Prólogo

A nadie, salvo a los que gozarán con esto.

SCHUBERT (dedicatoria de su último Trío)

Esta compilación debe mucho a Schubert: su título, una parte de su contenido, quizás incluso su existencia.

Está en deuda también con Montaigne, y este encuentro, que no era previsible, dice sin duda lo esencial.

Si no hubiera descubierto a Schubert, hacia los 23 años, si él no me hubiera cambiado la vida, que mucha necesidad tenía de ello, si no me hubiera cambiado a mí mismo, y si además no hubiera leído a Montaigne algunos años después, si él no me hubiera cambiado el pensamiento, los gustos, los proyectos, ¿me habría atrevido alguna vez, habría sabido escribir estos pequeños fragmentos de prosa sin pretensiones o sin otra pretensión de parte del autor que escribir lo más cerca de sí mismo, como componía Schubert, como escribía Montaigne, lo más cerca posible de la vida real, con sus angustias, sus incertidumbres, sus más o sus menos, lo más cerca de su esencial fragilidad, su esencial finitud, su esencial y definitiva improvisación?

¿Qué es un impromptu? Una pieza pequeña, con más frecuencia de teatro o de música, compuesta, como dice el Littré, «sobre la marcha y sin preparación». Esto corresponde exactamente a la primera versión de los doce artículos que siguen, tal cual fueron escritos, siempre a pedido, para tal o cual revista o publicación. No me he negado a retomarlos sin embargo, a corregirlos, a veces a ampliarlos, pero siempre con la idea de permanecer fiel al primer impulso, a la invención del momento, como hacía Schubert, como hacía Montaigne, entre pensamiento y confidencia, entre emoción y reflexión…

¿Es esto filosofía? ¿Literatura? No lo sé ni me importa: dejo el asunto a los que todavía se interesan por ello. Montaigne me liberó de esas etiquetas, de esa manía clasificatoria. Liberará a otros. Sin querer imitarlo, he intentado seguirlo, a mi modo, incluso desde lejos, incluso mal. ¿Ensayos? Es la palabra que mejor les convendría, si el ejemplo de Montaigne no fuera tan aplastante y si la palabra no hubiera cambiado un poco de significación con el curso de los siglos. El término Impromptus expresa mejor lo que estas palabras tienen de frágil, de provisorio, de casi improvisado… Se me objetará que la referencia a Schubert también es aplastante, y se tendrá razón. Pero no soy músico y esto torna más leve la confrontación.

El título se justifica, en fin, por cierto clima interior que me hace pensar en Schubert o que creo hallar en él, una especie de melancolía que aflora en estos textos y que conozco bien. ¡Cómo regresa la pena cuando el pensamiento se relaja! Hay que aceptarlo también. ¿Qué valdría un gozo que sólo fuera de tensión, de esfuerzo, de mando? Allí fracasa, quizás, el estoicismo, o toca su propio límite. ¿Y qué valdría un pensamiento que estuviera separado de la vida, alegre o triste, que lo motiva o que lo supera? Aquí se extravía la filosofía, con bastante frecuencia, y esto la vuelve a veces fastidiosa. He querido intentar otra cosa: Schubert me importa más que Epicteto; Montaigne más que mis colegas.

En suma, éste es sólo un libro sin importancia, que se ama o se deja. Adiós, pues, lector, y que la vida te sea suave.