Capítulo 13

El armario resultó ser un vestidor más amplio que la propia habitación de Harry.

Se dirigió hacia el riel que se extendía a lo largo de la pared y echó un vistazo a las perchas. Parecían prendas de diferentes tallas, pero todas llevaban la etiqueta del mismo diseñador y eran glamurosas, apropiadas para veladas nocturnas. Harry suspiró. Con la cara magullada y los zapatos destrozados, no le sentarían muy bien.

Hurgó en los estantes situados a sus espaldas y encontró unos vaqueros de hombre, un cinturón ancho y algunas camisas blancas bien planchadas envueltas aún en celofán. Unos minutos más tarde ya estaba vestida, con la camisa remetida y el cinturón bien ceñido sobre los vaqueros anchos. Mientras bajaba las escaleras se preguntó quién sería la mujer que había dejado su vestuario allí.

Harry encontró la habitación de la parte trasera de la casa en la que había entrado Dillon y empujó la puerta. No había ni rastro de él.

Observó detenidamente su interior y supuso que se trataba del lugar donde Dillon solía pasar más tiempo. Era una mezcla entre despacho y guarida de soltero, y olía a cuero y queso gratinado. Enfrente del televisor había un enorme sillón con un reposapiés y un accesorio para sostener bebidas. A Harry le costó imaginarse a Dillon viendo la televisión con los pies en alto.

Una gran fotografía en blanco y negro, quizá de un metro y medio por un metro, dominaba una de las paredes. Era una imagen reciente de Dillon tomada desde una perspectiva aérea. Parecía sentado con las piernas cruzadas en una playa desierta, y a su alrededor se apreciaban una serie de líneas y espirales trazadas en la arena. Era una elaborada trama que conformaba un dibujo celta y ocupaba media playa.

—Es un laberinto conectado de forma simple.

Harry dio media vuelta y vio que Dillon estaba en la puerta, observándola. Se había puesto unos elegantes pantalones de algodón y una camiseta de rugby. Llevaba en las manos una bandeja de plata. Señaló con la cabeza hacia la fotografía al entrar en la habitación.

—Solía dibujarlo en todas partes. Sobre el césped, en la nieve... Incluso una vez llegué a construir uno con espejos.

Harry se giró hacia la fotografía. Los confusos remolinos se unían en caminos y callejones sin salida, y le recordaban al tipo de laberintos que hacía de niña.

—¿Qué significa «conectado de forma simple»? —preguntó ella.

—Todos los caminos que puedes escoger conducen o a otro camino o bien a uno sin salida. —Se oyó el golpe de la bandeja al colocarla sobre la mesa de centro—. No vuelven a conectarse entre ellos, así que es la clase de laberinto más sencilla de resolver.

Harry entrecerró los ojos y trató de seguir uno de los caminos, pero se perdía y finalmente desistió.

—No sabía que te gustaran tanto los laberintos —dijo.

—¿No te has preguntado el porqué del nombre de mi empresa?

Ella le lanzó una mirada inquisitiva.

—La palabra irlandesa «lúbra» significa « laberinto».

Harry sonrió.

—Qué gracia.

Se fijó en la bandeja. Había traído una botella de brandy, dos copas redondas de cristal y un plato con una torre de sándwiches. Le rugió el estómago. No había comido en todo el día.

Se acomodó en una silla para tomar un sándwich. Dillon sirvió el brandy. Arqueó las cejas al fijarse en la camisa y los vaqueros de hombre que Harry llevaba, pero no hizo ningún comentario.

Harry dio un trago.

—Mira, siento mucho todo ese asunto de Ashford. —Respiró hondo—. Y también lo de antes, cuando no estaba muy comunicativa contigo. A veces me pasa.

Dillon estaba ocupado con su sándwich.

—No te preocupes, no tienes por qué explicármelo todo si no quieres.

Harry suspiró. Ahora podía contárselo.

—Es por mi padre. Creo que tiene algo que ver con esto.

Dillon frunció el ceño.

—¿Con qué? ¿Con el asalto a tu apartamento?

—Con todo.

—¿Con el tipo de la estación también? Es de locos. ¿Por qué?

—Por las palabras que dijo. La operación Sorohan, el dinero. Todo apunta hacia mi padre.

—No lo capto.

Harry le miró fijamente.

—La operación Sorohan es la que le explotó a mi padre en las manos y lo llevó a la cárcel.

La expresión de Dillon indicó que empezaba a entenderlo todo.

—Oh, ya veo. Pero ¿qué...?

Harry negó con la cabeza.

—No me preguntes nada más, aún no lo comprendo. Ya sabes cómo me pongo con el tema de mi padre.

Dillon volteó los ojos.

—Sí. Irritable.

Ella sonrió y se encogió de hombros.

—Bueno, sí.

—¿Se lo has comentado a la policía?

Harry se acordó del silencioso agente que había estado en su apartamento aquella tarde. Negó con la cabeza.

—No puedo. A lo mejor reabren la investigación si saco el tema.

—Bueno, él ya está en la cárcel. ¿Qué más pueden hacerle?

Harry dejó su sándwich. Se había quedado sin hambre de repente.

—Va a salir ya.

—Pensaba que debía cumplir ocho años.

—Reducción de condena. —Harry hablaba como si se le estuviera cerrando la garganta—. Puede quedar en libertad en cualquier momento.

Dillon parecía seguir el hilo.

—Así que si reabren el caso, ¿la reducción podría quedar aplazada?

—O anulada.

Hubo un silencio. Sentía los ojos de Dillon clavándose en ella.

—Escucha, tienes que hablar con tu padre —dijo—. Hace meses que te lo recuerdo.

Harry negó con la cabeza y se quedó mirando fijamente la copa. La cogió con la mano ahuecada e hizo girar el líquido dorado de su interior.

—Cuando era niña, creía que él era fantástico. Hacía promesas maravillosas, y las que cumplía eran realmente mágicas. —Trazó una marca con la uña que atravesó las estrías del cristal tallado al diamante—. Casi compensaban las decepciones por las promesas que olvidaba.

—Todo indica que los dos estabais muy unidos.

Harry sonrió.

—A mi hermana Amaranta le preocupaba. Cuando yo tenía cinco años, me explicó que nuestros padres me encontraron en la calle cuando era un bebé. Me aseguró que pensaron en quedarse conmigo durante un tiempo pero, más tarde, decidieron venderme a los vecinos.

Dillon rió.

—La típica broma de hermana mayor.

—El problema fue que la creí. Durante meses me sentí una intrusa en mi propio hogar. Además, mi madre se mostraba distante conmigo por otros motivos, lo cual no ayudó. Al final se lo solté todo a mi padre y me lo aclaró. Supongo que, desde entonces, lo consideré como una especie de aliado.

Dillon tomó un sorbo de brandy.

—¿Y todo cambió cuando lo detuvieron?

Negó con la cabeza.

—Me cansé mucho antes de eso. Cuando sufres constantes decepciones acaba por afectarte. Su ingreso en prisión significó una especie de final. —Se encogió de hombros y sonrió—. No podemos elegir a nuestros padres, ¿verdad?

—Supongo que no, aunque en mi caso se puede decir que mis padres me eligieron a mí.

Harry arqueó las cejas.

—Me adoptaron —explicó—. Mis padres adoptivos no podían tener hijos, así que me acogieron de bebé. Pero cuando tenía dos años mi madre quedó embarazada milagrosamente.

—No digas más. Se centraron en su hijo biológico y eso te creó un montón de complejos.

Dillon hizo una breve pausa.

—Puede que durante un tiempo. Desde luego, sé lo que es sentirse como un forastero en tu propia casa. —Se encogió de hombros—. Pero después intentaron arreglarlo y acabaron por compensármelo excesivamente. Recibí toda su atención y mi hermano fue el que se convirtió en un acomplejado. Al final, perdió el norte: drogas, cárcel y todo eso.

Harry bebió un trago de brandy. No sabía muy bien qué decir.

—Por lo visto, los dos tenemos familias con un pasado turbio.

—Eso parece.

Harry extendió el brazo para mostrar la habitación.

—Bueno, no te ha afectado. Mira esta casa. Es alucinante.

A Harry le empezaron a zumbar los oídos y se preguntó si estaría algo borracha.

—No está mal.

Dillon tenía aspecto de estar satisfecho de sí mismo. Harry recorrió la estancia con la mirada.

—Por cierto, parece que pasas la mayor parte de tu tiempo aquí.

Su sonrisa se desdibujó ligeramente.

—No cuando tengo invitados, o sea, casi todo el tiempo. Cuando estoy solo, me permite aislarme del mundo. Muros altos, verjas electrónicas... Si hay algo que el dinero puede comprar, es la intimidad.

—O el aislamiento —apuntó Harry, e inmediatamente se arrepintió.

Dillon frunció el ceño y se levantó.

—Vamos, pareces agotada. Deberías descansar un rato.

Tomó su mano y la ayudó a levantarse. Ella se quedó un momento mirándole cara a cara, sólo a unos centímetros de él, con el calor de sus cuerpos mezclándose. Dillon dio media vuelta y se dirigió hacia las cristaleras al otro lado de la habitación haciéndole señas para que le siguiera.

—Pero antes quiero enseñarte algo.