V. —Aprendiendo a bailar

MIS sobrinas estaban felices por el retorno de su hermano, aunque no lo demostraron abiertamente, excepto Nicole; que... una vez que lo vio entrar, se le colgó del cuello y le advirtió que si volvía a irse... le decomisaría todos sus juegos de video y se los daría a Chepe para jugar.

En la primera oportunidad que tuve, llamé a la clínica, para informarme del proceso de mi hermano. Me dijeron que estaba pasando por un período terrible de ansiedad, pero que eso era normal. Dentro de diez días sería autorizada la primera visita de la familia. Pero antes, tendríamos que entrevistamos con la terapeuta de la clínica.

El jefe de mi hermano le tenía mucho aprecio y era un hombre muy bondadoso. Le expliqué abiertamente la situación de Gabriel y me hizo saber que no nos desampararía durante la estancia de mi hermano en la clínica.

Pese a los atrasos de mi trabajo... la editorial me envió un cheque por los capítulos entregados. Así que los asuntos económicos, no estaban siendo otro motivo de agobio para fortuna de todos.

¡Tía!, ¡Quiero ir a ver a Beto!, me interrumpió Adrián, mientras intentaba avanzar con mis traducciones.

—¡Claro!, asentí, ¿quieres que te lleve?

Atrapados en el trafico, Adrián me contó de los problemas que tuvo con Ruperto. Un día no soportó más la presión y aceptó probar la cocaína. La consecuencia fue sumamente desagradable para él....y, cansado de las burlas y las humillaciones por parte de sus expertos compañeros cocainómanos, decidió alejarse de ellos.

¡Eso fue lo que me contó!, pero estoy segura de que hubo más razones. ¡Sólo Dios sabe cuántas cosas horribles presenció en esos días!, lo cierto es que ese viaje..., fue un antes y un después en la vida de Adrián.

Beto y su familia nos recibieron con los brazos abiertos. Y, mientras los muchachos salieron a dar una vuelta, Rita y yo platicamos largo y tendido sobre los últimos acontecimientos. Desde mi amistad con Julio, hasta la estancia de Gabriel en la clínica de recuperación.

Rita me entregó una lista de direcciones y horarios de algunos grupos de Al-anon en la ciudad y me sugirió asistir cuanto antes a mi primera reunión.

—¡Julio ha estado insistiendo también!, le dije con cara de niña regañada.

—¡Estas enamorada de él! ¿Verdad? Cuestionó Rita, por no decir que lo afirmó.

Me puse muy nerviosa y mi primer impulso fue negarlo. Pero esa era mi oportunidad para contarle a alguien lo que me estaba pasando. Así que sonrojada le contesté, que todo indicaba que sí.

Rita sonrió emocionada y aseguró que haríamos una hermosa pareja. Ella no sostenía una relación cercana con Julio, pero durante años asistió a sus conferencias y lo admiraba profundamente por su forma extraordinaria de vivir el programa de Al-anon; y su habilidad para transmitirlo a otros.

¡A ver Rita, espérame!, ¡Una cosa es que yo esté enamorada de él, y otra muy distinta es que él lo esté de mi! En realidad sólo somos amigos. ¡Él se ha portado increíble conmigo y mis sobrinos!, pero supongo que él es así con todo el mundo.

—¿Tú crees? dijo mirándome muy sugestivamente, ¿Por qué no se lo preguntas?

—¡Claro que no!

Adrián quiso quedarse a dormir con Beto y durante todo el camino repasé las palabras de Rita. Así como alguna vez repasé las de mi amiga Lucía, respecto a mi relación con Álvaro.

Pero esta vez, era diferente... Mi corazón latía fuerte y las manos me sudaban de tan solo considerar que Julio y yo pudiéramos llegar a traspasar nuestra amistad en algo más.

Entonces recordé el paseo que dimos por las calles del centro semanas antes. Él había mencionado que no pudo sacar mi mirada de su mente, desde que me vio por vez primera.

¡Sentí un vuelco abrupto en el estómago!, pero mi razón me puso bajo control, convenciéndome de que ese comentario era irrelevante.

Estacioné el bocho y vi que las luces de la casa de Julio estaban encendidas. Y en un impulso... toqué a su puerta, percatándome del sonido de una melodía.

Quería agradecerle por la intervención que tuvo en el regreso de Adrián y disculparme por no haberlo hecho antes. Por demás nerviosa, toqué más fuerte porque el volumen de la música estaba muy alto. ¿Y si está acompañado? ¿Y si soy inoportuna?, pensé a punto de dar un paso atrás... cuando la puerta se abrió y... en vez de ser saludada de la manera habitual, vi su mano extendida que... una vez que tomé me atrajo hacia él. Y sin decir una palabra, me incité bailar una pieza de tango.

—¿Qué haces? sonreí tímidamente.

—¡Bailando una hermosa pieza con una hermosa dama!

—¡Pero yo no sé bailar tango!

—¡Yo no estoy tan seguro de eso!, dijo inclinando mi cuerpo hacia atrás descansando mi cintura sobre su brazo.

—¡En verdad es una pieza hermosa!, sugerí sintiendo un calor excitante recorriéndome de punta a punta.

—“Por una cabeza”, ¡así se llama!, es mi pieza favorita.

Sonreí de nuevo, entregándome a la sensualidad y la pasión que despertó aquel tango y la cercanía de nuestros cuerpos.

El deseo de llegar más lejos era inevitable para ambos. Pero estábamos disfrutando ¡tanto ese momento!, que no queríamos que terminara nunca.

Los ojos de Julio me miraban con un brillo capaz de opacar todos mis miedos. ¡Estábamos tan cerca! que nuestros alientos se convirtieron —en el único aire respirable y nuestras manos ya entrelazadas se aferraron aun más la una a la otra.

¡Estaba por primera vez en mi vida reflejándome en la mirada de un hombre!, y permitiendo sin prejuicios que afloraran todos mis instintos de mujer.

El momento tan esperado sobrevino... Julio dio el primer paso y Yo simplemente cerré los ojos y abrí el corazón al contacto de sus labios.

Aquel beso que inició como una suave comparsa, se intensificó poco a poco hasta rebasar todos los límites.

Lentamente y sin interrumpir la fusión de nuestras bocas, caminamos en dirección a su alcoba. Una lámpara pequeña era toda la iluminación que había, y sin un ápice de duda; nos despojamos de todo lo que no fuera nuestra propia piel.

No quedó un centímetro de mí, sin ser acariciada por sus manos... Y luego de una breve pausa... fundimos cuerpo y alma sin reservas.

Mi mente no podía pensar en otra cosa que no fuera el amor que sentía por él. Todos mis sentidos disfrutaron aquel encuentro al cien por ciento. De pronto una maravillosa y desconocida explosión de sensaciones estalló en el centro de mi cuerpo, seguida por la de él.

¡Exhaustos por tanta dicha!, permanecimos entrelazados y en silencio hasta que Julio lo rompió diciendo...

—¡Te amo Marian!

—¡Te amo Julio!

Entré en la casa, casi de puntillas para no despertar a nadie. Pero Valeria salió a mi encuentro inesperadamente del interior de la cocina.

—¡Me asustaste!, exclamé inhalando muy hondo.

—¿Dónde te metiste? el bocho está en la cochera ¿y tú...? —¿Estabas con Julio? preguntó entrecerrando los ojos y abriendo su boca,— ¿Hasta la una de la mañana?

Asentí cubriéndome la sonrisa con las manos. Abracé a mi sobrina emocionada; que apenas y la dejé respirar.

—¡Estoy enamorada Val! ¡Julio es el hombre que esperé toda mi vida!

Aún sin saberlo, la jalé para sentarla junto a mí. Y retomando aquella conversación que tuvimos meses antes sobre sexualidad, le dije convencida...

—¡Tener sexo, no es malo muñeca!, pero... ¡Hacer el amor es maravilloso!

—¡Deseo con todo mi corazón que algún día te sientas tan plena y tan feliz como yo me siento en este momento!

Valeria me miró conmovida y una lágrima resbaló por su carita de niña, sin que pudiera evitarlo.

Las experiencias sexuales que inició a vivir tan prematuramente y además sin amor, la hacían sentir más vacía y sola de lo que quería aceptar. Esa fue la única, pero también la mejor recomendación que pude darle a mi sobrina sobre sexualidad humana.