VIII. La Bruja y el Búho visitan a Sid

La bruja soltó una ruidosa y malévola carcajada y se dirigió hacia el norte, donde sabía que Sid pasaba la noche. Sid dormía plácidamente. Tanto, que al búho le tomó tres aullidos despertarlo.
—¡Uuuuuhhhh! ¡Uuuuuhhhh! ¡Uuuuuhhhh!
—¿Quién va? —preguntó Sid; se puso en pie y asió con firmeza la empuñadura, sin llegar a desenvainar su espada.
—No temas. Soy Morgana, la bruja. —Sid se mantuvo en pie.
—¿Qué es lo que deseas de mí?
La bruja era malvada. Ella quería dos cosas: por una parte, que Nott matara a Merlín y, por la otra, persuadir a Sid para que se marchara del lugar. De este modo, ella se quedaría con el Trébol Mágico en caso de que al día siguiente este naciera en algún lugar del bosque. Morgana ideó otra mentira para Sid:
—El Trébol Mágico nacerá mañana. Pero Merlín te ha mentido. No es un trébol de suerte ilimitada… ¡es el trébol de la desgracia! Yo misma realicé el conjuro: «El que lo arranque morirá a los tres días». Pero si nadie lo arranca, entonces Merlín morirá al caer la noche. Por eso, os ha engañado a ti y al otro caballero. Para que alguno de los dos muera en su lugar. Merlín precisa que el trébol sea arrancado antes de mañana al anochecer. Vuelve al castillo: Nott ya está en camino.
La bruja había sido muy astuta: no dejaba opción a Sid. Si al día siguiente encontraba el Trébol Mágico no sabría qué hacer. Si lo arrancaba, moriría. Pero ¿y si el que tenía razón era Merlín? ¿Y si en realidad era el Trébol de la Buena Suerte?
Lo mejor y lo más fácil sería hacer como Nott: abandonar el bosque y no enfrentarse a ese dilema. Pensó durante unos segundos y a continuación le dijo a Morgana:
—Bien. Entonces partiré esta misma noche…
La bruja sonrió, satisfecha, aunque Sid añadió:
—… Pero iré a buscar a Merlín. Le pediré que sea él quien arranque el Trébol Mágico. El hechizo del que me hablas dice que quien lo arranque morirá a los tres días, pero si quien lo arranca es Merlín, entonces él no morirá. El conjuro quedará deshecho, ya que el que debe morir si no se arranca y el que ha de morir si se arranca son la misma persona. Así, Merlín quedará a salvo y después me dará el trébol.
Sid había sido más inteligente que la bruja Morgana, que ahora ya no sonreía. Al darse cuenta de que Sid no había caído en su trampa, dio media vuelta con el búho en su hombro, se subió a la escoba y partió veloz, cual perro con el rabo entre las piernas, refunfuñando ruidosamente.
Sid reflexionó sobre lo sucedido. Él sabía que Merlín no engañaba a nadie. ¿Cómo podía Nott haber creído en algo así o en lo que fuera que le hubiera dicho la bruja? ¿No sabía, como buen caballero, que lo verdaderamente importante era no perder la fe en la propia empresa?
Había visto a tantos caballeros desesperarse y abandonar cuando la Buena Suerte tardaba en llegar, que había aprendido lo importante de mantener la fe en lo que uno pensaba que era lo correcto.
Antes de dormirse, pensó también lo importante que era no cambiar la empresa propia por la empresa de otro, es decir, la de la bruja por la suya propia. La Buena Suerte le había llegado siempre que se había mantenido fiel a su empresa, a su cometido, a su misión, y a su propio propósito.
Por último, recordó lo que siempre le había dicho su maestro: «Desconfía del que te propone asuntos en los que se gana mucho de forma fácil y rápida. Desconfía del que te venda suerte».