Catalina de Aragón
Catalina de Aragón (1485-1536) era la hija pequeña de los Reyes Católicos, quienes, para fortalecer las relaciones de amistad con Inglaterra, la casaron con Arturo, Príncipe de Gales. Sin embargo, Catalina llegó a reina de Inglaterra tras su matrimonio con el hermano de éste, Enrique VIII, que pronto acabó repudiándola para casarse con Ana Bolena. Para ello, el rey inglés tuvo que renunciar a la religión católica.
Catalina de Aragón nació el 16 de diciembre de 1485 en Alcalá de Henares. Pasó parte de su infancia en Granada, ciudad a la que adoraban sus padres, ya que tras su conquista la consideraron un símbolo para la cristiandad. Educada, como sus hermanas Isabel, María y Juana, en la cultura renacentista española que tanto apoyaba su madre, la reina Isabel, y con una sólida formación humanística y científica, los más ilustres humanistas la consideraron un «milagro de erudición femenina».
En virtud de intereses políticos fue casada muy joven con Arturo, Príncipe de Gales e hijo de Enrique VII. Los Reyes Católicos y el rey de Inglaterra renovaron de nuevo las relaciones amistosas entre el reino de Castilla e Inglaterra que inauguró en 1389 el matrimonio entre Catalina de Lancaster, bisabuela de Catalina de Aragón, y el Príncipe de Asturias, coronado como Enrique III de Castilla tras la muerte de su padre, Juan I. Después de varios intentos infructuosos de renovar mediante enlaces matrimoniales las relaciones entre ambas coronas, bajo el reinado de Enrique VII deTudor había llegado el momento. En primer lugar, una alianza con una gran corona otorgaría estabilidad y legitimidad al nuevo monarca, que había accedido al trono en 1485 tras la Guerra de las Dos Rosas, que acabó con la vida del entonces rey Ricardo III. En segundo término, porque ambas coronas defenderían unidas sus intereses frente a Francia.
En el otoño de 1486 Enrique VII envió a Francia a sus embajadores Richard Nangan y sir Thomas Savage para negociar el matrimonio de su hijo mayor, Arturo, con la bella infanta que por entonces era sólo una recién nacida. El 27 de marzo de 1489 ambas coronas firmaron en Medina del Campo el acuerdo que no sólo estableció las condiciones del matrimonio, sino que reguló las crecientes relaciones comerciales y abrió un periodo de intensa cooperación política entre Castilla e Inglaterra.
El 15 de agosto de 1497, Catalina de Aragón se casó por poderes con Arturo, casi un año menor que ella y de salud quebradiza. Pocos años después, el 21 de mayo de 1501, Catalina, acompañada por un numeroso séquito, abandonó Granada para reunirse con su esposo. En su nueva tierra fue recibida con todos los honores. Después, sabría ganarse el favor, el cariño y respeto de los ingleses gracias a su recta moral y a una conducta intachable durante su particular calvario.
El 14 de noviembre, poco más de un mes después de arribar en el puerto de Plymouth, se celebró por todo lo alto la boda que solemnizó el matrimonio. Sin embargo, durante un viaje, los recién casados contrajeron la enfermedad de la «fiebre con sudor frío», una variedad de la gripe. Ella era de constitución fuerte, pero él no la pudo superar y el 2 de abril de 1502 falleció. Ninguno de los dos había cumplido los dieciséis años.
Fueron tiempos muy difíciles para ella, que malvivió durante siete años sin ser atendida ni por su padre ni por su suegro. Catalina sólo podía confiar en su confesor, Diego Fernández. El propio Enrique VII, impresionado desde el primer momento por la belleza de la joven de pelo rubio, ojos azules y tez lechosa, intentó sin éxito desposarla. A lo cual se opuso con firmeza Isabel la Católica. Finalmente, y después de que la jerarquía eclesiástica dictaminara que el matrimonio entre Catalina y Arturo no se había consumado, su cuñado Enrique VIII, varios años más joven que ella, acabaría tomándola como esposa en 1509. Del matrimonio entre ambos nació una hija, María Tudor.
Catalina era devota y retraída; él, disipado y displicente. A pesar de ello, al principio el matrimonio funcionó. Pero en 1527 Enrique VIII se enamoró perdidamente de Ana Bolena. Por tal motivo, el rey no dudó en solicitar el divorcio —argumentando que el matrimonio no había sido lícito porque se había producido entre familiares—. Algunos destacados dirigentes políticos de la época no aceptaron tales razones el propio Tomás Moro pagó con su vida su adhesión a la reina. Catalina, marginada y humillada, fue recluida en el castillo prisión de Kimbelton, donde murió el 7 de enero de 1536, tras varios años de sufrimiento.
No obstante, ella nunca renunció a su título ni concedió el divorcio. El papa Clemente VII tampoco accedió a la petición de Enrique VIII, lo que provocó el cisma religioso en Inglaterra. El rey se separó de la Iglesia Católica y, apoyado por los protestantes europeos, fundó el anglicanismo. Crammer, convertido en arzobispo de Canterbury, pronunció el divorcio en 1531. Entonces, Enrique VIII se pudo casar con Ana Bolena y Catalina de Aragón se convirtió en un ejemplo de entereza para la sociedad inglesa. No en vano, Shakespeare dijo de ella que era «la reina de todas las reinas y modelo al mundo de la majestad femenina».