Apéndice
La casa servicial de Tenn (esa casa servomecánica que suspende el tiempo y convierte a sus habitantes en durmientes eternos) y el twonky de Kuttner (el servomecanismo que transforma los cerebros de sus dueños en jalea, con el solo objeto de ser útil, naturalmente), causaron en mí verdadero terror cuando aún era demasiado joven para aterrarme por casi nada, y veinte años más tarde aún podría contar el argumento de ambas historias con una precisión que me hace sentir incómodo…, pero, amigos, la máquina que toma el mando es sólo un aspecto de la cuestión.
El twonky y la casa servicial eran sólo exteriorizaciones, agentes, medios. Victimizaban a gentes que podían haber resuelto el problema escapándose, quemando las máquinas o (lo mejor de todo) cerrando el ejemplar de Astounding Science Fiction y acabando así con el embrollo. Sin embargo, durante los años siguientes hemos aprendido demasiado con respecto a la Gran Máquina. Las lecciones que nos ha dado la tecnología moderna son simples, después de todo.
Somos nosotros las máquinas. Y estamos cogiendo el mando. Y hemos perdido el control.
La ciencia ficción ha dejado ya de ser una metáfora, y el twonky, después de encender nuestros mortíferos cigarrillos, no va a quedarse recostado contra la pared. El twonky se nos ha metido dentro. Y la casa servicial arde en nuestro cerebro.
Novelas
Beyond Apollo, de Barry N. Malzberg.
A For Anything, de Damon Knight.
Relatos
The House Dutiful, de William Tenn.
The Twonky, de Henry Kuttner y C. L. Moore.
The Enormous Radio, de John Cheever.
No Fire Burns, de Avram Davidson.
Street of Dreams, Feet of Clay, de Robert Sheckley.
AAA Ace Series, de Robert Sheckley.
The Little Black Bag, de C. M. Kornbluth.
The Altar at Midnight, de C. M. Kornbluth.