MINICONVENCIÓN
MADRID, 9 DE DICIEMBRE DE 1967
En la noche del 9 al 10 de diciembre pasados, un grupo de personas se reunía en los sótanos de un típico mesón madrileño, en la calle de Atocha. Su propósito no era ni conspirar, ni tomar drogas, ni siquiera charlar de fútbol o toros. ¡Se reunían allí para hablar sobre la ciencia ficción…! En una mesa cercana, una pareja de novios, muy ensimismados en sus arrullos, levantaban la vista hacia la extraña congregación cuando la conversación pasaba del murmullo al alarido.
Realmente sería curioso saber qué opinión se llevó la pareja de aquel grupo de individuos que, a pesar de ser algunos de ellos mayorcitos y de aspecto respetable, se pasaron la noche hablando de marcianos, de platillos y de máquinas del tiempo, y ni tan sólo una vez mentaron al Real, a Santana o al Cordobés. ¡Los hay chalados!
Aunque Carlos Buiza opine, al respecto, lo contrario.
Una convención de ciencia ficción a la que concurren escritores de ciencia ficción en número de diecisiete, difícilmente podrá ser considerada como verdadera convención. Pero éste no es nuestro caso, porque la… digamos reunión, fue estrecha en cuanto a la difusión (sólo los asistentes se enteraron); corta en duración (unas seis horas); inadecuada en el local (un mesón), etc., de tal forma que aún el nombre de «mini-convención» le resultará un poco grande.
Fueron tratados en ella, sin embargo, temas muy interesantes; consiguieron reunirse, por primera vez, unos escritores que, o se desconocían entre sí, o el conocimiento mutuo fue, hasta entonces, sólo epistolar. Estuvieron presentes varias generaciones de SF: los pioneros (SANTOS y VALVERDE), los de la «Segunda Generación» (ATIENZA, VILLAR y LEZCANO), los «nuevos» (FRABETTI, GARCI, MONTALBÁN, VIGIL, TEBAR y yo mismo), y los «novísimos» (Mercedes VALCÁRCEL y MENGOTTI). Esto sin contar los observadores: Tere Díaz, Francisco Sánchez, Gerardo Bustillo, etc.
Se habló, repito, mucho. Y de todo pudo sistematizarse la parte final de las conversaciones, gracias a un magnetófono, en el que se grabaron los diferentes puntos de vista que cada uno tenía sobre cuál debería ser el «enfoque» de NUEVA DIMENSIÓN y que, en resumidas cuentas, fue el tema-base de todo lo hablado. Parece, pues, evidente, que Domingo Santos y Luis Vigil, cuando al día siguiente regresaron a Barcelona, llevarían consigo un abundante material apto para el cotejo.
Creo interesante destacar ahora, sin falsa modestia y sin venda en los ojos, que el estado de conciencia de ciencia ficción entre nosotros parece ser inmejorable en todos los sentidos. Aparte de algunas consideraciones marginales que eludo, no cabe duda que NUEVA DIMENSIÓN es una auténtica aventura; en ella participan, primero, los editores, y en segundo lugar —y no tan distanciados de aquéllos como pudiera parecer—, nosotros mismos: los escritores nacionales. La participación de autores extranjeros, sin menospreciarlos ni cosa que se le parezca, es meramente funcional: con la traducción de un texto a diferente idioma, no sólo no arriesgan nada, sino que ganan lectores.
Dije antes que el editar una revista como ésta es una auténtica aventura, por una sencilla razón: momento actual de la ciencia ficción en España. Una mirada hacia atrás (pongamos siete u ocho años); el panorama hispano era francamente desolador; una revista, entonces, no habría sido una aventura, sino el más estúpido de los suicidios. Creo que ni con un fuerte capital, ni con una acertada promoción, ni siquiera con un milagro se hubiera conseguido un público. El caso de ahora. 1968, no es el mismo, afortunadamente. Pero hay que añadir, muy de prisa, que tampoco se trata de miel sobre hojuelas. Hace falta «algo más»; «algo» que sólo el tiempo y el esfuerzo podrán conseguir. ¡Me gustaría ver en esas condiciones a un magazine anglosajón, uno de esos monstruos sagrados de la ciencia ficción! Ni con una plantilla de autores de primerísima línea se hubieran atrevido a cualquier cosa.
Por eso es aventura: emprende la revista, realmente, una nueva dimensión, que todos esperamos sea duradera. Precedentes, contrarios y desgraciados, existen: Más Allá y Anticipación. No es igual mantener una colección de novelas a mantener una revista. Esto último es mucho más comprometido, mucho más difícil, aunque sea de aparición bimestral.
Y éste fue uno de los temores que todos expresamos. También se dieron soluciones viables para que esto no ocurriera, pues cualquier crítica —y más si es apriorística— debe de ser constructiva. En primer lugar se habló de selección —auténtica selección— de textos, al margen de la nacionalidad de sus autores; en segundo, secciones de información, ensayos, etc., etc.; tercero, particular atención a «esta canija, pero pujante escuela española de SF» (en palabras de Frabetti), y cuarto: dentro de ofrecer temas y autores clásicos en el género, intentar poco a poco, pero firmemente, la introducción de una SF renovadora, de la «Cosa Nueva», que actualmente se habla en el mundo anglosajón.

Efectivamente: respecto a esto último es necesario destacar su importancia. Recorrer caminos trillados es vulgar la mayor parte de las veces, aunque el texto, subjetivamente, posea franca calidad. Un renovador, en este sentido, ha sido el inglés Brian Aldiss: los hombres del futuro de Asimov, por ejemplo, no son tales hombres del futuro, sino hombres del siglo XX transportados al futuro, a un medio diferente; el hombre no ha cambiado, sólo ocurre que desarrolla su actividad un mundo extraño. Piénsese, por el contrario, en los seres humanos (¿y hasta qué punto podríamos darle este calificativo?) del primer cuento de Starswarm (Cuando la Tierra esté muerta), de Aldiss: han cambiado tanto al medio y el medio los ha cambiado tanto, que casi no los podemos entender. Son auténticos hombres del futuro. Pero están viviendo en sus propios términos y nos interesan sus vidas porque en ellas reconocemos nuestra propia vida transformada por el paso del tiempo. Un ejemplo de esta tendencia actual puede encontrarse en New Worlds, de Michael Moorcock (la revista que más material experimental publica hoy en día) y en Judith Merril, en USA. Por eso, una orientación hacia la «Cosa Nueva» no puede dejar de estar presente en una revista que comience a editarse ahora.
Otro punto tocado en la reunión, e igualmente interesante, fue el del público: ¿Qué deberá ofrecer NUEVA DIMENSIÓN al público lector? Hubo opiniones tajantes, como la de Atienza: «Que los editores sigan su propio criterio y no den oportunidades a nadie. Que piensen únicamente que los señores más atrevidos que ha habido en Europa últimamente —y que han sido los señores de Planète— están publicando 80.000 ejemplares, en Francia, de una revista que se vende a 6,5 NF; 10.000 en italiano; 30.000 en castellano: 7.000 en holandés… y que ahora saldrá en árabe y todo. Bien, esos no han dado oportunidades a nadie más que a ellos mismos. Ni siquiera al público: al público hay que darle en el morro. Y cuando al público se le den más burradas, mejor se las traga… me refiero a burradas en cosas inteligentes…». Montalbán no compartió la opinión de Atienza, y dijo que los 80.000 ejemplares están muy bien para Planète… y para Francia, que aquí —al menos en principio— no debemos aspirar a tanto.

Valcárcel, Mengotti, Garci y Villar se mostraron más o menos de acuerdo con darle al conjunto un sentido más popular que especializado, que sería la única forma de poder contar con un público numeroso.
Yo me quedo en la mitad: ni para todos ni para unos pocos. Hacer de NUEVA DIMENSIÓN una lectura de élite, es tan perjudicial como hacerla demasiado «popular». Pero ante todo una cosa debe ser inexcusablemente cuidada: la selección. Y aquí sí que no caben favoritismos ni prioridades. Puede, incluso, que sea la clave del éxito o del fracaso. Si los textos que se incluyan —prescindiendo de que su tónica sea renovadora o no—, no pueden ser puestos en entredicho atendiendo únicamente a su calidad literaria en cualquiera de sus aspectos, la cosa irá bien.
Y así terminó esta mini-conversación, precipitada e importante, con buenos augurios y grandes esperanzas
Carlos BUIZA