barco, que se había alojado con Thorstein aquel invierno. Audun también estuvo allí y trabajó para Thorir, y éste le ofreció como premio viajar al extranjero para ver mundo. Audun juntó el dinero que tenía para dejárselo a su madre antes de embarcarse, y acordaron que serviría para pagar sus gastos durante tres años. Y se marchan, el viaje transcurre bien, y Audun se quedó el invierno siguiente con el capitán Thorir: vivía en More. Y el verano siguiente marchan a Groenlandia y se quedan allí durante el invierno.

Sucede que Audun compra allí un oso, gran tesoro[74], y pagó por él todo lo que tenía. Y al verano siguiente vuelven a Noruega y el viaje transcurre bien. Audun lleva consigo al animal, y quiere ir a Dinamarca para ver al rey Svein y regalarle el oso. Y cuando llega al sur de Noruega, donde habitaba por entonces el rey, desembarca llevando consigo al animal, y busca alojamiento.

Le dijeron enseguida al rey Harald que había llegado un oso, gran tesoro, propiedad de un islandés. El rey envía entonces a llamarle: y cuando Audun llega ante el rey, le saluda amablemente. El rey le devolvió el saludo y preguntó:

«¿Tienes un oso de gran valor?».

Audun le responde diciendo que tiene un animal. Y el rey dijo:

«¿Quieres vendernos el animal por el mismo precio que pagaste por él?».

Responde Audun:

«No quiero, señor».

«¿Quieres entonces —dice el rey— que te dé dos veces su valor? Será más justo, si has pagado por él todo lo que tenías».

«No quiero, señor» dice Audun.

El rey dijo:

«¿Quieres regalármelo entonces?».

Responde Audun:

«No, señor».

El rey dijo:

«¿Qué quieres hacer con él?».

Responde:

«Ir a Dinamarca y regalarlo al rey Svein».

El rey Harald dice:

«¿Eres tan ignorante que no sabes que hay guerra entre nuestros países, o crees que tienes tan buena suerte que puedas llegar allí con tu tesoro, cuando otros no pueden llegar sin daño, aunque tengan que ir por necesidad?».

Audun responde:

«Señor, en vuestras manos está. Pero yo no aceptaré otra cosa sino la que os he dicho».

Entonces dijo el rey:

«¿Por qué no vas a poder seguir el camino que quieras? Pero vuelve conmigo cuando regreses, y dime qué tal te recompensa el rey Svein por el animal».

«Lo prometo», dijo Audun.

Viaja entonces al sur por tierra y llega a Vík[75] y pasa a Dinamarca: y se le acaba todo su dinero, y tiene que pedir comida para sí mismo y para el animal. Se encuentra con un senescal del rey Svein, llamado Aki, y le pidió comida y albergue para sí y para el animal.

«Quiero —dice— regalar el animal al rey Svein».

Aki dijo que le vendería comida y alojamiento si quería y Audun respondió que no tenía nada que dar a cambio:

«Pero me gustaría —dice— llevar el animal al rey».

«Te daré la comida y el albergue que necesitas hasta que vayas a ver al rey: pero a cambio quiero la mitad del animal. Has de tener cuidado de que no se te muera el animal si se te acaba el dinero, porque necesita mucha comida y entonces te quedarías sin él».

Y Audun lo piensa y le parece que era cierto lo que le decía el senescal, y cerraron el trato, y le vendió a Aki la mitad del animal: luego el rey lo pagaría entero.

Después llegó el momento de ir a ver al rey, y así lo hacen: van los dos ante el rey y se quedaron de pie ante su mesa. El rey pensó quién sería ese hombre al que no conocía, y dijo a Audun:

«¿Quién eres?».

Responde Audun:

«Soy islandés, señor, y vengo de Groenlandia, y ahora de Noruega, y quiero ofreceros este oso. Lo compré con todo lo que tenía, pero ahora me encuentro en una gran dificultad; ahora sólo tengo la mitad del animal», y le dice al rey lo que le había pasado con su senescal Aki.

El rey dijo:

«¿Es verdad, Aki, lo que dice este hombre?».

«Verdad es», responde.

El rey dijo:

«¿Y crees correcto, tú a quien hice grande, dificultar e impedir que un hombre me trajera un tesoro por el que había pagado todo lo que tenía? El rey Harald prefirió dejarle marchar en paz, aunque es enemigo nuestro. ¿Crees justo lo que has hecho? Debería mandarte matar; pero no lo haré ahora; márchate del país y no vuelvas nunca ante mi vista. Y tú, Audun, te agradeceré en su valor el regalo de todo el animal. ¡Quédate conmigo!».

Acepta Audun y se queda un tiempo con el rey Svein.

Y cuando pasó un tiempo, dijo Audun al rey:

«Deseo marchar al extranjero, señor».

El rey le responde muy fríamente:

«¿Dónde quieres ir, entonces —dice— ya que no quieres quedarte con nosotros?».

Audun dice:

«Quiero ir a Roma».

«Si no hubieras tomado una decisión tan buena —dice el rey— me disgustaría que quisieras marcharte al extranjero».

Y el rey le dio muchísima plata, y Audun se marchó luego al sur, a Roma como peregrino, y el rey se ocupó de su viaje y le pidió que volviera con él cuando regresara.

Emprendió Audun entonces el viaje hasta que llegó a Roma. Y cuando hubo permanecido allí el tiempo que le pareció conveniente, regresa: cae gravemente enfermo, se vuelve tremendamente delgado. Se le acaba entonces todo el dinero que le había dado el rey para el viaje y se dedica a mendigar la comida. Se ha quedado calvo, y se cree muy desdichado.

Regresa a Dinamarca en Pascua, al lugar donde se encontraba el rey. Pero no se atrevió a dejarse ver: se quedó en un ala de la iglesia con la intención de ir al encuentro del rey cuando viniera a la iglesia al atardecer. Pero cuando vio al rey y su séquito ricamente ataviados no se atrevió a dejarse ver. Y cuando el rey fue a su fiesta en palacio, Audun comió fuera, como es costumbre que hagan los peregrinos de Roma mientras no han dejado el cayado y el salvoconducto.

Y por la noche, cuando el rey iba a las vísperas, Audun se decidió a llegarse a él, pero ahora le entró más miedo que antes, porque los del séquito estaban alegres por la bebida. Y cuando entraron, el rey le descubrió y le pareció que no se atrevía a aproximarse y llegar a él. Y cuando el séquito entraba, el rey se volvió y dijo:

«Que venga el que quiere hablar conmigo. Me parece que debe ser ése el hombre».

Entonces Audun se adelantó y cayó a los pies del rey, y el rey apenas le reconoció. Y cuando supo quién era, le tomó de la mano y le dio la bienvenida:

«Has cambiado mucho —dice— desde que nos vimos».

Le hace entrar con él. Y cuando el séquito le vio, se rieron. Pero el rey dijo:

«No tenéis que reíros de él, porque se ha preocupado de su alma más que vosotros».

Entonces, el rey ordenó que le bañasen y después le dio ropas, y se queda con él.

Se cuenta que un día, en primavera, el rey le ofrece a Audun que se quede con él definitivamente, y dice que le haría su paje y le otorgaría grandes honores.

Audun dice:

«Dios os premie, señor, por todo el honor que queréis hacerme: pero tengo intención de viajar a Islandia».

El rey dice:

«Me parece una extraña elección».

Audun dijo:

«No puedo soportar, señor —dice— el tener yo tan gran honor aquí con vos, y que mi madre, mientras tanto, viva como una mendiga allá en Islandia: porque ya se ha acabado el dinero que dejé para ella antes de irme de Islandia».

El rey responde:

«Bien has hablado, y sabiamente; pienso que debes ser hombre afortunado. Esa es la única razón por la cual no me desagradaría que te marchases de aquí. Pero quédate conmigo hasta que esté dispuesto el barco».

Y así lo hace Audun.

Un día, a fines de la primavera, el rey Svein fue al embarcadero, donde había gente preparando barcos para distintos países, para el Báltico o Sajonia, Suecia o Noruega. Llegan entonces Audun y él a un hermoso barco que unos hombres estaban aprestando.

Entonces preguntó el rey:

«¿Te gusta, Audun, este barco?».

Responde:

«Mucho, señor».

El rey dijo:

«Quiero regalarte este barco para recompensarte por el oso».

Y Audun le agradeció el regalo como mejor supo.

Y cuando pasó el tiempo y el barco estuvo preparado, dijo el rey Svein a Audun:

«Aunque quieras irte ahora, no te lo permitiré así. Me he enterado que en tu tierra hay malos puertos, que la costa es abierta y peligrosa para los barcos. Naufragas, y pierdes el barco y el dinero, y mal se podrá ver que has ido a ver al rey Svein y le has regalado un tesoro».

Entonces el rey le dio una bolsa llena de plata:

«No serás pobre aunque pierdas el barco, si conservas esto. Pero también puede ser —dice el rey— que pierdas este dinero: de poco te serviría entonces haber estado con el rey Svein y haberle dado un tesoro».

Entonces el rey se quitó de la mano un anillo y se lo dio a Audun, y dijo:

«Aunque tengas tan mala suerte que pierdas el barco y pierdas el dinero, no serás pobre si llegas a tierra: porque muchos llevan consigo oro en los naufragios, y entonces, si conservas el anillo, se podrá ver que has estado con el rey Svein. Pero te aconsejo —dice— que no regales el anillo a menos que pienses que tienes algo importante que agradecer a algún hombre distinguido. Si es así regálale el anillo, porque conviene que lo tenga un hombre noble. Y ahora, ¡viaja en paz!».

Audun se hace a la mar y llega a Noruega y hace descargar sus mercancías, para lo que precisó más ayuda que la otra vez que había estado en Noruega. Va entonces a ver al rey Harald queriendo cumplir la promesa que le había hecho antes de marchar a Dinamarca, y saluda al rey. El rey Harald aceptó satisfecho su saludo.

«Siéntate —dice— y bebe con nosotros».

Y así lo hace Audun.

Entonces preguntó el rey Harald:

«¿Cómo te recompensó el rey Svein por el oso?».

Audun responde:

«Me admitió con él, señor».

El rey dijo:

«Yo te habría recompensado así. ¿Qué más hizo por ti?».

Audun responde:

«Me dio plata para peregrinar a Roma».

Entonces dice el rey Harald:

«A mucha gente le da plata el rey Svein para ir al sur a otros sitios, aunque no le hayan llevado un tesoro. ¿Qué más hay?».

«Me ofreció —dice Audun— convertirme en su paje y otorgarme grandes honores».

«Bien hecho —dice el rey— pero yo te habría recompensado aún más».

Audun dijo:

«Me dio una nave con su cargamento, el mejor que ha llegado a Noruega».

«Eso es generoso —dice el rey— pero yo te habría recompensado así. ¿Te dio aún algo más?».

Audun dijo:

«Me dio una bolsa de cuero llena de plata y dijo que no sería pobre si la conservaba, aunque mi barco naufragara en Islandia».

El rey dijo:

«Eso fue magnífico, y yo no lo habría hecho: me habría considerado cumplido al darte el barco. ¿Acaso te dio algo más todavía?».

«Ciertamente, señor —dice Audun— me dio algo más: me dio este anillo que llevo en la mano, y dijo que podría perder todo el dinero, pero que no sería pobre si conservaba el anillo, y me pidió que no lo regalara a menos que pensara que tenía que agradecer algo importante a un hombre noble. Y ahora lo he encontrado, porque tú pudiste quitarme la vida y el oso, pero me dejaste marchar en paz, lo que otros no consiguieron».

El rey aceptó el regalo con alegría y a cambio le dio a Audun magníficos presentes antes de despedirse. Audun usó el dinero para el viaje a Islandia, y en verano se marchó a su país, considerándose hombre muy afortunado.