CAPÍTULO XV
ALGUNOS ESPELUZNANTES CASOS MODERNOS DE POSESIÓN
La Niña Posesa de Acámbaro (México)
A fines del mes de junio de 1978, la agencia noticiosa EFE, transmitió a todos los periódicos la impresionante noticia de un hecho de posesión ocurrido en la ciudad de Acámbaro, población del Estado de Guanajuato, en México, en donde tuviera que intervenir, incluso, el párroco de una localidad vecina. Se trataba de una niña, cuya identidad fue mantenida en reserva por razones obvias, que de acuerdo con las declaraciones de varios testigos, había cambiado violentamente de conducta, convirtiéndose en una verdadera Furia.
La muchacha, antes dócil y sumisa, comenzó a mostrarse rara y en poco tiempo se enfrentó, presa de violentos accesos de ira, a sus parientes y a cuantos iban a visitar a la familia. Se ponía furiosa, y con las facciones descompuestas, gritaba y llenaba de improperios a todos, llegando al extremo de insultar con los más soeces términos a su propia madre. Y en varios momentos de tan extraño proceder, presa de una rabia incontenible, botando espumarajos por la boca al proferir sus insultos, se había lanzado contra la autora de sus días golpeándola fuertemente.
Los familiares, asustados, recurrieron en consulta ante el sacerdote de una parroquia vecina al pueblo, y éste, Don Salvador Rangel según la información periodística, había decidido exorcizar a la niña. Esto se hizo público, y la policía tuvo que intervenir para controlar a las decenas de curiosos que se agolparon a las puertas de la casa en donde debía realizarse el exorcismo. Y según los informes proporcionados por la prensa, cuando el sacerdote inició las prácticas del ritual, —que datan de 1614—, la muchacha era contenida fuertemente por varios familiares, porque lanzaba improperios y se debatía desesperadamente entre los fuertes brazos de sus parientes. La operación, como se sabe, es un poco larga, y los testigos presenciales contaron que daba alaridos, escupía contra el sacerdote y los suyos y se retorcía en el suelo a donde se dejara caer ante su impotencia por golpear a los presentes.
Pero el párroco, imperturbable, continuaba el exorcismo. Y cuentan quienes esto presenciaron, igual que todos los curiosos del pueblo amontonados fuera y controlados por la policía, que de pronto se desató un fuerte viento que azotó el pueblo, golpeando puertas y ventanas y rompiendo algunos vidrios. El sacerdote seguía rezando y rociando a la posesa con agua bendita… la ventisca aumentó hasta remecer la casa y, poco a poco, la chica se calmó. Cesaron sus bruscos movimientos, cerró los ojos y pareció haberse desmayado…
Unos minutos después, abrió los ojos y se incorporó. Sus facciones se habían tranquilizado y, como si saliera de una pesadilla, miró a todos con sorpresa y en tono suave preguntó qué estaba sucediendo. El sacerdote, discretamente, la ayudó a levantarse y le acarició la cara.
—Te habías desmayado, porque estabas un poco enfermita; —le dijo— pero ya estás bien… y te vas a recuperar pronto con los buenos cuidados de tu madrecita…
La Muchacha que Envejeció en Un Año
Esta extraña historia tuvo lugar en Lima, hace más o menos unos veinticinco años, y me fue narrada por uno de los mismos personajes que en ella intervinieran.
Él era un caballero de familia conocida en nuestra capital, casado con una dama loretana con quienes yo mantenía muy buena amistad. El matrimonio era feliz y tenían ya dos hijos: una hermosa niña de unos siete años y un despierto y simpatiquísimo chiquillo de cinco. El padre era dueño de una industria no muy grande, pero lo suficiente para permitirles llevar una vida acomodada y darse algunos lujos. Y la armonía hogareña reinaba en ese hogar… hasta que se presentó en escena otra mujer, también loretana.
Se trataba de una nueva secretaria que el esposo tomara debido al aumento en las labores de su oficina. Y como la postulante demostró ser habilísima, en las pruebas del concurso de admisión, fue nombrada a un puesto cercano al dueño, por conocer perfectamente tres idiomas. Fueron pasando los meses y la nueva empleada llegó a granjearse la confianza de su jefe, que cada día se sentía más atraído por la inteligencia y simpatía de la muchacha. Era ésta un tipo de mujer en verdad impresionante, a quien tuve que tratar algunas veces al buscar a mi amigo como de unos veinte años, esbelta, de pelo negro y tez color capulí, con grandes ojos negros y llenos de fuego, cuerpo fino de caderas bien formadas y busto hermoso sin ser muy grande, denotaba una vitalidad y una alegría contagiosa.
Para no extenderme demasiado, he de decir que, en poco tiempo, se había convertido en el brazo derecho del jefe, desplazando a la antigua secretaria. Y ese ascenso no se detuvo. Porque algunos meses más tarde llegaron a mis oídos ciertos rumores sobre relaciones ocultas entre la muchacha y mi amigo. Éste no me dijo entonces nada. Pero los susurros se hicieron más insistentes entre el círculo de nuestras amistades, y ello pareció confirmarse con un progresivo cambio en la conducta de ambos esposos, cambio que muchos pudimos notar y que, poco a poco pareció ir afectando hasta la salud de la señora.
Se supo que él le había puesto un departamento amoblado a la muchacha, lugar en donde se reunían casi a diario. Y, al mismo tiempo, la esposa comenzó a desmejorar, teniendo que ponerse en manos de varios facultativos, porque ninguno parecía acertar con la rara dolencia que iba minando su salud. Y aunque mi amigo no confesaba nada, cerrándose en un mutismo que lo hacía cada vez más lejano a la confianza que siempre nos tuviéramos, el grupo de amigos llegamos a enterarnos de que estaba llevando una vida enteramente falsa: ante la sociedad aparecía manteniendo su acostumbrada vida conyugal, asistiendo con su mujer a los compromisos sociales y mostrándose cariñoso y normal con ella… Pero algunos, mejor enterados, aseguraban que esa normalidad era una simple máscara de hipocresía mundana, porque en el seno del hogar se mantenían separados, so pretexto de cuidar la salud de ella, que, en verdad estaba mostrando síntomas alarmantes.
Así las cosas, un día nos enteramos de que nuestra amiga había viajado a Iquitos, a pasar un tiempo junto con su familia. Yo tuvo que viajar, también, más de un año por diferentes lugares del Perú. Y de regreso, al buscar un día a mi amigo por un asunto de negocios, me llamó la atención no encontrar en la oficina a la famosa secretaria. No quise ser indiscreto ni tampoco deseaba mostrar mayor interés por el asunto. Y él, igualmente, evitó mencionar a la muchacha. Más bien, al inquirir por la señora, noté cierta nerviosidad en su voz.
—Está mejor —me respondió, como si tratara de impedir que siguiera preguntando—; el clima y los cuidados de su familia parecen hacerle más bien que los remedios de los médicos…
—¿Has estado con ella?
—Sí… he ido dos veces a Iquitos… Ya tú sabes cuánto tengo por hacer acá…
—En efecto; estás sumamente atareado en estos tiempos…
Al decir esto lo había mirado fijamente. Él esquivó la mirada y prendió un cigarrillo como para ganar tiempo y dominarse. En ese momento entró una secretaria que yo no conocía. Esto me dio lugar a preguntar:
—Y ¿qué es de Alicia?
Él me miró como sí quisiera leer mi pensamiento.
—Está muy enferma… —respondió al fin, nerviosamente.
Nos miramos un rato en silencio. Yo rompí ese momento embarazoso, diciendo que tenía varias otras visitas que hacer, y me despedí.
Pero algún tiempo, más tarde, fue él mismo quien vino a buscarme para hablarme, del asunto. Estaba deshecho. Y después de muchos rodeos, entre trago y trago de whisky, se expansionó:
—Sé que tú has estudiado mucho, y que conoces muchas cosas raras… Por eso, por la amistad que nos unió siempre, he sentido la necesidad de confiarte algo que no puedo comprender… Algo terrible que, tal vez tú que conoces esas ciencias extrañas del «más allá», me puedas explicar…
—¿Qué te pasa? ¿De que se trata?
—De… Alicia…
—¿Qué hay con ella?
—¡Ha muerto!… ¡Pero fue en la forma más extraña…!
Y tras servirse otro trago, y encender otro cigarrillo, y pedirme que le guardara secreto, me refirió lo que sigue:
Desde que el mal estado de salud de su señora los obligara a llevarla, junto con los niños, a Iquitos, él, sólo en Lima, se había dedicado íntegramente a la muchacha. Se sentía embelesado junto a ella, y cada día notaba que su ascendiente sobre él era cada vez mayor. Los dos primeros meses de separación de su esposa habían sido algo así como una nueva y fogosa luna de miel con Alicia.
No dejaba de mantener correspondencia semanal con Iquitos, y así fue enterándose que la señora había contratado los servicios de un curandero indígena, y que estaba mejorando notablemente. Y, al mismo tiempo que en Loreto (cuya capital es Iquitos) mejoraban las cosas, en Lima se operó un cambio muy notable. La muchacha empezó a sentirse mal. Su carácter sufrió una, violenta transformación, que en pocas semanas motivó ásperas discusiones, exigiéndole divorciarse de la madre de sus hijo5. Y esta situación agravóse rápidamente a) ser atacada por extraña enfermedad que la obligó a guardar cama. Comenzó a sufrir de intensas convulsiones que la sumían en un estado de terrible postración a cada ataque. Y los ataques del mal iban repitiéndose con mayor frecuencia e intensidad, sin que los tratamientos de los facultativos amigos de él consiguieran mejorarla en nada.
Así fue corriendo el tiempo. A los dos meses de haberse iniciado el extraño mal, ya la muchacha no podía abandonar la cama. Los ataques se repetían casi a diario, y en esos momentos se retorcía convulsamente, lanzaba quejidos desgarradores y una demacración espantosa apoderábase de todo su cuerpo, transformando en esos momentos sus bellas facciones en una máscara de horror.
Mi amigo me confesó que había gastado una fortuna en hacerla ver con diversos médicos. Ensayaron varios tratamientos diferentes y ninguno logró mejorarla en lo menor. Pasaban las semanas y la enferma se iba secando a ojos vistas. El hermoso y tentador cuerpo que yo conociera cuando visité algunas veces la oficina, se fue transformando en fantasmal conjunto de huesos cubiertos de fláccidos tejidos, según la descripción que me hacía mi amigo. Los ataques fueron disminuyendo; pero la debilidad y demacración no cedían, y si los últimos medicamentos que le dieran habían detenido, al parecer, las convulsiones de antes, pasaba la mayor parte del tiempo como presa de un letargo, y en sus ratos de vigilia, parecía estar sumida en un mundo ajeno y hablaba incoherencias cada vez más raras.
Así vivió un año. Justo desde los días en que la esposa de mi amigo se pusiera en manos del curandero loretano. Y lo que más impresionaba, tanto al amante como a los médicos, era la demacración progresiva de la enferma, que pese a cuanto tratamiento se le administrara, se iba secando semana a semana, como si el extraño y terrible mal fuera acelerando en ella un proceso, incomprensible, de envejecimiento de todos los órganos y de todos los tejidos…
—Hasta ahora no he podido comprenderlo; —me dijo Roberto, después de una larga pausa y de servirse otro whisky— ni tampoco lo han sabido explicar los médicos… Pero la verdad es que Alicia, poco antes de morir, ya no era la muchacha que tú conociste… No te exagero, Pepe, créeme lo que te estoy diciendo… ¡Se había transformado en una anciana apergaminada, como si tuviera cien años de edad…!
Debo explicar, ahora, que al consultar este extraño caso con mis Hermanos invisibles del Pacto a que se refiere este libro, pude llegar a saber la verdad sobre el misterio que mi amigo ansiaba conocer. Claro está que él, tan lejano en su vida y sus conocimientos a todos estos secretos del Cosmos, estoy seguro que no pudo entender las explicaciones que yo le diera entonces… Tal vez hoy, que ya se encuentra en ese otro mundo al que venimos describiendo, haya logrado comprender y apreciar en toda su profundidad la tremenda lección que le tocó vivir en esta existencia. Lección que yo os voy a referir, tal como a mí me lo explicaron:
Está muy difundida en el Perú la creencia popular de que, en la Amazonia, especialmente en nuestra zona del Departamento de Loreto, cuya capital es la ciudad de Iquitos, abunda la Magia Negra y la Hechicería, practicadas desde remotas épocas por indígenas o descendientes de tribus aborígenes de esa gran región, que han dado lugar a multitud de historias y leyendas, motivadas por infinidad de relatos y por existencia de hechos inexplicables para la ciencia común, y que han ido creando una aureola de misterio y de temor sobre tan extensa circunscripción territorial de nuestra América del Sur.
Y, concretándonos al hecho acabado de narrar, cumplo en manifestar que mis Hermanos Espirituales me informaron que la famosa secretaria venía de una familia, oriunda de esa zona, muy dada a practicar la hechicería. Con sus artes ocultas, aparte de su incitante hermosura y sensualidad, logró conquistar rápidamente a mi amigo, y simultáneamente había ido actuando sobre la esposa con el fin de llegar a matarla… De allí la extraña dolencia que sufriera la señora, enfermedad que al no ser comprendida por los facultativos, la obligó a regresar al seno de su familia.
Pero las malas artes, especialmente en estos campos tenebrosos, pueden ser contrarrestadas en las mismas formas por elementos contrarios, y en tales casos, no es raro que el MAL se vuelve sobre el mismo que lo produce, actuando, como un boomerang, en contra de la persona que utilizó los hechizos. Y esto fue lo que pasó con la muchacha. Cuando la esposa de Roberto se puso en manos de un curandero en quien su familia tenía confianza, éste descubrió lo que pasaba y actuó en defensa de su clienta, rechazando las nefastas influencias puestas en juego en los bajos niveles de la Cuarta Dimensión, proyectando, a su vez, fuerzas contrarias para neutralizar la maligna acción de la joven. Ésta resultó inferior en poder con respecto al curandero de Iquitos, y como decimos, a veces criollamente, se volteó la tortilla. Los bajos espíritus empleados por la secretaria, ante una fuerza mayor, se volvieron en contra de ella, y al encontrar un terreno propicio, tal como se ha explicado anteriormente, se apoderaron de su cuerpo, y su maligna acción, acrecentada por los mismos propósitos de la ciega y funesta intención de la muchacha, no cejaron hasta acabar con ella…
Lamentable caso ocurrido en Alemania
En los dos casos anteriores, todas las características demostraron fehacientemente la presencia inobjetable de espíritus perversos actuando… sobre las personas poseídas; pero lo sucedido en Alemania Federal, que voy a comentar, nos muestra otra faceta muy importante del problema: la posibilidad de que un fanatismo supersticioso y una sugestión colectiva puedan afectar a un grupo de personas, llevándolas a cometer errores muchas veces funestos. Esto que fuera la regla común en otras épocas, por el atraso cultural y la consiguiente consecuencia de la tremenda ignorancia reinante en esos tiempos, como en la Edad Media y los siglos que la precedieron y siguieron hasta el pasado XIX, ha continuado pesando en muchas conciencias, y una prueba de ello la tenemos en lo acontecido a una muchacha alemana, en pleno siglo veinte, que ha motivado la intervención de los tribunales de justicia y hasta la condena de dos sacerdotes y los mismos padres de la joven.
El asombroso hecho tuvo lugar en Aschaffenburg, Alemania Occidental, y fue dado a conocer al mundo entero a través de periódicos y revistas que en Abril de 1978 informaron con grandes caracteres el proceso realizado allá contra dos sacerdotes católicos y los padres de Anneliese Michel, estudiante universitaria de 23 años, por haberla dejado morir sin atención médica, obstinados en exorcizarla para «expulsar los demonios que la dominaban», como expusieran en su defensa los inculpados ante la sentencia que les fuera impuesta.
La muchacha, al parecer, padecía de epilepsia, o los síntomas que se dejaron traslucir en el juicio así lo hacían pensar. Y había estado largo tiempo enferma, negándose a comer y a tomar cualquier medicina, porque decía estar poseída por Satanás. Y los ataques y convulsiones que sufría, en los que arrojaba espumarajos por la boca, fueron atribuidos por sus padres a la acción del «demonio», corroborando lo afirmado por la enferma. Y ante los impresionantes ataques del mal, y la negativa de la hija a tomar ningún alimento, con el consiguiente debilitamiento progresivo, ante la insistente afirmación por ésta de estar dominada por el diablo, ocurrieron ante el Reverendo Arnold Renz, quien intervino en el caso acompañado por otro sacerdote, ambos convencidos de hallarse frente a un auténtico caso de posesión diabólica. Y así, comenzaron a someterla al ritual del exorcismo. Por las noticias llegadas a través de las agencias periodísticas, (en cuanto a nosotros fue la Agencia UPI) sobre todas las incidencias del insólito proceso judicial, parece ser que tanto los sacerdotes como los padres de la joven estuvieron largo tiempo tratándola por medio de los exorcismos, sin buscar, en ningún momento, la ayuda de médicos, para tratar de curar a la infortunada Anneliese. Y el resultado final fue la muerte.
La Corte dictaminó que la muchacha había tallecido por desnutrición y deshidratación, al negarse a comer y no haber sido atendida, en ningún momento, por un médico que habría podido salvarla, si sus padres y los dos sacerdotes hubieran cumplido con hacerla atender por la ciencia médica, aunque hubiesen continuado con las ceremonias de exorcismo. Pero tanto el padre, Josef Michel, operario de un aserradero en Klingenberg, como la madre y los dos curas, se habían empeñado en creer que todo era debido a la intervención del «demonio», y que por tanto, no valdría de nada la presencia de los facultativos en el caso. Y los tristes resultados fueron, naturalmente, la muerte de la muchacha y la condena de sus padres y los dos teólogos, a seis meses de prisión, considerándolos cómplices de homicidio por negligencia.
Del extenso expediente y de las asombrosas declaraciones emitidas en el proceso, se desprendieron las circunstancias muy especiales del caso, ya que tanto la misma enferma cuanto sus progenitores y los curas, habían estado firme y sinceramente convencidos de que se trataba de una posesión satánica, y que, en tales circunstancias no habría valido de nada 3a intervención de la medicina común. Debe tenerse en cuenta que la misma enferma, Anneliese Michel, estudiaba un curso de docencia religiosa, y que fue la primera en diagnosticarse la posesión diabólica, y pedir el exorcismo. Y si los síntomas, fácilmente adjudicares a un caso de histeria complicada con epilepsia, pudieron confundir al grupo, sugestionado por las mismas afirmaciones de la muchacha, en medio de sus crisis, nos obligan a meditar, de nuevo, hasta donde pude ir la conciencia humana cuando se ve ofuscada por las múltiples influencias que se pueden derivar de las constantes y variadísimas relaciones entre los mundos visibles e invisibles.
Por todo eso es de tanta importancia conocer, lo más que sea posible, el valor real de tales relaciones, para evitar los comunes errores que su ignorancia ha ocasionado en todo tiempo. Si en épocas pasadas pudo aceptarse por las mayorías multitudinarias una serie interminable de hechos que rayan en lo monstruoso, por la misma ignorancia que reinaba en todas partes; hoy, repito, en que la Tierra es visitada nuevamente por las máquinas maravillosas a las que, todavía, se moteja con la sigla ovni, porque muchos, también por ignorancia, no se atreven a aceptar que nos están hablando, objetiva y fehacientemente, de la existencia de otros mundos y de otras humanidades superiores a lo nuestro; hoy no podemos permitirnos el necio lujo de seguir viviendo en el obscurantismo de esos siglos que se fueron. Y por eso es que he aceptado escribir este libro, para cumplir mi parte en la amorosa misión que me tocara desempeñar, cuando recibí las inolvidables lecciones que, en ese Pacto de siete años, me dieran aquellos hermanos invisibles a los cuales dirigió, en ese mensaje, mi muy amado y cercano hermano Juan…