Capítulo 9

LA MAÑANA que Glyn se sintió bien para salir a pasear era clara. El sol calentaba sus rostros a medida que caminaban hacia los establos. Rhia aceptó el consejo de Glyn y se puso unas botas altas y una chaqueta de piel, pero olvidó ponerse la gorra que él le había sugerido.

Los establos estaban situados cerca del barracón. Dos de los trabajadores estaban arreglando la cerca del corral, y al verlos llegar se acercaron para saludar a Glyn.

Uno de ellos era Will Henley quien exclamó:

—Lo lograrás, tienes la sangre de Mac en tus venas, y ningún Macdonald se deja vencer.

—Me alegra oír eso —agradeció Glyn golpeando con afecto el hombro de Will y preguntó—: ¿Está Foo? Quiero presentarle a Val.

—Sí, está en la cocina —contestó el otro hombre a quien Glyn llamó Crow—. ¿Para qué quiere a Foo? ¿Para que le corte los rizos a su novia? Demonios, el pelo de la señorita Mallory es más corto que el suyo, ¿no es así?

— ¿Lo es? —los dedos de Glyn rozaron el cabello de la muchacha—. Sí, me parece que es cierto, pero quiero que me afeite. A ella no le gusta que yo esté así, ¿verdad, cariño?

Rhia se ruborizó. Durante los últimos días Glyn se había dejado crecer la barba, pero él insistió que fuera Foo quien le afeitara.

—A lo mejor es más caliente —opinó Rhia y se estremeció, y Glyn comprendió la indirecta, se despidió de los hombres dirigiéndose al barracón.

El chino, Foo Sung, estaba en la cocina, y mientras Glyn y él intercambiaban saludos, Rhia examinó el lugar donde los trabajadores comían.

—Jared necesita mucha gente a la hora de reunir el ganado —comentó mientras Foo le ponía en una silla y desapareció para buscar las cosas necesarias para afeitarle

—. Empleamos cerca de cincuenta hombres y algunos de ellos vienen aquí con sus familias.

—Siempre pensé que vivían en el barracón —confesó haciendo una mueca.

—Solíamos hacerlo hace muchos años —aseveró Glyn cuando Foo regresó sacando la máquina de afeitar de una funda de piel—. Y creo que todavía hay unos cuantos. Pero Jared quiere ver a sus hombres felices por lo cual su tiempo libre es tan privado como ellos lo deseen.

—Supongo que Jared puede solventarlo.

—Jared es un buen hombre —declaró Foo Sung con orgullo—. Por algo es nieto de Macdonald.

—Quieres decir que mi padre no lo fue —dijo Glyn sin rencor—. Foo es un ferviente admirador de Jared, ¿no es cierto Foo? Porque le sacó del lago en una ocasión.

—Jared me salvó la vida —especificó Foo con firmeza—. Me hubiera ahogado o muerto de frío. Arriesgó su propia vida para salvar la mía. Él también se hubiera congelado.

Los caballos que les proporcionaron más tarde no fueron del agrado de Glyn.

— ¿En dónde está Prince? —Protestó cuando el chico del establo, Troy Gummings, el mismo que había ido a recibirlos al aeropuerto, le ayudaba a montar el caballo—. No quiero este animal, Troy. Deseo el mío.

—Glyn. No fue idea mía, sino del señor Jared. Él me ordenó que si venías a buscar un caballo, te diera a Breaker y a la señorita Mallory, a Dawn Wind.

—No me importa lo que haya dicho Jared —hizo una mueca—. Quiero a Prince, así que prepáralo para montar inmediatamente.

—No puedo hacer eso, Glyn.

— ¿Por qué no?

—Porque no está en el corral. Horse lo iba a tener ocupado durante toda la mañana para evitar que lo montaras tú.

— ¡Maldito Horse! —la barbilla de Glyn temblaba de ira—. De acuerdo, montaré a Breaker, pero puedes decirle a Jared que ¡no soy un novato a pesar de estar ciego!

La montura de Rhia era una yegua muy dócil y pensó con agrado que era mejor, pues tenía mucho en qué pensar, además de vigilar a Glyn.

Era una bella mañana, el sol brillaba en el cielo.

—Lamento mucho haber perdido el control —se disculpó Glyn cuando ella se acercó para guiar su caballo junto con el suyo—. No soy tan déspota, pero algunas veces la situación me deprime.

—Comprendo, no te preocupes —Rhia se estiró y tocó su mano que reposaba en la pierna de Glyn—. Ahora, dime, ¿adonde quieres ir? Hay tanto espacio. . que no podría decidir yo misma.

—Está bien —hizo un gesto y detuvo al caballo—. Déjame pensar. ¿Ves la cordillera que hay a nuestra izquierda?

—Sí, ¿quieres decir. . las montañas?

—Correcto, parecen estar muy cerca, ¿no es cierto? Pero te sorprenderás al saber cuánto tiempo tienes que montar para llegar al pie de ellas.

—Hmm —Rhia movió la cabeza—. Son bellísimas.

—Creo que son las montañas más bellas del mundo, por lo menos eso me parece a mí. Pero también son muy peligrosas, las laderas no parecen peligrosas, pero si hay niebla. .

—Me imagino —se estremeció Rhia—. Entonces, ¿adonde vamos?

—Pues. . —Glyn se volvió como si tratara de imaginarse mentalmente el paisaje—, si estoy bien ubicado, a nuestra derecha hay una zona con árboles. Las cuestas van a dar a un barranco, y quiero mostrarte las cataratas que dan su nombre a este lugar.

Rhia titubeó, observando los árboles que él había señalado, y comprendió que sería más peligroso de lo que ella había pensado en un principio.

—Puedo verla —se mordió el labio inferior—, pero Glyn, ¿no es un poco arriesgado?

Quiero decir. . que podemos perdernos.

—No hay nada delante de nosotros más que kilómetros de pastos. Mira al frente. .

¿puedes ver la cantidad de pastos que hay? ¿Es eso lo que quieres ver? ¿Césped?

—No —Rhia fue honesta al reconocerlo—, pero ésta es nuestra primera salida, Glyn. Y tu madre. .

—Al infierno con ella —replicó Glyn—. No he notado ninguna tendencia maternal, hasta ahora. Todo esto es para agradar a Jared, ¿no comprendes? Él espera que ella se preocupe, así que lo hace, pero eso es todo.

—Oh, Glyn, estoy segura de que. .

— ¿De que es una buena madre? ¿Que a ella le importa. . lo que me pasa? —habló con más rencor y Rhia sintió lástima—. Val, ella quiere a Jared, y hará todo lo que esté de su parte por conseguirle, aunque tenga que fingir ser una buena madre para impresionarle.

—Sin embargo, ella tiene razón en preocuparse por ti. . y ¡el bajar este barranco, parece. . absurdo!

— ¿Estás rechazando la idea de ir conmigo?

— ¡No, claro que no!

—Entonces, vamos—sugirió dirigiendo a su caballo. Y con miedo, Rhia se vio obligada a seguirle.

El suelo era cada vez más áspero a medida que se alejaban del campo abierto para introducirse en las laderas con árboles que conducían al barranco. A través de ellos la joven vislumbró un lago que brillaba por la luz del sol, y más cerca, percibió el sonido del agua que corría sobre las piedras. Se dio cuenta de que era la zona que había visto desde su ventana.

Debido a que no se atrevía a dejar que Glyn fuese el guía, marchaba delante de él volviéndose a cada momento para asegurarse de que estaba bien.

Por fortuna la yegua que ella montaba era segura, así podía prestar toda su atención a Glyn. Sin embargo, estaba preocupada, consciente de que, si algo sucedía, Jared y Lisa podrían culparla.

Tuvo que aceptar que era un lugar precioso y cuando salieron a un llano que estaba más arriba de las cataratas, contuvo el aliento, ante tanta belleza.

—Moose Falls —le explicó Glyn acercándose—. Ahora sabes por qué lleva su nombre. Durante el verano nadamos en el lago. Vamos a bajar.

— ¿No piensas que hemos llegado muy lejos hoy? Debes estar cansado.

—Estoy bien.

Glyn fue tajante y con un suspiro Rhia picó espuelas, obligando a su yegua a seguir adelante.

El camino era cada vez más empinado a medida que se acercaban al fondo del barranco. La superficie de musgo que había bajo sus pies era húmeda y resbaladiza.

Rhia miró a Glyn con angustia, alerta por cualquier resbalón que pudiera sufrir, y sin fijarse por donde avanzaba, giró de forma violenta y se cayó de la silla de montar.

El grito que lanzó fue involuntario y cayó de espaldas. Permaneció en el suelo durante varios segundos, demasiado aturdida como para contestarle a Glyn su llamada de angustia. Cuando su tono fue de irritación ella pudo tranquilizarle.

—Estoy bien —respondió débilmente, cuando él se bajó del caballo y empezó a buscar a tientas en el suelo—. Glyn, estoy bien. . Sólo. . un poco aturdida, eso es todo.

Me temo que he hecho el ridículo.

— ¿En dónde estás? Continúa hablando —le pidió Glyn con impaciencia, y al cabo de unos segundos se arrodilló a un lado de la muchacha para cogerle las manos.

Rhia trató de sentarse, haciendo acopio de valor por el dolor que sentía en la espalda, pero aliviada de que por lo menos parecía no haberse roto nada.

—Estaba tan ocupada cuidándote, que no me fijé hacia donde iba —comentó tratando de restarle importancia al asunto—. Glyn deberías ver el estado en que me encuentro. . toda cubierta de barro.

— ¿Estás segura de que te sientes bien? —Glyn no parecía muy convencido—. ¡Dios mío, te has podido romper el cuello! Es culpa mía por haber insistido en llegar hasta aquí.

—No seas tonto —con gran esfuerzo, Rhia se levantó colocándose unos cuantos mechones de su cabello que se había salido de la peluca y se consoló al saber que ésta no se le había descolocado, pues iba a ser muy complicado para ella ponérsela en esas condiciones—. Vamos —añadió—, regresemos, lamento mucho haber estropeado nuestra primera salida, pero necesito un baño y cambiarme de ropa.

El regreso fue tranquilo y sin complicaciones, y Rhia pensó en lo irónico que era que ella fuera la única en caerse, y por lo menos a Lisa le causaría risa, y esperó que ella ni Jared fueran testigos de su llegada.

Su deseo se cumplió pues sólo Tony Cummings los vio llegar. Glyn bajó con lentitud y Rhia se dio cuenta de que por su ansia de llegar, no pensó en la posibilidad de que él necesitaba descansar antes de volver a casa.

Arrepentida, disimuló su dolor de espalda, y le permitió a Glyn que se apoyara en ella para entrar en la casa. ¿Por qué habrá actuado con tanta indiferencia?, se preguntó.

Después de esos días de recuperación se debería haber percatado de que Glyn se fatigaba en seguida.

María salió a recibirlos y al observar a Rhia cubierta de barro, no hizo comentario alguno. En lugar de eso, sugirió a Glyn que la acompañara a la cocina mientras Rhia se cambiaba de ropa.

—Sí, lo haré —aceptó apartándose de Rhia para apoyarse en la mujer india—.

Necesito un poco de café, María.

En el baño, Rhia se desnudó con dificultad. Todos los músculos de su cuerpo parecían estar entumecidos. Su ropa estaba empapada y completamente pegada a la piel.

AI fin, se metió en la bañera. El agua actuaba como un bálsamo en su cuerpo y cerró los ojos.

El sonido de voces provenientes de la calle le avisó que los hombres habían regresado y con gran esfuerzo salió de la bañera y cogió una toalla. Se sorprendió al darse cuenta de que era la hora de comer, y se apresuró a buscar algo que ponerse.

Se sorprendió cuando se quitó la toalla. En el espejo observó su espalda. Tenía una mancha amoratada que llegaba hasta la cadera. Se puso los pantalones con cuidado para evitar el dolor.

El salón de la planta baja parecía estar lleno de gente y vaciló en bajar pues no quería interrumpir. Glyn se encontraba en uno de los sofás charlando con un hombre mayor y una muchacha; Lisa estaba a un lado de la chimenea. De Jared no había ni rastro, pero Rhia imaginó que andaría ocupado en algún lugar. Sin embargo, fue Ben Frazer quien la descubrió y la invitó a reunirse con ellos.

—Ven a conocer a estas personas —sugirió—. Son unos amigos que han venido a dar la bienvenida a Glyn. Él es Martin Palmer, nuestro médico de cabecera, y esta adorable mujer es su esposa, Pamela. El señor que está hablando con Glyn es Frank Stevens, dueño del terreno contiguo y esta muchacha es su hija, Lory —hizo un gesto—. Vamos, te los voy a presentar.

—No. . en realidad. . —Rhia retrocedió temblorosa y cuando Ben le ofreció una copa, la aceptó agradecida.

Aunque él le llevó el jerez que le pidió, se dio cuenta de que Ben sólo tomaba zumo de naranja. Dudó si Jared se sentiría satisfecho por esa transformación, pero todavía no había aparecido.

—Ben nos ha dicho que estás estudiando en una escuela de enfermeras, Val —

comentó Pamela Palmer—. Yo también era enfermera, fue así como conocí a Martin.

—Yo. . pues. . —carraspeó—, comencé a estudiar hace seis meses.

— ¿De veras? —Pamela frunció el ceño—. ¿Qué edad se necesita para empezar esos estudios en Inglaterra? Ben me informó que te inclinaste por eso después de dejar la escuela.

—Empecé retrasada —dijo Rhia con incomodidad, segura de que las ligeras arrugas de su rostro podrían revelar su edad. La peluca tampoco ayudaba mucho. Nunca le gustó el cabello corto.

—Oh, bien. . —para su consuelo Pamela dejó el tema y Glyn al oír su voz le pidió que se acercara.

Disculpándose con Ben y con los Palmer, Rhia atravesó el salón suspirando con alivio cuando él la sugirió que se sentara en el brazo del sillón. Era duro y no muy confortable, pero por lo menos era mejor que estar de pie.

—Déjame que te presente a Frank Stevens y a Lory —la cogió de la mano—. Lory y yo somos amigos desde la escuela.

Rhia sonrió a la chica morena y delgada que estaba a un lado de su padre. Lory Stevens era atractiva, y Rhia no se sorprendió por la actitud de Glyn hacia ella, pues sin duda alguna, a Lory le agradaba Glyn.

La reunión terminó alrededor de la una y media. Glyn parecía haberse recobrado de su fatiga, y los cuatro comieron juntos. María sirvió la comida ayudada por Rebecca.

— ¿Por qué no está Jared con nosotros? —le preguntó Lisa a Ben, cuando saboreaban una deliciosa sopa caliente—. Sabía que le había pedido a Martin que viniera a ver a Glyn. ¡Lo menos que podía hacer era dar la cara!

— ¡Oh, mamá! —fue Glyn quien respondió—. Sabes que Jared no tiene tiempo libre a mediodía. Y en ese caso, ¿por qué debería estar aquí? Mandó a papá, ¿o no?

¿O viniste por tu cuenta?

—Sabes que Jared no es mi cuidador —refunfuñó Ben.

— ¡Podrías haberme engañado!

— ¡Glyn!

— ¡Glyn!

Rhia y Lisa hablaron al mismo tiempo y Glyn hizo un gesto de impotencia.

—Bueno —murmuró—. Quiero que no me mezcles en tus problemas, mamá. No necesito que ningún médico me mire. El doctor Singh ha hecho arreglos para que vea a un especialista en el Hospital MacKenzie, en Calgary, dentro de dos semanas. Plasta entonces, no hay nada más que hacer.

—Pensé que después de pasar dos semanas en el hospital, apreciarías tu progreso

—replicó Lisa—. Créeme, Glyn, sólo estoy pensando en ti, no puedes esperar que me comporte como si nada hubiera sucedido.

—De acuerdo —dijo retirando su plato—. Pero no soy un in-válido, mamá. Y quiero que lo recuerdes.

Durante aquella tarde, Ben se ofreció a entretener a Rhia mientras Glyn descansaba.

—Ve a acostarte, Glyn —le suplicó Rhia con ternura—. Sabes que es necesario. No querrás tener una recaída, ¿verdad?

—Lo haré si tú lo haces también —opinó y Rhia suspiró.

—Glyn. .

—Está bien, está bien —movió la cabeza—. Me portaré bien, pero recuerda a quien perteneces —Rhia se quedó atónita por lo que podía avecinarse, pero para su consuelo, Glyn sólo sonrió—. Papá fue muy conocido en su juventud por ganarse los favores de las mujeres —explicó burlándose de su abuelo y Ben frunció el ceño.

— ¡Tonterías! —exclamó—. ¡Qué expresiones usas! Déjame decirte que hubo un tiempo en que Ben Frazer estuvo muy solicitado.

— ¿Para qué? ¿Para robar un banco? —Glyn bajó la cabeza para evitar otro comentario y Ben reclamó:

— ¡Agradece que no pueda ponerte las manos encima!

—Sí —la alegría de Glyn se desvaneció—. Puede que estés en lo cierto —y el silencio cuando él se alejó fue intenso.

—Imprudente como siempre —observó Lisa sin importarle los sentimientos de Ben.

Era obvio que él se había arrepentido de sus palabras, pero, por ello no le iba dejar ir sin decirle nada—. No entiendo por qué Jared lo soporta —dijo con desprecio—. ¡Es demasiado viejo y no es digno de confianza, además bebe! Es su único escape, ¿no es así?

Lisa siguió a su hijo y Rhia hubiera deseado no estar presente en la humillación de Ben. Sin embargo, él pareció recobrar la compostura y levantando los hombros dijo:

—Sólo está furiosa porque Jared no estuvo en su fiesta. Pude haberle dicho que él no quiso estar presente porque tenía mucho trabajo.

Rhia se levantó lentamente, sentía doloridas las piernas.

—Parece que Jared. . dedica mucho tiempo al rancho, debería haber pensado que él tiene sus obligaciones.

—Supongo que sí, pero ésa no es la forma de ser de Jared, ni la de Mac. Yo podría haberlo tomado o dejado, más Jared lleva el rancho en la sangre, además —hizo una mueca—, algunas veces creo que disfruta de la compañía de los trabajadores más que nadie, especialmente de la de Horse.

— ¿Horse? Oh sí, el hijo de María.

—Así es, ¿te lo dijo? Bueno él y Horse llegaron juntos y cuando Margaret murió, María fue para él casi como su madre.

—Entiendo —Rhia movió la cabeza alejándose de la mesa.

— ¿Qué te parece si damos una vuelta por los corrales? ¿O has paseado mucho en un solo día? Parece como si estuvieras cansada.

—Un. . poco —forzó una sonrisa—. Si no le importa, me gustaría ir a la biblioteca, siempre me han gustado mucho los libros y nunca había visto tantos juntos, excepto en una biblioteca pública, por supuesto.

—Claro, ¿por qué no? —Hizo un gesto—. Encontraré otra cosa que hacer. Te veré más tarde.

Rhia pasó toda la tarde en la biblioteca vigilando si Jared regresaba. Ahora, lo último que necesitaba era oír sarcasmos y se negó a reconocer que su constante atracción hacia él la ponía de mal humor. No importaba si lo intentaba o no, no podría ignorarle y era humillante darse cuenta de que el desprecio de Lisa provenía de todo eso.

Cuando salió de la biblioteca para subir a su habitación, sentía la parte inferior de su cuerpo dolorida y no deseaba nada más que meterse en la cama. Ni siquiera pensó en cenar y hubiera querido avisar de que tenía dolor de cabeza y evitar de nuevo un encuentro en la cena.

Como se lo imaginó, Rebecca estaba preparando su cama cuando Rhia entró en la habitación, pero aunque se volvió para son-reírle a la chica, ésta se sorprendió de su palidez.

— ¿Le pasa algo, señorita Val? —Preguntó con preocupación—. La noto extraña.

—Creo. . que estoy un poco cansada —contestó Rhia evasiva, después de todo era cierto. El cansancio la vencía.

— ¿Por qué no descansa antes de la cena? —sugirió Rebecca—. Todavía queda más de una hora. O si prefiere, le digo a María que le suba algo.

—Oh, no. No será necesario —no quería llamar la atención—. Yo. . seguiré tu consejo y me acostaré un rato. ¿Podrías llamarme dentro de una hora?

—Por supuesto —afirmó Rebecca—. Ahora, descanse.