Capítulo Cuatro
Seis semanas más tarde.
Joe la vio caminar por la calle desde la caballeriza hacia el hotel. Algunos hombres se reunieron alrededor de la entrada del granero. Los vio viéndose entre sí y no tenia que preguntar. Estaban allí para un propósito... para verla contonearse en su caminar hacia el hotel.
Si a Joe le importara adivinar, las palabras hubieran salido pero desde que ellos no silbaron ni la tocaron, alguien en la ciudad les había hecho un favor a todos al correr la voz y evitarse disturbios. Callie les pertenecía y todos en Tucson lo entendieron.
Joe analizo sus sueños que alguna vez tuvo en su juventud. Callie era una cosa muy pequeña en esa época, y aún en estos días se parecían mucho. Joe la amo, Dios él aún la amaba, pero habían tomado sus decisiones, separados por estas y todavía, él escogió la vida más complicada.
A los pocos minutos la puerta se abrió, y Richard entro para dejarse caer sentado al borde de la cama. Little Joe entrecerró los ojos y realmente le dio un buen vistazo.
Joe había revelado sus planes a Richard, y también para Callie. Se sentía muy bien con el nuevo día y era hasta un poco divertido. Desde que buscó la muerte y luego corrió de ella cuando tenía miedo de hacerle frente, Little Joe se perdió en algún maldito bien poderoso.
Se preguntó si Callie y Richard habían disfrutado entre sí. Se pasó la lengua por el labio inferior y luchó por la tentación de preguntar. A Richard no lo molestaba con preguntas y Joe agradeció la cortesía. Lo que compartía con Richard era precioso, pero lo que él sentía por Callie parecía amor. Si Richard y Callie tuvieron relaciones mientras él estaba fuera, como una luz, él podría tener un pequeño problema aceptando su impaciencia, aunque él entendía las necesidades de un hombre.
—¿Qué? —Preguntó Richard. —¿Tienes algo en mente?
Joe sonrió y señaló hacia la ventana. — Estás sentado en la cama con un hombre que es ahora bien conocido por trabajar en ambos bandos. Esa gente de allá afuera puede vernos.
Un silencio incómodo llenó la habitación. Richard se negaba a curiosear. Joe estaba contento. No era que Richard no supiera por qué Joe había recibido un disparo. Toda la verdad sólo le haría daño. Mientras que un arma fue disparada con la intención de matar, las razones detrás de las acciones impidieron el dolor de Joe. El hombre quien apretó el gatillo tenía varios motivos, y unos muy buenos, tanto que Joe odiaba reconocerlos.
—¿Desde cuándo te importa lo que piensa la gente?
Joe considero cuidadosamente su respuesta. —Desde que recibí un disparo. No quiero lo mismo para ti.
—Tú fuiste acorralado porque tenía la polla donde no debería. —Se levantó, se acercó a la ventana y tiró el panel de madera delante y hacia arriba. Asomó la cabeza y saludó a Callie. —Traiga su dulce trasero aquí, mujer.
—Bien, funcionará—, dijo Joe.
Richard cerró de golpe la ventana y corrió las cortinas. —Sí, tal vez para los vaqueros en la calle, pero la cabeza aquí que debería decir que es todo ese arrebato.
Unos segundos más tarde y Callie entró en la habitación. —¿Qué crees que estás haciendo? —Ella tenía sus manos en las caderas y rápidamente apretó sus dientes.
—Estaba tratando de complacer a Joe. Dijo que las personas empezarían a asumir cosas si me vieran sentado aquí con él.
—¿Desde cuándo nos importa lo que piensa la gente? —Preguntó, mirando a Joe.
—Eso es lo que le pregunte.
Little Joe se frotó la barba de dos semanas, que tenia un largo un poco más de lo que le gustaba, y luego respondió. —Me importa lo que la gente piensa acerca de usted dos.
Callie cruzó los brazos. —¿Ah, sí? ¿Desde cuándo? Tú nunca lo hiciste antes. Tú actitud es una de las razones que jugamos nuestros juegos. ¿Tú crees que la gente en las ciudades que hemos estado no se dieron cuenta de lo que pasaba en mi habitación?
—Callie—, advirtió Richard. —No importa ahora lo que ellos piensen. Nosotros ya no estamos ahí y tu tampoco.
—Sí, pero cuando volví a Tombstone, me tomó casi un año para convencer a esa gente que ustedes dos no se jodían uno al otro, sino que tomaban turnos conmigo.
—Es por eso que tu amigo, el médico no le gustamos—, preguntó Richard.
—No—, dijo con sinceridad. —Él sabe la verdad.
—¿Qué? —Preguntó Joe, simulando el impacto de la traición y tratando de cambiar su expresión en un instante antes de apretar los puños. Era todo un acto.
Richard no parecía sorprendido en absoluto. Tenía la habilidad única de alejarse y poner la otra mejilla. A él no le gustaba los enfrentamientos y la mayoría de las veces que mató a los que le molestaron, el daba la espalda y se alejaba de la furia amenazante.
Little Joe observaba todos sus movimientos de él ahora, temiendo por Callie, pero igualmente lastimando por Richard. No importa sus propios sentimientos.
—¿Se te ha ocurrido pensar que él no quiere que nadie sepa de nosotros? —Joe pregunto.
—No esperaba volverlos a ver y si te hubieras quedado lejos, entonces no estaría aquí haciendo preguntas que no debe preguntar.
—Es mi culpa que soltaras tu maldita lengua, ¿ya veo?
—Little Joe—, ella comenzó, —veo que es momento de que guardes silencio, sin preguntas. No quiero hacerte daño o enojar a Richard.
—Ese médico amigo suyo, —comenzó Little Joe, totalmente en contra la sugerencia, —¿Qué significa para ti?
Callie actuaba como si en verdad pensara en la pregunta. —Él es bueno con la lengua—, admitió.
El pelo en las pelotas de Joe se erizo. Todavía sabía hacer golpes bajos.
—Bueno con la lengua—, él procedió. —Una muy buena, porque medio no cuenta, ¿pero sirve para satisfacer las necesidades en una mujer?
Callie sonrió. —Creo que estás celoso.
—Mucho—, admitió.
—No fuiste muy inteligente al contarle sobre nosotros, Callie, —Richard dijo finalmente.
Little Joe arrojó su pistolera hacia el tocador. Lo había colocado en la cama más temprano, para cargarla. —No, ella no es una mujer que tenga cerebro más a parte de joder.
Richard se dio la vuelta y miró a Joe. —¿Es eso lo que piensa de mí también?
Callie miró de un hombre al otro. Si tuviera que adivinar, sólo había un hombre que Richard temía, un vaquero que Joe odiaría ir en su contra. Se quedaron mirando a su peor posible enemigo. Callie tuvo una idea repentina. Se preguntó si su relación pasada los mantendría unidos en el primer lugar. Si no eran amantes, seguro que no podríamos ser amigos después de lo que habían compartido.
Little Joe miró fijamente el miembro de Richard. —¿Cuánto tiempo ha pasado desde que has tenido sexo, Richard?
Él miró hacia otro lado.
—Vamos, respóndeme, —Little Joe indago. —¿Cuánto tiempo ha pasado desde que esa larga y bonita polla estuvo dentro de un culo de otro hombre?
—¿Qué te hace pensar que no estuvo dentro de algún coño?
Callie se movió incómoda. —Esperaría que no—, ella dijo en voz baja. Joe estudió la reacción de ella y se preguntó en qué estaba él pensando.
—¿Te molestaría si él tuviese relaciones con una mujer, Callie? —Preguntó Little Joe.
Richard esperaba una respuesta también. Su expresión se suavizó y Callie sabía que en un instante, los dos vieron a través de su fachada. La aplastaría si Richard tuvo relaciones sexuales con otra mujer.
—Yo no tendría el derecho—, ella admitió. —Y estoy en lo correcto al recordarle algo también. Nunca les dije: no tengan sexo con otra mujer.
—Demonios bebé—, se rió, mostrando un toque de su notable arrogancia. —Si tú me lo hubieras dicho seguro que no se haría y tú lo sabes mejor que nadie.
—Todavía eres un arrogante culo, Little Joe—, le dijo Richard. —No tiene derecho a hablar de esa forma a Callie.
—Tal vez tengas razón. —Miró a su alrededor después. Era como si viera su entorno, por primera vez desde que había estado allí. En la vieja cómoda de la esquina había un espejo apoyado contra la pared en un ángulo. La madera oval que rodea el espejo necesita un buen pulido, pero el espejo servía para un propósito.
Desde que Callie trabajo allí una vez, ella sabía por qué los propietarios mantenían las habitaciones de las prostitutas en cierta manera. Los espejos siempre proveyeron a alguien en la cama una buena mirada de sí mismos. Los hombres que pagan por sexo amaban esos espejos. Por otro lado, a decir verdad, a ella también le gustaban.
Fuera del gran espejo, todo lo demás era evidente. Había un lavabo en la esquina justo al lado de una vieja madera, una silla con respaldo alto y dos mantas esparcidas sobre el asiento. El propio armario tenía tres cajones. Si Callie hubiera sabido que permanecerían más de un día o dos, podría haber dividido equitativamente sus cosas. En cambio, tenían sus alforjas y ella tenía su pequeña bolsa de cuero, metida bajo la cama. La mayor parte de sus pertenencias, las dejó atrás en Tombstone y pensaba que a estas alturas, alguien las había almacenados para ella. El Doctor Scott, probablemente llevó la tarea.
Joe cambió el peso en sus caderas. —¿Tienen algo que decirme? —Él miró a uno y otro. —¿Cualquiera de los dos?
Callie estaba confundida. —No, yo no considero lo que hacemos pero tú, ¿no es una historia diferente?
Richard gruñó. —Él cogió a la persona equivocada. Eso es lo que lo metió en el lío que está, ¿no es cierto Joe?
Ella observó a Richard. Su estado de ánimo cambió con el sol. Joe no le importaría decirle lo que él quería saber. Entonces, era de esperar que se moviera el infierno y superar cualquier tipo de desilusión repentina que pudiera traer la confesión.
—Tuve un par de cosas. Un par de muchachos—, se encogió de hombros. —No significa nada.
—¿Los follaste, si o no? —Exigió Callie girando su atención de Richard hacia él.
—Sí, pero mierda Callie, no tienes derecho a decir alguna cosa.
—No, pero... —Ella miro a Richard y se apresuró a añadir: —Si estás jugando con algunos muchachos, entonces me imagino que el acto significa algo para ti. Si no, ¿en qué demonios estabas pensando?
—¿Cuántos años tenían? —Preguntó Richard, manteniendo los puños cerrados colgando a los lados.
Little Joe parecía raro entonces. Actuaba igual que Richard cuando le pidió información que no ha querido dar. Richard tenía unos veinte años más que Callie y Joe así que tal vez eso es lo que le molestaba, le amargaba. Nunca se discutió mucho sobre la edad y cada vez que trajeron a colación la diferencia en años, la mención era un tema muy sensible.
—En sus veinte años, de mi edad—, dijo.
Daño dirigido a su existencia brilló en los ojos de Richard. —Ya veo—, dijo Richard, y su nariz temblaba, sus ojos se humedecieron. Se acercó a la puerta y puso su mano sobre el panel central. —¿Tienen hambre?
—Un poco—, dijo Joe con una sonrisa. —Tenía algunos planes mejor.
Richard no se volvió. —Estaré de vuelta. Tengo que pensar en esas ideas tuyas antes de participar en ellas. Tal vez no esté interesado más, Joe.
—Ah, ahora Richard, —comenzó Callie, pero él levantó la mano.
—Estaré de vuelta en poco tiempo—, afirmó rotundamente. —Joe, no quiero hablar de este tipo de cosas cuando regrese, ¿me oyes?
Él no dijo nada por lo que Richard se dio la vuelta y lo miró. —¿Entendiste?
Little Joe entrecerró los ojos. Richard dio un paso en su dirección.
—Te he oído. Ir lanzar su cólera al campo y no te demores. Callie y yo nos sentaremos aquí a esperar por ti.