INTERLUDIO
Martin demoró la frase
con la que ha finalizado el capítulo anterior para hacerla alcanzar
hasta que descendimos del tranvía.
—Creí que ocultabas un
segundo asesinato, Martin —observé—. ¿Debemos esperar acaso a que
hayan muerto varias personas y a que la lista de sospechosos quede
reducida a uno?
—No sé bien si este
sistema nos servirá, Tony —repuso—. Ve y espera. Además, recuerda
que no trato de contar una historia técnicamente perfecta, porque
todo esto realmente me ha ocurrido. Callemos un rato: estoy sin
aliento después de esta larga narración.
Para ser exacto, yo
también estaba un poco cansado y no lamentaba una pausa momentánea.
Caminamos en silencio, contemplando las muy concurridas vidrieras
de los comercios de importaciones italianas y esquivando a veces la
veloz carrera de un joven fascista sobre patines.
Cuando nos instalamos
cómodamente en un reservado de La Favorite, y después de haber pedido unos cocktails, pregunté
mientras examinábamos el menú:
—¿Ya has recuperado el
aliento?
—¡Tony, qué ávido eres
de noticias!
—Se trata simplemente
de una curiosidad natural..., de mi primer encuentro con un Watson
—no me molesté en decir que ya estaba meditando sobre las
posibilidades novelísticas del relato de Martin.
—¿Y qué tal soy como
Watson?
Juiciosamente
reflexioné.
—Hum... Poco convencional. Es desconcertante tener un Holmes
algo cansado y un Watson decididamente excéntrico.
Llegaron las bebidas, y
volvimos a estudiar nuestro menú. Una vez dadas las órdenes, Martin
continuó:
—¿Y Ashwin?
—De no haberlo conocido
cuando yo estuve en Berkeley, sería demasiado bueno para ser
verdadero. Es una lástima que no haya nacido en el siglo dieciocho.
Uno espera que en cada frase incluya un "sir".
Martin levantó la vista
zumbón.
—¿Estás apostando a
cuál es el asesino?
—No confío en ti,
Martin.
—Bueno, bueno, Tony.
Estoy hablando claro. Te estoy contando todo... es decir, todo lo que Ashwin y yo sabíamos. No creo que
ni siquiera emplee un énfasis muy fingido. Bueno ¿quién es el
asesino?
Sacudí la
cabeza.
—A falta de detectives,
médicos y mayordomos que están fuera de concurso, tengo una gran
debilidad por la fórmula de la persona menos sospechosa y no veo
cómo encontrarla en este caso. No hay ninguna persona no
sospechosa, fuera de ti y de Ashwin. Por supuesto que Kurt y Paul
son inocentes; has insistido mucho en ellos. Después está
Alex..., el doctor Leshin...,
Martin, si el asesino resulta ser cualquiera
como Worthing o Boritsin, te haré pagar la cena aunque seas mi
invitado.
—Te dije que hablaba
claro —dijo Martin.
El mozo trajo los
hors d'oeuvres y un bol de sopa hirviente y se
quedó a la espera. Martin, interpretando el significado de esta
actitud, me miró.
—¿Lo pedimos? —me
preguntó.
—¿Pedimos
qué?
—¿Pedir vino después de
toda nuestra cerveza?
Me encogí de hombros.
Nunca recuerdo los tecnicismos de la prioridad.
"Bier auf Wein.
"Ist nicht fein...", susurraba Martin.
"Wein auf Bier.
"'Rat' ich Dir..." Una
botella de Chablis, mozo. Es la única
manera de recordar —añadió, volviéndose hacia mí.
Cuando sirvieron el
vino levanté la copa.
—Por el Asesino
Desconocido —exclamé; y después de beber el brindis, agregué—:
Ahora continúa, Martin. Me gustaría saber por quién estoy
brindando,
—Sopa excelente
—observó Martin, al azar—. Bueno..., esto fue el lunes. Nada de
particular ocurrió después hasta el día del ensayo
general...