1. Solamente tú de Aitana Ever

 

 

Desde que nacemos pasamos por diferentes etapas de nuestra vida hasta llegar a ser quienes somos; pero para mí parece que casi nada ha cambiado. ¿Queréis saber por qué? Pues porque desde que tengo uso de razón siempre está él, sí; solamente “Él”. Ese que me hace sentir como una adolescente y a la vez tan mujer. Por eso digo que para mí casi todo sigue siendo igual, como si me fuera quedado anclada en esa etapa de rebeldía por la que pasamos una vez en la vida; con el tiempo he madurado, terminado mis estudios de contabilidad, me he independizado, tengo una tienda con el mejor amigo de este mundo, en donde vendemos ropa, zapatos, joyas y todo lo que la mujer necesita para sentirse la más guapa del mundo; y por supuesto todo de marca, o como diría mi-socio-amigo-hermano-peoresnada: vendemos lo mejor de lo mejor y que no digan lo contrario. Es que así es Alan, de lo más humilde que no te hacéis una idea; bueno sin más preámbulos, lo que os trato de decir es que desde que era niña estoy enamorada del mismo hombre, ese que siempre está ahí en mi mundo, en mi vida, con mi familia, amigos, vaya donde vaya está el haciéndome sentir cosas que a mi edad no debería sentir; que hace que crea que sigo siendo una NAM (si chicas, eso quiere decir: niña, adolescente, mujer) pero para hacerlo más teatral yo lo llamo: NAM. Ese hombre que me trae de cabeza tiene nombre y apellidos; Sebastián O’Brien Hutton.

¡Oh por Dios! Solo con decir su nombre ya me palpita el corazón entre otras cosas...

Nos conocemos desde los 8 años y desde ese preciso momento comencé a sentir esas sensaciones en el estómago que la gente dice que se siente cuando se está enamorado. Ya han pasado 18 años y lo que siento por él cada vez es más fuerte pero la realidad es que para él soy amorfa, o al menos eso creo. Aunque he de confesaros que nunca le he hablado de mis sentimientos y mucho menos he utilizados mis artimañas de loba para hacérselo saber. Para él sigo siendo la amiguita que agarra de la manita en frente de sus padres pero nunca de sus amigos, algún que otro besito en la mejilla pero poco más; y la verdad es que estoy harta de esperar más y no recibir nada, harta de que me haga sentir como una NAM cuando lo que quiero es sentirme MUJER.

¡JODEEEERRR SEBAS! ¡LO QUE QUIERO ES QUE ME FOLLES!

Puedo parecer una desesperada, calenturienta y pervertida…, y la verdad es que lo soy; me encanta el sexo y hay que darle alegría al cuerpo. ¡Está bien! no les mentiré…, esto va más allá de un desfogue de hormonas revolucionadas. Cuando había decidido olvidarme de Sebastián y seguir con mis conquistas de unos meses sí y otros no; mi vida de “casi nada ha cambiado” paso a cambiar por completo...

 

16 de diciembre de 2012

 

Suena el teléfono y Graciela se revuelve en la cama intentando cogerlo pero no lo logra. Malhumorada abre sus preciosos ojos color avellana y atiende.

¿Se puede saber qué haces llamando a estas horas de la madrugada? — grita a la persona que está del otro lado de la línea sin siquiera preguntar quién habla.

Mira hacía el despertador que marca las seis y veinticinco de la mañana.

¡Uy nena; que humor te gastas a estas horas de la mañana!

Pues precisamente porque es muy temprano y solo he dormido un par de horas; despierto de este humor.

¿Mucha fiesta anoche?

¡Claro que no tonto! Anoche me pase recopilando todos los registros para luego presentarte el informe y compruebes con tus propios ojos si nuestro negocio ha sufrido algún defecto o necesita algún cambio.

Pues ya era hora reina mora, que te pusieras en ello. Estoy seguro que todo marcha de maravilla aunque…

¿Aunque...?

¡Quiero despedir a lo zorrona de Sasha! ¿Puedes creer que a los maridos de las clientas se les insinúa descaradamente?

Te creo, pero sabes que ella siempre ha sido así y la contrataste por eso; por su espontaneidad, desparpajo, alegría y su buen sentido de la moda. dijo tras soltar una sonora carcajada

Lo se Ciela pero ayer, luego de que te fuiste pasó algo que no lo puedo dejar pasar por alto.

No me asustes Alan— susurra un poco asustada, pero, reponiéndose de aquello, pregunta—: ¿no la habrás encontrado follando en la tienda?

Pues casi, la encontré metiéndole la lengua hasta la campanilla a Rodrigo; el esposo de Tina.

Levantándose de la cama y dirigiéndose a la cocina para servirse un vaso de leche; soltó una risotada por lo exagerado que era su amigo y por lo mal informado que estaba, se sentó en el cómodo sofá que había en la sala de su apartamento.

Corazón mío no te precipites las cosas que no son del todo ciertas porque Rodri…

¿Como que no son del todo ciertas? —Gritó haciendo que Ciela se asustara y derramara un poco de leche—. Los vi con mis propios ojos y entenderás que por muy buenorro que esté Rodrigo no puedo hacerme el tonto porque aprecio mucho a Tina y es una de nuestras mejores clientas.

¡Quieres hacer el favor de dejar de gritar y escucharme! Tina y Rodrigo llevan meses separados, así que no veo nada de malo que Sasha lo esté besando. Además, sé que Sasha lo quiere de verdad y no es un simple capricho; así como también sé que si Tina no se hubiera metido en medio ellos estarían casados y con muchos niños tan guapos como ellos.

¿Pero… pero… pero, qué locura estás diciendo Ciela? — volvió a gritar Alan levantándose del taburete y sirviéndose un vaso de agua— ¿Que sabes tú que no me has contado pedazo de loba? — Ciela se carcajeo.

Sé muchas cosas de las que no te has enterado porque tu cucarachito no te deja ni un segundo solo—Alan sonrió y fue hasta la cocina donde estaba su novio preparando el desayuno, le dio un beso en la mejilla y le dijo al interlocutor que tenía al otro lado de la línea.

¿Qué? ¿Te mueres de envidia?

Ciela sonrió con tristeza porque la verdad era que si tenía envidia, muchísima envidia de poder conocer a esa persona especial que compartiera con ella sus alegrías y tristezas; amanecer acurrucada junto a él, hacer planes juntos que cumplirían en el futuro. Aunque ella era consciente de que si no le daba una oportunidad a ninguno de sus pretendientes, no llegaría a experimentar una relación tan bonita como la que tenía su gran amigo Alan y Edward…, pero ningún hombre cumplía con sus expectativas y a pesar de que ella lo negaba una y mil veces; la realidad era que todavía seguía queriendo a Sebastián a pesar de que ya habían pasado dos años sin verse y supiera que él estaba haciendo su vida con una rubia despampanante, ojos azules y un cuerpo espectacular, al cual, todo hombre caería rendido a sus pies. Todavía recuerda el día que Sebas se la presentó en una cena familiar, sintió que el mundo se le venía encima al oírle decir: Ciela te presento a la mujer de mi vida.

Ese día lloró muchísimo y se tomó todas las botellas de champagne que encontró en casa de sus padres. Luego del llanto vino la furia y decepción y se dijo que volvería a rehacer su vida, olvidaría a Sebas de una vez por todas ya que siempre sería para él una simple amiga de la niñez. Olvidándose de sus pesares se limpió una lágrima que corría por su mejilla, sonrió y le respondió a Alan.

Sabes que sí, estoy envidiosisíma de la relación tan bonita que tienes con el cucaracho.

Cariño si no te das la oportunidad con uno de tus galanes nunca la tendrás. Allí tienes a Carlos; está loco por ti y cada vez que se ven te demuestra lo mucho que te quiere. — tres un incómodo silencio, le pregunto — ¿Cuándo piensas olvidar a Sebas? Tú dices que ya lo tienes superado pero yo sé que no y a mí no me puedes engañar. Mi Ciela querida, tienes que hacer tu vida y darte cuenta que tú siempre serás para él su “amiga del alma”.

¡No empecemos con lo mismo Alan de Jesús! Ya está superado y el hecho de que no quiera tener una relación formal con Carlos no quiere decir que todavía esté enamorada de Sebastián.

¿Ah sí? ¿Entonces, qué te impide que formalices tu relación con el buenote de Carlos? —

Alan la escucho resoplar y sonrió, luego volvió al ataque—: Sebas ha regresado y sus padres me han llamado para invitarme a la cena que le han organizado a la cual tú también estás invitada por supuesto; te han estado llamando pero tú no le contestas así que me dijeron que te avisara.

Al escuchar la noticia, Graciela deja caer el vaso que tenía en las manos; se dirigió a la cocina, tomó un pañito y limpió lo poco que había derramado de la leche que le quedaba, fue a su habitación y revisó su móvil el cual estaba apagado; lo puso a cargar.

¡Lo siento! Se me descargó y no me di cuenta; ya les llamaré y me disculpare; y de una vez les informe que no podré ir porque he quedado con Carlos. — Alan se carcajea y ella es consciente de que no le ha creído la mentira.

¡Ay Ciela eres la peor mintiendo! Con esto me demuestras que todavía estás loquita por Sebas.

Que no, que no lo quiero; bueno si lo quiero pero ya no como antes. — En el fondo Ciela... escuchó al cucarachito decir que el desayuno ya estaba listo y decidió terminar con la llamada—: oye ve a desayunar y ya hablaremos; me daré una ducha, preparare algo para comer y saldré hacia la tienda.

Valeee; ¡te quiero mi cielooooo! — al escuchar aquello el corazón de Ciela se aceleró porque solo Sebastián le decía así y ya hacía tanto tiempo que no lo escuchaba que no pudo evitar suspirar al escucharle decir a su fiel amigo eso de: te quiero mi cielo.

Sabes que yo te quiero más.

Con esas palabras corto la llamada, se dirigió al baño a darse una ducha y a pensar en una excusa para no asistir a la dichosa cena de los O’Brien. Al salir del baño se dirigió al armario, sacó una chaqueta de cuero roja, una blusa blanca, pantalón vaquero azul oscuro; unas zapatillas rojas; se colocó todas las prendas y se fue hacia la cocina a prepararse su desayuno: frutas, una tortilla y pan tostado. Cuando salía de su casa recibió una llamada que no esperaba y como si se tratara del mismísimo Dios, respondió con la mejor de sus sonrisas y una voz muy sensual.

¡Hola señor Montalvo! Ya lo extrañaba; escuchar su voz me alegra el día. —Al otro lado de la línea se oyó una carcajada y ella prosiguió—: ¿Cuándo te veo? Te extraño mucho.

Y yo a ti cariño pero he tenido mucho trabajo y supongo que tú también porque te llame anoche y tenías el móvil apagado.

Lo sé, lo siento, olvide ponerlo a cargar; ya sabes lo despistada que soy a veces. — él sonrió.

¿Qué te parece si salimos a cenar esta noche? y así te propongo algo que espero aceptes porque si no lo haces me pondré muy triste.

¡Uuuy pero que chantajista eres! Anda dime ahora de que se trata, no me dejes con la curiosidad que de aquí a que cenemos me he muerto de los nervios.

Se escuchó una risotada y eso le hizo saber que Carlos le iba a proponer algo muy interesante que le venía como anillo al dedo y que aceptaría encantada con tal de no ir a la cena y ver a Sebas con la pija rubia.

Pues verás, este fin de semana voy a la finca de mi familia y…, y…, me gustaría que vinieras conmigo; creo que nos merecemos un descanso después de tanto trabajo.

¡Claro que acepto! Me encanta la idea Carlos; sabes que siempre he querido conocer la finca de tu familia y me parece que este es el mejor momento.

No se hable más entonces... ¿a qué hora paso por ti para que vayamos a cenar?

¿A las 9 te parece bien? Me pasas a buscar a la tienda.

¡perfecto! Nos vemos a esa hora cariño.

Ciela salió al garaje dando saltitos como una niña; cuando localizo su coche se dirigió a la tienda para hablar con el loco de su amigo y ponerlo al tanto de que no asistiría a la cena porque se iba de viaje con el buenorro de Carlos. Al llegar se encontró con Sasha, la saludo con un abrazo y le dijo que en unos 20 minutos quería hablar con ella; se dirigió a su oficina y se encontró con unos ojos que la escrutaban.

Antes de que digas nada quiero decirte que SI tengo planes para este fin de semana con Carlos y que no cuentes conmigo para ir a ninguna cena. ¿Entendido?

¡Eres de lo peor Graciela Gutiérrez! Lo que haces para no ver a Sebas.

No lo quiero ver Alan, por favor entiéndelo; verlo sería remover cosas que ya he superado, que están en el pasado. No quiero que me trate como siempre lo hace…, como si todavía fuera una niña, como si…

¡Ay ya cállate! Vas a comenzar con eso de que eres una “NAM” para él; aunque pensándolo bien, deberías dejarlo en NA; porque sinceramente nunca te trata como la mujer guapa que eres. Creo que te ve como un machito, uno de sus amigotes.

Jajajaja, ya había olvidado eso de “NAM”, lo invente hace tanto tiempo que ahora que lo pienso me parece una tontería. En fin…, hablemos de trabajo, o mejor dicho de Sasha y Rodrigo; a ver si así te sacas de la cabeza que quieres despedirla porque si lo haces tú y yo tendremos serios problemas— le dice ella señalando con un dedo.

Cuando Sasha llegó fueron a la trastienda a hablar con ella. Después de media hora hablando, llegaron a la conclusión de no despedirla, ya que Rodrigo era un hombre libre y ambos estaban enamorados. Además de que Sasha era una buena trabajadora y atraía a muchos clientes.

A la hora de comer, como cada mediodía, Ciela y Alan se iban a un restaurante allí cerca.

Ciela, te lo digo como buen amigo tuyo que soy, tengo que decirte que tendrías que venir a la cena. Hace, ¿que, dos años que no os veis? Además estoy seguro de que él tiene ganes de verte. Y mira guapita sé que me vas a decir, pero ya eres mayorcita y tienes que empezar a plantar cara a las cosas. Es hora de que aclares todo esto de una maldita vez y te olvides. Así, si las cosas no funcionan podrás seguir con tu vida sin preguntarte qué podría haber pasado si… Graciela se lo quedó mirando. Lo cierto era que tenía razón, pero le costaba asumir el hecho de que la única persona que le había hecho sentir cosas tan fuertes, ni siquiera se fijara en ella. Una parte de ella sabía que tenía que hacerlo, pero otra mucho más grande le decía que se fuera con Carlos, que no lo viera…

En solo unas horas y con cuatro palabras de su amigo, ya no estaba tan segura de seguir con su plan.

Cariño, ¿estás bien? estás muy callada y eso no es normal en ti — le preguntó Alan al ver a su amiga tan distraída.

Sí, solo pienso en lo que me has dicho… Sé que tienes razón, pero duele enfrentarse a ello.

Lo sé corazón, pero de este modo podrás librarte del fantasma que tienes encima y seguir con tu vida con Carlos, Armando o con quien quieras. Si sigues así, no lograrás ser feliz nunca.

Tienes razón, pero tengo miedo.

¡Anda mira! ¿Y te crees que yo no tuve miedo cuando me declare a mi cuchirritin?

Pero los dos os gustabais, no es lo mismo…

Puede que no fuera la misma situación, pero te aseguro que todo el mundo antes de declararse siente pánico y nervios. Ya es hora de que acabes con esto y lo sabes.

Tras pensarlo un par de minutos y no muy segura de lo que hacía dijo.

Si voy, ¿te callaras y me dejarás en paz con este tema?

¡Lo prometo! — respondió Alan con una gran sonrisa.

A las nueve y siempre con su puntualidad apareció Carlos con su flamante BMW negro.

Hola princesa, ¿estás lista? pregunto agarrándola de la cintura.

Sí... Pero, en cuanto a lo del viaje… Me ha surgido un compromiso muy importante y no creo que pueda ir. Carlos se puso serio de golpe.

¿Qué compromiso?

Una cena en casa de los padres de unos viejos amigos. No puedo faltar, lo siento.

¡Joder Graciela! Siempre con lo mismo, si no querías venir, dímelo antes, pero no me hagas hacerme ilusiones para luego, esto.

Lo siento, pero mira, si quieres puedes acompañarme, y después de la cena nos vamos donde quieras, ¿te parece?

No sé si me convence…

Venga, ya que no vamos a ir de viaje, al menos así estaremos juntos, ¡di que sí! le animo con una gran sonrisa.

Él al no poderse resistir a sus encantos de ninfa aceptó aún algo contrariado.

Graciela fue a cenar con Carlos y después éste la llevó a casa. Fue una velada agradable, como todas las veces que ambos quedaban. Aquella noche Carlos no pasó del portal ya que Graciela alegó estar cansada.

Cuando entró en su casa no podía creerse que hubiera caído en la trampa de su amigo. Al final había conseguido que fuera a esa maldita cena donde estaría Sebastián. Y encima había invitado a Carlos… En fin, lo hecho, hecho estaba. Solo esperaba que no fuera un auténtico caos.

A la mañana siguiente fue a la tienda en donde su querido amigo Alan ya la esperaba con un buen café en las manos. Se pusieron a trabajar, ya que siendo sábado la gente aprovechaba para salir a disfrutar y hacer las últimas compras navideñas. Las calles estaban preciosas adornadas de luces, estantes llenos de regalos, papa Noel y todo tipo de decoración navideña. La navidad se respiraba en el aire. Lo único que faltaba, era la nieve. A las seis de la tarde cerraron puertas.

En dos horas estaré en tu casa, así que no te entretengas que no quiero llegar tarde le dijo Alan antes de subirse a su coche e irse a su casa a cambiarse y arreglarse para la cena.

Graciela hizo lo mismo, se subió a su coche y fue a prepararse para la cena.

Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue encender la calefacción del baño, fue a su habitación, sacó unas bragas limpias con encaje y un sujetador a juego. Aunque no fuera a desnudarse, quería sentirse sexy. Se acercó al armario y se lo quedó mirando a ver que se ponía. Si tenía que ver a Sebas, que viera en la mujer preciosa que se había convertido.

Eligió un vestido negro, el cual aún no había estrenado. Era negro sin hombros, se ensanchaba un poco debajo de los pechos y era largo hasta unos centímetros por encima de sus rodillas, era un vestido elegante y juvenil y además, hacía resaltar su figura. Cogió un liguero, unas medias y sus zapatos de tacón de aguja de diez centímetros. Se llevó todo eso al cuarto de baño y se ducho. El agua le relajó algo los músculos pero saber que tenía que ver a Sebas la volvió a poner nerviosa. Se aplicó su champú que olía a fresas luego la mascarilla. No retrasó más la ducha y salió. Se enrolló una toalla al cuerpo para no coger frío y otra para el pelo. Sé maquillo un poco por encima, se sacó la toalla del pelo y con el secador se lo secó. Peinó su ondulante cabello en un moño desordenado el cual le favorecía mucho los rasgos. Estaba hermosa. A continuación se puso las bragas, el sujetador, el liguero y por último el vestido. Se puso los zapatos y fue a mirarse al espejo. La imagen mostraba a una mujer joven y hermosa con un cuerpo para parar el tráfico, aunque ella así no lo creyera. Pero se sentía sexy, se sentía poderosa. Se acercó al joyero y cogió los pendientes que Alan y su novio le había regalado por su cumpleaños, y cómo no. El collar de su madre. Ya estaba lista y preparada para salir. Aún faltaban diez minutos para que Carlos y Alan lleguen, por lo que fue a la cocina y se comió una barrita de cereales y chocolate con un vaso de leche natural.

Al cabo de nada llamaron a la puerta, sabía quién era, por lo que agarró su bolso y su chaquetón y bajo a la calle.

Allí estaba Carlos junto a Alan y su novio esperándola. Hacía más frío que hacía un par de horas atrás.

Vaya, estás preciosa la halagó Carlos en cuanto la vio.

Ay mi niña, ¡estás como para levantar a un muerto! le soltó Alan.

Chica, si no fuera gay, no te dejaba yo escapar siguió Edward.

Ciela soltó una carcajada.

¡Pero qué zalameros que sois! Vosotros también estáis muy guapos, pero vamos que me estoy helando.

Se pusieron en marcha enseguida. Habían decidido ir en el coche de Alan. Graciela estaba de los nervios, aunque intentaba no demostrarlo. Cuando el coche de Alan se paró en frente de la casa de los O’Brien, tenía las pulsaciones a mil por hora. Bajo del coche no muy segura de lo que hacía. Pero ya estaba allí y no había vuelta atrás.

Se acercaron a la puerta y llamaron al timbre. Unos segundos después apareció la madre de Sebas, la señora Catalina. Cuando les vio les dio un fuerte abrazo. Hacía mucho que no les veía. La casa estaba llena de decoración navideña, los señores O’Brien siempre habían sido muy festivos en cuanto a la navidad. Había bastante gente a la cual Graciela conocía después de tantas navidades que había pasado en aquella casa. Durante los primeros minutos todo fueron saludos cordiales y las típicas preguntas que se le hacen a un conocido después de tiempo sin verse.

Graciela estaba hablando con un primo de Sebas, cuando un escalofrío electrizante recorrió su espalda. Antes de ver siquiera que estaba allí, lo había sentido. Se giró lentamente, y allí de pie con una camiseta azul marino y unos tejanos oscuros, estaba Sebas. Sus miradas se cruzaron apenas un segundo y el cambió de dirección su mirada. Graciela aún estaba parada por la impresión. Dos años habían hecho mella en él, pero para desgracia de Graciela, habían hecho mella para mejor. Estaba más fuerte, más maduro, y si cabe incluso más guapo. Lástima que él no se hubiera fijado en ella menos de un segundo. Todos los familiares fueron a abrazarlo y saludarlo, mientras ella se quedó parada en un segundo plano.

¿Quieres beber algo? le pregunto Carlos.

Sí, vino, por favor.

Alan fue a saludar a Sebas, el cual sonrió al verlo y hablaron unos minutos, para luego su amigo girarse y mirar hacia ella. Sebas también la miraban y ambos se acercaron a ella.

¿Graciela? — pregunto Sebas.

Hola saludo ella con la voz rasposa. Estaba nerviosa.

Vaya, no te había reconocido, estás tan… vaya, tan, hermosa…

Graciela se sonrojo ante aquel piropo.

Gracias, tú también estás muy… guapo aunque eso es quedarse corto” pensó para sí.

Justo en ese momento apareció Carlos con la copa de vino, al verla junto a Sebas le pasó el brazo por la cintura, reclamando lo que es suyo, y con ello incomodar a Graciela.

Por suerte, la señora Catalina les llamo a todos para que ocuparan su sitio en la mesa. Y como la noche ya no podía hacer más que mejorar, la sentaron entre Carlos y Sebas. Cada uno reclamaba su atención, y en ese momento más que nunca deseó partirse en dos. O mejor, desaparecer. Carlos le gustaba, pero ni de lejos tanto como le atraía Sebas. Pero no había venido para conquistarlo, sino para aclarárselo todo de una vez. Ello significaba declararse e irse. Pero de esta forma se quitaría un peso de encima.

En cuanto acabó la tediosa cena, decidió hablar con él. Dejó a Carlos hablando con la preciosa prima de Sebas y fueron al patio. Hacía frío, pero no tanto como el que sentía dentro suyo.

Por cierto, ¿Cómo te va con la rubia? pregunto, ya que no recordaba su hombre.

Shelley ya es historia, solo quería mi dinero y no estaba dispuesto a desperdiciar mi tiempo con alguien como ella. Pero, no creo que me hayas traído aquí por eso. Vamos Cielo, suéltalo.

A Graciela le dio un vuelco el corazón al oírlo llamarla así.

Suspiro, inspiró con fuerza y se mordió el labio. Sebas no le quitaba la mirada de encima, por lo que Graciela camino hacia los columpios y se sentó en uno de ellos.

Verás, tengo que decirte esto, porque si no, nunca podré deshacerme de ello se calló unos segundos Me gustas Sebas, me gustas desde que éramos unos niños, y nunca te he dicho nada por miedo, pero es que si no te lo digo ahora, no podré seguir con mi vida, necesitaba decírtelo, y deshacerme de esta sensación de no saber qué habría pasado, sé que es tarde, y bueno, yo solo quería que lo supieras. Estaba nerviosa, y apenas le salían las palabras.

Pues mira que has tardado… Graciela, tú también me has gustado desde siempre, pero tenía miedo de que no sintieras lo mismo y que dejaras de ser mi amiga, por eso a veces me comportaba como un idiota. Y también por ello he desaparecido durante tanto tiempo, y créeme que si dos años sin verte no he conseguido olvidarte, no lo haré nunca. Siento no habértelo dicho antes, al parecer has sido más valiente que yo. Pero aun así, aunque me lo hayas dicho y sepas que yo también te amo… Creo que llego tarde Dijo mirando hacia donde estaba Carlos.

Si lo dices por él, no es mi novio. Solo, salimos de vez en cuando. Pero eso no importa. Tú me… Quieres.

Graciela no podía creer aquellas palabras. Él la amaba y había estado perdiendo muchos años por el miedo a declararse el uno al otro y perder la amistad. Oyó como Sebas se acercaba a ella, sus manos fuertes la agarraron y la levantaron del columpio, la acercó a él y olió su perfume a fresas. Siempre le había gustado como olía. Agarró su cara con las dos manos, y lentamente fue acercando su cara a la de ella, hasta que sus labios se juntaron haciendo volar miles de mariposas en el estómago de ella. Una corriente atravesó a ambos haciéndoles estremecer. Ella alargó los brazos y lo abrazó por el cuello, agarrándolo del pelo. Era su primer beso, y sin duda, el mejor beso que ambos habían sentido jamás.

Hemos sido unos idiotas durante tanto tiempo… Ojalá pudiéramos retroceder y sabiendo lo que sé, declararme en ese mismo instante en que supe que me había enamorado locamente de ti.

Aquellas palabras hicieron que a Graciela el corazón se le acelerase de tal manera que temía desmayarse ahí mismo.

Si todo esto era un sueño, esperaba no despertarse jamás.

Creo que aquí sobro oyeron decir a sus espaldas.

Graciela se giró y vio allí parado a Carlos con el ceño fruncido.

Agarró a Sebas de la mano y le susurro.

Déjame hablar un segundo con él, en seguida estoy contigo. Tenemos mucho de qué hablar tú y yo.

Sebastián asintió de no muy buena gana.

Cuando Sebas se fue, Graciela se acercó a Carlos.

Sé que no lo he hecho bien, pero tampoco me esperaba que esto ocurriera. He estado enamorada de él desde que siempre, siempre ha sido él… Lo siento.

Ojalá me lo hubieras dicho desde un principio, y antes de invitarme a esta fiesta. Antes de jugar conmigo.

Carlos, de veras que lo siento. Yo no sabía que las cosas iban a acabar así… yo…

Ahórratelo. Será mejor que me vaya. Espero que seas feliz con él, pero por favor…, no me molestes más. Bastante has hecho ya.

Lo siento… Fue lo último que oyó Carlos antes de entrar dentro y llamar a un taxi.

Sebas al verlo entrar salió en busca de su amada.

¿Estás bien?

Me siento fatal, pero tampoco quería engañarlo más.

No te sientas mal, nosotros no elegimos de quien nos enamoramos. Y gracias a dios por eso sonrió —. Además, tú y yo, tenemos una conversación pendiente…

Graciela lo miró, y sin saber porque

Solamente tú.

Él sonrió. Acercó su frente a la de ella y respondió.

Solamente nosotros.

Sus labios se juntaron de nuevo, y de nuevo saltaron chispas. Y justo en aquel momento, en que ambos estaban sumidos el uno en el otro, un copo de nieve cayó en la mejilla de ella.

Se apartó de Sebas, miro hacía en donde una maraña de copos de nieve caían sobre ellos.

Ambos se miraron y sonrieron felices al estar por fin el uno junto al otro. Al final iba a resultar que iba a ser una navidad nevada y sobre todo, una navidad llena de amor y felicidad.