Capítulo 10

POR LA noche, sentada ante la mesa del comedor, Rhia era consciente de que Glyn se encontraba en mejores condiciones físicas que ella. Comió todo lo que le sirvieron y sin embargo, ella casi no pudo probar bocado.

Jared se les unió, como siempre, acompañado de un muchacho de piel morena a quien le presentó como Horse. Al reconocer al hombre como el hijo de María, y además como el capataz del rancho, no se sorprendió de que él y Jared pasaran la mayor parte del tiempo conversando.

Estaba preocupada por la ausencia de Ben y no recordaba lo que él le había dicho esa tarde.

No obstante, Lisa refunfuñó por ser ignorada y tiró la servilleta sobre la mesa con impaciencia.

— ¿Es necesario hablar de ganado a la hora de la cena? Casi no he hablado contigo, Jared. ¿Es mucho pedirte que me prestes un poco de atención por la noche?

—Lo lamento, señora Frazer. Es culpa mía —Horse se disculpó en voz baja y de forma amable—. Jared estuvo tanto tiempo fuera que teníamos mucho de que hablar, pero tiene razón. . la mesa no es lugar para eso.

—Está bien, Horse —Jared lanzó una mirada de advertencia a su cuñada—. Creo que Lisa se siente desplazada. ¿En donde está Ben? No me digan que no ha estado en casa esta tarde.

—Supongo que sí —dijo sin pensar—. No lo sé, estuve descansando. . tenía dolor de cabeza. Atender a nuestros invitados sola no fue tarea fácil.

—Tus invitados, Lisa—le recordó Jared—. ¿Y qué pretendes decir con eso de que supones que Ben estuvo aquí?

—Estuvo a la hora de comer, si eso es lo que quieres decir.

— ¿Y después?

—Val y yo fuimos a montar por la mañana -—añadió Glyn__

Cuando fui a descansar se quedó contigo, ¿verdad Val?

—Él se ofreció a llevarme a los corrales —suspiró Rhia y Jared posó la mirada en ella—. Pero no fuimos —añadió con rapidez—. Yo estaba un poco cansada.

—Entonces, ¿adonde fue? —preguntó Jared mirando a todos y Rhia negó con la cabeza.

—No lo sé.

— ¿Importa eso ahora? —Lisa se estaba impacientando—. Estará por ahí, tal vez haya ido a Moose Bay a ver el correo. Tú le dijiste que necesitabas ir a ver si había algo para nosotros, sólo Dios lo sabe —le sonrió a Horse—, cualquier actividad es mejor que estar de brazos cruzados.

—Lo que mi cuñada quiere decir, es que está aburrida —Jared abandonó el asunto de su padre por un momento—. Lo que necesita es cambiar de aires, ¿no es así Lisa?

Creo que la vida en el rancho es muy solitaria para una mujer. Veremos qué podemos hacer al respecto.

— ¡Jared! —los ojos de Lisa se iluminaron—. ¿Qué quieres decir? ¡Oh, tú sabes cuánto me gustaría pasar una o dos semanas en Nueva York! ¡Hacer compras, recorrer la ciudad, asistir a algunos espectáculos! ¿Crees que podemos hacerlo? Es decir, mientras Val esté aquí, Glyn realmente no me necesita.

—Puedes ir adonde quieras —declaró Jared con indiferencia—. Podremos arreglárnoslas, como dices, Glyn no te necesita por ahora.

— ¿Quieres decir que no irás conmigo? —la expresión de Lisa cambió.

— ¿Yo? —Jared se apoyó en el respaldo de su silla, a la vez que jugueteaba con el tenedor de postre—. Lisa, sabes muy bien que no puedo irme, además —se encogió de hombros—. ¡No me gusta Nueva York!

— ¡Jared! —Lisa hizo una mueca de mal humor—. ¡Oh, ésa es una broma muy pesada!

— ¿Qué broma? —Jared los miró a todos y Rhia evitó la mirada de aquellos ojos brillantes—. Lisa, no te pongo pegas para que hagas lo que quieras. Ve a Nueva York.

Que te acompañe Pam Pal mer, tú sabes que estará encantada de ir contigo.

—No quiero ir con Pam Palmer —reiteró Lisa con hostilidad .

Iré cuando tengas tiempo de llevarme, aunque tenga que esperar todo el verano.

Rhia sintió la indiferencia de Jared ante el comentario que acababa de hacer Lisa.

Cuando terminaron de cenar, Jared y Horse desaparecieron par; seguir hablando de sus cosas y Lisa salió de la habitación, iracunda Sólo quedaron Glyn y Rhia en la mesa, y antes de que él pudiera decir algo, ella se levantó.

— ¿Te importa si me voy a acostar, Glyn? —preguntó haciendo esfuerzos por no quejarse—. Estoy muy cansada y un poco nerviosa.

—Está bien —Glyn frunció el ceño—. No te hiciste daño, ¿verdad?

— ¡Dios mío, no! —Rhia trató de ocultar sus temores—. Sólo estoy fatigada, como ya te he dicho. Te veré por la mañana.

Aquella mañana, Rhia descubrió que le era imposible levantarse de la cama. Tuvo que hacer un inmenso esfuerzo físico para ir al baño y regresó a la cama sudando por el dolor que le provocaba ej caminar.

No bajó a desayunar, esperando que su ausencia no se notara. Jared había salido muy temprano y si Ben había ido con él, sólo María o Glyn iban a ir a verla. Podría arreglárselas con ellos pues les diría con exactitud qué era lo que pasaba y sabía que la comprenderían.

Sin embargo, la mañana casi había pasado y nadie había ido a verla, y no fue María o Glyn sino Jared quien finalmente lo hizo. Llamó a la puerta poco antes de las doce, y ella dijo:

— ¡Adelante! —se sentía débil y hambrienta.

Aun así, nada le impidió que se apoyara sobre los codos cuando Jared entró en la habitación, observándola con malicia.

— ¿Estás enferma?

Rhia cogió la sábana y se la llevó a la barbilla.

—No —negó asombrada por su aspecto—. Me siento un poco cansada, eso es todo.

Pensé que podría pasar la mañana en la cama.

— ¿Ah sí? —Jared se apoyó en el marco de la puerta—. ¿O fue tal vez que querías evitar enfrentarte a las inevitables preguntas que te tenemos que hacer?

— ¿Preguntas? —Rhia se mostró confundida—. ¿Qué clase de preguntas? No sé de qué estás hablando.

—Así que no sabes nada de por qué mi padre desobedeció mis instrucciones o de por qué Glyn está ardiendo de fiebre.

— ¿Tu padre? ¿Glyn? ¡Qué ha sucedido?

—Dímelo tú —su tono era brusco—. ¡Ayer acompañaste a Glyn a montar y fuiste la última persona que habló con mi padre antes de que se tomara dos botellas de whisky!

Rhia desplomó la cabeza en la almohada pues en ese momento no se sentía capaz de enfrentarse a las acusaciones de Jared.

— ¿Bien? —esperaba su respuesta y ella movió la cabeza.

—Tu padre estaba bien cuando le vi ayer por la tarde. En cuanto a Glyn, sabías que iríamos a montar; creí que tenía tu permiso.

—No lo tenía para excederse de esa forma —replicó Jared con sequedad—. Se supone que estás aquí para cuidarle.

—Glyn no es un niño —le miró con indignación—. Él tiene que pensar, y por su propio bien necesita enfrentarse a sí mismo.

—Entonces le llevaste por el barro donde el aire es húmedo y poco saludable —

apretó los labios con ira—. Estás loca. ¡Pudo haberse roto el cuello en ese lugar!

Rhia se negaba a confesar que había tenido esos mismos temores, pues él no le creería.

—Lo sé —suspiró nerviosa—. Pero no fue así. Y no tienes derecho a acusarme por mi descuido, ni culparme por algo que nunca sucedió.

—Tal vez todo se deba a tu indiferencia —la miró fijamente y se acercó a la cama

—. Quiero decir, se supone que tienes que hacer compañía a Glyn, ¿qué estás haciendo acostada?

—No. . me encuentro bien —se humedeció los labios.

— ¿Estás segura?

—Claro que lo estoy —se tapó aún más con la colcha—, pero si estoy desobedeciendo órdenes, sal para que pueda levantarme o —sus ojos reflejaban odio

—, ¿piensas repetir tu comportamiento de la otra noche? Supongo que la violencia en este momento sería un escape satisfactorio.

—No te burles de mí, Rhia —Jared apretó los labios—. Me he disculpado por eso; además, tú me provocaste.

— ¡Eso no es cierto! —tragó saliva.

— ¿Ah, no? Eres una coqueta y sería mejor que recordaras que no estás tratando con un joven inexperto como Simón Travis.

— ¿Por qué no te vas? —Rhia estaba harta de su presencia—. Dile a Glyn que iré a verle en cuanto me vista.

—Le diré a María que le dé tu recado —Jared movió la cabeza.

—Oh sí —el tono de Rhia era amargo—. Dile a alguien que se lo diga. No estaría bien que él.. o Lisa se enteraran de la libertad con que entras en mi habitación.

—No mezclemos a Lisa en esto, ¿quieres? —le dijo al llegar a la puerta.

La chica no pudo evitar emitir un gemido cuando sintió un fuerte dolor en su espalda. «Dios mío», pensó escondiendo el rostro en la almohada. « ¿Cómo pasaré el resto del día?»

Las manos que la hicieron volverse, no eran suaves. Se asombró al descubrir que Jared no se había marchado todavía.

—Por Dios, no hay necesidad de llorar —murmuró cogiéndola de los hombros—.

Santo cielo, no te voy a hacer daño. ¡Deja de mirarme como si fuera un monstruo!

—Por favor —susurró—. ¡Vete! —no pudo impedir quejarse de nuevo cuando él la arrojó sobre la almohada, enfadado.

Jared la miró incrédulo.

—Por Dios, Rhia, ¿qué te pasa? —le preguntó mirándola fijamente—. ¿Qué te sucede? ¿Qué te he hecho? ¡Si te he hecho daño, dímelo por lo que más quieras!

—Yo. . me caí ayer —suspiró con debilidad y con manos temblorosas trataba de alcanzar las sábanas—. No quería decírtelo porque sabía lo que ibas a pensar —contuvo la respiración.

— ¿Cómo sucedió? —Preguntó en seguida—. ¿Por qué no me lo habías dicho?

—No tiene la mayor importancia—titubeó—. Sólo estoy un poco dolorida, pero ya se me pasará.

Jared no quedó satisfecho con su explicación y la volvió boca abajo. El miedo de Rhia fue completo cuando Jared le levantó el camisón y vio la mancha amoratada de su espalda, y ella tembló cuando las manos varoniles tocaron su piel.

—Dios mío, ¿por qué no me lo dijiste? —inquirió preocupado—. Podrías haberte roto la columna vertebral.

—Parece peor de lo que es —se atrevió a decir después de un momento, dándose cuenta de la mala interpretación que le darían a la conducta de Jared—. No tengo linimento —forzó una sonrisa—. ¡Me siento una tonta!

—Mmm —Jared parecía intranquilo mientras le daba un masaje en la espalda—. Iré a por algo que pueda servir —se levantó—. Quédate así, no tardaré.

—Oh, pero. . —Rhia quiso volverse pero el esfuerzo era demasiado y se mantuvo en la misma posición, hasta que oyó que alguien se acercaba.

Se preguntó si él mandaría a María con algún medicamento que pudiera aliviarla, pero su sorpresa fue grande al descubrir a Jared al pie de la cama.

—Es una pomada india —explicó mostrándole el frasco—. No huele muy bien, pero su eficacia es segura.

—Gracias —Rhia estiró la mano para alcanzar el frasco, pero Jared no se lo permitió.

—Yo lo haré —afirmó sentándose en el borde de la cama—. Ahora, relájate si puedes. Trataré de no hacerte daño.

Las manos de Jared le daban un masaje con ternura haciendo movimientos circulares para aliviar el dolor. Extendió el ungüento con suavidad, para que la pomada mitigara el dolor. Al poco tiempo empezó a sentir cierto alivio.

— ¿Te sientes mejor? —le preguntó apoyando sus manos en la espalda de ella.

—No te detengas —suspiró sintiéndose más cómoda.

—Tengo que hacerlo —manifestó y ella se volvió para mirarle—. Soy de carne y hueso —le dijo con aspereza y se levantó para dirigirse al baño.

Cuando regresó, opinó:

—Te sugiero que te quedes en la cama durante el resto del día. Glyn podrá arreglárselas sin ti.

— ¡Oh, no! —Protestó Rhia—. Jared, me has hecho sentirme mucho mejor. .

—Aun así, necesitas descansar —opinó Jared metiendo la toalla en un cesto de ropa sucia—. Mandaré a María con algo de comer, y le explicaré a Glyn lo ocurrido.

—Está bien —aceptó con desconsuelo—, si eso es lo que quieres.

—Lo que yo quiero no tiene nada que ver con esto —contestó apretando los labios

—. Glyn lo entenderá.

—Gracias.

—De nada —Jared fue a la puerta—. Trata de descansar todo lo que más puedas.

No queremos tres enfermos en la familia.

— ¡Tres. .! —vaciló nerviosa—. Jared. . sobre Ben, no puedo creer. . quiero decir, he pensado en lo que has dicho, pero. .

—Lo sé —la interrumpió—. Nos veremos.

Rhia estaba a punto de llorar; sentía lástima por Ben y por ella misma que se encontraba débil y deprimida, y cuando María entró con la comida encontró a Rhia con los ojos enrojecidos de tanto llorar.

— ¿Qué te ha pasado? —Preguntó colocando la bandeja a un lado—. Jared me dijo que te caíste del caballo, mas no que te había hecho llorar.

—No lo hizo —Rhia sollozó—. Al contrario, se portó muy bien conmigo. Me trajo ese ungüento y me hizo sentirme mucho mejor.

— ¿Ah sí?—María miró el frasco pensativa—. Pues reconozco que tenía mis dudas cuando vino, estaba furioso —hizo una mueca—. Ni cuando bajó, la expresión le cambió.

— ¿No? —frunció el ceño.

—No —María puso la bandeja sobre las piernas de Rhia—. Y al encontrarte llorando me imaginé el motivo, parece que estaba equivocada.

—Usted quiere mucho a Jared, ¿no es cierto? —Rhia titubeó. —Como a mi propio hijo —le aseguró María con sencillez, cruzando los brazos.

— ¿Y a su hermano?

— ¿A Angus? —la mujer se encogió de hombros—. Angus era unos ocho años mayor.

La señorita Margaret no debió haber tenido más hijos después de Angus, pero Ben quería más —suspiró—. El dar a luz a Jared, le afectó mucho, mas ella nunca se arrepintió.

—Y ahora Angus está muerto, también al igual que ella —Rhia movió la cabeza.

—Sí —el tono de María era más agudo—. ¿Tienes todo lo que necesitas?

Rhia miró con entusiasmo los exquisitos alimentos.

—Oh. sí —afirmó—, muchas gracias.

María le sonrió y fue hacia la puerta, pero de repente se detuvo.

—Sé que no es de mi incumbencia —dijo a la vez que Rhia la miraba sorprendida—, pero, ¿cuándo pensáis. Jared y tú decirle a Glyn que no eres la chica que él cree? —

¿Lo sabe?

—Claro que lo sé —respondió María con sequedad—. Si no, lo hubiera sospechado.

Ninguna chica en sus cabales escondería un pelo como el tuyo a menos que tuviera un motivo muy especial.

— ¡Oh! —Rhia se llevó una mano a la cabeza—. Lo olvidé.

—No importa, Jared me dijo la verdad hace unos días. Eres la hermana de Val y aceptaste hacerte pasar por ella por consejo del médico.

—Algo así —asintió Rhia.

—También me informó que tienes novio, ¿es cierto? —Frunció el ceño—. ¿O sólo fue para calmar a la señora Frazer?

— ¿Lisa? —Rhia se confundió.

—Sí —María estaba complacida—. Parece algo razonable, viendo cómo se comporta contigo.

— ¿Jared? —el pulso de Rhia se aceleró—. No diga tonterías. .

—No estás ciega, Rhia —María le echó una mirada de complicidad—. Te has dado cuenta de cómo te observa, al igual que yo. ¿Y por qué no? Es todo un hombre y tiene sentimientos. El hecho de que la señora Frazer le considere de su propiedad, no significa que no tenga ojos.

Rhia temblaba, eso no debería haberla asombrado, pues, ¿acaso no sabía que había una mutua atracción y que cada vez que se le acercaba ella se estremecía? Sin embargo, la confirmación del compromiso de Jared con Lisa era tan doloroso como el cardenal que tenía en la espalda.

—Será mejor que me vaya —se arrepintió María de sus confidencias—. Mandaré a Rebecca más tarde para recoger la bandeja. Come y duerme.

Pero aunque Rhia trató de comer, el apetito había desaparecido y fingió estar dormida cuando Rebecca fue a por la bandeja. Para evitar complicaciones innecesarias, sin embargo, no durmió.

Permanecía acostada pensando en que debía haber aceptado el consejo de Simón y decirle a Jared que ella no podía ayudarle. Parecía que las cosas se complicaban día tras día. Además, era consciente de que se estaba enamorando de un hombre que nunca sería suyo.