Capítulo Seis

Por primera vez en toda su vida, Callie reconoció un nuevo deseo en los ojos de Richard. Él la miraba con una atención como nunca antes. Callie se sintió de repente al descubierto, como un nuevo amante que acaba de pagar su tarifa y luego le preguntaba si podía pegarle, algo que ella siempre había amado y rara vez lo obtuvo de los hombres que le pagaban.

Richard iba a follarla. Parecía más interesado en ella que en Little Joe. Tenía la mano en sus pantalones por un minuto y después él acomodo su erección, hizo rodar la lengua por el labio superior. Él estaba listo para ella. Miró directamente a su coño y ella abrió las piernas para que pudiera ver lo que quería encontrar. Después de años de sus juegos al escondite, Richard la quería.

—Eso es bonito—, le felicitó a ella. —Muy bonito.

La piel de Little Joe se puso pálida. —¿Qué? ¿Te gusta lo que ves aquí? —Él empujó el vestido y acarició su coño. Sintió un chorro caliente de emoción y cada terminación nerviosa de su cuerpo despertó.

—Sí, Joe. Es muy bonito, ¿no lo crees?

A decir verdad, ¿cómo podría saberlo? Nunca había follado con una mujer y Callie lo sabía porque nunca la tomo en cuenta cuando estaban juntos. Él se centraba en Joe y él tenía una historia amorosa con el culo bien formado de Joe. Por Dios, cuando se hundía en medio de las mejillas de Joe, él permanecía un buen rato.

Ella se estremeció entonces. ¿Podría el hundirse en ella y reclamarla, entre sus pliegues le gustaría la sensación de estar en ella? ¿Podría ella ponerlo duro lo suficiente? Se sintió débil cuando pensaba en la forma en que él follaba a Little Joe.

Apoyándose en sus codos, ella movió las piernas hacia adelante y hacia atrás, Joe se movió a un lado, con una sonrisa forzada, le dio unas palmaditas en la rodilla. —Cuidado, Callie. Puede obtener lo que estas invitando.

—Eso espero—, ronroneó.

Joe frunció el ceño. Después de la historia que él le dijo a ella fue y disparó todos los detalles que compartía su interés, no le importaba lo que Joe quería o le gustaba en este momento. Ella tenía necesidades y alguien allí para cuidar de ellas.

—Richard, quiero hacer una sugerencia. Si va a actuar como si supieras hacerlo con una mujer, lo mejor es aprender, a partir de este momento.

Little Joe sujeto la pierna de ella. —Te estoy diciendo, esta vez conseguirás más de lo que deseas desde que Richard no ha sido satisfecho desde hace tiempo.

Richard parecía perdido en medio de la traducción. —¿Callie?

—Espero tener a ambos el día de hoy—, ella dijo. —Le he anhelado también, Richard, por mucho tiempo.

Dos años no eran nada entre ellos. Ella había querido a Richard en varias ocasiones durante los últimos diez años, pero los días de separación la hizo estar hambrienta como de una buena comida que siempre se había perdido.

—Habéis oído a la mujer—, dijo Joe. —Y permítanme añadir, si la quieres, esta es la única manera... conmigo viendo.

Callie ignoró a Joe y su comportamiento posesivo. En cambio, trabajó en la liberación de sus botones. Ella no tenía un montón de volantes y encajes en la falda para despojar. No pasó mucho tiempo, algo que Joe podría haber ayudado a hacer antes, pero ya que no follaron, él nunca se molestó.

Little Joe sólo tenía sus pantalones cuando ella se desnudo. No se los quito. En su lugar, se sentó en la mecedora y Callie empujó a Richard a la cama.

A horcajadas en él, él tragó con fuerza. La miró a los ojos y apenas se movió. Esperó hasta el momento apropiado para trabajar en los cordones de sus pantalones y no iba a desperdiciar el tiempo. Una contracción y ella fue hacia la señal.

Joe extendió sus piernas y ella se concentró en Richard, desde que él estaba debajo de ella. Ella vio a Joe con su visión periférica.

—Callie, esta es una mala idea—, advirtió Richard.

—¿Cómo lo sabes? —Ronroneó ella, tomando la polla de sus pantalones.

—No me gustan las mujeres—, él informó. —Por lo menos no como tú quieres.

—No sabes lo que te gusta, Richard.

Ella se deslizó sobre su cuerpo y hacia el suelo tirando de su miembro en un trabajo manual mientras ella se movía. El pre-semen salió de la punta al mismo tiempo que ella cayó de rodillas al suelo y Little Joe estaba de pie detrás de ella.

Richard actuaba nervioso, cuando la primera lamida de su lengua lo paralizo y la segunda y tercera sólo acariciando una parte de su cuerpo que estaba de vuelta a la vida. Un acto delicioso e intencionado regreso justo antes de que la boca lo tragara.

—Oh cielos—, él susurró.

Su lengua envolvió la cresta y ella lo chupó hasta la garganta, tomándose el tiempo suficiente para dejarle sentir directamente sus amígdalas. Luego lo chupó y lo liberó, tirando de él completamente hacia afuera para que ella pudiera lamer la punta.

Joe le masajeó los hombros. —Déjalo ir, Callie. Quiero verlo acariciarse.

Callie lo liberó, no era que ella era lo mejor para él de todos modos, se volvió hacia el miembro de Joe y le beso la punta. En algún momento, deslizó sus pantalones sobre sus caderas, pero nunca se los quito. Descansando en los tobillos.

El agarrando su erección y pasó la punta por los labios de ella para que lo tomara.

—Quiero ver a Richard—, se quejó ella.

—Pregúntele si puedes. A él le gusta verte darme placer, ya sabes.

—Jamás he dicho algo así—, dijo, acariciándose con una mano rápida, un motivo intencionado. —Me gustan sus labios de ella cubriendo la mejor parte de mí, si quieres saber la verdad.

Ella no le recordó, pero mencionó que no le gustaban las mujeres. Luego de haberlo sentido en su boca y sentirlo crecer entre sus mandíbulas, había que dudarlo. No, ella no tenía que adivinar. A él le gustaba lo suficiente como para follarla.

Ella agarró la polla de Joe en un puño y empezó a acariciarlo. —¿Puedo verlo? —Ronroneó.

Joe entrecerró los ojos. —¿Ella puede ver? —, él la imitó.

—Me encantaría, Callie—, él dijo.

Joe cambio de postura, colocándose de lado. Callie le chupó y echaba un vistazo a Richard, mientras él acariciaba su erección.

Callie se sentía más sexy de lo que jamás recordó. Richard confiaba en ella lo suficiente como para dejar que lo miraran y Joe estuvo muy atento. Compartir su atención con la misma consideración, él pasó sus dedos por su cabello, agrupados unos cuantos en la nuca y luego miró a Richard con un hambre primitiva en sus ojos. Ella se preguntó qué estarían pensando sus hombres en ese momento.

Richard, tumbado en la cama, seguía acariciando su longitud con un agarre muy agradable. Él lo agarró con fuerza y tiró de su tamaño a través de su mano de un tirón rápido. Los ojos de Joe se oscurecieron.

Callie lamió alrededor del miembro salado de Joe y lo chupó hasta tragarlo todo en su garganta. La sujeto por la nuca y comenzó a empujar más y más fuerte dentro de su boca.

El sabor de la esencia salada lanzada por el chorro en su garganta provoco que soltara un suspiro de satisfacción. Richard se apoderó de la cabecera detrás de él. Sus brazos fuertes y musculosos sobresalían gruesos con su desafío. Él se sostenía hacia atrás, esperando el momento adecuado para soltar su orgasmo.

Joe se aferró al hombro de Callie, codicioso y, probablemente esperanzado que ella se quedara en el suelo delante de él. No importaba. Ella también estaba tentada y seducida por Richard lo cual provoco más humedad entre sus piernas.

Ella se liberó de Joe y rápidamente se arrastró hasta la cama. Se dejó caer y lo trago. Richard se sacudió con el primer chorro de su excitación y el cielo la ayude, ella lo saboreo. Ella quería beberlo, pero cambió de opinión.

Little Joe habló de sus recuerdos con tanta pasión y que ella tenía una idea de cómo hacerle desearlos más que aquellos extraños. Ella le enseñaría como pasarla bien con ellos y al diablo con los extraños.

Richard doblo sobrellevando en medio de su tormenta violenta, pero agradable, personal. Él atrapó las hebras de su cabello de ella en un solo movimiento y su cabellera descansaba sobre el vientre y la unión entre sus muslos. Ella gruño en contra de la punta y volvió la cabeza a tiempo para acariciar el final. Su liberación la lleno en sus mejillas.

Joe se sentó. Su atención en ella y luego de la nada, le dio una palmada en la cadera. —Ese es mi bebé. Lámelo, no lo chupes. Que se corra.

Si la lujuria llevara otro nombre, sería el de Little Joe Dylan lo definía perfectamente. Sus ojos oscuros recorrieron con entusiasmo y el tamaño de su miembro, enorme de todos modos, aumento en segundos.

Richard se relajó sobre la cama y la boca de ella aún sobre él. Hizo un gesto para ella. Ella estaba aturdida, un estado de confusión sólo superada por su excitación completa y total.

Joe acarició la cadera de ella pasando un dedo por debajo para sentir sus jugos, un segundo después la penetro con los dedos disfrutando su calor para después pasar a la otra entrada. Una cueva prohibida, ella nunca le había permitido estar adentro, pero ahora nada los detendría.

Richard besó la parte superior de su hombro.—¿Puedo? —Él le pidió permiso.

Una corriente eléctrica la recorrio arriba y abajo por sus brazos. Él puso sus manos a ambos lados de su torso y la levantó por encima de él.

—Quiero chupar sus lindos pezones y después Callie, mi boca -no la de Joe- comerá su dulce coño.

Ella no podía creer lo que había escuchado y por la mirada de Joe, él tampoco podía creer la petición que salió de los gruesos labios de Richard. Esta vez, no se trataba de Joe, ni del jugueteo en ella, pero por una vez, Joe no era el ancla o el chico solo en el medio.

Antes de que pudiera preguntarle a Joe por su permiso, los dientes de Richard se cerraron sobre su pezón y ella se retorció con una nueva sacudida. No dolió nada, sino que proporciono un fuego lento.

—Dientes—, ella le recordó.

—Joe—, él dijo, lamiendo alrededor del hinchado pezón. —Dile que no necesito instrucciones.

—Él no—, gruñó Joe. Si alguien sabía lo bien amante que Richard era ese era Joe.

Callie abrazo la cabeza de Richard, ella inclinó su cuerpo y Richard chasqueó su lengua sobre sus pezones. Lamiéndolos ávidamente, mientras ella observaba sus ojos cerrarse por el placer y, mejor aún, sintió que él se levantan contra su trasero.

—Richard—, tarareó ella, moliendo su coño contra su vientre. Entonces, empezó a deslizarse hacia abajo a su estómago.

—No—, él dijo una cosa y asintió con la cabeza a otro. El no era para ella y el movimiento de cabeza era para Joe.

La palma de la mano de Joe vino abajo contra su culo y ella gritó, un sonido familiar sonó en toda la habitación, cuando su mano golpeó su carne una y otra vez con el tipo de azotes que a él le gustaba dar y ella recibir.

Callie gimió y se arqueó, se preparaban para otro y rogó. Que Dios la ayudara, ella pidió más bofetadas, un castigo muy caliente. —Zúrreme. Más duro. Por favor, Joe. Necesito que me azotes...

Las mandíbulas de Richard se cerraron alrededor de sus pechos amplios y con su lengua atormento uno de sus pezones en un par de veces produjo un sonido de succión. Su mano jugó a con sus risos y arrastró sus labios sobre otro pezón, deteniéndose el tiempo suficiente para observarla.

Después de que él la libero, Joe dejó de golpear sus nalgas y ayudó a Richard a sujetarla sobre él.

—Ah Joe—, él dijo mirando su vagina. —Ella está empapada.

—Entonces lámelo—, dijo Joe. —O yo lo haré.

—Sé qué hacer con él—, gruñó. Tomando su camino hacia el centro de sus pliegues, demostró que sabía qué hacer con el coño de una mujer, independientemente de si o nunca había probado una en el pasado.

Su lengua se desenroscó correctamente dentro de su canal y avanzo por su cueva como en una misión de un hombre, a un ritmo hambriento. El ritmo de adentro y hacia afuera solo incrementaba su deseo y desmoronando su control, bajo la misericordia de Richard. Ella cayó sobre ese rostro con un patrón moledor. La cadera de ella se tambaleaba al ritmo. Adelante y hacia atrás, ella se movió al mismo ritmo de la lengua.

—¡Richard!—Advirtió, pero él lamía con más persistencia. El hombre sabía cómo hacerlo con una vagina de una mujer con la persistencia necesaria para causar una liberación de golpe. Y él lo logró de ella.

Joe se acercó a su torso y pellizco sus pezones. Y vino el diluvio. Duras y violentas como una tormenta repentina, su cuerpo se sacudió, pero su resistencia se vino abajo. Ella no podía tener suficiente, y él le dio todo.

Montado en la barbilla y su boca en una experiencia celestial, ella finalmente se derrumbó en la cama. —Oh Dios, eso fue... Richard.

—Sí—, sonrió antes de que él mordiera su cadera. —Tú sabes ¿quién puede cuidar de ti, Callie?

Ella lo sabia ahora y con eso llegó un nuevo amanecer, y un descubrimiento inesperado. Sólo había dos hombres para ella y afortunadamente a ellos no les importaba compartir.