SAGA DE GUNNLAUG LENGUA DE VÍBORA
1. Thorstein Egilsson
Había un hombre llamado Thorstein, que era hijo de Egil Skallagrimsson y nieto de Kveld-Ulf, un jefe noruego[27]; su madre se llamaba Asgerd y el padre de ésta, Björn. Thorstein vivía en Borg, en el fiordo de Borg. Era rico, hombre importante, sabio, tranquilo y amigable, y justo en todas las cosas. No era un hombre excepcional por su estatura ni por su fuerza, como había sido su padre Egil, pero sí una magnífica persona, y todos le apreciaban. Thorstein era apuesto, de cabellos blancos y bellísimos ojos. Estaba casado con Jöfrid, hija de Gunnar Hlivarson, y que había sido antes esposa de Thorod Tungu-Oddson, con quien tuvo una hija llamada Hungerd que creció en Borg con Thorstein. Jöfrid era una mujer excepcional. Tuvo varios hijos con Thorstein, pero pocos de ellos aparecen en esta historia. El mayor de sus hijos fue Skuli, el segundo Kolvein y el tercero Egil.
2. El sueño de Thorstein
Cuentan que un verano llegó a la boca del río Guva un barco cuyo capitán se llamaba Bergfin, noruego, hombre rico y ya de edad madura. Era también hombre inteligente. Thorstein fue a donde estaba el barco, pues era quien se encargaba de organizar el comercio[28], y así lo hizo en esta ocasión. Los noruegos se instalaron por allí para pasar una temporada, y Thorstein acogió amablemente al capitán, quien le pidió alojamiento en su casa. Durante aquel invierno, Bergfin habló poco, pero Thorstein le atendió amablemente. El noruego estaba muy interesado en los sueños.
Un día de primavera, Thorstein le pidió a Bergfin que fuera con él hasta Valfel, que era donde hacían sus asambleas los del fiordo de Borg. Le habían dicho a Thorstein que las paredes de su cabaña[29] se habían derrumbado. El noruego aceptó y cabalgaron juntos ese mismo día hasta llegar a las faldas del Valfel, donde hay una granja que llaman Grenir. Vivía allí un hombre pobre llamado Atli, que era aparcero de Thorstein. Éste le pidió que fuera con ellos a trabajar, y que llevara una azada y una pala. Así lo hizo. Y cuando llegaron a la cabaña empezaron los tres a trabajar y levantaron las paredes.
Hacía sol y calor, y Thorstein y el noruego se cansaron.
Y cuando hubieron alzado las paredes de la cabaña, se sentaron dentro, y Thorstein se quedó dormido: pero estuvo intranquilo en su sueño. El noruego estuvo sentado junto a él y le dejó soñar, y cuando Thorstein despertó estaba muy cansado. El noruego le preguntó qué había soñado que le hizo dormir tan intranquilo. Thorstein respondió:
«Los sueños no tienen significado.»[30] Al volver a casa, al atardecer, el noruego preguntó qué había soñado Thorstein. Thorstein le dijo:
«Si te digo el sueño ¿lo interpretarás?».
El noruego dijo que lo intentaría. Entonces, Thorstein dijo:
«Soñé que estaba en mi casa de Borg, ante la puerta principal; miré a lo alto de la casa y en el caballete vi una oca[31] muy hermosa: era mía, y me alegraba mucho de ello. Vi entonces que desde las montañas llegaba volando un gran halcón. Voló hacia la casa, se sentó junto a la oca y chilló alegremente. Vi entonces que el halcón tenía ojos negros y garras de hierro. Me pareció valeroso. Vi entonces que desde el sur venía volando otro pájaro. Llegó hasta Borg, se sentó sobre la casa, junto a la viga central, y quiso acercarse a la oca. Era también un halcón grande. Vi entonces que el primero se enfadaba mucho con el recién llegado, y lucharon fieramente y durante mucho tiempo, y vi que los dos sangraban. Y el juego terminó cayendo los dos, cada uno de la parte del tejado en que estaba, y los dos estaban muertos; la oca seguía allí, abatida y triste. Vi que llegaba entonces desde el oeste otro pájaro. Era un gavilán. Se sentó en el tejado y se acercó alegre a la oca, y entonces se marcharon los dos volando juntos en la misma dirección y desperté. Pero este sueño no tiene nada de particular, y debe significar los vientos que se encuentran sobre el tejado llegando desde los puntos de los que creí ver llegar a los pájaros».
Dijo el noruego:
«No es esa mi opinión».
Thorstein dijo entonces:
«Interpreta el sueño tal como te parece que es, y yo lo escucharé».
«Los pájaros deben ser espíritus de personas. Tu mujer está encinta, y parirá una niña bellísima, a la que querrás mucho. Pero hombres nobles pedirán a tu hija en matrimonio, y vendrán de los puntos cardinales de donde creíste ver llegar a los halcones, y la amarán apasionadamente, y lucharán por ella, y ambos perderán la vida. Y entonces te la pedirá un tercer hombre, que llegará desde el punto cardinal de donde vino el gavilán, y se casarán. He interpretado tu sueño, y creo que así es como sucederá».
Thorstein respondió:
«Esa interpretación del sueño es funesta y poco amistosa, y no creo que sepas realmente interpretar sueños».
El noruego dijo:
«Ya tendrás ocasión de comprobar lo que sucede».
Thorstein enfrió desde entonces sus relaciones con el noruego, quien se marchó en verano y ya no vuelve a aparecer en esta historia.
3. Helga la Bella
Ese verano, cuando Thorstein se estaba preparando para marchar a la asamblea, le dijo a su esposa Jöfrid:
«Estás embarazada, y si tienes una niña la abandonarás, pero si es un muchacho lo criarás».
Porque era costumbre, cuando el país era pagano, que la gente pobre que tenía mucha familia abandonara a sus hijos, pero aun así parecía a todos que era algo malo[32]. Y cuando Thorstein hubo hablado de esta forma, Jöfrid contestó:
«No esperaba esas palabras de un hombre como tú: no creo que quieras que haga semejante cosa, siendo rico como eres».
Thorstein respondió:
«Sabes cómo soy, y te cuidarás de desobedecer mi orden».
Se marchó entonces a la asamblea, y Jöfrid dio a luz una niña hermosísima. Las mujeres quisieron llevársela, pero Jöfrid dijo que no hacía falta, e hizo llamar a un pastor suyo, llamado Thorvard, y le dijo:
«Cogerás mi caballo, lo ensillarás y llevarás la niña a Hjardarholt, donde vive Thorgerd Egilsdottir, y le pedirás que la críe en secreto, para que Thorstein no se entere: quiero tanto a esta niña que no puedo permitir que se la abandone; y toma tres marcos de plata para ti, como pago por tu servicio, y Thorgerd te procurará pasaje para huir por el mar».
Thorvard hizo lo que le mandaba. Marchó al oeste, a Hjardarholt, con la niña, y la puso en manos de Thorgerd, quien la hizo criar en casa de unos aparceros que vivían en Lysingjastad, en el fiordo de Hvam. Y ordenó a Thorvard que fuera al norte, a Skeljavik, que está en el fiordo de Steingrim, para embarcarse. Y se marchó, y no vuelve a aparecer en esta historia.
Cuando Thorstein volvió a casa después de la asamblea, Jöfrid le dijo que habían abandonado a la niña, y que un pastor se había escapado robándole su caballo. Thorstein le dijo que había obedecido bien sus órdenes, y buscó otro pastor.
Pasaron seis años, y no se llegó a saber lo que había pasado. Thorstein fue un día a visitar a su cuñado Olaf Höskuldsson, apodado «pavo real», en Hjardarholt; a Olaf le consideraban por entonces el jefe más importante de todos los del oeste. Dieron a Thorstein una buena bienvenida, como era de esperar, y cuentan que un día, durante un banquete, estaba Thorgerd hablando con su hermano Thorstein en el banco alto, mientras Olaf hablaba con otros hombres. Había tres niñas sentadas frente a ellos. Thorgerd dijo:
«Hermano, ¿te gustan esas muchachas que están sentadas delante de nosotros?»[33].
«Mucho —respondió Thorstein— pero hay una que es con mucho la más bella. Tiene la apostura de Olaf, pero por su blancura y su rostro se parece a nosotros, la gente de los pantanos».
Thorgerd respondió:
«Realmente es como dices, hermano, que tiene la blancura y el rostro de nosotros los de los pantanos, pero no tiene la belleza de Olaf Pavo Real, porque no es hija suya».
«¿Cómo es posible? —preguntó Thorstein— Porque, sin embargo, es hija tuya».
Dijo Thorgerd:
«Para hablar con más propiedad, es mi sobrina, porque esa hermosa muchacha es hija tuya y no mía».
Y le contó entonces todo lo que había pasado, y le rogó que la perdonara, a ella misma y también a su esposa, por aquel engaño. Thorstein dijo:
«No puedo reprochároslo: sucede siempre como tiene que suceder. Habéis hecho bien desobedeciendo mis órdenes. Esta muchacha me gusta tanto que desearía tener conmigo a una niña tan hermosa. Pero… ¿cómo se llama?».
«Se llama Helga», dijo Thorgerd.
«Helga la Bella —dijo Thorstein—. Prepárala para que venga conmigo a mi casa».
Así lo hizo Thorgerd. Despidieron luego a Thorstein ofreciéndole magníficos regalos, y Helga se fue con él a su casa y se crio allí rodeada de gran aprecio y amor, tanto por parte de su padre y su madre, como de todos los parientes.
4. Primeros años de Gunnlaug
En aquel tiempo vivía en Hvitarsida, junto al Gilsbakki, Illugi el Negro, hijo de Hallkel Hrosskelson. La madre de Illugi era Thurid, hija de Gunnlaug el de la Lengua de Víbora[34]. Illugi era el segundo jefe más importante del fiordo de Borg, después de Thorstein Egilson. Illugi el negro era un rico propietario, de carácter difícil pero bueno con sus amigos. Estaba casado con Ingeborg, hija de Asbjörn Hardarson, del valle de Örnolf. La madre de Ingeborg era Thorgerd, hija de Skeggi, del fiordo de Mid. Ingeborg e Illugi tuvieron muchos hijos, pero pocos de ellos aparecen en esta historia. Uno se llamaba Hermund y otro Gunnlaug. Eran los dos jóvenes prometedores y ya crecidos. De Gunnlaug se dice que era precozmente grande y fuerte, de cabellos castaño claro y ojos negros, apuesto, de nariz un tanto fea pero rostro agradable, cintura estrecha, hombros anchos, muy bien constituido, presumido, impulsivo e impaciente, terco y gran poeta aficionado a la burla, por lo que le llamaban Gunnlaug lengua de víbora. Hermund era el más amigable de los dos, y con apostura de jefe. Cuando Gunnlaug cumplió los quince años, pidió a su padre dinero para viajar, diciendo que quería salir del país y ver cómo vivían las otras gentes. A Illugi no le gustó, dijo que no creía que causara buena impresión en el extranjero, él que apenas lo conseguía en casa, como deseaba su padre.
Poco después, una mañana, Illugi salió temprano y vio que el almacén estaba abierto y que había seis mantas fuera, y caronas para los caballos. Entonces llegó un hombre que conducía un hermoso caballo, y resultó ser su hijo Gunnlaug, quien le dijo:
«He sacado las mantas».
Illugi preguntó por qué lo había hecho y Gunnlaug dijo que aquello le serviría para pagar el viaje. Illugi dijo:
«No desobedecerás mi autoridad ni te marcharás a sitio alguno antes de que yo lo quiera».
Y recogió las mantas.
Gunnlaug se marchó entonces, y al atardecer llegó a Borg y pidió a Thorstein que le dejara quedarse allí, y éste se lo permitió. Gunnlaug le dijo a Thorstein lo que había pasado entre su padre y él. Thorstein le pidió que se quedara allí una temporada, si quería, y allí se quedó Gunnlaug todo el año, tomando lecciones de leyes con Thorstein, y a todos agradó. Helga y Gunnlaug estaban siempre jugando a los escaques[35] para entretenerse. Los dos se apreciaban mucho, como se demostró después.
Eran de la misma edad, y Helga era tan bella que cuentan los hombres sabios que fue la mujer más hermosa que ha habido en Islandia. Su cabello era tan largo que podía cubrirla toda entera, y tan bello como el oro, y no había nadie tan hermoso ni en el fiordo de Borg ni en muchas millas a la redonda.
Y un día, cuando los hombres estaban sentados en la sala de la casa de Borg, dijo Gunnlaug a Thorstein:
«Hay una sola cosa en las leyes que aún no me has enseñado: cómo pedir esposa».
Thorstein dijo:
«Poca cosa es», y se lo enseñó de inmediato.
Entonces dijo Gunnlaug:
«Ahora podrás comprobar si lo he aprendido: te cogeré la mano y haré como si me prometo a tu hija Helga».
Thorstein dijo:
«No creo que sea necesario».
Gunnlaug le tomó entonces de la mano y le dijo:
«Concédemelo».
«Haz como quieras —dijo Thorstein— pero sabed todos lo que estáis aquí, que todo esto será como si no se hubiera dicho, y que no tendrá validez».
Entonces Gunnlaug hizo los juramentos y se comprometió con Helga, y preguntó si era así como se hacía. Thorstein dijo que así podía hacerse, y todos los presentes se divirtieron mucho con este suceso.
5. Gunnlaug pide la mano de Helga la Bella
Había un hombre llamado Önund, quien vivía en Mosfell, que está al sur. Era riquísimo, y tenía jefatura en el sur, cerca del cabo. Estaba casado, y su mujer se llamaba Geirny, hija de Gnup Molda-Gnupsson, quien había colonizado la bahía de Grind. Sus hijos eran Hrafn, Thorarin y Eindridi. Todos ellos jóvenes de gran porvenir, aunque Hrafn era el mejor en todos los aspectos. Era grande, fuerte, muy apuesto y buen poeta. Al llegar a adulto se fue de viaje al extranjero y causó buena impresión en todos los sitios donde estuvo.
Por entonces vivía en Hjal junto al río Ölfus, también al sur, Thórodd Eyvindarson el sabio, con su hijo Skapti, que era en aquel tiempo narrador de leyes[36] en Islandia. La madre de Skapti era Rannveig, hija de Gnup Molda-Gnupsson, de forma que Skapti y los hijos de Önund eran primos por parte de madre. Dentro de la familia existía una gran amistad.
Por esa época vivía en Raudamel Thorfinn Sel-Thorisson, quien tenía siete hijos, todos ellos jóvenes muy prometedores. Algunos de ellos eran Thorgils, Eyjolf y Thorir, y eran los mejores de la región. Todos estos que hemos mencionado vivían al mismo tiempo.
Por entonces se produjo el más grande suceso de la historia de Islandia: todo el país se hizo cristiano, y todo el pueblo abandonó la idolatría[37].
Gunnlaug Lengua de Víbora, del que hablamos antes, estaba ahora un tiempo en Borg con Thorstein y un tiempo con su padre Illugi, en Gilsbakki, y así estuvo durante dos años: cumplió los dieciocho años, y la relación con su padre mejoró mucho.
Había un hombre llamado Thorkel el Negro. Era sirviente de Illugi y pariente próximo suyo, y había crecido allí mismo. Tenía que recoger una herencia en As, que está en el valle del Vatn, y pidió a Gunnlaug que le acompañara, y éste así lo hizo, y fueron los dos juntos hacia el norte, a As, y cobraron la herencia, y los que la habían guardado se la dieron, gracias a la ayuda de Gunnlaug. Y cuando regresaban al norte pasaron la noche en casa de un rico campesino que vivía en Grimstunga. Por la mañana, un pastor se llevó el caballo de Gunnlaug, y cuando lo recuperaron estaba todo sudoroso. Gunnlaug golpeó al pastor y le dejó sin sentido. El campesino no quiso dejar así el asunto, y pidió compensación. Gunnlaug ofreció pagarle un marco al campesino, pero a éste le pareció demasiado poco. Entonces Gunnlaug recitó este poema:
«Un marco te ofrezco,
flojo amo de granjas,
gris plata por uno
sangriento tendrás;
y te has de arrepentir
si dejas que el oro,
hijo de las olas,
de tu bolsa escape».
El acuerdo fue tal como proponía Gunnlaug, y una vez arreglado todo, continuaron hacia su casa, al sur.
Poco después, Gunnlaug volvió a pedirle a su padre dinero para el viaje. Illugi contestó:
«Ahora será tal como deseas, porque eres mejor que eras antes».
Illugi salió de casa enseguida y compró para Gunnlaug, a medias con Audun, llamado «Perro atado», un barco que estaba en la boca del río Guva. Este Audun fue quien no quiso llevarse a los hijos de Osvif el sabio, después de la muerte de Kjartan Olafsson, como se cuenta en la saga de los hombres del Laxdal[38]; pero eso sucedió después de lo que estamos narrando.
Cuando Illugi volvió a casa, Gunnlaug le dio las gracias. Thorkel el negro se estaba preparando también para viajar con Gunnlaug, y llevaron sus pertenencias al barco. Gunnlaug estuvo en Borg mientras preparaban la nave, pero prefería charlar con Helga en lugar de trabajar con los mercaderes.
Un día, Thorstein le pidió a Gunnlaug que fuera con él a ver los caballos que tenía en el valle del Langavatn. Gunnlaug fue con él. Cabalgaron juntos hasta llegar al potrero de Thorstein, al que llaman Lugar de Thorgils, donde había una yeguada de cuatro potros alazanes, propiedad de Thorstein. Había entre ellos un potro fogoso y poco probado en la lucha. Thorstein se lo ofreció a Gunnlaug como regalo, pero éste dijo que no necesitaba un caballo, ya que iba a salir del país. Siguieron cabalgando hasta que llegaron a otra yeguada, en la que había un caballo ceniciento y cuatro yeguas, y se trataba del mejor caballo de todo el fiordo de Borg. Thorstein se lo ofreció también a Gunnlaug.
Éste respondió:
«Tampoco quiero éste: pero ¿por qué no me ofreces lo que yo quiero?».
«¿Qué es?», preguntó Thorstein.
Gunnlaug dijo:
«Tu hija, Helga la Bella».
Thorstein respondió:
«Eso no se arregla tan deprisa», y cambió de tema, y siguieron hacia casa bordeando el río Langa.
Dijo entonces Gunnlaug:
«Quiero saber cómo respondes a mi petición».
Thorstein respondió:
«No me interesan tus locuras».
Gunnlaug dijo:
«Lo digo completamente en serio: no es una locura».
Thorstein respondió:
«Primero tendrás que saber lo que quieres. ¿No estás a punto de marcharte al extranjero, y sin embargo, haces como si quisieras casarte? Helga y tú no estaréis al mismo nivel mientras sigas siendo tan inconstante, y por ello no lo consideraré».
Gunnlaug dijo: «¿Dónde crees que encontrarás alguien adecuado para tu hija, si no quieres casarla con el hijo de Illugi el Negro? ¿Es que hay en el fiordo de Borg alguien tan importante como él?».
Thorstein respondió:
«No quiero entrar en comparaciones de personas[39], pero si tú fueras como él no te rechazaría».
Gunnlaug dijo:
«¿Con quién casarías a tu hija mejor que conmigo?».
Thorstein respondió:
«Aquí hay muchos hombres entre los que elegir. Thorfin de Raudamel tiene siete hijos, y todos ellos muy viriles».
Gunnlaug dijo:
«Ni Önund ni Thorfin son iguales a mi padre, ya que ni tú mismo lo eres. ¿Qué puedes comparar con la ocasión en que mi padre tuvo un pleito con el godi Thorgrim Kjalakson y su hijo en la asamblea de Thorsness, y él solo lo ganó?».
Thorstein replicó:
«Yo expulsé a Steinar, hijo de Önund el de buena vista, y aquello se consideró una hazaña considerable»[40].
Gunnlaug repuso:
«Tuviste la ayuda de tu padre Egil: pero para pocos campesinos sería recomendable el negarme a mí una esposa».
Thorstein respondió:
«Deja tus bravuconadas para los de las montañas, eso no sirve para nada aquí en los pantanos».
Al atardecer llegaron a casa. Y por la mañana, Gunnlaug subió hasta Gilsbakki y pidió a su padre que fuera con él a Borg para pedir a Helga en matrimonio. Illugi le respondió:
«Eres muy inconstante, porque te estás preparando para viajar al extranjero y pretendes buscar esposa: sé que eso no es del gusto de Thorstein».
Gunnlaug repuso:
«Me iré al extranjero de todos modos; y nada me satisfará si no haces lo que te pido».
Más tarde, Illugi salió de casa y bajó a Borg con doce hombres: Thorstein le dio una buena acogida. Por la mañana temprano, Illugi le dijo a Thorstein:
«Quiero hablar contigo».
Thorstein respondió:
«Subamos a la colina y hablemos allí».
Y así lo hicieron. Gunnlaug fue con ellos. E Illugi dijo:
«Mi hijo Gunnlaug dice que por su propia cuenta te ha pedido en matrimonio a tu hija Helga. Quiero saber en qué situación se encuentra este asunto. Conoces su familia y su riqueza. Yo no regatearé por mi parte propiedades, y le buscaré una jefatura, si eso mejora el asunto».
Thorstein respondió:
«Hay sólo una cosa que no me gusta en Gunnlaug, y es que me parece muy inconstante, pero si fuera como tú, aceptaría sin tardar».
Illugi dijo entonces:
«Nuestra amistad quedará rota si niegas que mi hijo y yo valemos lo mismo».
Thorstein respondió:
«Por tus palabras y nuestra amistad, Helga será la prometida informal de Gunnlaug, pero no su prometida formal, y esperará tres años. Gunnlaug viajará al extranjero y moldeará su conducta con la de los hombres buenos, y yo quedaré libre de todo lo hablado si en ese tiempo no regresa, o si su conducta no me agrada».
Y así se despidieron. Illugi se marchó a casa, y Gunnlaug al barco.
Cuando les llegó viento favorable, zarparon y el barco arribó al norte de Noruega; continuaron entonces navegando hasta Nidaros, en Trondheim, anclaron, y descargaron el barco.
6. Gunnlaug en Noruega
En aquel tiempo reinaban en Noruega Eric Hakonarson y su hermano Svein[41]. Eric residía por entonces en Lade, en la hacienda de su familia, y era un jefe muy poderoso.
Skuli Thorsteinsson era en ese momento miembro del séquito del conde y tenía allí una buena posición.
Cuentan que Gunnlaug y Audun, el apodado «perro atado», fueron con otros diez hombres a Lade. Gunnlaug iba vestido con una túnica gris y calzas blancas. En el pie tenía una ampolla, en el empeine, que supuraba sangre y pus: sin embargo fue caminando. Con este atuendo se presentó con Audun ante el conde, quien les dio la bienvenida, y Audun le contó las cosas tal como eran. El conde preguntó a Gunnlaug quién era, y éste le dijo su nombre y su familia. El conde dijo:
«Skuli Thorsteinsson, ¿qué clase de hombre es éste en Islandia?».
«Señor —dijo Skuli— acogedle bien. Es hijo de Illugi el Negro, de Gilsbakki, uno de los mejores hombres de Islandia, y además Gunnlaug es hermano adoptivo mío».
El conde dijo:
«¿Qué le pasa a tu pie, islandés?».
«Tiene una ampolla, señor», respondió Gunnlaug.
«Y sin embargo, ¿no cojeas?».
Dijo Gunnlaug:
«No se debe cojear mientras las dos piernas sean igual de largas».
Entonces, uno del séquito del conde, llamado Thorir, dijo:
«Muy orgulloso es este islandés: bien haríamos en ponerle a prueba».
Gunnlaug le miró y dijo:
«Hay un guerrero,
no hay hombre más vil,
cuidaos mucho de él,
pues es negro y malo».
Thorir quiso coger su hacha, pero el conde dijo:
«Déjale en paz: no hay que prestar atención a esas cosas. ¿Cuántos años tienes, islandés?».
«Tengo ahora dieciocho años», respondió Gunnlaug.
«Te pronostico —dijo el conde— que no cumplirás otros dieciocho».
Gunnlaug murmuró:
«No me eches maldiciones: mejor harás en rezar por ti mismo».
El conde dijo:
«¿Qué dices ahora islandés?».
Gunnlaug responde:
«Lo que me pareció conveniente: que no me eches maldiciones y reces en cambio por ti mismo».
«¿Y eso por qué?», preguntó el conde.
«Para que no tengas una muerte como la de tu padre, el conde Hákon.»[42] Eric enrojeció como la sangre y ordenó que cogieran inmediatamente a aquel estúpido. Skuli se acercó entonces al conde y le dijo:
«Atended a mi ruego, señor, y dad tregua a ese hombre para que se marche lo más rápidamente posible». El conde dijo entonces:
«Que se vaya lo más deprisa que pueda, si no quiere que lo mate: y que nunca más vuelva a mis tierras».
Skuli salió entonces con Gunnlaug y le llevó al puerto. Allí había un barco dispuesto para zarpar hacia Inglaterra, y Skuli compró pasajes para Gunnlaug y su primo Thorkel. Gunnlaug le dio a Audun, para que los guardara, su parte del barco y el dinero que no iba a llevar consigo. Luego navegaron por el mar de Inglaterra y en otoño llegaron al puerto de Londres y vararon el barco sirviéndose de troncos[43].
7. En Inglaterra
Gobernaba por entonces en Inglaterra el rey Ethelred[44], hijo de Edgard, y era un buen príncipe. Aquel invierno estaba residiendo en Londres. En aquel tiempo, el idioma de Inglaterra era el mismo que en Noruega y Dinamarca. Pero más tarde cambió la lengua de Inglaterra, cuando Guillermo el Bastardo se apoderó del país. Desde entonces, en Inglaterra se usó el francés, porque ése era el origen de Guillermo[45].
Gunnlaug fue prontamente ante el rey y le saludó respetuosamente. El rey preguntó de qué país era. Gunnlaug le dijo quién era,
«… y he venido a vuestra presencia, señor, porque he compuesto un poema para vos, y querría que lo escuchaseis»[46].
El rey dijo que así lo haría. Y Gunnlaug recitó bellamente el poema, cuyo estribillo era éste:
«Temen todos al noble
rey inglés, como a un dios;
reyes y hombres se inclinan
ante el bravo Ethelred».
El rey le agradeció el poema y le dio como recompensa una capa de púrpura orlada con las mejores pieles, y con bordados hasta los pies, y le nombró miembro de su guardia. Gunnlaug estuvo con el rey aquel invierno, gozando de gran estima.
Un día, por la mañana temprano, Gunnlaug se encontró en una calle con tres hombres: el principal de ellos se llamaba Thororm, y era grande y fuerte, y de difícil trato. Le dijo:
«Normando, dame algo de dinero en préstamo».
Gunnlaug respondió:
«No es aconsejable dar dinero a gente desconocida».
Thororm dijo.
«Te pagaré el día que acordemos».
«Está bien: en ello quedamos», dijo Gunnlaug. Y le dio el dinero.
Poco después, Gunnlaug se encontró con el rey y le contó el asunto del préstamo. El rey respondió:
«Malo es eso. Se trata del más grande ladrón y pirata[47]; no tengas relación con él. Yo te daré ese dinero».
Gunnlaug respondió:
«Mal están las cosas entre los miembros de tu séquito. Pisoteamos a los inocentes, y dejamos que nos mande esa clase de gente. Eso no puede ser en manera alguna».
Poco después, Gunnlaug se encontró con Thororm y le pidió el dinero, pero aquél le dijo que no le pagaría. Entonces, Gunnlaug recitó estos versos:
«Poco te conviene,
guerrero, con insidias,
negarme el dinero;
pues me llamaron
lengua de víbora,
ahora ves la causa;
no fue sin motivo,
cuando aún era un niño».
«Te ofreceré ahora un trato —dijo Gunnlaug— que me pagues mi dinero, o te batas conmigo en duelo dentro de tres días».
El pirata rio y dijo:
«Nadie antes que tú me retó nunca a duelo, por lo mucho que a tantos he hecho sufrir. Acepto».
Y de este modo se despidieron, por el momento.
Gunnlaug le dijo al rey lo que había sucedido. Este replicó:
«Hemos llegado a una situación muy desagradable. Este hombre hace romas mágicamente todas las armas. Seguirás mi consejo: toma esta espada que quiero regalarte, y lucharás con ella. Pero enséñale otra».
Gunnlaug dio las gracias al rey.
Cuando estuvieron dispuestos para el duelo, Thororm preguntó qué espada tenía. Gunnlaug le mostró la suya desenvainándola, pero había hecho un lazo en torno a la empuñadura del arma del rey, lazo que se pasó por la muñeca. El berserk dijo al ver la espada:
«No me da miedo esa espada tuya».
Y golpeó a Gunnlaug con la que él llevaba y le cortó una buena parte del escudo. Gunnlaug golpeó entonces con el regalo del rey, pero el berserk no se protegió, pensando que tenía la misma arma que le había mostrado antes. Y Gunnlaug dio entonces el golpe de muerte.
El rey le dio las gracias por lo que había hecho, y por ello Gunnlaug se hizo muy famoso por toda Inglaterra.
En la primavera, cuando viajan los barcos de un país a otro, Gunnlaug pidió a Ethelred permiso para viajar. El rey preguntó qué era lo que quería hacer, a lo que Gunnlaug respondió:
«Quiero cumplir mis promesas». Y dijo este poema:
«Visitaré las casas
de tres potentes reyes,
y también de dos condes,
así lo he prometido:
volveré sólo si el rey
me convoca al combate,
me dará oro rojo
hasta colmar mis ropas».
«Así será, poeta —dijo el rey. Y le regaló un brazalete de oro que pesaba seis auras—, pero me prometerás volver otra vez a mi lado en otoño, porque no quiero perderte, a causa de tus hazañas».
8. Viajes de Gunnlaug
Gunnlaug zarpó entonces de Inglaterra con unos mercaderes, rumbo a Dublín. En esa época gobernaba Irlanda el rey Sigtrygg el de barba de seda, hijo de Olaf Cuaran y de la reina Kormlod[48]. Llevaba poco tiempo reinando. Gunnlaug fue ante el rey le saludó cortésmente y con respeto. El rey le dio la bienvenida. Gunnlaug dijo:
«He compuesto un poema para vos, y quisiera que lo escuchaseis».
El rey respondió:
«Nadie hasta ahora se ha preocupado de presentarme un poema: ciertamente que lo escucharé».
Gunnlaug recitó entonces una drápa[49], cuyo estribillo es éste:
«Alimenta a los lobos
Sigtrygg con carroña».
Y en el poema también están estos versos:
«Conozco la valía
del que quiero loar,
desciende de reyes,
es hijo de Cuaran;
no olvidará el rey
darme anillos de oro,
pues es generoso,
bien lo sabe el poeta.
Diga el rey
si oyó poema
compuesto mejor:
éste es una drápa».
El rey le agradeció el poema, llamó a su tesorero y habló así:
«¿Cómo premiaré el poema?».
Le respondió:
«¿Cómo deseáis, señor?».
«¿Qué tal premio serían dos barcos mercantes?», dijo el rey. El tesorero dijo:
«Demasiado es, señor: otros reyes dan, como recompensa por los poemas, objetos valiosos, buenas espadas o buenos anillos de oro».
El rey le dio su propio vestido de púrpura nuevo, una túnica bordada y una capa de magníficas pieles, así como un brazalete de oro que pesaba un marco. Gunnlaug le dio las gracias y se quedó allí algún tiempo, y luego se marchó a las Islas Orcadas[50].
Reinaba entonces en las Orcadas el conde Sigurd Hlödvisson, quien era amable con los islandeses. Gunnlaug saludó al conde y dijo que quería ofrecerle un poema. El conde dijo que, siendo de un hombre tan importante en Islandia, quería oírlo. Y Gunnlaug recitó el poema, que era un flokk bellamente compuesto. El conde le regaló un hacha de hoja ancha, toda ella montada en plata, como premio por el poema, y le pidió que se quedara con él. Gunnlaug le dio las gracias por el regalo y la invitación, pero dijo que tenía que viajar hacia el este, a Suecia, y se marchó con unos comerciantes que iban a Noruega, y en otoño llegaron a Kongahella[51]: su primo Thorkel seguía con él. Desde Kongahella consiguieron un guía para ir hasta Gotlandia occidental, y llegaron a un mercado llamado Skarir. Allí había un conde llamado Sigurd, que era de avanzada edad. Gunnlaug se llegó hasta él, y dijo que le había compuesto un poema. El conde lo escuchó atentamente y después dio las gracias por el poema, que era un flokk y que Gunnlaug había recitado muy bien. Y le recompensó y le pidió que se quedara con él aquel invierno.
El conde Sigurd celebraba la gran fiesta de principio del invierno[52]. Y la víspera llegaron mensajeros desde el norte, de parte del conde Erik de Noruega: eran doce en total. Llevaron regalos al conde Sigurd. Les dio una buena acogida y los situó en la fiesta al lado de Gunnlaug.
Hubo gran diversión. Los gautas decían que no había conde más famoso que Sigurd. Los noruegos pensaban que el conde Erik era mucho más distinguido. Y discutieron sobre ello, tomando a Gunnlaug como árbitro de unos y otros en el tema. Gunnlaug dijo entonces este poema:
«Decís de este conde,
vosotros, guerreros,
que ha visto altas ondas
y ya es viejo el señor;
mas Erik, el audaz,
vio terribles olas
al este, en galernas,
saltar ante el barco».
A los dos grupos les pareció bien el arbitraje, pero mejor a los noruegos. Los mensajeros se fueron después de la fiesta, con regalos que el conde Sigurd enviaba al conde Eric. Y contaron a Erik el arbitraje de Gunnlaug. El conde consideró que Gunnlaug le había demostrado su amistad, y mandó decirle que hallaría albergue seguro en sus tierras. Esto que había dicho el conde lo supo Gunnlaug más tarde.
El conde Sigurd le dio a Gunnlaug un guía para acompañarle hasta Tjundaland, al este de Suecia, tal como había pedido.
9. Gunnlaug y Hrafn
Gobernaba por entonces Suecia el rey Olaf el sueco, hijo del rey Erik el Victorioso y de Sigrid la Ambiciosa, quien era hija de Sköglar-Tosti. Era un rey rico y famoso, hombre de gran ambición.
Gunnlaug llegó a Uppsala cuando iba a hacerse la asamblea de primavera de los suecos. Fue al encuentro del rey y le saludó. El rey le dio la bienvenida, y preguntó quién era. Gunnlaug dijo que era islandés. En ese tiempo, Hrafn Önundarson estaba con el rey Olaf. El rey dijo:
«Hrafn, ¿qué clase de hombre es éste en Islandia?».
Del banco inferior[53] se levantó un hombre alto y de noble porte, fue ante el rey y dijo:
«Señor, es de una de las mejores familias, y él mismo es hombre muy valeroso».
«Llévale y que se siente junto a ti», dijo el rey. Y Gunnlaug dijo entonces: «Tengo un poema que quiero presentaros, y querría que lo oyeseis».
«Id primero a sentaros —respondió el rey— no hay ahora tiempo para oír poemas».
Y así lo hicieron. Gunnlaug y Hrafn empezaron entonces a conversar, y cada uno contó de sus padres. Hrafn dijo que había viajado de Islandia a Noruega el verano anterior, y a comienzos de primavera fue al este, hasta Suecia. Se hicieron amigos. Un día, cuando la asamblea había terminado, los dos fueron ante el rey. Y dijo entonces Gunnlaug:
«Querría, señor, que oyerais ahora el poema».
«Ahora sí podrá ser», contestó el rey.
«Querría recitar ahora mismo mi poema, señor», intervino Hrafn.
«También podrá ser».
«Entonces quiero recitar yo primero mi poema, señor —dijo Gunnlaug— si os parece bien».
«Yo lo recitaré primero, señor —dijo Hrafn— pues vine antes ante vos».
Gunnlaug dijo:
«¿Cuándo hasta ahora ha ido mi padre detrás del tuyo? Nunca, en absoluto: y así será entre nosotros dos».
Hrafn dijo:
«Seamos corteses y no discutamos: dejemos que sea el rey quien decida».
Y el rey dijo:
«Gunnlaug recitará primero, porque le desagrada no conseguir lo que quiere».
Gunnlaug recitó entonces una drápa que había compuesto para el rey Olaf. Cuando terminó el poema, dijo el rey:
«Hrafn, ¿te gusta la composición?».
«Bueno, señor —respondió Hrafn— es un poema pomposo y feo y un tanto rígido, como es el carácter del mismo Gunnlaug».
«Ahora recitarás tú el poema, Hrafn —dijo el rey. Y así lo hizo Hrafn. Y cuando terminó, dijo el rey—. Gunnlaug ¿te gusta la composición del poema?».
Gunnlaug respondió:
«Bueno, señor, es un poema bello, como el aspecto de Hrafn mismo, pero de pobre apariencia. Porque ¿cómo has compuesto sólo un flokk para el rey? ¿Pensaste que no es digno de una drápa?».
Hrafn respondió:
«No sigamos hablando de esto: volveremos a ello, aunque sea más tarde».
Y se despidieron.
Poco después, Hrafn se convirtió en miembro de la Guardia del rey Olaf, y luego le pidió permiso para salir de viaje. El rey se lo concedió[54]. Y cuando estuvo preparado, Hrafn le dijo a Gunnlaug:
«Aquí termina nuestra amistad, pues quisiste rebajarme ante los nobles. Alguna vez te avergonzaré yo tanto como tú quisiste hacer conmigo aquí».
Gunnlaug replicó:
«No me asustan tus amenazas, y jamás sucederá que tenga yo menos honores que tú».
El rey Olaf le dio a Hrafn regalos de despedida, y éste se marchó.
Hrafn se marchó del este aquella primavera, y llegó a Trondheim, preparó su barco y llegó a Islandia en verano, arribando con su nave a Leiruvag, por bajo de Heid; parientes y amigos le dieron la bienvenida, y aquel invierno lo pasó con su padre en casa. El verano siguiente, en la gran asamblea, se encontraron Skapti, el narrador de las leyes, y su pariente Hrafn el poeta. Dijo Hrafn: «Querría tu ayuda para pedir en matrimonio a Helga, la hija de Thorstein Egilsson».
Skapti respondió:
«¿No es ya la prometida de Gunnlaug, el de lengua de víbora?».
Hrafn respondió:
«¿No pasó ya el plazo que habían acordado? Además, es demasiado arrogante para prestar atención a ese asunto».
Skapti dijo entonces:
«Hagamos como quieres».
Después, fueron con nutrido acompañamiento a la cabaña de Thorstein Egilsson. Éste les dio la bienvenida. Skapti le dijo:
«Mi sobrino Hrafn quiere casarse con tu hija Helga: ya conoces su familia y su riqueza, su buena educación, sus muchos parientes y amigos».
Thorstein respondió:
«Ella es ya la prometida de Gunnlaug, y quiero mantener el trato que hicimos».
Skapti dijo:
«¿No han pasado ya los tres años que acordasteis?».
«Sí —dijo Thorstein—, pero no ha acabado aún el verano, y aún puede llegar».
Skapti respondió:
«Pero, si no viene durante el verano, ¿qué esperanza tenemos en este asunto?».
Thorstein dijo entonces:
«Volveremos aquí el próximo verano, y entonces veremos lo que es más conveniente: pero no vale la pena seguir hablando ahora de esto».
Y así se despidieron y, terminada la gran asamblea, se marcharon a casa.
Que Hrafn había pedido la mano de Helga no quedó en secreto. Gunnlaug no llegó aquel verano. Y al verano siguiente, en la gran asamblea, Skapti y Hrafn defendieron vehementemente su caso, y dijeron que Thorstein había quedado libre de todo lo acordado con Gunnlaug. Thorstein replicó:
«Tengo pocas hijas que cuidar y no querría que ésta fuese motivo de riña para nadie. Primero quiero ir a preguntar a Illugi el Negro».
Y así lo hizo. Cuando se encontró con Illugi, Thorstein dijo:
«¿Crees que estoy libre de todo lo acordado con tu hijo Gunnlaug?».
Illugi respondió:
«Así es, ciertamente, si tú lo quieres. Poco puedo añadir, porque no sé nada de mi hijo Gunnlaug».
Entonces, Thorstein fue a ver a Skapti y acordaron que la boda se celebraría a principios del invierno, en Borg, si Gunnlaug no regresaba aquel verano; pero Thorstein quedaría libre de todo lo acordado con Hrafn, si Gunnlaug regresaba y venía a buscar a su novia. Después de la asamblea se marcharon a casa, y Gunnlaug siguió sin llegar; y a Helga no le gustaba nada el trato.
10. Gunnlaug pierde a Helga
Hablaremos ahora de Gunnlaug, quien volvió de Suecia a Inglaterra el verano en que Hrafn fue a Islandia, y el rey Olaf le dio magníficos regalos de despedida. El rey Ethelred dio buena acogida a Gunnlaug, quien se quedó allí durante el invierno, gozando de muy buen trato.
En aquellos tiempos era rey de Dinamarca Knut Sveinsson el rico, quien había sucedido a su padre y atacaba constantemente Inglaterra porque el rey Svein, su padre, había tenido allí un gran reino, antes de morir en el oeste. Y por entonces había un gran ejército danés allí, cuyo jefe se llamaba Heming, hijo del conde Harald Salmón y hermano del conde Sigvald, y regía en nombre del rey Knut las tierras que antes habían sido del rey Svein[55].
En primavera, Gunnlaug pidió al rey permiso para partir. Respondió éste:
«No es conveniente que te separes de mí ahora, en tiempos tan intranquilos como los que ahora tenemos en Inglaterra, ya que eres miembro de mi guardia».
Gunnlaug respondió:
«Vos decidís, señor, pero dadme permiso para marchar el próximo verano, si no vienen los daneses».
Y el rey contestó:
«Entonces veremos».
Pasó el verano, y luego el invierno, y los daneses no llegaron. Pasada la mitad del verano, Gunnlaug obtuvo del rey permiso para la marcha, y fue hacia el este, a Noruega, y encontró al conde Erik de Lade, en Trondheim, y el conde le recibió bien y le pidió que se quedara con él. Gunnlaug le agradeció la invitación, pero dijo que primero quería ir a Islandia a buscar a su prometida. El conde dijo:
«Ya se han marchado todos los barcos que iban a Islandia».
Uno de los hombres del séquito repuso:
«Ayer estaba Hallfred Vandraedaskald en Agdaness».
El conde respondió:
«Puede ser, porque se marchó de aquí hace cinco días».
El conde Erik hizo entonces acompañar a Gunnlaug hasta donde estaba Hallfred, quien le recibió con alegría. Era a fines de verano. Hallfred le dijo a Gunnlaug:
«¿Te has enterado del compromiso de Hrafn Önundarson con Helga la bella?».
Gunnlaug dijo que lo sabía, pero no en detalle. Hallfred se lo contó tal como lo sabía, incluyendo que muchos decían que Hrafn no valía menos que Gunnlaug. Gunnlaug dijo entonces este poema:
«No temo que el viento
azote con fuerza,
pues la brisa es buena,
mi leño del mar;
más temo que digan
que el héroe envejece
y nadie le estima
como igual de Hrafn».
Entonces dijo Hallfred:
«Ojalá, compañero, tus tratos con Hrafn vayan mejor que los míos. Llegué una vez con mi barco a Leiruvag, en Heid, hace unos años, y tenía que pagar medio marco de plata a un servidor de Hrafn, y no se lo di. Y en primavera llegó Hrafn con sesenta hombres y cortó las amarras, y el barco encalló en los médanos y casi zozobró. Tuve que darle a Hrafn lo que pidió y le pagué un marco: cosas de ese estilo dicen de él».
Hablaron entonces de Helga, y Hallfred alabó su belleza. Gunnlaug dijo entonces este poema:
«No debe el discreto
servidor de Odín,
amar la doncella
de lino vestida;
cuando éramos mozos
se amaron mis dedos
y los de la dama,
bella basa del oro».
«Está bien compuesto», dice Hallfred.
Desembarcaron en el norte, en Melrakkasletta, en Hraunhöfn, medio mes antes del invierno, y vararon allí el barco.
Había un hombre llamado Thord. Era hijo de un campesino de Sletta. Luchaba la glima[56] con los mercaderes, y ganaba. Se acordó que peleara con Gunnlaug, y la noche antes, Thord rezó a Thor para que le ayudara a ganar. Gunnlaug metió los dos pies por debajo de Thord y le hizo caer violentamente; pero el pie en que se apoyaba Gunnlaug se descoyuntó, y Gunnlaug cayó junto a Thord. Thord dijo entonces:
«Es posible que tampoco otras cosas te resulten bien».
«¿Qué cosas?», preguntó Gunnlaug.
«Tus asuntos con Hrafn, si llega a casarse con Helga a principios de invierno; yo estaba presente en la gran asamblea del verano, cuando llegaron a ese acuerdo».
Gunnlaug no respondió.
Le vendaron entonces el pie[57], y volvieron a colocarlo en la coyuntura; se había hinchado muchísimo. Gunnlaug y Hallfred, con otros diez hombres, marcharon hacia el sur, y llegaron a Gilsbakki, que está en el fiordo de Borg, la noche del sábado en que iban a hacer la boda en la hacienda de Borg. Illugi se alegró de ver a su hijo Gunnlaug y a su compañero. Gunnlaug dijo que quería ir a Borg de inmediato: Illugi pensó que no era conveniente, y así pareció a todos, excepto a Gunnlaug. Pero no podía andar, a causa de su pie, aunque procuraba que no se notara nada, y por ello se suspendió el viaje. Hallfred se marchó a la mañana siguiente a su casa, que está en Hreduvatn, en el valle del Nordra. Allí atendía las propiedades su hermano Galti, que era una magnífica persona.
11. Primer duelo de Gunnlaug y Hrafn
Hablaremos ahora de Hrafn, quien estaba en Borg para su boda. Dicen muchos que la novia estaba muy triste.
Cierto es el dicho de que se recuerda mucho tiempo lo que de joven se aprende: esto era lo que a ella le sucedía entonces. Durante la fiesta, un hombre llamado Sverting Hafr-Bjarnarson, nieto de Molda Gnup, pidió como esposa a Hungerd, hija de Thorod y Jöfrid, y decidieron que la boda se haría después de la fiesta de invierno, en Skaney. Allí vivía Thorkel, pariente de Hungerd, hijo de Torfi-Valbrandsson. La madre de Torfi era Thorodda, hermana de Tungu-Odd.
Hrafn se fue con su mujer, Helga, a su casa de Mosfel. Y, una mañana, cuando llevaban allí poco tiempo, Helga despertó mientras Hrafn dormía, y vio que estaba muy intranquilo. Cuando despertó, Helga le preguntó qué había soñado. Hrafn dijo entonces este poema:
«Me soñé en tus brazos
herido de espada,
tu cama era roja,
teñida en mi sangre;
no podía la mujer
y aun le agradaba,
curar las heridas
del acero a Hrafn».
Helga dijo:
«Nunca os perdonaré esto; me habéis engañado cruelmente. Gunnlaug debe haber regresado».
Y Helga lloró largamente. Poco después se supo el regreso de Gunnlaug. Helga se volvió entonces muy ruda para con Hrafn, hasta que éste no pudo seguir teniéndola en casa, y volvieron a la casa de Borg. Hrafn tenía muy poca relación sexual con ella.
La gente se estaba preparando ya para la fiesta del invierno. Thorkel de Skaney invitó a Illugi el Negro y a sus hijos. Y mientras Illugi se estaba preparando, Gunnlaug seguía sentado en la sala, sin hacer preparativo alguno. Illugi se acercó a él y dijo:
«¿Por qué no te preparas hijo?».
Gunnlaug respondió:
«Yo no iré».
Illugi dijo entonces:
«Claro que irás, hijo, y no seguirás añorando a una sola mujer; haz como si no pasara nada. No te faltarán mujeres».
Gunnlaug hizo lo que su padre decía, y fueron a la fiesta, y a Illugi y sus hijos les sentaron en el banco superior, y a Thorstein Egilsson y su yerno Hrafn, junto con el grupo de la novia, en el banco superior enfrente de Illugi. Las mujeres estaban sentadas en los lados de la sala, y Helga la bella estaba junto a la novia, y movió sus ojos hacia Gunnlaug y, como suele decirse, los ojos no engañan cuando una mujer ama a un hombre[58].
Gunnlaug estaba entonces muy bien vestido, y llevaba las magníficas ropas que le había regalado el rey Sigtrygg, y parecía superior a todos en muchas cosas, en su fuerza, su tamaño y su apostura.
La gente se divirtió poco en aquella fiesta. Y el día en que los hombres se estaban preparando para la marcha y las mujeres interrumpían su conversación y se disponían para volver a casa, Gunnlaug fue a hablar con Helga, y conversaron largo rato, y Gunnlaug dijo este poema:
«No vio el de acre lengua
un sólo día alegre,
pues la bella Helga
se esposó con Hrafn;
no escuchó el anciano,
su padre el guerrero,
todas mis palabras,
la casó por dinero».
Y también este otro:
«Oh, bella, mal paga
debo yo a tus padres,
la mujer despoja
de gozo al poeta;
pues te hicieron, mujer,
con ansia en el lecho,
que de un trol sea la obra
hermosa de ellos dos».
Gunnlaug le dio entonces a Helga la capa que le había regalado Ethelred, que se convirtió en su más preciado tesoro.
Luego, Gunnlaug se marchó: había unos hermosos caballos y yeguas, ya ensillados, atados ante la puerta de la casa. Gunnlaug saltó a lomos de un potro y atravesó el patio hasta el lugar donde estaba Hrafn, y éste hubo de echarse atrás.
Gunnlaug dijo:
«No debes retroceder, Hrafn, porque ahora no te amenazo, pero bien sabes que lo mereces».
Hrafn respondió con un poema:
«No cuadra, guerrero,
paje de Valquirias,
romper nuestro afecto
por una doncella;
hay muchas iguales,
luchador, allá al sur
boga el corcel del mar,
tan buenas mujeres».
Gunnlaug dijo:
«Quizá haya muchas, pero a mí no me lo parece».
Illugi y Thorstein llegaron corriendo entonces hacia ellos, porque no querían que se pelearan. Y entonces dijo Gunnlaug este poema:
«Por dinero dieron
la de clara tez
a Hrafn, y así dicen
que es igual a mí;
Ethelred el justo
retrasó mi viaje
por el fragor de aceros,
por eso ahora callo».
Después volvieron todos a casa, y durante el invierno hubo completa tranquilidad, y ninguna novedad. Hrafn no volvió a tener relación sexual con Helga desde que ésta vio a Gunnlaug.
El verano siguiente se reunió mucha gente en la gran asamblea; entre ellos estaba Illugi el Negro, con sus hijos Gunnlaug y Hermund, Thorstein Egilsson y su hijo Kolsvein, Önund de Mosfel y todos sus nietos, y Sverting Hafr-Bjarnarson. Skapti tenía que resolver un pleito.
Un día, en la asamblea, cuando se había congregado mucha gente en el monte de la ley[59], una vez terminadas de discutir las causas, Gunnlaug dijo en voz alta:
«¿Está aquí Hrafn, el hijo de Önund?».
Hrafn dijo que allí estaba. Entonces, Gunnlaug lengua de víbora dijo:
«Sabes que me has arrebatado a mi prometida, y te has enemistado conmigo. Por ello quiero retarte a duelo, aquí en la gran asamblea, para dentro de tres días, y lucharemos en la isleta del río Öxara».
Hrafn respondió:
«Es una buena oferta, como era de esperar de ti, y estoy dispuesto cuando quieras».
No les gustó este asunto a los parientes de ninguno de los dos, pero en aquel tiempo era legal retar a duelo cuando se pensaba que había un pleito grave con otro.
Y después de tres días, se prepararon para el duelo, e Illugi el Negro fue con su hijo a la isleta[60], acompañados de mucha gente, y con Hrafn iba Skapti, el narrador de las leyes, y otros parientes suyos. Y antes de empezar el duelo, Gunnlaug dijo estos versos:
«Presto estoy al duelo
ir, en la asamblea,
Dios me dé victoria,
desnuda la espada;
le rajaré el pecho
en que Helga se apoya;
al fin, mi claro acero
cortará su cabeza».
Hrafn respondió diciendo:
«Ignoran los poetas
cuál tendrá victoria,
desnuda la espada,
para herir dispuesta;
la muchacha, joven
y ya viuda, sabrá
de su hombre el valor,
aunque caiga muerto».
Hermund sostuvo el escudo por su hermano Gunnlaug, y Sverting Hafr-Bjarnarson por Hrafn[61]. El que resultara herido podía liberarse del combate por tres marcos de plata. Hrafn golpearía primero, porque él era el retado, y golpeó en la parte superior del escudo de Gunnlaug, y la espada se rompió en dos por la empuñadura, debido a la gran fuerza del golpe. La punta de la espada saltó por encima del escudo y golpeó a Gunnlaug en la barbilla, haciéndole un pequeño rasguño.
Los padres de ambos se interpusieron entonces, junto con otros hombres. Gunnlaug dijo:
«Declaro que Hrafn está vencido, porque está desarmado».
«Y yo declaro que tú eres el vencido —dijo Hrafn— pues has sido herido».
Gunnlaug se enfureció y dijo que no había terminado la lucha. Su padre, Illugi, dijo que no deberían seguir combatiendo en aquella ocasión.
Gunnlaug respondió:
«Querría saber si Hrafn y yo nos volveremos a enfrentar en otra ocasión en que tú, padre, estés lejos y no nos puedas separar».
Y así se despidieron y volvieron a sus cabañas.
Al día siguiente hicieron en la gran asamblea una ley por la que se prohibían los duelos a partir de entonces: se hizo con el acuerdo de todos los más sabios que había allí, y allí estaban todos los más sabios del país. Y el duelo que libraron Hrafn y Gunnlaug fue el último que se disputó en Islandia.
Esta gran asamblea fue la tercera por el número de asistentes, después de la que hubo tras la quema de Njal y la de la batalla de Heid[62].
Una mañana, cuando Gunnlaug y su hermano Hermund iban al Öxara a bañarse, llegó un numeroso grupo de mujeres, entre las que estaba Helga la bella. Hermund dijo:
«¿Ves allí a tu amiga Helga, al otro lado del río?».
Gunnlaug respondió:
«Claro que la veo».
Y dijo entonces este poema:
«Criaron esta mujer
para discordia de hombres;
culpable es el guerrero,
tanto ansió tenerla;
mis negros ojos, ahora
no pueden ya servirme
para ver la doncella
de belleza de cisne».
Después, cruzaron el río y Helga y Gunnlaug conversaron un rato. Y cuando volvieron a cruzar el río, Helga se puso en pie y se quedó mirando largamente a Gunnlaug. Entonces, Gunnlaug miró a la otra orilla del río y dijo estos versos:
«Dirigió sus ojos,
desde las claras cejas,
la hermosa doncella
como halcón, hacia mí;
la chispa de sus ojos
le causa daño a ella,
que es bella como el oro,
también me hiere a mí».
Después, volvieron todos a casa, terminada la asamblea, y Gunnlaug permaneció en Gilsbakki. Una mañana, al despertar, se habían levantado todos excepto él, que seguía acostado. Descansaba en un aposento al otro lado de la sala. Entraron entonces en la estancia doce hombres, todos ellos armados, y entre ellos estaba Hrafn Önundarson. Gunnlaug se puso en pie de un salto y logró tomar sus armas. Hrafn dijo:
«No corres peligro. Pero habrás de escuchar lo que me ha traído aquí. Me retaste a duelo en la gran asamblea del verano y dijiste que la pelea aún no había terminado. Ahora quiero yo hacerte una oferta: que nos vayamos los dos de Islandia, y vayamos a Noruega para batirnos. Allí nuestros parientes no nos molestarán».
Gunnlaug respondió:
«Son palabras de un hombre valeroso; con gusto acepto la oferta; y ahora, Hrafn, tendrás aquí toda la hospitalidad que desees».
Hrafn respondió:
«Es una buena invitación, pero por ahora nos iremos».
Así se despidieron. A los parientes de los dos les pareció muy mal, pero no podían hacer nada, a causa de la pasión que les enardecía a ambos; además, lo que debe suceder, sucederá.
12. Muerte de Gunnlaug y Hrafn
Hablemos ahora de Hrafn, quien preparó su barco en Leiruvag. Se mencionan los nombres de dos que fueron con Hrafn, sobrinos de su padre Önund. Uno se llamaba Grim, y el otro Olaf, y ambos eran hombres valerosos. A todos los parientes de Hrafn les pareció una gran desgracia. Pero Hrafn dijo que había retado a Gunnlaug a duelo porque ya no le servía de nada el tener a Helga; y señaló que uno de ellos dos había de perecer. Hrafn se hizo a la mar cuando tuvieron viento favorable, y llegaron a Trondheim, y allí se quedó durante el invierno, y en este tiempo no tuvo noticias de Gunnlaug, y allí se quedó esperándole el verano siguiente. Durante el invierno permaneció en un lugar de Trondheim que llaman Levanger.
Gunnlaug Lengua de Víbora embarcó en Sletta con Hallfred Vandraedaskald. Pero la partida se retrasó mucho y se hicieron a la mar cuando llegó viento favorable, y llegaron a las islas Orcadas poco antes del invierno. Por entonces gobernaba en las islas el conde Sigurd Hlödvisson, y Gunnlaug se presentó ante él y allí se quedó durante el invierno, siendo bien tratado por el conde.
En primavera, el conde Sigurd se dispuso a ir de saqueo para conseguir botín. Gunnlaug se preparó para ir con él y estuvieron haciendo incursiones por las Hébridas y los fiordos de Escocia, durante el verano, y riñeron muchas batallas, y Gunnlaug mostró ser el más osado y valiente, y el guerrero más resuelto, en todos los lugares donde estuvieron.
El conde Sigurd regresó a principios de verano, y Gunnlaug se unió a un grupo de mercaderes que iban a Noruega, y el conde le despidió con gran amistad.
Gunnlaug marchó hacia el norte, a Trondheim, en Lade, en busca del conde Eric, a principios del invierno, y el príncipe le acogió bien y le pidió que se quedara con él: Gunnlaug aceptó. El conde se había enterado ya de la disputa entre él y Hrafn, y le dijo a Gunnlaug que prohibía que lucharan en sus tierras. Gunnlaug dijo que el conde podía ordenar lo que gustase: y se quedó allí aquel invierno y estuvo siempre taciturno.
Un día, en primavera, Gunnlaug salió con su primo Thorkel. Salieron de la ciudad, y en un campo vieron delante de ellos a un grupo de hombres, en círculo, y dentro del círculo había dos hombres con armas que luchaban. A uno le llamaban Hrafn, y al otro Gunnlaug. Dijeron los que allí estaban, que los islandeses golpeaban flojo y que eran tardos en cumplir sus promesas. Gunnlaug se dio cuenta de que era una gran burla, y un desprecio, y se marchó en silencio. Poco después, le dijo al conde que no estaba dispuesto a seguir soportando el desprecio y la burla[63] de sus hombres por causa de su disputa con Hrafn, y le pidió un guía para ir a Levanger. Al conde le habían dicho que Hrafn se había ido de Levanger, camino de Suecia, y por ello le dio permiso a Gunnlaug, y dos guías para acompañarle en el viaje.
Gunnlaug salió de Lade con seis hombres, en dirección a Levanger, y cuando llegó allí, por la tarde, Hrafn ya se había marchado por la mañana, acompañado de cuatro hombres. Gunnlaug siguió hasta Veradal y llegó allí por la noche, y Hrafn había estado allí la noche anterior. Gunnlaug continúa hasta llegar a una hacienda en lo profundo de los valles, a la que llamaban Sula; Hrafn se había marchado por la mañana. Gunnlaug no interrumpió el viaje, y siguió caminando durante la noche. Y por la mañana, al amanecer, se vieron. Hrafn había llegado a un sitio donde había dos lagos, y entre ellos había unos campos que llaman de Gleipnir. Dentro de uno de los lagos había una pequeña lengua de tierra que llaman Dinganess[64]. Los hombres de Hrafn, que eran cuatro, y él mismo, tomaron posiciones en aquella punta. Con Hrafn iban sus primos Grim y Olaf.
Cuando se encontraron, Gunnlaug dijo:
«Me alegro de que nos hayamos encontrado».
Hrafn dijo que él también:
«Y ahora debemos elegir, luchamos todos o nosotros dos solos, pero siempre en número igual por cada lado».
Gunnlaug dijo que le parecería bien cualquiera de las dos cosas. Entonces, los primos de Hrafn, Grim y Olaf, dijeron que no querían ser meros espectadores de su lucha. Así dijo también Thorkel el Negro, primo de Gunnlaug. Éste les dijo a los guías del conde:
«Vosotros dos os quedaréis ahí sentados y no ayudaréis a ninguno de los dos, y seréis los narradores de nuestra lucha».
Y así lo hicieron.
Entonces empezaron todos a pelear bravamente. Grim y Olaf atacaron a Gunnlaug, y su encuentro terminó con la muerte de ambos, sin que Gunnlaug resultara herido. Esto lo cuenta Thord Kolbeinsson en el poema que hizo sobre Gunnlaug Lengua de Víbora, y que dice así:
«Antes de ir hacia Hrafn
mató Gunnlaug a Olaf
y a Grim, a luchar prestos,
con su fuerte espada;
fue el matador de tres,
cubierto iba de sangre,
hombres valerosos;
el héroe los mató».
Hrafn, mientras tanto, peleaba con Thorkel el Negro, primo de Gunnlaug, y Thorkel cayó ante Hrafn y perdió la vida, y al final murieron todos los compañeros de los dos. Entonces lucharon ellos dándose grandes golpes en resuelto combate, y ninguno de los dos cedía ante el otro, y peleaban sin perder su ímpetu. Gunnlaug llevaba la espada que le había regalado Ethelred, que era un arma magnífica. Golpeó a Hrafn violentamente con su espada, y le cortó la pierna por abajo. Pero Hrafn no cayó, y se echó para atrás hasta apoyar el muñón sobre un tronco caído.
Gunnlaug dijo:
«Ahora ya no puedes luchar: no quiero seguir peleando contigo, ya que estás inválido».
Pero Hrafn respondió:
«Mal se me han puesto las cosas, ciertamente, pero aún así podría seguir luchando si pudiera beber algo». Gunnlaug repuso:
«No me traiciones si te traigo agua en mi yelmo».
Hrafn dijo entonces:
«No te traicionaré».
Así que Gunnlaug fue a un arroyo y tomó agua en su yelmo y se la llevó a Hrafn. Pero éste cogió el yelmo con su mano izquierda, y con la derecha golpeó a Gunnlaug en la cabeza, y le hizo una gran herida. Gunnlaug dijo entonces:
«Me has traicionado, te has comportado cobardemente aunque confié en ti».
Hrafn repuso:
«Es cierto: pero me impulsó a ello el que no quiero que abraces a la bella Helga».
Y siguieron luchando vehementemente. Y al fin, Gunnlaug venció a Hrafn, y Hrafn murió.
Vinieron entonces los guías del conde, y vendaron la herida que Gunnlaug tenía en la cabeza. Gunnlaug entonces recitó este poema:
«Contra nosotros siempre
avanzó valiente
Hrafn en el combate,
el gran peleador;
esta mañana ha habido
gran blandir de lanzas,
aquí en Dingar de Hördar,
contra el héroe Gunnlaug».
Después asistieron a los muertos y llevaron a Gunnlaug sobre su caballo hasta Levanger. Y allí yació tres días y recibió todos los cuidados de un sacerdote, y luego murió y fue enterrado allí mismo, en la iglesia. Y a todos les pareció grande la pérdida de Gunnlaug y Hrafn en tales circunstancias.
13. Fin de la historia
En verano, antes de que estas noticias llegaran a Islandia, Illugi el Negro tuvo un sueño en su casa de Gilsbakki. Creyó que Gunnlaug venía a él en el sueño, y estaba todo ensangrentado; y en el sueño dijo ante él unos versos. Cuando despertó, Illugi recordaba el poema, y más tarde se lo recitó a los otros:
«Sé que Hrafn, aunque a Hrafn
yo mismo herí en la pierna,
me asestó horrible golpe
con el pez del combate;
el ave carroñera
sangre bebió, caliente
pues hirió la espada
la cabeza de Gunnlaug».
Aquella misma noche, en Mosfel, Önund soñó que Hrafn venía a él, y estaba todo ensangrentado. Y dijo este poema:
«Roja estaba la espada,
con ella me golpeó;
las espadas batieron
junto al mar los escudos;
vi águilas sangrientas
beber sangre en mi testa,
chapoteaba en la sangre
el ave carroñera».
El verano siguiente, Illugi el Negro dijo a Önund en el monte de las leyes, cuando estaban en la gran asamblea:
«¿Qué compensación me darás por mi hijo, ya que tu hijo Hrafn traicionó la palabra dada?».
Önund respondió:
«No me considero obligado a dar compensación, porque aquella lucha me ha producido una terrible herida. Tampoco yo te pediré compensación por mi hijo».
Illugi repuso:
«Sufrirán por ello tus parientes y tus hijos».
Y tras la asamblea del verano, Illugi se mostró siempre triste.
Cuentan que aquel otoño, Illugi salió de su casa con tres hombres, y llegaron a Mosfel por la mañana temprano. Önund y sus hijos consiguieron meterse en la iglesia, pero Illugi cogió a dos parientes suyos. Uno se llamaba Björn y el otro Thorgrim. Hizo matar a Björn y cortarle el pie a Thorgrim. Luego, Illugi volvió a casa y Önund no intentó conseguir compensación.
Hermun Illugason lamentó mucho la pérdida de su hermano Gunnlaug, y creía que aún no se había compensado suficientemente su muerte, pese a lo que Illugi había hecho.
Había un hombre llamado Hrafn que era sobrino de Önund, y vivía en Mosfel. Era un gran comerciante y tenía un barco que estaba varado en el fiordo de Hrut. En primavera, Hermund Illugason salió de casa él solo, y fue hacia el norte, primero al páramo de Holtavörda y luego al fiordo de Hrut y a Bordeyr, donde estaba el barco del comerciante. Los mercaderes estaban casi listos para partir. Hrafn estaba en tierra, y con él había varios hombres.
Hermund llegó hasta donde estaban, atravesó a Hrafn con su lanza y se marchó. Los compañeros de Hrafn quedaron sorprendidos. Tampoco se pidió compensación por aquella lucha, y de esta forma terminaron las disputas de Illugi el Negro con Önund de Mosfel.
Thorstein Egilsson casó a su hija Helga, cierto tiempo después, con un hombre llamado Thorkel Halkelson, que vivía en el Hraunsdal. Helga se fue a vivir con él, pero le amaba poco, ya que nunca olvidó a Gunnlaug aunque estuviera muerto. Sin embargo, Thorkel era un hombre valeroso y rico, y un buen poeta. Tuvieron bastantes hijos. Uno de ellos se llamó Thorarin y otro Thorstein.
Lo que más le gustaba a Helga era extender la capa que le había regalado Gunnlaug, y mirarla largo rato.
En una ocasión, se produjo una epidemia en la granja de Thorkel y Helga, y muchos hubieron de padecerla durante bastante tiempo. También Helga enfermó, pero no se metió en la cama. Y un sábado por la tarde, Helga estaba sentada en la sala, y apoyó la cabeza en las rodillas de su esposo Thorkel, e hizo traer la capa de Gunnlaug.
Cuando la trajeron se sentó, extendió la capa ante ella y la contempló largamente. Luego se arrodilló apoyada en los brazos de su esposo y expiró.
Thorkel dijo entonces este poema:
«Yacía, a mí abrazada,
mi adorada esposa,
Dios quitó la vida
de mi esposa amada,
aún será más duro
seguir ansiándola».
Helga fue llevada a la Iglesia y Thorkel siguió viviendo en la granja, pero lamentó mucho la muerte de Helga, como era de esperar.
Y aquí termina la historia.