Juan I de Castilla

El reinado de Juan I, marcado en política exterior por la guerra con Portugal, fue una época de gran actividad legislativa y de protagonismo de las Cortes. Sin embargo, finalizó con una crisis económica que trajo consigo malestar social.

Juan I, rey de Castilla, hijo de Enrique II y Juana Manuel, nació en Épila (Zaragoza) en 1258. Fue el segundo rey de la dinastía Trastámara.

Una de las primeras acciones que emprendió al subir al trono fue el traslado de la corte a Burgos, donde celebró las primeras Cortes de su reinado.

La cuestión portuguesa

Se casó con doña Leonor, hija de Pedro IV de Aragón, en 1375, pero, al morir ésta en 1382, contrajo matrimonio con doña Beatriz, heredera del trono de Portugal (1383). Fernando I de Portugal que no era partidario de la unión de las dos coronas, no asistió a la boda de su hija con Juan I porque se encontraba enfermo. En las capitulaciones matrimoniales que se firmaron en este enlace se estableció que Enrique —hijo primogénito de Juan I y doña Leonor— heredaría Castilla y los hijos que tuviera con Beatriz, Portugal.

Al morir en 1383 su suegro, Fernando I de Portugal, Juan I intentó asumir la corona portuguesa en nombre de su esposa, pero los portugueses se negaron a unirse a Castilla y proclamaron rey al maestre de Avís hijo bastardo de aquel soberano, que reinó, también con el nombre de Juan I. Francia e Inglaterra intervinieron en este conflicto. La primera apoyó a Castilla y la segunda a Portugal. En este contexto, el monarca castellano invadió Portugal para defender los derechos de su mujer y, aunque puso sitio a Lisboa, hubo de levantarlo a causa de una epidemia de peste que afectó gravemente a su ejército. En una segunda invasión, el maestre derrotó a las tropas castellanas en la batalla de Aljubarrota (1385). Esta clara victoria consolidó a Juan Avís en el trono de Portugal, inaugurando la dinastía de los Avís.

Aprovechando las convulsiones que por entonces vivía Castilla, Juan de Gante, duque de Lancaster e hijo de Eduardo III de Inglaterra, decidió reclamar el trono de Castilla, al que consideraba que tenía derecho por su matrimonio con doña Constanza, hija de Pedro I el Cruel y de doña María de Padilla. Para ello invadió Galicia (1386) y se dirigió a León, ayudado por el rey portugués. El duque se retiró en 1387 al encontrarse con una enorme resistencia por parte del pueblo, pero la solución definitiva de este conflicto no se produjo hasta la firma del acuerdo de Bayona (1388), donde se pactó el matrimonio de Enrique —futuro Enrique III—, heredero de Castilla, con Catalina de Lancaster, hija del duque. Los esposos reciben los títulos de Príncipe y Princesa de Asturias (1388) —que desde entonces han llevado los herederos del trono español— y renunciaron a sus derechos a la corona de Castilla. En 1190, el duque de Lancaster fue proclamado duque de Aquitania.

El rey prudente

Juan I también tuvo que decidir sobre la posición de Castilla ante el Cisma de Occidente, que se había producido tras la muerte del Papa Gregorio XI en 1378. El monarca castellano, tras escuchar a una junta de prelados y doctores del reino, declaró el apoyo de Castilla a la causa del Papa de Aviñón, Clemente VII (1381).

Durante el reinado de Juan I se introdujo el calendario cristiano —que contaba los años desde el nacimiento de Cristo—, aboliéndose en Castilla la era hispánica (1384) —que empezaba a contar los años desde el treinta y ocho a. C.—, y se reformó el gobierno anterior y la administración de justicia. El monarca llevó a cabo una tarea legislativa muy importante, colaboró intensamente con las Cortes, creó el Consejo Real (1385) —órgano consultivo supremo de la monarquía— y un cuerpo de policía local, organizó un ejército permanente y limitó la concesión de mercedes a los nobles. En líneas generales, fue un rey prudente y, salvo en el caso de la empresa de Portugal, partidario de la paz y el bienestar interior.

A lo largo de su reinado, Juan I convocó Cortes con frecuencia, como las de Segovia (1386), Briviesca (1387) y Guadalajara (1390), en las que se tomaban decisiones importantes y de las que salían numerosos ordenamientos.

Al final de su reinado aparecieron síntomas de crisis, ocasionada sobre todo por los grandes gastos que había supuesto la guerra con Portugal, lo que hizo que tomara medidas de ahorro, como la acuñación de una moneda de baja ley.

En aquellos años, la hostilidad popular contra los judíos —presente ya durante el reinado de su padre— creció.

De su primer matrimonio con doña Leonor tuvo tres hijos: Enrique, su sucesor en el trono; Fernando, llamado el de Antequera, luego rey de Aragón, y Leonor. Juan I murió en Alcalá de Henares el 9 de octubre de 1390 al caerse de su caballo, dejando como sucesor a Enrique, todavía menor de edad.