AGRADECIMIENTOS

A Paddy no le agradaba la idea de que alguien escribiera su biografía, así que mi primer deber de gratitud es con la ya fallecida Joan Leigh Fermor y el agente literario de Paddy, Anthony Sheil, pues entre los dos consiguieron hacerle cambiar de idea. En un principio, iba a escribir este libro junto con mi marido Antony Beevor; pero su carrera como historiador le transportó hacia las grandes batallas de la Segunda Guerra Mundial, mientras yo gozaba de la felicidad que supone pasar día tras día en compañía de una de las personas más amables, divertidas e interesantes del mundo.

Joan cubrió muchos de los vacíos existentes en la vida de Paddy, aun cuando detestara hablar de ella misma. Y en lo que se refiere a la historia de los padres y abuelos de Paddy, estoy muy en deuda con Miles Fenton y Francesca Willoughby, sobrino y sobrina de Paddy, hijos de su hermana, la ya fallecida Vanessa Fenton. También conté con la valiosa ayuda de Francis Fermor, Rosalind Ambler y Sheila FermorClarkson. Por parte de la familia de Joan, me gustaría dar las gracias a Michael y Joey Casey, y a Robert y Bridget Kenward.

Este libro no se podría haber escrito sin la ayuda de los amigos íntimos de Paddy, muy en particular de Magouche Fielding, el ya fallecido Andrew Devonshire, Deborah Devonshire, Janetta y Jaime Parladé, el ya fallecido George Jellicoe, Philippa Jellicoe y Olivia Stewart; y también John Craxton, que creó las ilustraciones para las cubiertas de los libros más importantes de Paddy, y el editor de Paddy, el ya fallecido Jock Murray. También debo gratitud a Angela Allen, Sarah Anderson, CIare Arron, Alan Baker, Elpida Beloyannis, Freda Berkeley, William Blacker, Melvyn Bragg, el ya fallecido John Campbell, Sheila Campbell, Pamela Cantacuzene, Sherban Cantacuzino, Mark Carleton-Smith, el ya fallecido Maurice Cardiff, el doctor Christian Carritt, Elizabeth Chatwin, Peter Chenery, Anne Chisholm, Cressida Connolly, Hayward Cutting, William DalrympIe, Michael Davie, ya fallecido, William Davies, Ben Downing, Pamela Egremont, Jason Elliott, Patrick Fairweather, Rudolf Fischer, Reg Gadney, Frank y Kitty Giles, ya fallecida, Jason Goodwin, Imogen Grundon, Alexandra Hadjimichalis, la ya fallecida Billa Harrod, Max Hastings, los ya fallecidos Dorothy Heber-Percy, Priscilla Hedley y Canon Ingram Hill, Christopher Hourmouzios, Christopher Hudson, Louisa Lane Fox, Robin Lane Fox, Xara Kiosse, Leda Kostakis, Jon van Leuwen, ya fallecida, Deirdre Levi, Michael Llewellyn Smith, el profesor Peter Mackridge, Helen Marchant, Rosanna Marston, David Mason, Nadia y Jean-Marc Mitterer, Caroline Moorehead, Fionn Morgan, Charlotte Mosley, la ya fallecida Sophie Moss, y el también fallecido William Mostyn-Owen, Diane Naylor, Anne Norwich, Chloe Obolensky, Frances Osborne, la señora de Barrie Pitt, Heulyn Rayner, Rob Rayner, el doctor Patrick Reade, Hamish Robinson, Miranda Rothschild, Marie-Lyse Ruhemann, Steven Runciman, ya fallecido, Alec Russell, Tom Sawford, Nicholas Shakespeare, el ya fallecido David Smiley, Xan Smiley, John Stathatos, Charlotte Szapary, Santiago de Tamarón, Damaris Stewart, Colin Thubron, loanna Tsangarakis, Peter Tzanetakis y Tonia Tzanetaki-Yanidi, Miklós Vajda, Joachim Voigt, Rita Walker, Sara Wheeler, Joan Winterkorn, Mary Wood y Kyril Zinovieff.

Me siento particularmente agradecida a Biddy Hubbard, Allegra y Tony Huston, Lyndall Passerini-Hopkinson y David Pryce-Jones por permitirme usar cartas y diarios que me proporcionaron una visión única de lo que fue la vida de Paddy. Y a Robert Harding, porque me permitió utilizar, citar y analizar el primer manuscrito autógrafo de El tiempo de los regalos. Y también a Rudolf Fischer, cuya ayuda fue muy valiosa a la hora de escribir los capítulos sobre Hungría y Rumanía; y a Tim Todd, que me respondió a tantas preguntas sobre la Operación Kreipe. Vaya también mi agradecimiento particular hacia Gabriella Bullock e Isabelle Cole: no solo me dieron acceso a los diarios no publicados de su padre, William Stanley Moss, sino que también fueron tan amables como para permitirme usar varias de sus fotografías. Paul Pollak y Peter Henderson me guiaron a través de los archivos de la King’s School, en Canterbury. Simon Fenwick fue el archivero que primero catalogó los libros de Paddy, y quien halló sus últimas palabras escritas en un libro, al igual que otros tesoros que yo había pasado por alto. Y estoy agradecida al profesor Roderick Beaton por haber corregido mis breves descripciones de la política griega en el siglo XX.

Hubiera sido imposible seguir el rastro de la creación de los libros de Paddy sin tener acceso a las cartas que el autor escribió a su editor, Jock Murray, así como a todos los documentos relativos a Paddy archivados en las oficinas de Albemarle Street. Por todo ello, muchas gracias a John y Virginia Murray. Gracias a su Charitable Trust, los papeles de Patrick Leigh Fermor ahora han encontrado un hogar permanente en el John Murray Archive, que acoge la Biblioteca Nacional de Escocia, donde también se hallan las fotografías de Joan Leigh Fermor. Estoy agradecida al archivero David McClay, pues me dio una nueva perspectiva del trabajo de Joan, y también agradezco a los directivos de la Biblioteca Nacional de Escocia que me hayan permitido reproducir sus fotografías en este libro. También quisiera dar las gracias al Departamento de Colecciones Especiales y Archivos de la biblioteca McFarlin, de la Universidad de Tulsa, por haberme dado permiso para citar textos de Cyril Connolly; y al Centro de Investigación de Colecciones Especiales de la biblioteca Morris, de la Universidad del Sur de Illinois, por permitirme citar documentos de su archivo Lawrence Durrell. Gracias a los libreros y archiveros del Travellers Club, a las Oficinas de Registro de Northamptonshire, a la Geological Society of London, a los Archivos Nacionales de Kew, a la biblioteca Gennadius de Atenas, y a la London Library.

En el año 2008, me sumé a una expedición a Creta. La organizaron Chris Paul y Alun Davies. Su objetivo era seguir la ruta de los secuestradores del general Kreipe. Gracias a los buenos oficios del coronel Theodore Kitsos y de la embajada griega en Londres, contamos con la compañía de Nicos Frankioudakis, de las fuerzas armadas de Grecia, que nos hizo de guía e intérprete; con su ayuda, tuvimos la oportunidad de hablar con gente que aún conservaba vívidos recuerdos de la Operación Kreipe. Yo estuve con ellos solo unos cuantos días, y no conseguí escalar el monte Ida, pero la experiencia fue inolvidable. Quisiera también mencionar al ya fallecido Ralph Stockbridge. Él y Paddy estuvieron ambos en la Creta ocupada, y su correspondencia revela cómo cambió la percepción del secuestro de Kreipe a lo largo de los años.

Mi agente Felicity Bryan y mi editor Roland Philipps me dieron incansablemente aliento y apoyo. Y el libro es más legible gracias al trabajo de Howard Davies. También debo gratitud a Douglas Matthews, que hizo el índice, y a Rodney Paull, que dibujó los mapas. Y a Caroline Westmore y Rosie Gailer, de la John Murray Collection, y a Sara Marafini, que diseñó la sorprendente y bella cubierta del libro.

Paddy acostumbraba a decir que cuando se escribe un libro es muy importante tener en mente al lector ideal del mismo. Yo tengo dos. Uno es John Julius Norwich, mi padre, y el otro es Antony Beevor. A ambos les debo mucho más de lo que puedo expresar.