1. Corazón de Hielo de Samy S. Lynn

 

 

Las Vegas 1 de agosto

 

—Dígame señor Fernández ¿por qué debería contratarlo?

—Señora Johnson, yo no puedo respondedle a esa pregunta, usted tiene en sus manos mi currículum, y mi promesa de hacer las cosas lo mejor posible.

Levantó la vista para encontrarse con esa mirada glacial que lo inspeccionaba detenidamente.

Los labios de esa mujer eran un pecado, rojos, gruesos y bien perfilados. Su nariz pequeña y redondeada era perfecta, su cabello oscuro estaba recogido en un elegante moño, vestía un traje negro que hacía que resaltaran sus impenetrables ojos azules. Ambos seguían observándose, midiéndose, sin decir ni una palabra hasta que Sasha, rompió ese tenso silencio.

—Muy bien señor Fernández, confiaré en usted y le dejaré trabajar para mí.

—Muchas gracias señora.

—No, no me lo agradezcas aún, empezarás como lavacoches y según te lo vayas ganando irás subiendo de categoría.

—Perfecto, no tengo problema.

—Quien sabe, igual terminas convirtiéndote en mi hombre de confianza.

—Así será.

—Me gusta tu decisión, espero no equivocarme.

—No la defraudaré.

Cuando salió del despacho de Sasha, fue a acomodarse en la habitación que le habían otorgado en el ala del servicio. Cerró la puerta con llave y sacó el expediente que le había sido entregado por sus verdaderos jefes.

“Nombre falso: Sasha Jonson

Nombre real: Ariadna Sánchez Rodríguez

Fecha de nacimiento: veintiocho de diciembre de mil novecientos noventa.

Lugar: Madrid

Padre: José Sánchez

Madre: María Rodríguez

Información:

Ariadna Sánchez Rodríguez nació en Madrid hace veinticuatro años, hija de José Sánchez drogadicto y borracho y de María Rodríguez que intentó matarla nada más nacer, aguantó en la vivienda familiar hasta los catorce años, edad en la cual asuntos sociales la trasladó al orfanato. Después de varios intentos de fuga, las monjas encargadas del centro decidieron venderla a una pareja que, a pesar de no cumplir con la documentación que se necesitaba para adoptar, quería llevársela sin importar el precio, las dos únicas condiciones fueron sacarla del país y cambiarle el nombre.

El primer lugar donde la llevaron fue a los fríos países del norte, donde fue dejada en un burdel en el cual debía cumplir todos y cada uno de los deseos de cada hombre o mujer que pagara por sus servicios, dando igual lo sucio que fueran. Hasta que llegó Carlo Finelli, un mafioso de sesenta años que pagó una fortuna para comprarla. Se la llevó a América y la puso a trabajar para él legándole toda la herencia a la hora de su muerte.

Acciones que debe emprender:

Señor Smith, debe ganarse la confianza de Ariadna, conseguir como hizo para quedarse con todo y pasar a ser la mujer más rica del mundo, para luego matarla.”

Mientras tanto en la suite del hotel se encontraba Sasha, preparando la plantilla del mes. Desde que ella había heredado los clubes, ninguna de las chicas había vuelto a sufrir abusos y habían vuelto a ser libres. Habían pasado de ser prostíbulos encubiertos a locales de strip-tease de alto nivel. Una de las normas en sus clubes, era que a las chicas no se les tocaba, se podía mirar pero no tocar. Existían espectáculos realmente buenos, habían coreografías en las que las bailarinas provocaban a los asistentes sin necesidad de desnudarse y es que uno de los refranes de Sasha era “no provoca quien más enseña, si no quien más insinúa”.

Cuando terminó todo el papeleo, su mente voló a su último hombre de confianza al cual había despedido hacía tan solo una semana, cuando una de sus chicas llegó con una grabación en la que se veía como éste golpeaba y violaba a otra de las bailarinas, cuando terminó de ver el vídeo, llamó a las autoridades y denunció el suceso, él fue detenido y ella llevada al hospital pues estaba encerrada en la habitación del agresor. Ahora necesitaba alguien de confianza, ¿pero quién? A la mañana siguiente, Sasha acudió a revisar lo que hacían todos sus trabajadores y entonces lo vio. Ahí estaba lavando su Lamborghini Gallardo rojo, llevaba unos vaqueros largos y unas botas negras tipo militar abiertas, de cintura para arriba no llevaba nada, se quedó mirándolo fijamente, observando cómo se movían sus músculos con cada movimiento de la esponja. Sasha, movió un par de veces la cabeza para quitarse de la mente todas esas imágenes que habían llegado sin previo aviso, pues ella, debía seguir siendo la reina de hielo, sólo mostraba palabras de apoyo y cariño a sus chicas. Los hombres debían ver su lado más frío para así, asegurarse que no intentarían pasar por encima de ella.

Pasaron los días, y el mes de agosto terminó, José descubrió en varias ocasiones a Sasha mirándolo, se dio cuenta que detrás de esa carcasa de hielo había también fuego. Comenzó a ir a ver sus espectáculos, eran los únicos en los que las entradas se acababan en menos de una hora, él lo tenía fácil al ser trabajador la entrada era libre, siempre y cuando pusiera alguna excusa, como algo que tenía que arreglar, algo que se hubiera dejado o cualquier otra que le abriera todas las puertas.

El cuerpo escultural de aquella diosa griega, con su larga melena oscura y sus ojos azules, se contoneaba sobre el escenario, unas veces usaba una silla para su espectáculo, otras la barra americana, pero nunca se quedaba totalmente desnuda, una camisa blanca, un vestido semitransparente, o cualquier otro complemento impedían al público verla totalmente desnuda y aquello era mucho más erótico que si hubiera sido de otra forma. Insinuar, ese era su juego en el escenario, insinuar y provocar. ¿Cómo podía ser que una mujer aparentemente tan fría pudiera subir de esa manera la temperatura de hombres y mujeres?

—Señor Fernández, ¿tiene algo que hacer del siete de septiembre al cuatro de octubre?

—No señora.

—Muy bien, necesito que me acompañe a Miami. Vi en su currículum que tiene el curso de guardaespaldas, vendrá en función de ello.

—Como usted diga, señora.

—Muy bien, tiene esta semana libre, saldremos el lunes a las seis de la mañana.

La semana pasó demasiado despacio para ambos, el no ver a José todas las mañanas lavando los coches o arreglando alguna cosa, se le hacía para Sasha demasiado duro.

 

Miami 7 de septiembre

 

Cuando llegaron, José no se lo podía creer, había una limusina negra esperándolos en el aeropuerto. En todo momento, él se comportó como lo que iba, el guardaespaldas de la señora. Mientras iban en la cabina de pasajeros pudo observar como Sasha se retorcía un mechón de pelo que se le había escapado de su siempre perfecto moño.

—Señora, ¿puedo preguntarle que le sucede?

—Ya lo has hecho ¿no? —respondió ésta mirándolo fijamente—, no me pasa nada.

—Perdone mi osadía, pero hay algo que la preocupa, y si de verdad quiere que sea su guardaespaldas, debo saberlo todo.

—No es nada.

—Señora, si me oculta información no sólo corre peligro su vida, si no la de todo aquel que la rodea.

—Bien... a ver, tengo varias reuniones para comprar dos clubes y una de las mejores discotecas de la zona. Pero lo que me preocupa es que haya sido tan fácil, si de verdad funcionan, no me explico porque quieren deshacerse de ellos.

—Ok señora, doy por hecho que ha investigado sobre los locales.

—Sí, y va una cantidad de gente considerable, la conclusión a la cual he podido llegar es que puedan haber problemas de drogas y prostitución dentro de estos locales.

—Tranquila yo estaré detrás de usted en todo momento.

Cuando llegaron al hotel Mandarín Oriental, a José un poco más y se le desencaja la mandíbula, aunque eso sucedió cuando al entrar se enteró a que habitación iban.

—Señora Johnson, bienvenida nos alegra volverla a ver por aquí.

—Gracias, ¿está mi suite preparada?

—Sí señora, la suite oriental está preparada. El botones subirá su equipaje —respondió el recepcionista dándole las tarjetas para entrar a esta.

—Gracias.

Lo que los ojos de José veían no se lo podía creer, estaba en la suite del hotel Mandarín Oriental pero, no en una suite cualquiera, sino en la mejor de todo el hotel, estaba situada en el piso superior, tenía vistas a Miami, la bahía Vizcaína y el océano Atlántico; desde un balcón privado que recorre todo el largo de la suite, sus impresionantes ventanales que llegan desde el techo al suelo hacen que este se inunde de luz natural, un amplio dormitorio y un gran cuarto de baño, con un vestidor separado, bañera independiente, doble lavabo y ducha de generosas dimensiones. “Ideal para hacer cualquier maldad”, piensa observando todo. En el salón, un piano hace que la suite parezca más una mansión que una habitación de hotel, mientras que el comedor, con la cocina básica adyacente, tiene capacidad para ocho personas. Además, está la vanguardista sala de presentaciones que cuenta con lujosos sillones, un televisor de plasma de sesenta y cinco pulgadas y sistemas de sonido envolvente.

—Señor Fernández, vayamos a comer que a las diecinueve treinta tenemos una reunión con el dueño de Ladys.

—Sí señora.

Después de una comida donde se pusieron de acuerdo en las medidas de seguridad que llevaría Sasha, se prepararon para ir al club Ladys.

Llegaron a las diecinueve y diez, la limusina se quedaría allí hasta que ellos volvieran. Al entrar, vieron que las instalaciones eran buenas y las chicas muy bonitas, pero Sasha, pudo ver en sus miradas que estaban bajo algún compuesto químico que las hacía más dóciles y calientes.

—Buenas tardes señorita Sasha, bienvenida a mi local.

—Buenas tardes Jonny, ¿qué les das a las chicas?

—Tú siempre tan directa, no te andas con rodeos.

—Sabes muy bien que no me gustan ni los rodeos, ni las tonterías.

—Es verdad, tu fama te precede.

—Pues bien déjate de tonterías, ¿por qué quieres deshacerte del local? Y ¿qué le das a las chicas?

—Bien... —se quedó mirando a José—. ¿Es de confianza?

—Sí, es mi mejor hombre y mi mano derecha.

—Espero que no sea como el último.

—Jonny, me empiezo a cansar, hablas o me voy por donde he venido.

—Vale, a ver… tengo un problema, una de mis chicas debido a una droga murió en el local y, o lo vendo, pago a la familia y la multa o me lo cierran y me voy a prisión.

—¿Cuánto pides?

—Un millón de dólares.

—Jajaja, ¿perdona? ¿Tú me has visto cara de estúpida?

—Por ese precio podría comprar cuatro locales el doble de grandes que éste y sin ningún problema. Te doy doscientos mil dólares y si no, busca a otro que quiera pagarte lo que pides, eso sí, date prisa, pues me da que no tardaran en reclamarte el dinero o que entres en prisión.

—Muy bien, acepto.

—En unas horas, te llamará mi guardaespaldas para citarte con un notario. Mañana mismo, será la firma y entrega de llaves —dijo Sasha levantándose y dándose la vuelta—, y por cierto... quiero el local cerrado desde ya, los nombres de todas las chicas que trabajan aquí, y de todos los demás trabajadores, los registros de clientes y quien les proporciona las drogas —dijo sin girarse.

En la limusina, Sasha estaba perdida en sus pensamientos, y sus peores recuerdos volvieron a ella, no se dio cuenta que estaba llorando hasta que José le preguntó.

—Señora ¿está bien?

—Sí, ¿por qué?

—Porque está llorando.

—Tranquilo es por el maquillaje —respondió intentando quitarle importancia al asunto— a ver vamos a arreglar la agenda, quiero que llames a Slayter es uno de mis notarios de confianza, tienes el número en la agenda, concreta una cita para mañana por la mañana, cuéntale todo lo que ha pasado y el redactará el contrato de compra venta de Ladys, luego llama a Jonny y exígele que te de todos los datos que le he pedido —se quedó pensativa durante unos segundos—, debes quedar también con Michael el dueño de El Cisne dorado, otro de los clubes que seguramente compre y con Melany, la dueña de ojos de hielo, también me quedaré con el club, pero a ella háblale con mucho respeto, es una buena amiga y me quedo con su local por un favor personal. La semana que viene cuando tengamos esto cerrado, quedaremos con los dueños de la discoteca Madamme Rouge, una discoteca de alto standing con varias salas y cuartos oscuros la cual en cuanto adquiera remodelaré a mi gusto.

A las once de la noche José, pudo encontrar a Sasha en el gran balcón tomando un San Francisco sin alcohol.

—Señora, permiso.

—Sí, dime.

—Ya tengo todas las citas cuadradas, mañana ocho a las diez de la mañana tenemos cita con el notario y el señor Jonny. Aquí le dejo los documentos que pidió, me los ha mandado por e-mail y se los he imprimido para que los pueda leer tranquilamente —dijo entregándole una carpeta con varios documentos—. El miércoles nueve, lo he dejado de descanso por si necesita hacer alguna gestión extra. El Jueves diez, tiene cita a las diecinueve horas con el señor Michael. Y el viernes once a las doce, para comer con Melany, me he tomado la libertad de ponerla al mediodía porque he pensado que les gustaría estar más rato juntas. El sábado y el domingo, los he dejado libres pensando en que si mañana se firma el contrato de Ladys, los necesitará junto el miércoles para cambiar las cosas y empezar de nuevo.

—Muy bien señor Fernández.

—¡Ah, una cosa más señora! Para el día veintiuno, he quedado con el dueño de Madamme Rouge, he pensado dejar una semana libre para arreglar todo lo de los otros locales.

—Perfecto puedes retirarte.

—Sí señora, buenas noches.

—Señor Fernández, ¿le apetecería tomar una copa conmigo aquí fuera? Creo que cuatro ojos ven más que dos, y aquí hay mucha documentación.

—Claro señora.

Después de varias horas, encontraron que Jonny les había ocultado información y había cometido muchos más delitos, razón por la que Ladys se iba a pique, lo que aún bajaba más el precio, le mandaron un e-mail con la documentación al notario y se fueron a dormir.

Durante esa semana, se demostró que Sasha era la reina de hielo, nadie la pisaba, y la gente o la idolatraba o la odiaba, no existía un término medio. Se quedó con Ladys por cien mil dólares y con el Cisne Dorado por ciento ochenta mil.

La comida con Melany fue muy emotiva, José pudo ver la parte cálida de Sasha, con su amiga a la cual la estaba consumiendo una enfermedad terminal y a pesar de ello era muy bella. El viernes lo terminó comprándole a Melany el club Ojos de hielo por trescientos mil dólares, pues éste en realidad, si lo valía y era un local con movimiento. Por lo que José pudo escuchar, el club se llamaba así en honor a Sasha la cual había protegido y cuidado de Melany desde hacía años.

El sábado lo usaron para revisar Ladys, llevaron médicos privados, una empresa de limpieza y lo mantuvieron cerrado para poner todo en orden.

—Señor Fernández aquí no hacemos nada hoy, y mañana tenemos que ir a El Cisne Dorado para hacer lo mismo, me gustaría ir a Madamme Rouge para ver qué es lo que esconde su dueño.

—Muy bien señora.

—Pero no podemos ir así vestidos.

Acudieron a varios establecimientos y cuando encontraron lo que querían, volvieron al hotel para cambiarse.

A la una de la madrugada, salían por la puerta del hotel, Sasha no podía dejar de mirar a José, el cual vestía con un traje negro que le quedaba impresionante. Pero ella no se quedaba atrás, llevaba un vestido largo negro de gasa, con escote delantero y trasero ribeteados con pedrería azul y blanca que por la parte trasera llegaba hasta el final de la espalda como si fuera una cremallera, y unos zapatos de tacón negros que se sujetaban al tobillo con una cadenita que contenía los mismos colores de la pedrería del vestido.

—Señora, ¿ me permite un cumplido?

—Dígame señor Fernández.

—Está usted realmente impresionante.

—Muchas gracias, usted tampoco está mal, veamos…, esta noche deberemos tutearnos, vamos a ir como si fuéramos una pareja, no quiero levantar sospechas.

—Muy bien señora.

—Empezaremos desde ya, de acuerdo.

—Sí, se… Sasha

—Muy bien.

La entrada a Madamme Rouge estaba abarrotada, pero para ellos no fue un problema, cuando el portero reconoció la limusina del hotel supo que era alguien importante, así que en cuanto vio bajar a Sasha y José de ella, les abrió el cordón rojo que prohibía la entrada al local.

—Quiero que observes todo y que no te separes demasiado de mí, no me fio de nadie.

—Tranquila —respondió José mirándola a los ojos.

La noche transcurría con bastante tranquilidad hasta el momento donde un foco se dirigió a ellos.

—Hoy tenemos una sorpresa de la cual no hemos sido avisados, la gran bailarina Sasha Johnson está con nosotros —escucharon por los altavoces.

La gente se les quedó mirando y Sasha comenzó a maldecir en voz baja a pesar de haber dejado su melena semi recogida, la habían reconocido. Sasha dirigió su mirada hacia la pasarela que unía las oficinas con la cabina del DJ y su rostro se contrajo, acababa de descubrir que se escondía detrás de Madamme Rouge

—Señora, el señor Williams quiere invitarle a una copa, acompáñeme por favor —dijo el camarero—, a solas —apunto mirando a José.

—Lo siento mucho, dígale al señor Williams que hoy no vengo por trabajo, que hablaré con él el lunes veintiuno como habíamos acordado y que el señor Fernández vendrá conmigo.

—Señora yo...

—Dígale a su jefe que ¡NO VOY A IR CON EL AHORA Y MUCHO MENOS A SOLAS!

—Sí señora —dijo el camarero dándose la vuelta.

—¿Estás bien Sasha? —pregunto José.

—No, vayámonos por favor.

La música en Madamme Rouge había vuelto, y con ello la normalidad para todos los clientes.

Sasha y José salieron del local y al llegar a la limusina, ésta rompió a llorar en silencio, una de sus peores pesadillas se había hecho realidad, encontrarse con uno de sus primeros dueños, el más sádico y violento.

—¿Señora?

Al ver que Sasha no respondía, José se sentó a su lado y pasándole el brazo por los hombros la atrajo hacia él y mirándola a los ojos, la besó con dulzura mientras secaba sus lágrimas con las yemas de los dedos. En ese momento, fue cuando todo el hielo se rompió en Sasha y a José se le olvidó el porqué estaba allí.

Llegaron al hotel, José la desnudó con delicadeza, la llevó a la ducha de hidromasaje, se desnudó y entró con ella, abrió el agua para que saliera templada, sus manos recorrieron el cuerpo de aquella diosa que lo llevaba loco, sus labios volvieron a encontrarse pero lo que antes había sido un beso dulce, ahora era un beso cálido y lleno de deseo, cogió el jabón y la lavó de forma delicada, suave y sensual. Cuando hubo terminado, la cogió en brazos y la llevó al dormitorio en el cual presidía una gran cama con sábanas de seda, continuó besándola por todo el cuerpo, para finalizar volviendo a sus labios mientras la penetraba de forma suave y pausada, las caricias se intensificaron y terminaron haciendo el amor como si no hubiera un mañana. Al día siguiente, ambos se dieron cuenta que se habían equivocado, a pesar de que sus sentimientos dijeran que debían estar juntos, las obligaciones lo impedían.

—Señor Fernández, lo de anoche no sucedió —dijo Sasha cuando iban en la limusina camino a El Cisne Dorado—, si me entero de que se lo cuenta a alguien tomaré medidas —No señora, tranquila, nadie se enterará.

La semana pasó en un suspiro, y sin darse cuenta, Sasha y José estrecharon lazos, confianza y sentimientos. Se unieron en su contra haciendo que los corazones se unieran en contra de lo que dictaban sus mentes. Pronto llegó el temido lunes veintiuno, el día en el que Sasha se enfrentaría a Williams para comprarle Madamme Rouge.

En la limusina José pudo observar como Sasha se retorcía un mechón de pelo nerviosa, sabía que pasaba algo, pero si ella no se lo contaba no podía hacer más que estar en alerta, llevaba una nueve milímetros debajo de la americana por si las cosas se ponían feas.

—Sasha ¿estás bien?

—Sí, tranquilo, pero ten cien ojos, no te fíes de él, ni de sus hombres, sé de lo que hablo.

El día fue un caos, José tuvo que sacar el arma cuando vio que lo que querían era secuestrar a Sasha, y menos mal que contaba con gente de confianza infiltrada dentro del local, pues si no todo habría terminado muy mal.

La vuelta a Las Vegas fue mucho mejor, pues este mes en Miami había unido a José y Sasha en una relación secreta, pero la cual había cambiado a Sasha, ahora era mucho más dulce y aunque seguía siendo muy estricta, también se notaba que tenía calidez en su corazón.

 

 

 

 

23 de diciembre

 

Mientras escuchaba “Frente a Frente”, de Bunbury, las lágrimas recorrían su rostro dejando un reguero negro debido al maquillaje.

Lágrimas de sal que reflejaban su dolor y frustración.

—¿Por qué yo? —se repetía en voz alta una y otra vez.

Estas fechas eran las peores para Sasha, eran en las que fue vendida por las monjas que llevaban el orfanato, cuando su alma murió, durante todas las fechas festivas fue usada, golpeada, vejada y violada en tantas ocasiones que perdió la cuenta y la noción del tiempo. En cada aniversario de aquello, las pesadillas volvían a su mente, martirizándole de nuevo. Y este año, iba a ser mucho peor pues había cometido un gran error, se había enamorado de un trabajador y no de uno cualquiera si no del que realmente estaba infiltrado, pues era un sicario mandado para matarla.

Ella lo sabía desde hacía quince días, cuando un sobre anónimo llegó a su nombre, en su interior contenía múltiples fotografías de José con el hijo bastardo de Carlo quien había luchado con uñas y dientes por la herencia de su padre, pero el cual fue desheredado por el intento de asesinato de su progenitor. No dijo nada, su corazón se había roto en un millón de pedazos y no tenía fuerzas.

Cuando escuchó que alguien abría la puerta, se secó las lágrimas y se sentó ante su ordenador mientras seguía escuchando a Bunbury de fondo.

—Sasha te noto algo extraña ¿sucede algo? —dijo José acercándose a ella

—No, José. No sucede nada.

—¿Segura? —preguntó acariciando sus hombros.

—Sí, solo que mañana es noche buena y no me gustan estas fiestas, sólo es eso.

—Estas serán diferentes.

—Sí, seguro que sí —dijo Sasha girándose hacia la ventana para ver desde su ático todas las luces de Las Vegas.

La noche la pasó dormida en su sofá, tapada con una manta que le había echado José por encima.

“Duerme princesa de hielo, pronto lo habré solucionado todo y seremos libres”.

La mañana del veintitrés de diciembre empezó movidita, Sasha parecía una leona enjaulada.

—Sasha, confía en mí, todo va a mejorar.

—¿En qué va a mejorar? —preguntó girándose hacia él—, tal vez puedas explicarme esto —dijo dándole el sobre con toda la información.

—Mierda... Puedo explicártelo.

—¿Cuándo? ¿Antes o después de matarme?

—Sasha ¿o mejor debería llamarte Ariadna? Tú tampoco has sido sincera conmigo.

—Sí claro y es lo mismo, igualito el que no te diga el nombre que me pusieron mis padres a que me seduzcas para luego matarme. ¿Cuándo pensabas hacerlo?

—Si me dejas hablar y que te presente a una persona creo que lo entenderás.

—Sí, claro habla todo lo que quieras.

—Ufff, mírame, por favor mírame a los ojos y siéntate aquí conmigo.

—Bien, empieza, que el tiempo es oro y por lo visto el mío se agota.

—A ver... Es verdad que debía matarte, también es verdad que cobré una gran cantidad de dinero para ello, pero no es verdad que sea un sicario. Si me lo permites me presento, mi nombre es José Fernández soy agente infiltrado del FBI, soy español, hace tan sólo un año que llegué a Las Vegas y estuve investigando y preparándome para este caso. Se sabía que podrían ir a por ti, pues Carlo tenía amigos muy importantes que dieron el chivatazo.

—¿Y debo creerte por qué sí?

—No, ahí viene la otra parte si me lo permites te enseño mi placa y llamo a mi superior para que te lo explique.

—Bien.

Mientras José abría la caja fuerte y sacaba otra más pequeña de ésta donde contenía su arma y la placa iba llamando a su superior.

—Señor, alguien le ha filtrado a la señora Sánchez que soy un sicario que está aquí para matarla, si todo está bajo control me gustaría identificarme y que usted hablara con ella —espero unos minutos al teléfono escuchando lo que su jefe le decía y se giró hacia ella—. Ariadna el comandante Grant quiere hablar contigo.

—Sí, ¿dígame?

—Buenos días señorita Sánchez, hace tan sólo unas horas el operativo ha sido dado por finalizado pues se ha encerrado a toda la banda del hijo de Carlo, además de algunos mafiosos más a los cuales hemos llegado gracias a su colaboración. Debo decirle que el señor Fernández es agente nuestro, y que si le ocultó la verdad fue por su seguridad.

—Gracias.

—A usted, felices fiestas.

—Igualmente.

José se acercó a ella con la placa en la mano para que pudiera ver que era todo verdad.

—Lo siento —dijo acariciándole la mejilla con dulzura.

Sus ojos se encontraron y en ese mismo instante supieron que nunca más se separarían.

Para Sasha aquellas fueron las primeras navidades felices de su vida, y para José las que había descubierto que el amor verdadero existía y que hasta el corazón más congelado del mundo, puede convertirse en un volcán en erupción.