Capítulo Tres
Las muñecas de Callie estaban atadas a la silla de montar. Ella no había hablado una palabra desde que salieron de Tombstone y Richard se atrevió a imaginar, que ella nunca volvería a hablar. Ella siguió despotricando la primera vez que la arrojó sobre el caballo. Ella tenía sus raíces establecidas, amistades desarrolladas y había previsto echar raíces. Al igual que una mujer, ella dijo que tenía mucho que hacer — hombres incluidos — en un corto período de tiempo. También terriblemente malo.
Cuando él no cambió su proceder, ella cerró su boca. Ella debió haber pensado que hacer pucheros se veía bien en ella. Pero no.
Cuando Joe volvió en sí, no se quedó mucho tiempo consciente, generalmente se quejaba y gruñía hasta que finalmente dijo algo muy estúpido, algo que Richard abordaría con él en otro momento. Habló de su miembro demasiado para el gusto de Richard. Little Joe no estaba hablando de un paseo en tren cuando él hizo la amable sugerencia de lo que él quería hacer con su longitud. Richard le recordó que por el momento, todavía él tenía lo que necesitaba para terminar el trabajo en la cama con una mujer, tal vez incluso en la de un hombre.
Una vez que, Joe despertó listo para pelear. —Richard, nunca hables por mí. Me gusta Tombstone. Hay mucho para ver y hacer allí. Yo desde luego no quería salir de allí sin un pedazo de coño.
Richard sólo apretó la rienda más fuerte de lo necesario. Él podría molestar pero que se calmara, si él no le dejaba en paz. En su estupor delirante, Little Joe no se dio cuenta del coño en cuestión cabalgaba detrás del carro.
Callie no le dijo nada, sea cual sea la razón. Ella apretó la mandíbula, sacudió sus manos y esperó sus siguientes palabras de sabiduría.
—Apuesto a que ella habría echado raíces con el médico. ¿Quieres apostar?
Richard la miró sobre su hombro y ella se sonrojó. Sí, él también lo creía. —Voy a tener que apostar, Joe.
Él no tendría que preocuparse. Joe nunca había estado con ellos durante más de cinco o seis segundos.
En el momento en que llegó a Tucson, la fiebre de Joe se elevó. El hotel y el salón eran monumentos dando la bienvenida, sino también un recordatorio. Las noticias viajaban rápido en Arizona.
El buen doctor, al parecer, despreciando, anticipó su primera parada y envió un telegrama. Llegó antes que ellos y no había ninguna duda al respecto. No había nadie que pareciera contento de verlos.
Cuando entró en el salón atestado, lleno de humo, las puertas de la cafetería zumbaban de ida y vuelta. Callie tuvo una manera de atraer a los ojos vigilantes de un hombre y había un montón allí para curiosear.
Richard permitido a Callie caminar en el salón por su propia voluntad, pero ahora él deseaba haberlo pensado mejor. Él debería haberla arrastro adentro. La pequeña cosita no pesaba mucho. Además, a otros podría gustarles ver a una mujer muy por encima de su hombro con el culo al aire, boca abajo, y la palma de su mano en su cola.
Por alguna razón, la imagen, ofreció una emoción inexplicable en ese momento y trató de sacudirlo, pero no pudo. Él se dirigió a una esquina, con la mano en una de las puertas de madera endeble mientras vigilaba a Callie pedir una habitación.
—Parece que tienen una vacía—, informó ella.
—Puedo dormir en una silla—, se ofreció él.
Callie soltó un suspiro y miró hacia el carro. —Me imagino que los dos nos tendremos que conformar. Little Joe no está en condiciones de tener compañía en la cama esta noche. Te ayudaré a meterlo. —Ella empezó a salir, pero él puso su mano sobre la muñeca.
—Déjame que lo haga yo. Vamos a la habitación. Tienes que estar oculta por la noche. Es posible que tengamos algunos problemas después, no gracias al Doctor.
Callie no negó la intimidad entre ella y Doc. Scott. De hecho, sus ojos parpadearon con algún tipo de alguna cosa cuando Richard menciona su nombre.
Efectivamente, Callie y el doctor tenían alguna cosa. Miró a Little Joe y sacudió la cabeza. Él conocía a un hombre que no le gustaría ni un poco y ahora que lo pensaba, tampoco le gustaba.
* * * *
Little Joe tuvo una noche inquieta. En un minuto él podía estar gritando y al siguiente, hablaba de ángeles y afirmaba haber visto al diablo. Luchó contra los indios y vaqueros, los mató a todos, por supuesto, e incluso jugo una partida de póquer con Doc. Holiday y afirmó que había ganado. Cualquiera que sea el delirio que experimentó, era una especie de héroe, una leyenda en sus propios sueños, el hombre del momento en su propia mente.
Richard escuchó sus divagaciones y espero por algo de información. Joe nunca habló de las relaciones y hasta donde Richard sabía, él era el único hombre que a Joe le importaba aunque fuera un poco. Richard y Joe se separaban en ocasiones, lo cual a Richard nunca estuvo de acuerdo. Sólo aceptó el tiempo de separación debido a que Little Joe se lo pedía.
La distancia entre ellos nunca fue objeto de discusiones, en ocasiones a Richard deseaba que Joe montase al infierno y lo dejará solo. Él presiono su mano sobre su frente y se alarmó.
—Él tiene fiebre otra vez.
Callie estiro sus brazos sobre su cabeza y rápidamente se puso de pie, subiendo a la cama en un tambaleo. Cogió unos trapos y todo lo que encontró a mano antes de mojar la ropa en la pequeña cuenca que ella había mantenido lleno en la esquina con agua fría.
Después de unos minutos, el cuerpo sin vida de Joe estaba envuelto en toallas húmedas. Richard le acarició el brazo decidido a esperar a su lado hasta que la fiebre bajara.
Callie arreglo su vestido por un minuto y luego se sentó en un sillón cercano. —Solía trabajar aquí—, admitió en voz baja.
Richard la miró. —Lo sé.
Ella inclinó la cabeza y se apoyo sobre su oreja. —¿Cómo? ¿Little Joe te lo dijo?
—No, yo... yo sabía que uh, que estuvo aquí por un tiempo.
—Sí, me gusta más en Tombstone, pero la gente está bien aquí, y las prostitutas se mantienen ocupadas.
—Creo que si se parecen a ti, Callie, todos ellos ganan un salario honesto.
Ella se rió en voz alta. Él se unió a ella con una sonrisa sincera.
Cuando la habitación volvió a quedar en silencio, ella hacia un ligero balanceó. —Richard, ¿qué crees que pasó?
Él se estremeció. —No quiero pensar en eso.
—Tú crees que él estaba con un hombre, ¿no?
Richard tragó con fuerza. Joe gruñó y empezó a murmurar su nueva forma de hablar el idioma Inglés. Una gran cantidad de insultos y tonterías seguidas.
—¿Y tú? —Ella presionó a Richard.
Apretó los labios, y luego dejo escapar un suspiro, volvió a respirar y se puso de pie. —No lo he visto en mucho tiempo, Callie. Little Joe y yo nos separamos de nuevo unos meses después de la última vez que te vimos.
—Oh—, dijo. —¿Así que ustedes dos no... han... estado juntos...?
—No lo consideré. La última vez que lo comprobé, el tipo de actividades que Joe y yo disfrutamos por lo generalmente se requiere un cercano contacto.
Ella entrecerró los ojos y vio el polvo suspendido en el aire cuando el sol iluminaba la habitación anunciando un nuevo día. Desde que el salón tenía pocas visitas, Richard se dejó caer contra la pared del fondo en el lado opuesto de la habitación.
—Así que son ustedes, ¿o fueron? Quiero decir... ¿tiene ustedes? —Ella no podía decidir cómo preguntar así que mejor guardo silencio
—No—, le dijo. —La última vez que pasé tiempo con Joe estuvimos los tres.
Joe pateo la fina sabana lejos de su cuerpo de repente. —Eso es mentira—, él gruñó. —Eso fue, al despedirnos en el sendero cuando le dije que se fuera y no volviera nunca más.
—Joe, —comenzó Callie, sobresaltada por el sonido de su voz. —¿Estas despierto?
—Le hice, una petición a él—, susurró él, apegado en el tema que los ocupaba, asegurándose de que Callie y Richard eran conscientes del hecho de que no estaba listo para pasar sus fichas. —Y sí, estoy despierto. No es el momento de darme por muerto por un disparo justo cuando estoy vivo.
Callie miró a Richard, —¿Así que él te dijo que cabalgaras sin él?
Se encogió de hombros. —No recuerdo mucho de esos días. Bebimos demasiado sentados alrededor del fuego tratando de decidir qué hacer contigo y de cada uno.
Callie se acercó a Joe. —¿Qué es lo que tú decidiste, Joe? —Ella tenía un tono condescendiente y sabía que esto no le sentaría bien, si él estaba empezando a sentirse un poco mejor.
—He decidido—, dijo antes de que él tratara de volver a la cama y el dolor real que se manifestara en su rostro. —¿Qué tu y Richard probablemente estaría mejor sin mí, eso es correcto, Richard?
Richard no reacciono ante esto.
—Ya que eres tan grande en la toma de decisiones y hablar demasiado cuando no debe—, comenzó. —¿Quién te disparo y por qué?
Intentó sentarse. El repentino movimiento no se logro sin gruñidos guturales y un poco de sangre mancho las vendas, por no hablar de lo mareado que estaba. Parecía borracho, lesionado, y por encima de todo, enojado como el infierno. —Tú sabes quién fue y puedes adivinar el por qué.