El secreto del camarero


Después de esta extraordinaria conversación Ariadna continuó caminando en la dirección que le había señalado el Atraepájaros. Le había dicho que siguiera uno de los surcos del sembrado y que no lo abandonara hasta llegar a un muro de color rojo.

El Atraepájaros le había asegurado que el centro del Laberinto se hallaba muy cerca de allí.

Antes de ponerse nuevamente en camino, sin embargo, Ariadna anotó en su cuaderno lo más importante que había aprendido hablando con aquel hombre:

El miedo es el medio de descubrir lo que necesitas encontrar

Tras andar un centenar de metros, el surco del sembrado desapareció y Ariadna se encontró otra vez caminando sin rumbo en un páramo donde sólo crecían hierbajos.

Al llegar al muro rojo, que era tan largo como el horizonte, se dio cuenta de que ya había estado allí. Era la pared de piedra que había roto la primera vez al apoyarse sobre ella.

Con la lección aprendida sobre los obstáculos reales y postizos, Ariadna golpeó el muro con las palmas de las manos hasta derribar una columna de ladrillos. Se había abierto una brecha suficientemente ancha para que pudiera pasar al otro lado, donde para su sorpresa encontró la calle en la que había dormido tres días atrás.

Al pasar nuevamente junto al CAFÉ
del laberinto recordó que el camarero le había prometido explicarle cuál es el sentido de la vida.

Nirvana no estaba limpiando los escalones de la conciencia, así que los subió des
preocupadamente y entró en el bar, que en aquel momento estaba lleno de clientes tomando el desayuno.

Ariadna se sentó en el único taburete vacío junto a la barra y se sorprendió al encontrar ante sí las tres tazas vacías, como la primera vez que había entrado en el café. Eso la convenció de que la estaban esperando.

El camarero confirmó esa certeza al dirigirse hacia ella muy risueño y decir:

- Bueno, ¿qué desea la señora?

- Ya lo sabe: vengo a que me explique cuál es el sentido de la vida.

- Eso haré. Pero no olvide que el sentido de la vida es diferente para cada persona y es usted misma quien debe descubrirlo.
Yo sólo puedo contarle lo que he descubierto después de trabajar cuarenta años como camarero.

Ariadna contempló expectante las tres tazas vacías mientras el hombre se ponía bien la armilla antes de iniciar, feliz y sonriente, su explicación:

- He calculado que el contacto de un camarero con cada cliente que pide un café no supera de media un minuto escaso. Es el tiempo que suman el saludo y la pregunta: «¿Qué desea tomar?», lo que te pide el cliente, cuando pones la taza sobre la mesa, la hora de pasar la cuenta y la despedida cuando se marcha. Son muchos momentos diferentes, pero el verdadero contacto entre el camarero y el cliente no supera en conjunto el minuto.

- ¿Y qué significa eso?

- ¡Significa que es una oportunidad! Independientemente de la calidad del café, que es lo de menos, en ese minuto el camarero tiene ante sí tres opciones o, mejor dicho, tres posibles resultados que dependen de su actitud.

Tras decir eso el camarero hizo una breve pausa para buscar las palabras más adecuadas. Luego explicó:

- En ese minuto puedes conseguir que la persona se marche peor de lo que ha llegado si eres grosero. O bien puede irse igual que ha venido si lo tratas con indiferencia. Pero también tienes la oportunidad de que salga del café mejor de lo que ha entrado si le regalas un poco de amabilidad.

- ¿Y eso es todo? -dijo Ariadna sin ocultar su decepción-. Pero ¿qué tiene que ver eso con el sentido de la vida?

- ¡Éste
ES justamente el SENTIDO DE LA VIDA!, y no sólo para los camareros.

Todos tenemos cada día decenas de pequeños
y grandes contactos con los demás. Nuestro reto es conseguir el tercer resultado: que su vida sea un poco mejor después de estar con nosotros. ¡Ése es el desafío, el premio gordo de cada encuentro!

Al escuchar esto Ariadna se quedó pensativa. El camarero entonces le guiñó el ojo
y se despidió así:

- Y ahora debo irme: tenemos muchas vidas que mejorar.