PRÓLOGO
Alonso Quijano desarrollaba sus aventuras, reales o imaginarias, por tierras de La Mancha en un universo sin grandes sobresaltos. No muy lejos de las tierras manchegas se mueve en un Universo salvaje, Samuel Alonso, universo en el que por algún Defecto de fábrica resulta que La sangre no salta.
Alfonso Gutiérrez Caro es un autor, digamos, tímido, tímido en su tratamiento, en sus expresiones, pero no en sus escritos. Tres novelas tres, y esperemos que muchas más, hacen que podamos situarlo en lo más alto de la literatura regional y con paso firme hacia la nacional.
Conocimos a Samuel Alonso en Defecto de fábrica, apegado a su despacho/dormitorio/cocina/estar cochambroso. Detective sin trabajo, esperando dar el pelotazo de su vida, irónico, valiente o inconsciente, con un oscuro pasado, y, algo muy curioso: no bebe alcohol, solo Fanta de naranja. Sí, gran fumador.
Más suelto, más seguro de sí mismo encontramos a Alfonso Gutiérrez en Universo salvaje y a Samuel Alonso más vivo, con más tablas y más hecho. Formando un binomio perfecto con la inspectora Mara Suárez: el detective puede hacer cosas que a la policía le están vedadas y, por contra, ella es el freno a algunas paranoias de Samuel.
El autor está demostrando un saber hacer perfecto, adquiriendo sabiduría y tablas con cada una de sus novelas al tiempo que nos sorprende en esta tercera entrega, La sangre no salta, con algo que es poco común: asistimos al embarazo y nacimiento de Samuel Alonso… En esta ocasión el peso de la acción recae en su padre, Santos Alonso, soportando Samuel el peso de los recuerdos. Habilidad narrativa derrocha Alfonso Gutiérrez Caro con un giro proverbial al final… Que nadie se deje el epílogo, pues en él están las claves para que Samuel Alonso siga, o no, con nosotros.
Francisco Marín Pérez