21 de agosto. La vía soñada, terminada

ERNESTO NAVARRO

Al día siguiente ya todo lo encontramos sin dificultades ¡hasta una estupenda chimenea! Subimos hasta la cima de la gran entosta que nos aproxima a la arista izquierda, descendemos un poco por el otro lado y soy yo el que se dispone en seguida a atacar este largo de cuerda que parece tiene alguna dificultad (quizá sea un poco ganas de quitarme la espina, el orgullo humano no tiene límites). Sólo lo parece, pues es cierto que éstas terminaron ayer. En las siguientes [horas] estamos ya en la arista y desde aquí a la cima todo se va desarrollando con rapidez, pues ya podemos subir la mochila a la espalda en lugar de izarla con la triple como era necesario hacerlo antes. Hacia la puesta de sol llegamos a la cima, a tiempo de contemplar ese maravilloso mar de nubes que empieza a nuestros pies y se pierde allá a lo lejos confundiéndose con el Cantábrico y del que emergen, como pequeños islotes coloreados por los últimos rayos de sol, solamente las cimas más altas y puntiagudas de este estupendo macizo que es Picos de Europa.

En las crestas de salida, 21 de agosto de 1962: la vía soñada está terminada.

Tras las últimas fotos y vueltas de manivela, pues, aunque nada he dicho aún de esto, hemos venido provistos también de tomavistas y hemos filmado los pasos que creíamos interesantes y nos permitían las circunstancias, estampamos nuestras firmas y hacemos nuestra pequeña reseña en el libro que encontramos junto a la imagen de la Virgen, y ya con las primeras sombras de la noche iniciamos el descenso por la vía normal con la satisfacción de haber visto realizada una de nuestras ilusiones deportivas.

ALBERTO RABADÁ

¡Hoy estamos contentos! Contra lo que esperábamos es ya nuestro cuarto largo de cuerda y la pared cada vez va oponiendo menos resistencia. Otro largo más y Navarro alcanza una gran plataforma situada ya a unos 350 m del suelo, la cual decide llamar Plaza de Rocasolano en recuerdo a una que así se llama en nuestra querida Zaragoza.

Filmando con un tomavistas de 8 mm en el Naranjo de Bulnes, desde la Plaza de Rocasolano.

Aún quiere la pared oponer alguna resistencia que pronto se ve arrollada por el empuje de Navarrico, que a golpe de «pitoche» y «escarpa» domina un aéreo y bonito paso que le hace gritar/cantar de júbilo.

Otro largo, esta vez a mi cargo, y de pronto me encuentro a caballo en la arista plana entre la cara Oeste y la Norte, suspendido al parecer sobre la entrada de la Canal de la Celada que se ve allá abajo… Muy abajo.

Los largos de cuerda se suceden ya con rapidez. Lo tumbado de la pared y la abundancia de buenas presas permiten subir al segundo con la mochila puesta. Aún hay que colocar algún clavo, usar pies y manos en constante progresión. ¡De pronto! ya sobran las manos, ¡los clavos!… Pisamos terreno llano… Es la antecima… Unos metros más… Entre piedras castigadas por el rayo de años y años alcanzamos el «montoncete» de piedras donde encontraremos el buzón-registro donde dejaremos una pequeña huella de nuestro paso. Pequeña, comparada con la que la «excursión» por tan noble y hermosa pared nos ha dejado a nosotros.

Te acuerdas lo prometido… Mas líbranos del mal. Amén. Fin.