10. Agua en una criba
Resulta, que llevar agua en una criba no sólo es posible en los cuentos. Los conocimientos de Física ayudan a realizar esto, que clásicamente se consideró imposible. Para ello, no hay más que coger una criba de alambre, de unos 15 cm de diámetro, cuyas mallas no sean demasiado pequeñas (cerca de 1 mm), e introducir su rejilla en un baño de parafina derretida. Cuando se saca la criba del baño, sus alambres están revestidos de una capa de parafina casi imperceptible a simple vista.
La criba sigue siendo criba y teniendo orificios, a través de los cuales puede pasar libremente un alfiler, pero ahora puede servir para llevar agua, en el sentido literal de la expresión. En una criba así puede mantenerse una capa de agua bastante: alta, sin que se derrame a través de las mallas. No obstante, el agua debe echarse en la criba con cuidado y procurar que ésta no sufra sacudidas.
¿Por qué no se derrama el agua? Porque como ésta no moja la parafina, forma en las mallas de la criba unas películas delgadas, cuya concavidad mira hacia abajo. Estas películas son las que sostienen el agua (fig. 62).

Figura 62. ¿Por qué no se derrama el agua contenida en una criba parafinada?
Si una criba como ésta se coloca sobre el agua, flotará en ella. Es decir, que la criba puede servir para llevar agua y para navegar.
Este experimento, tan paradójico al parecer, explica toda una serie de fenómenos ordinarios, a los cuales estamos tan acostumbrados, que no nos paramos a pensar en sus causas. El objetivo que se persigue al embrear los toneles y las barcas, al engrasar los tapones y los casquillos, al pintar con pinturas al aceite y, en general, al recubrir con sustancias oleaginosas todos los objetos que se desea hacer impermeables al agua, no es otro que el de convertirlos en una especie de criba como la que acabamos de describir. La esencia de estos dos hechos es la misma, aunque en el caso de la criba presenta un aspecto al cual no estamos acostumbrados.