SEGUNDO ACTO
EL telón se levanta, y aparece Allan. Han pasado dos semanas, bastante decepcionantes para él. Está en el sofá, con el teléfono en la mesa de café, hojeando una vieja agenda de direcciones.
ALLAN: Mildred Denberg..., ni me acuerdo de ella. Marión Drayson..., se sentaba detrás de mí en Educación Cívica. Toby Kovack... Sí, ¡la recuerdo! Era una fresca, con aquellos muslos y aquellas fiestas exóticas. (Marca un número.) Hola. ¿Es la casa de los señores Kovack? Ah..., ¿cómo podría dar con Toby? ¿Ah, sí? Ya veo. No, gracias, déjelo, olvídelo. (Cuelga.) ¡Casada con el rabino Kaplan! Me persigue una maldición. No tengo la menor oportunidad. (Hojea la agenda.) Marilyn Perry. La reina de Dubrow's. (Marca.) Hola, ¿es la casa de los señores Perry? Ah, ¿está Marilyn? (Se levanta y cruza.) ¿Sabe dónde puedo localizarla? Un viejo amigo del Colegio Mayor de Midwood..., Allan Félix. Salí una vez con ella. ¿Se acuerda? ¡Me asombra! Fue hace once años... Eso es..., bajito, pelirrojo, con gafas... No, eso ya está solucionado. ¿Cómo puedo localizarla? ¿De verdad? ¿Sigue pensando lo mismo? Oiga, han pasado once años. ¿Cuándo habló la última vez con ella? La semana pasada..., ya... ¿y le especificó que no quería que usted me diera su número? Bueno, adiós, señora Perry. No, no importa. (Cuelga y pone el teléfono en el banco.) No sé cuánto tiempo podré resistirlo. Echo de menos estar casado. Las dos últimas semanas han sido espantosas. Menos mal que Linda me ha organizado salidas con algunas amigas suyas. La primera fue la ayudante del fotógrafo, Sharon. Metí la pata hasta el cuello. Y a la noche siguiente, Gina.
(Entra Gina mientras cambian las luces. Allan se pone a su lado cuando sigue la barandilla hasta la parte inferior del escenario.)
GINA: Buenas noches, Allan. (Trata de abrazarla.) ¡No lo hagas!
ALLAN: ¿Por qué no?
GINA: Soy católica.
ALLAN: Me convertiré.
GINA: Además, hoy no he tornado la píldora.
(Sale por la puerta del dormitorio, dando un portazo.)
ALLAN: No importa..., ¡yo he tomado dos! (Vuelven las luces.) ¿En qué me habré equivocado? Me trató fríamente desde el momento en que me presenté en su puerta con una caja de bombones. ¿Y Vanessa? Eso fue hace sólo una semana... Cabía suponer que mi suerte empezaría a cambiar.
(Las lucen bajan hasta crear una atmósfera nocturna y romántica. Vanessa, vestida muy exótica, aparece y se desliza hasta el sofá, donde se recuesta. Se oye dulce música de fondo. Allan se coloca a su lado.)
VANESSA: He tenido a muchos hombres..., el primero a los doce años. Después, una interminable galería. Poetas, escritores. He vivido en una casa con cinco actores. Algunos de ellos eran maricas, pero ¿qué más da? Los llevé a todos por el buen camino. Fue como un desafío. Mi vida era una continua sucesión de orgías. Me tiré a la Fraternidad Tau Epsilon Fi de Yale enterita en tres horas. Todavía no han batido el récord en New Haven. El sexo siempre me ha parecido algo maravilloso y abierto..., algo que debe gozarse tan plena y frecuentemente como sea posible. (Allan cada vez más excitado, ya no puede contenerse y salta sobre ella. Ella grita y se levanta de un salto.) ¡Aaaaagh! ¿Por quién me has tomado?
(Sale mientras las luces se recuperan.)
ALLAN: ¿Habré interpretado mal las señales? ¿Cómo? ¿Qué voy a hacer? He agotado prácticamente a todas las amigas de Linda. Quizá tenga que tomar medidas drásticas para conocer a otras mujeres... como ir a la playa de East Hampton o merodear por el mostrador de medias de Bloomingdale's. Ah..., soy demasiado tímido para hacer esas cosas solo. Linda vendría conmigo, aunque Dick esté ocupado. Dick y Linda sí que se han portado bien, de verdad. Les he arrastrado a todas partes para ayudarme a encontrar chicas. A Linda parece que le gusta. Sé que se divirtió en la noche de la discoteca.
(Se sienta en una esquina del banco. Las luces se amortiguan. Dick y Linda se unen a Allan y se sientan en la esquina del banco. En la plataforma de atrás, una fantástica rubita con un vestido reluciente salta y se retuerce como para volverle loco. La música es atronadora.)
LINDA: Oye, esto es divertido. Hace ya tanto tiempo que no íbamos a una discoteca...
ALLAN: Me está dando un infarto. Esa chica es increíble.
DICK (al teléfono): Estoy en Lehigh 4-3605.
ALLAN: ¡Es una muñeca! ¡Por esa chica sería capaz de venderle mi madre a los moros!
LINDA: Pues sácala a bailar. Llevas una hora sin quitarle los ojos de encima.
ALLAN: No puedo..., no la conozco.
DICK (deja el teléfono y vuelve hacia ellos): Vámonos. No puedo quedarme más. Mañana tengo que levantarme temprano a demandar a unos amigos.
LINDA: ¿No quieres bailar, querido?
DICK: No podemos bailar eso. Son de lo más indigno. Para tener buena pinta bailando hay que tener menos de dieciséis años. Pero quedaros vosotros dos. No volváis demasiado tarde. Buena suerte.
(Dick sale por la cocina.)
ALLAN: Te quiero, encanto..., quienquiera que seas... quiero un hijo tuyo.
(La música se apacigua hasta hacerse relativamente lenta.)
LINDA: Levántate y hazlo.
ALLAN: No sé bailar... ¿Me has visto mover el cuerpo alguna vez? Es como una rotativa.
LINDA (arrastrándole hasta la pista): Venga, va...
ALLAN: Tengo miedo..., por favor..., no..., no...
LINDA: ¡A bailar!... Eso es... Cuenta... uno... dos... uno... dos. Ahora, habla con ella. ¡Venga!
ALLAN: Uno... dos... uno... dos...
LINDA: Prueba algo más significativo.
ALLAN: Tres... cuatro... tres... cuatro...
LINDA: ¡No!... ¡Va!
ALLAN: Eh... Buenas noches, señorita. ¿Querría concederme este baile?
GOGO GIRL: ¡Pues claro!
(La música cambia súbitamente al ritmo de un rock duro, y la Gogo Girl se mueve apropiadamente. En un intento desesperado de componer el tipo, Allan esboza algo vagamente parecido a un fandango. Linda ha dejado la pista al empezar el baile. La Gogo Girl baila a su manera en el centro de la pista, ve a Allan y prorrumpe en carcajadas burlonas, apartándose. Vuelven la luces, y se desvanece la música.)
ALLAN: Lo que necesito es una chica más intelectual... En eso radica mi atractivo... Por eso me pareció tan buena idea la del lunes pasado, la del Museo de Arte Moderno...
(Se desvanecen las luces, dejando un pasillo iluminado que cruza la parte anterior del escenario. Entra Linda, en gabardina. Allan va hacia ella.)
LINDA: Um..., mira ese Dalí... Si pudieses quedarte con un cuadro, ¿cuál te llevarías?
ALLAN: Un Van Gogh. Cualquier Van Gogh.
LINDA: Yo también. Siento una especie de atracción mística por Van Gogh. ¿Por qué será?
ALLAN: Todo cuanto sé es que fue un gran, gran pintor, y que se cortó la oreja por una chica a quien quería.
LINDA: Tú serías capaz de hacer algo así por una chica.
ALLAN: Sí... (Incómodo.) La verdad, tendría que gustarme mucho.
LINDA: Me pregunto si Dick se cortaría una oreja por mí.
ALLAN: Mejor que no se lo preguntes. Últimamente anda muy ocupado.
LINDA: Debe de ser fantástico que te quieran tan inmensamente.
ALLAN: Me parece que podemos irnos a ver si hay movimiento en el Guggenheim.
(Entra una rubia muy guapa, la Chica Intelectual, con téjanos muy cortitos, camisa atada encima de la cintura, exponiendo un hermoso diafragma, mocasines y el bolso colgado del hombro.)
LINDA: Aquí viene una.
ALLAN: Ah..., menuda...
LINDA: Vamos..., habla con ella.
ALLAN: Me detendrán.
LINDA: Vamos, antes de que se llene la sala y te dé vergüenza.
ALLAN (a la Chica Intelectual): Un..., un Franz Kline muy bonito, ¿verdad?
CHICA INTELECTUAL: Sí que lo es.
ALLAN: ¿Qué te sugiere?
(Linda se sienta en la silla giratoria y mira hacia la parte posterior del escenario.)
CHICA INTELECTUAL: Confirma la negatividad del universo. La abominable, solitaria vacuidad de la existencia —la nada—, el trance del hombre, obligado a habitar una eternidad yerma y sin dioses, como una diminuta llama parpadeando en un inmenso vacío —sólo desechos, horror y degradación— para dar forma a una inútil y desierta camisa de fuerza en un cosmos negro y absurdo.
ALLAN: ¿Qué haces este sábado por la noche?
CHICA INTELECTUAL (saliendo): Suicidarme.
ALLAN: ¿Entonces, el viernes por la noche? Las mujeres intelectuales son un tormento... Lo que hace falta es una mezcla exacta de cerebro y pasión. La verdad es que Linda lo tiene todo. Es tan fácil estar con ella..., como aquel día, la semana pasada, en Central Park, dulce, amistosa, e hizo todo lo que pudo por ayudar.
(Allan se desplaza hasta el reposapiés, se sienta y empieza a remedar que rema en un bote. Se oyen sonidos apropiados. Linda, que sigue sentada en la silla giratoria, da una rápida media vuelta y se pone de frente.)
LINDA: ¿Es que no lo comprendes, Allan? Tienes muchas cualidades. Eres listo y gracioso, e incluso romántico, sólo que no te lo crees. En cuanto te encuentras con una chica te pones una máscara.
ALLAN: Contigo es distinto. Eres la mujer de mi amigo. No trato de impresionarte.
LINDA: No sé cómo repetírtelo. Sé tú mismo. La chica se enamorará de ti.
ALLAN: Oye, te portaste tan bien conmigo la semana pasada, naciéndome compañía todo el tiempo.
(Allan deja de remar y saca del bolsillo un pequeño objeto envuelto en tela.)
LINDA: Te diré la verdad. Lo estoy pasando de miedo.
ALLAN (ofreciéndole el regalo): Quería regalarte esto por tu cumpleaños.
LINDA: ¿Cómo sabías que era mi cumpleaños?
ALLAN: Lo mencionaste un día, y lo recordé porque en la misma fecha a mi madre le hicieron una histerectomía.
LINDA (arrodillándose en el reposapiés): ¡Qué bonito!... Una pequeña mofeta de plástico.
ALLAN: La vi en una tienda de juguetes y me pareció monísima. Te había oído decir que la mofeta es tu animal favorito..., no tiene función..., simplemente, existe.
LINDA: Me has conmovido. No sé qué decirte.
(Linda se reclina de nuevo en la silla giratoria, da media vuelta hasta quedar de frente al fondo del escenario y sale. Allan se pone otra vez a remar; después, al cambiar las luces, se encuentra de nuevo en su salón.)
ALLAN: Linda es una gran chica. Creo que Dick la tiene en cierta medida abandonada. Demonios, se lo dije la otra noche. Si soy su amigo, tengo que hablarle sinceramente. Tiene que aprender a tranquilizarse y tratarla un poco mejor.
(Cambian las luces y entra Dick.)
DICK (cruza hasta el sofá, pone la cartera en la mesa de café): ¿Cómo pudiste hacerle un regalo de cumpleaños tú, y cómo pude olvidarme yo? ¿Por qué no me avisaste?
ALLAN: Es tu mujer. Supuse que lo sabías.
DICK (cruza hasta el teléfono, en el descansillo encima del banco): Estoy metido hasta las orejas en el trabajo. Compré cincuenta solares para construir en Tennessee, y ahora resulta que son radioactivos. Me las dan todas.
(Marca un número.)
ALLAN: Quizá si salieras con Linda en alguna ocasión, de vez en cuando...
DICK: Es lo último que se me hubiera ocurrido. Además, ya fui con vosotros a una discoteca la semana pasada.
ALLAN: Eso fue una noche, hace dos semanas, y te fuiste temprano, y no quisiste bailar con ella, y te olvidaste de su cumpleaños.
DICK: No me olvidé del todo. Me retrasé. Mi secretaria le compró una joya.
ALLAN: ¿Tu secretaria? No fue algo muy personal. A las mujeres les gustan los detalles personales...
DICK: ¿Tú sabes lo que supone tener que tragarte cincuenta solares radioactivos? ¿Qué voy a construir, una central de rayos X? (Al teléfono.) Hola, Miss Carson. ¿Cuáles son las cifras del nuevo contrato, mil quinientos o mil ochocientos?... Gracias.
(Cuelga y regresa al sofá.)
ALLAN: Así que de vez en cuando deberías sacarla a bailar, o de picnic.
DICK: Quizá, quién sabe... A lo mejor me casé demasiado joven. Era tan hermosa..., la primera de la clase en el Colegio Bard. Jamás olvidaré el fin de semana al terminar el curso, la luz de la luna, música suave, la miré, con el cabello derramándose por los hombros, y me dije: es la perfecta imagen de la cónyuge de un joven ejecutivo.
ALLAN: Lamento decírtelo, hermano, pero eso suena un poco frío.
DICK: Oh, vamos, Allan. Ella sabe que la quiero. Dios mío, estoy loco por ella y lo he estado desde el instante en que la conocí. Aparte de eso, entre las arenas movedizas y la radioactividad, pronto me verás conduciendo un taxi.
(Las luces cambian y Dick desaparece.)
ALLAN: Hay tíos que no saben reconocer lo que es bueno cuando lo tienen. (Se levanta del reposapiés y cruza hasta el escritorio.) Bueno, tengo que terminar de fantasear. Voy a quedarme sin trabajo si no termino mi ensayo sobre Anna May Wong. (Suena el timbre. Acude a la puerta, y es Linda.) Hola.
LINDA: Hola.
ALLAN: ¿Qué pasa?
LINDA: Espero no molestarte... ¿Tienes algo contra un ataque de ansiedad? Necesito un tranquilizante.
ALLAN: Tengo de todo. Soy una farmacia.
LINDA: Me palpita la boca del estómago.
ALLAN: ¿Cómo sabes que es ansiedad? ¿Estás segura de que no es miedo?
LINDA: Me brinca el estómago.
ALLAN: ¿Te cuesta respirar?
LINDA: Un poco... Estoy asustada, y no sé por qué.
ALLAN: Ya veo.
LINDA: ¿Qué es, miedo o ansiedad?
ALLAN: Pánico homosexual.
(Se mete en el dormitorio.)
LINDA: Oh..., siempre me pasa lo mismo cuando Dick se va de viaje de negocios.
ALLAN (entre bastidores): ¿Sí?
LINDA: Ha tenido que irse un día a Cleveland. Me levanté, le ayudé a hacer la maleta, le llevé al aeropuerto y vomité en la terminal de United Airlines.
ALLAN (vuelve con una píldora y un vaso de agua): Es una buena terminal. Yo también vomité allí.
LINDA: No sé por qué me afecta tanto.
ALLAN: El temor a la separación. Es un fenómeno psicológico interesante. Una vez tuve que ir a Washington, ya de casado, y, a pesar de ser yo quien iba, me puse malo. Lo cierto es que mi mujer también vomitó, pero cuando volví.
(Se lleva el vaso al dormitorio.)
LINDA: Mi psicoanalista diría que me siento culpable, porque en realidad deseo que se vaya.
ALLAN (regresando del dormitorio): Vamos, vamos... no te comprendo. Lo tienes todo a tu favor. Eres lista... Te hacen fotos para revistas, de modo que sabes que eres guapa. Lees, tocas a Bach con la flauta, tu matrimonio es feliz. ¿Adónde vas con tantos síntomas?
LINDA: Tú también tienes cualidades y aun así también vas por el mundo cargado de síntomas. Supongo que ocurre en la niñez... Ya sabes, eres fea y tus padres se divorcian... Te sientes abandonada. A ti... te habrá pasado lo mismo.
ALLAN: Mis padres no se divorciaron... aunque se los supliqué.
LINDA (sentándose en el sofá): ¿Crees de verdad que tengo muchas cualidades?
ALLAN: Lo creo. Y soy muy exigente. No sé cómo me permito semejante lujo, pero lo soy.
LINDA: Tiene gracia. Nunca pensé que te caía bien. Ya sabes, cuando me casé con Dick.
ALLAN: Yo tampoco pensé que te caía bien. Pensé que a lo mejor pensabas que era un tipo raro.
LINDA: Nunca llegué a conocerte bien. Quiero decir que nunca habíamos estado un buen rato juntos. Dick te había descrito como el primer tío que se había visto El halcón maltes entero doce veces en dos semanas. Después, cuando salíamos los cuatro, no te comportabas como te comportas ahora. Tengo la impresión de que, en las últimas semanas, he podido conocerte a fondo, y he llegado a una conclusión muy interesante. Eres, desde luego, un tipo raro..., pero uno de los mejores tipos que he conocido en mi vida.
ALLAN: Muchas gracias. Porque tú eres la única amistad platónica que he tenido en mi vida.
LINDA: Me gustan las relaciones platónicas. Son mucho menos complicadas. No es que me parezcan mal las relaciones macho-hembra..., aunque el matrimonio es un asunto duro de pelar, en el mejor de los casos.
ALLAN: Es desastroso.
LINDA: Ya lo sé. Dick y yo nos pasamos la vida evaluando, entre comillas, nuestro matrimonio.
ALLAN: ¿De veras?
LINDA: De veras. Sobre todo este último año. Lo que pasa es que se mete más y más en su trabajo, y mis intereses siguen otros caminos. Es decir, siempre los siguieron. Hay determinadas cosas que ambos necesitamos y que no nos podemos dar el uno al otro.
ALLAN: El matrimonio puede resultar algo muy solitario. Pero no tan solitario como lo estoy yo, desde que estoy soltero.
LINDA: Por cierto, ¿no hay cita esta noche?
ALLAN: Ah..., tenía una cita, pero ella la anuló... No sé qué festividad polaca.
LINDA: ¿Y por qué no salimos a cenar, y quizá, después, al cine?
ALLAN: Tengo una idea mejor. ¿Por qué no cenamos aquí y vemos qué ponen en «Sesión de Noche»?
LINDA: ¿Tienes algo que pueda cocinar?
ALLAN: Tengo unos cuantos filetes congelados y una botella de champán.
LINDA: ¿Qué haces tú con champán? ¿Vas a botar un barco?
ALLAN: La semana pasada traté de cocinar aquí... para impresionar a un ligue. Traté de hacer buey Stroganoff en la olla a presión.
LINDA: ¿Qué tal te salió?
ALLAN: No sé. Sigue en la pared.
LINDA: ¿Estará aún abierta la tienda de la esquina?
ALLAN: Sí.
LINDA (se levanta y coge el bolso de la mesa de café): Enseguida vuelvo. Voy a comprar unos espárragos, ensalada y algún postre. Me encanta cocinar y nunca tengo ocasión..., Dick está siempre tan ocupado.
ALLAN: Trae también velas. Me encanta comer con velas.
LINDA: Yo cocino y tú abres el champán. Pero no si voy a ser la única en beber.
ALLAN: Beberé una o dos copas contigo, pero promete que me meterás en la cama si me empeño en bailar desnudo. (Sale Linda.) ¡Oye, esto será divertido! Tengo una relación estupenda con Linda. No me gusta nada verla deprimida. Va a ser muy agradable. (Pone almohadones del sofá delante de la chimenea.) Pasar la velada en... un buen chaparrón de verano ahí fuera... (Cierra las persianas.) La humedad justa para encender un pequeño fuego. Ajustar la iluminación por aquí. (Enciende una luz sobre el bar.) Crear un poco de ambiente. (Recoge la agenda de direcciones de la mesa de café, la coloca en la estantería del escritorio, se encamina hacia la cocina.) Sacar el champán. Las mujeres se pirran por el champán..., las vuelve locas. (Desde la cocina.) Un momento... ¿Qué demonios estoy haciendo? Las mujeres se pirran por el champán. ¡Si es Linda! La mujer de Dick. Caray, estoy delirando. ¿En qué demonios estaría pensando?
(Entra Linda. Suave música de fondo. Se reúnen en el sofá.)
LINDA: Una cena maravillosa, Allan. Los filetes extraordinarios, el champán perfecto. Me alegro tanto de haber decidido quedarnos tranquilamente en casa a pasar la velada juntos... Eres el único hombre capaz de mantener mi interés sinceramente despierto.
ALLAN: Deberías sentirte halagada. Pocas son las mujeres con la suficiente profundidad como para comprenderme de verdad.
LINDA (besándole): Siento haberme comportado como una colegiala... No pude evitarlo. Hace tanto tiempo que quería hacerlo...
ALLAN: No debemos. Está prohibido.
LINDA: Pero estas cosas pasan. Nadie las prepara de antemano.
ALLAN: Sí, pero tú no eres libre.
LINDA: Mi corazón es libre. Ya no puedo reprimirlo. Al principio, te tomé por un chiquillo confuso e indefenso, pero entonces no te conocía. Ahora creo que representas todo aquello que siempre he deseado amar.
ALLAN: Pobrecilla. Cómo debes de haber sufrido... deseándome tanto.
LINDA: Amor mío, te necesito. Necesito poseer tu cuerpo y tu alma.
ALLAN: ¿Por cuál te gustaría empezar?
LINDA (se levanta y cruza hasta la chimenea): Estamos hechos el uno para el otro. Si desperdiciamos esta oportunidad, lo lamentaremos toda la vida.
ALLAN: Mi cabeza dice que es una locura, pero mi corazón dice: no creas a tu cabeza, es una cabeza muy mentirosa. (Linda desaparece.) Es espantoso. Heme aquí sentado haciéndole el amor a la mujer de mi mejor amigo.
BOGART (entra): Así que al final te has enamorado de ella.
ALLAN: Ha sido sólo un desvarío de un minuto.
BOGART: Vamos, muchacho, no tienes por qué sentirte culpable.
ALLAN: ¿Culpable de qué? Dos personas solitarias con muchísimas cosas en común cenan juntas. Somos amigos platónicos.
BOGART: No hay nada de platónico en sus sentimientos por ti.
ALLAN: ¿Cómo lo sabes?
BOGART: ¿Qué pretendes tú que haga ella? ¿Atacarte?
ALLAN: Es la mujer de mi amigo.
NANCY (entra): Claro que lo es. Se lo contará a Dick y él te partirá la cara.
BOGART: Mira, es a ti a quien quiere, no a él.
NANCY: No es un tipo romántico.
BOGART: Podría serlo si lo intentara.
NANCY: No le hagas caso.
BOGART: No le hagas caso a ella.
ALLAN: Me está empezando a doler la cabeza.
(Salen Nancy y Bogart.)
DICK (entra): Allan, quiero que me hagas un favor.
ALLAN: ¿Sí?
DICK: Me he enamorado de otra mujer. No me preguntes cómo... Ha ocurrido, simplemente. Nos vamos a vivir a Alaska. Ah, es una esquimal. Sé que Linda y tú siempre os habéis apreciado, y pienso que podrías ocuparte de ella cuando yo me haya ido. Sería muy importante para mí.
ALLAN: Pues, claro.
DICK: Bueno, me voy a Alaska. Si me necesitas, estaré en Tundra Helada 7-0659.
(Desaparece.)
ALLAN: Siempre me está elogiando. Sé que me aprecia. Pero ¿me aprecia de esa forma? ¡Qué diablos! Podría ponerla a prueba. Quizás insinuarle algo..., no puedo equivocarme.
(Se encienden las luces fantasmagóricas. Aparece Linda; cruza hasta el sofá. Música de fondo.)
LINDA: Una cena maravillosa, Allan. Los filetes extraordinarios, el champán perfecto.
(Se sienta en el sofá.)
ALLAN (cruza para sentarse en el sofá): Linda, esta noche ha habido un terremoto.
LINDA: ¿Qué?
ALLAN: Linda querida...
LINDA: No...
ALLAN: Destinada a ser...
LINDA: Allan, quítame las manos de encima. ¿Es que te has vuelto loco?
ALLAN: Linda, amor mío...
LINDA: Allan, soy una mujer casada. ¡Violación!
ALLAN: Shhhh... ¡Vas a despertar toda la casa!
LINDA: Piensa en Dick, es tu mejor amigo.
(Se levantan.)
ALLAN: ¡Se me ha enganchado la manga en tu cremallera!
LINDA: ¡Menos mal que Dick me regaló este bolígrafo de gases lacrimógenos!
(Hace ademán de usar el bolígrafo, y se oye un poderoso ruido de spray; sale Linda. Allan se tapa la cara y tose mientras las luces se encienden de nuevo.)
ALLAN (dando grandes zancadas): Mira, no te dejes llevar por la fantasía. No soy un tipo atractivo. Pensar que una chica como Linda podría interesarse por mí... Me estoy engañando a mí mismo. ¿Dónde diablos se ha metido? Ha tenido tiempo de sobras para comerse el filete y volver a casa.
(Suena el timbre. Allan abre la puerta. Entra Linda de verdad, con una gran bolsa de supermercado.)
LINDA: Me siento tan ligera. Este Librium está empezando a hacer efecto.
ALLAN (coge la bolsa): Quizá no deberías tomar champán.
LINDA (saca las velas de la bolsa): Oh, no, qué demonios... si me paso demasiado, siempre podrás llamar a la policía.
(Entra en la cocina con la bolsa.)
ALLAN: ¿Cuánto tiempo dijiste que Dick estaría fuera?
LINDA: Volverá mañana.
ALLAN (regresa de la cocina): Hay una nueva película de Godard en el Sutton..., podríamos ir...
LINDA (coge los candeleras de una estantería encima del bar): Anda ya, ¿estás de broma?... Lo tenemos todo preparado... Además, está empezando a llover. Y, para colmo, acabo de recordar que, en el canal cuatro, dan esa gran película de Ida Lupino..., ya la conoces, ésa en la que, a pesar de estar casada, se lía con el mejor amigo de su marido.
ALLAN: ¿Cómo termina?
LINDA (sentándose en el sofá y poniendo las velas en los candeleras): Los mata a los dos y se suicida.
ALLAN (cruzando hasta el sofá): Vale más que salgamos.
LINDA (pone las velas sobre la chimenea, las enciende con un encendedor, coge unos almohadones que están al lado de la chimenea): Quiero ver esa película de Ida Lupino. Es un tema fascinante. ¿Crees que es posible querer a dos personas a la vez?
ALLAN (se coloca en el centro del sofá): ¿Qué quieres decir?
LINDA (cruza hasta Allan, en el sofá, y pone un almohadón en el mismo): Una mujer, felizmente casada, descubre de pronto que quiere a otro hombre... No es que no quiera a su marido... Simplemente eso..., quiere a otra persona... ¿Crees que es posible?
ALLAN: ¿Y tú?
LINDA: ¡Y tanto! Muy posible y probablemente sea de lo más corriente. El amor es un fenómeno tan extraño..., extraño y exquisito...
BOGART (aparece): Venga. Te toca a ti jugar.
ALLAN: Uh...
BOGART (cruza hasta Allan, en el sofá): Venga. Agárrala y bésala.
ALLAN (paralizado por el consejo): Uh..., uh...
LINDA: ¿Pasa algo?
BOGART: Venga. Lo está deseando.
ALLAN: ¿Pasar? No..., yo...
LINDA: Voy a tener que preparar la comida.
BOGART: Venga, bésala.
LINDA: ¿Sí?
BOGART: ¡Date prisa! Antes de que cambie de posición.
ALLAN: Yo... no puedo hacerlo.
BOGART: ¡Bésala, muchacho!
ALLAN: No..., no puedo.
LINDA: Enseguida vuelvo.
(Ella da media vuelta y se dirige hacia la cocina, no sin antes colocar otro almohadón en el sofá.)
BOGART (sentándose en la silla giratoria): ¡Bien, muchacho! Lo has tirado todo por la borda.
ALLAN: No puedo hacerlo. Me interpretaría mal. La invito a cenar y me convierto en un degenerado sexual. ¿Qué te parece? ¿Me tomas por un violador?
BOGART: Fantaseas demasiado. Piensas demasiado. Limítate a hacerlo.
ALLAN: Somos amigos platónicos. No puedo estropear una cosa así tirándome de pronto encima de ella. Me daría una bofetada.
BOGART: A mí, me han dado muchas bofetadas.
ALLAN: Sí, pero a ti no te salen volando las gafas hasta el otro lado de la habitación.
BOGART (se levanta y cruza hasta el extremo del sofá): Vas a decepcionarla.
(Entra Linda, con dos copas de champán.)
LINDA: Aquí tienes. Empieza con esto. (Le da una copa y cruza por delante de la mesa de café hasta el otro extremo del sofá.) ¿Has leído el periódico? Han violado a otra mujer en Queens.
(Allan casi escupe el primer trago.)
ALLAN: ¡No me digas! Estuve muy cerca de Queens. ¿Saben quién lo hizo?
LINDA (se sienta en el sofá): No. No tienen la menor idea. Debe de ser un tipo listo.
ALLAN (se sienta en el extremo opuesto del sofá): Algo tienes que tener en el coco para violar a tantas mujeres y salirte con la tuya. Ja, ja...
(Está tratando de hacerse el gracioso. Mira a Bogart, que no sonríe.)
LINDA: Creo que, si alguien intentara violarme, fingiría dejarle y después, en mitad del asunto, cogería el objeto pesado más cercano y le daría con él. (Bogart y Allan ponen cara de preocupación.) Salvo, naturalmente, que me gustara.
(Los rostros de ambos se iluminan.)
ALLAN: Dicen que es el deseo secreto de toda mujer.
LINDA: Bueno, supongo que depende de quién sea el violador.
ALLAN: ¿Por qué seguir hablando de cosas morbosas? Lo más probable es que no te violen nunca.
LINDA: Es verdad, con la mala suerte que yo siempre tengo... (Cerrando los ojos, feliz.) Um... Me siento muy ligera... Esta copa me ha subido directa a la cabeza. Estoy flotando.
ALLAN (asintiendo): Um...
BOGART: Venga, bésala.
ALLAN: No puedo.
BOGART: Está a punto.
ALLAN: ¿Cómo lo sabes?
BOGART: Créeme, lo sé.
ALLAN: No se dejará, lo presiento.
BOGART: Está sentada, esperando. No lo estropees.
ALLAN: Vale... Voy a intentarlo... pero muy despacito... (Empieza a tomar posiciones centímetro a centímetro.) Si da un respingo, fingiré que era una broma.
BOGART: Date prisa.
ALLAN: Espero que se ría. (Cuando se dispone a atacar, suena el teléfono con ensordecedora claridad, y Allan brinca, a un tris del infarto.) ¡Qué susto! (Al teléfono.) ¿Hola? ¿Dick? Hola... ¿Qué? Sí..., está aquí. Se presentó... sin avisar. Estaba citado con una polaca. Dos buenos amigos... Vamos a cenar rápido y saldremos enseguida... ¿Cómo? Sí, estoy bien. Muy bien. Oye, ¿no estás en Cleveland? Pues esta llamada te está costando un dineral... Te la paso. (Le ofrece el teléfono.) Quiere hablar contigo. Desde Cleveland.
(Bogart cruza por detrás del sofá.)
LINDA (a Allan, mientras se dirige hacia el teléfono): ¿Te pasa algo?
ALLAN: Oh, no..., me sorprendió la llamada. (Linda se sienta en el banco y habla al teléfono. Allan cruza un extremo del sofá.) Esto es ridículo. Voy a provocar un incidente internacional. Quiero que se vaya. No soy capaz de controlar la situación.
LINDA: Hola, querido.
ALLAN: «Hola, querido». Le quiere. ¿Por qué me engañaré a mí mismo?
BOGART (cruza hasta el sofá): ¿Quieres tranquilizarte? Estás tan nervioso como Lizabeth Scott, justo antes de que se levantara la tapa de los sesos. No tienes más que hacer tu jugada, y ganarás sin problemas.
ALLAN: Es una locura. Vamos a terminar todos en la portada del National Enquirer.
LINDA: Muy bien. Lo haré. (Cuelga.) Dick parece un poco deprimido. Creo que tiene problemas en Cleveland.
ALLAN: ¿Cómo es que nunca te lleva cuando viaja a otra ciudad?
LINDA (cruza al sofá): Me da miedo el avión. Mi psicoanalista cree que es una excusa. En cualquier caso, nunca me pide que vaya. ¿Quién sabe? A lo mejor tiene alguna aventura por ahí.
(Dice esto último en tono de broma.)
ALLAN (se sienta en el sofá, a la izquierda de Linda): ¿Te molestaría?
LINDA: Pues claro. Bueno, no si no me enterara.
ALLAN: Sé que a él le dolería mucho que tuvieras alguna aventurilla con alguien.
LINDA: No me creo capaz de tener alguna aventurilla.
ALLAN: ¿No?
LINDA: No me tomo esas cosas a la ligera. Si me gustara otro hombre, tendría que ser algo más que una aventurilla. Tendría que sentir algo más serio, en cuyo caso se pondría en cuestión mi matrimonio. ¿Estás temblando?
ALLAN: Hace fresco.
LINDA: No hace mucho frío. Pero no soy de ese tipo. No me creo capaz de soportar los nervios que me ocasionaría. Además, yo no soy lo bastante atractiva para eso.
ALLAN: Sí que lo eres, Linda. Eres extraordinariamente guapa.
LINDA: Sigue hablando. Me estás devolviendo a la vida. Tengo tanto complejo de inferioridad...
BOGART: Oye, te lo estás montando muy bien. Ahora bésala.
ALLAN: Por favor...
BOGART: Te lo has preparado al pelo.
ALLAN: No me atrevo.
BOGART: Dile otra vez lo guapa que es.
ALLAN: ¡Se lo acabo de decir!
BOGART: Otra vez.
ALLAN: ¿Sabes que eres una de las chicas más guapas que he conocido?
LINDA: No sé qué decirte.
ALLAN: Quiero decir realmente muy guapa... Increíblemente guapa..., fantásticamente guapa...
BOGART: Vale, basta ya.
LINDA: Hace tanto tiempo que nadie me lo decía...
BOGART: Ahora acércate a ella.
ALLAN: ¿Cómo de cerca?
BOGART: A distancia de labios.
ALLAN: Eso es muy cerca.
BOGART: Vamos, muévete.
(Allan se mueve.)
ALLAN: ¿Y ahora qué?
BOGART: Dile que despierta en ti algo que no puedes controlar.
ALLAN: Estás de broma.
BOGART: Venga.
ALLAN: Viniendo de mí es una cursilería.
BOGART: Le encantará.
ALLAN: Quedo tan imbécil como bien queda Fred Astaire en frac.
BOGART: No mezcles a Fred Astaire en esto. Di algo.
ALLAN: Me lo he pasado muy bien contigo.
LINDA: Yo también.
ALLAN: ¿Está bien así? No quiero usar esa idea tuya de que algo se despierta en mí.
BOGART: Lo estás haciendo muy bien. Dile que tiene los ojos más irresistibles que has visto en tu vida.
ALLAN: Ojos tú..., tú ojos..., tú... tienes más ojos que nadie...
LINDA: Te tiembla la mano.
ALLAN:¿Sí?
BOGART: Porque te siento cerca.
ALLAN: ¿Cómo dices?
BOGART: ¡Díselo!
ALLAN: Porque te siento cerca.
LINDA: Sabes siempre qué decir, ¿eh?
BOGART: Dile que has conocido a un montón de tías, pero que ella es algo realmente especial.
ALLAN: No se lo va a creer.
BOGART: ¿No?
ALLAN: He conocido a un montón de tías, pero tú eres realmente especial.
LINDA: ¿De veras?
ALLAN: Se lo tragó.
BOGART: Ahora pásale la mano derecha por el hombro y atráela hacia ti.
ALLAN: No quiero..., me da miedo.
BOGART: Venga. (Allan lo hace.) Ahora prepárate para la gran jugada y haz exactamente lo que te diga.
(Entra Nancy con una pistola.)
NANCY: Te advertí que dejases en paz a mi ex marido. (Dispara sobre Bogart. Nancy y Bogart salen.)
LINDA: Bueno, voy a preparar los filetes.
ALLAN: Linda, tus ojos son como dos filetes muy gordos.
(Echa mano de todo su valor y trata de besarla. Linda se echa atrás, tirando la lámpara de pie de la mesa del sofá.)
LINDA: ¡Allan, no! Allan, no lo hagas. Pagaré la lámpara.
ALLAN: ¡No importa! ¡Creo que te quiero!
LINDA: ¡Insisto en pagar la lámpara!
ALLAN (luchando aún a brazo partido): ¡Olvida la lámpara!
LINDA: Soy tan torpe... ¿Aceptarías diez dólares?
ALLAN (persiguiendo su esquiva cabeza): ¡Olvida esa maldita lámpara! ¡Dame cinco pavos, y en paz!
LINDA (liberada, se levanta y coge el bolso del banco): Allan... no...
ALLAN: No me interpretes mal... Era una broma..., te estaba poniendo a prueba... No pensarás que... Quería sólo un beso platónico..., no un beso beso... Oye...
LINDA: Es mejor que me vaya.
ALLAN (siguiéndola): Linda...
LINDA: De verdad, es mejor que me vaya...
ALLAN: Linda.
LINDA: Por favor, no me pasa nada, estoy bien. (Se va desmañadamente.)
ALLAN (solo y enloquecido): ¡La he atacado! ¿Qué he hecho? ¡Soy una bestia cruel de la jungla! ¡Se lo contará a Dick! ¡Ahora estará asustada! ¡Cuando llegue a casa, estará histérica! ¡Lo más probable es que vaya directamente a la comisaría! ¡Hace falta ser idiota para intentar una cosa así! Yo no soy Bogart. Nunca seré Bogart. ¿Y qué le digo yo a Dick? Soy la vergüenza de mi sexo. Debería trabajar de eunuco en algún lugar de Arabia. (Suena el timbre.) Ya está aquí la Brigada anti Vicio.
(Se da la vuelta y abre la puerta. Entra Linda.)
LINDA: ¿Has dicho que me quieres?
(Se besan.)
ALLAN: ¡Tócame esa pieza, Sam!
(La música aumenta de volumen.)
(Telón.)