PREFACIO DE SOMBRA (I)[25]
La hija de la voz la poseyó en su estar, en su ser, por la tristeza.
Los pequeños pájaros ponzoñosos que se abrevan en un agua negra donde se refleja la maravilla, son sus animales, son sus emblemas. A un tiempo mismo busca calentar su corazón suplicante.
Los perros nocturnos: otro llamamiento.
¿Quién conoce mi humor hiriente? Desde mi libro aullante «alguien mata algo».
Nadie me enciende ninguna lámpara, nadie es del color del deseo más profundo.
12/VII/1970