I
AL norte, hacia el norte fue Green, volando contra su voluntad cada vez más de prisa, como en un sueño increíble. Protestó a gritos, pero no vio a nadie; se echó hacia atrás con todas sus energías, pero una impulsión irresistible le lanzó hacia adelante. La vasta desolación inferior se desarrollaba a sí misma ante él: llanuras, empinadas faldas de colinas; montañas ahora. El rasgado flanco de un escarpado picacho se cernió delante; incapaz de girar o de apartarse, se lanzó contra la peña, rebotó y luego rodó ascendiendo su desigual pendiente. En un éxtasis de terror, se esforzó por incorporarse a través de la gruesa capa de aire de por encima; arriba, arriba, hacia una muerte súbita y piadosa. Pero la llanura inferior sólo retrocedió un poco y luego se aquietó en su vuelo inexorable de pesadilla. ¡Todavía no, dioses!
Los volcanes aparecieron delante, arrojándole las henchidas masas de ceniza. Pasó cruzando una de las negras columnas de gases y partículas inflamadas y siguió adelante y los volcanes quedaron cada vez más a su espalda.
Más y más de prisa... ¡Quedaba tan poco tiempo! El paisaje era un manchón turbio debajo suyo y se veía disparado hacia adelante sólo en un gran vacío hostil.
—«¿Es... que... no... hay... JUSTICIA... en... el... mundo?» —pero nadie le escuchaba. Nadie se interesaba—. ¡Todo lo que he hecho... todo por lo que he trabajado... para nada! ¡Alto, alto! No puedes hacerme esto, ¿me oyes? ¡ALTO!
El círculo de montañas se acercó más. El blanquecino globo azulado de un joven sacerdote salió de uno de los templos encaramados en sus laderas y le miró sin la menor muestra de curiosidad.
Luego estuvo sobre las montañas y el momento quedó al alcance de la mano. La temblorosa semiesfera del Lugar pareció surgir rauda hacia él; más y más próxima... infinitamente aterrorizante, infinitamente hermosa. Se extendió y le abarcó y él se vio dentro.
Green estaba loco. Las torrenciales inmensidades que le rodeaban no tenían significado alguno para él. Regueros pequeños y desordenados de color se perseguían unos a otros por encima de su cuerpo rojo sangre mientras, ni feliz ni desdichado, flotaba lentamente hacia el centro de la semiesfera.
Pero en los momentos restantes vio a través de la abruma la enigmática maquinaria Titán por entre la que pasó y en el centro una deslumbrante masa de locos colores y extraños ángulos. Y así, con indiferencia por su parte, pudo ver de un vistazo aquella masa cromática para que luego el negro y frío velo de la nada se cerrara sobre él para siempre.
II
Rápidamente la pequeña y sangrienta cabeza se separó; acababa de realizarse el milagro del nacimiento. Durante un momento la diminuta criatura yació junto a su madre y luego, demasiado rápidamente para seguirlo con la vista, ella la tomó y desapareció.
—¿Lo viste? —irradió tenso Yallow.
—Si. Puede que sea esto. ¡Corta el campo!
El torbellino de movimiento en el enorme tanque disminuyó bruscamente y el mundo en miniatura se vio salpicado de vida. Diminutas criaturas vivientes se esparcían por las bajas colinas, acechando su presa en las junglas y ríos liliputienses.
—¡Ahí! —la madre descansaba a la sombra de un bosque, su hijo a medio desarrollar Jugaba junto a ella.
—¿Qué te parece?
—Es posible... La cabeza es mayor... tiene menos pelo. Vuelve a encender el campo, a toda velocidad.
—¿No deberíamos marcarlos primero?
—No, si eres lo que deseamos, le podríamos seguir sin marcarlo. Adelante.
Como una película de cine rápidamente acelerada en su velocidad, la escena se convirtió de nuevo en un manchón de movimiento. Esperaron impacientes mientras los minutos se convertían en horas, sin querer abandonar la vigilancia para realizar otras tareas.
Por último Blueviolet miró por centésima vez el cronómetro de la pared y dijo:
—Ya debe ser el tiempo. Probemos de nuevo. Yallow oprimió el contacto y la escena recobró una vez más su velocidad normal. Habían habido en apariencia pocos cambios durante los años que transcurrieron en aquellos breves minutos. Los niños aún se revolcaban por el suelo musgoso del tanque bajo los celosos ojos de sus madres, pero no eran los mismos niños. Los grisosos ancianos que se agazapaban cerca de las entradas de sus cuevas eran los jóvenes vigorosos que habían cazado o luchado horas antes. En cierto modo dentro de aquel torbellino de machos activos y vociferantes adultos que vagaban por las montañas y por los valles, de entre ellos debía estar el que buscaban. Durante un tiempo lo buscaron infructuosamente: los machos a la vista eran tan peludos y de frente tan caída como sus padres; en ningún lugar se veía variación significativa.
Y entonces lo vieron. Era demasiado evidente para que se fijasen, estaba agazapado contra la transparente pared del tanque, mirando hacia fuera con los ojos desorbitados por una visión de maravilla.
Blueviolet lo contempló con satisfacción sorprendida.
—Curiosidad —dijo—. Los otros aceptan el mundo que les rodea; él se hace preguntas.
Mientras le miraban, la criatura cogió una rama rota que yacía a su lado, se alzó hasta ponerse en pie y amenazó a uno de sus amigos, que caminaba sin rumbo por el borde del tanque. El otro, más alto y con mayores músculos, exhibió los dientes al instante y saltó para caer sobre su garganta. Durante un momento rodaron juntos por el suelo y luego la primera criatura se libertó con una sacudida y alzó el garrote que todavía empuñaba. Con toscas ligaduras sostenía un rasgado pedazo de piedra en el extremo; hizo girar el arma y su oponente cayó con el cráneo sangrante por una grave herida.
—Basta ya —decidió Blueviolet—. Saquémosle.
Yallow estaba esperándole ya en lo alto del tanque. Un rayo tractor lo sacó, levantándolo suavemente y alejándolo del cuerpo tembloroso de su víctima para dejarle caer sobre una estantería próxima.
Tensamente, Blueviolet encajó un cono metálico por encima de la cabeza del animal, manteniendo un armazón curvo de cables cerca de su propio cuerpo. Revisó los alambres que le conectaban a una batería del estante y luego cerró el conmutador.
—¿Sacas algo?
—Sólo miedo, hasta ahora... trato de tranquilizarle. Espera...
—¡Ah! Está aún asustado, pero le vence la curiosidad. Las imágenes son mucho más claras que anteriormente... Me ve. Se pregunta quién soy. Ahora le indico que venga hacia mí.
El vivedo dudaba, luego, temeroso, avanzó hasta el borde de la estantería y permaneció mirándoles con la boca abierta.
¡Excelente!
—Quítale el cono, Yallow.
—¿Vas a realizar el intento ahora?
—¡Seguro!
—¿Pero no crees...?
—¡No! Este lo hará, estoy convencido. ¡No sabes lo que esto significa para mí, Yallow! Si tuviese éxito, moriría feliz.
—Está bien, jefe.
—No tendrás miedo, Green, ¿verdad?
—No. Claro que no.
El éxito, parecía a Yallow, había llegado irrazonablemente pronto. Lo había estado esperando durante algún tiempo, claro, pero... Era un poco asombroso darse cuenta de que cada segundo, mientras marchaban hacia el norte, les acercaba más y más a su remoto objetivo. No, no tenía miedo, como Green.
Pero se sentía intranquilo. Todo su adiestramiento, desde que Blueviolet le adoptó al nacer, no podía olvidar aquella intranquilidad fundamental e Inevitable sobre el Lugar. Y era cierto, como él había dicho... «Somos... propiedad. Este pensamiento no es nada confortable».
Pronto, ahora. Miró hacia abajo, al azorado y tembloroso ser que se apretaba contra la pared trasera del deslizador. A través de aquel torpe molusco iban a tratar de desvelar el misterio de la eternidad. Y si lograban el éxito... ¿qué pasaría?
Captó un retazo de movimiento tras él y volvió a mirar, con sentido culpable. Era aquel lugar propio para mantener la vigilancia y había estado soñando despierto que allí volvía a estar.
—¡Jefe! —dijo con apremio—. Nos siguen. Blueviolet le miró con fijeza.
—¿Qué? ¿Dónde?
—Allí... ¿Ves? Ganan terreno.
—Es verdad —dijo el otro pensativo—. Debí habérmelo imaginado... pero con toda seguridad no pueden haber estado esperándonos todo este tiempo. No obstante... —se interrumpió cortando la frase y accionó la batería de reserva, logrando que el deslizador saltase hacia adelante con incrementada energía—. Eso significa que tendremos que volver a casa andando... si es que volvemos.
Escrutaron el cambiante horizonte en silencio durante un rato y entonces Yallow volvió a gritar:
—¡Mira! A la izquierda... otro, haciendo un ángulo para atajarnos.
—Sí, lo veo. Parece ser que han hecho sus preparativos concienzudamente. Deberíamos habernos anticipado a esto.
—Si podemos llegar hasta la área prohibida...
—Puede que nos sigan incluso hasta allí; pero estarán entonces en desventaja psicológica, según creo. Esa es nuestra única posibilidad.
Contemplaron tensos cómo el primer perseguidor se quedaba atrás y que luego gradualmente alcanzaba su propia velocidad. El otro adelantaba rápido, en cualquier momento interceptaría su rumbo.
—Mantén a la criatura —destelló Blueviolet—. Que no sufra el menor daño —aún guiando el navío con un tentáculo de fuerza, cogió el esbelto tubo de un convertidor desde una bolsa en la pared—, ¡Fuego a discreción!
El rápido y mortal deslizador destelló cruzándose en su camino, con los rayos ya deslumbrantes. Yallow soltó el pleno poder del conversor que sostenía a través del orificio próximo a él y luego Blueviolet hizo que su navío describiese un brusco y desconcertado rizo, pasando peligrosamente cerca del atacante.
El otro piloto, asombrado, trató de apartarse ganando distancia; pero el primer deslizador había acortado la distancia que le separaba y ahora ambos le seguían, enviando rayos en su búsqueda.
Blueviolet mandó a su nave hacia delante en un rumbo errante y retorcido. Yallow disparó a través de la tronera posterior, apuntando lo mejor que pudo, viendo cómo el navío más cercano oscilaba y retrocedía mientras su piloto se ennegrecía peligrosamente. Arrojó una rápida mirada hacia abajo y vio que estaban ya sobre la playa de Ártico.
Los templos sobre maderas de las montañas se veían llenos de sacerdotes. Mientras pasaron disparados, una masa de rayos salió de ellos y cayó muy cerca, después viéronse por encima del anillo de montañas describiendo un círculo para bajar hasta el hueco redondo de sus laderas opuestas.
Blueviolet llevó el deslizador hasta detenerlo en un profundo acantilado rocoso, precisamente por encima de la media distancia que le separaba del punto, más allá del cual no podían seguir. Miró inquisitivo hacia arriba. Los deslizadores perseguidores giraban rodeados por una multitud de sacerdotes, y aparecieron por encima del borde y picaron, ascendiendo luego como si no sintiesen ganas de seguir más lejos. Enviaron rayos en su búsqueda, pero rebotaron inofensivos en la rocosa pared que casi les cubría.
—¡Lo logramos! —exclamó—. Escapar es otra cuestión, pero al menos hemos llegado hasta aquí.
Cogió el bípedo y lo llevó hacia delante, encaminándole hacia la luz.
—No ha sufrido daños —dijo con satisfacción—. El cono, por favor.
Yallow se lo entregó sin decir palabra.
Pensamientos apremiantes y mudos se abrían paso dentro del azorado cerebro del hombre. No debía tener miedo... no deseaban hacerle daño... ¿quiénes eran «ellos»? Pero el pensamiento tropezó consigo mismo y se desplomó; la pregunta era demasiado para él. No debía tener miedo...
Pero es que habían enemigos cerca, que deseaban dañarle. Para escapar, debía bajar al valle, entrar en aquel gran huevo que se veía. Allí se encontraría a salvo.
Allí estaría a salvo... tenía que bajar... Una y otra vez, hipnóticamente. Y luego debía regresar... El no podía comprender. Pero las órdenes eran abrumadoras; su mente sin desarrollar se sentía demasiado débil para resistirlas. Al poco le pareció que en cierto modo las había sabido siempre, quería bajar al gran huevo... Y luego tenía que regresar... Trató con torpeza de cruzar la pared transparente que le separaba del valle. Luego la cosa dura se alzó de su cabeza y una fuerza invisible le elevó gentil y le depositó en la montañosa ladera roquiza. Alzó la vista y estaba aterrorizado. En lugar del firmamento familiar de su infancia, había un cielo que el hombre podría alcanzar un día, si encontraba la manera de trepar hasta él, había un vacío azul inconcebiblemente lejos y distante, tan lejano que su mente rechazó esa distancia. De pronto el vértigo se apoderó de él; se tambaleó, perdió pie y cayó. La áspera caída le hizo reaccionar. Se reanimó al pie del breve precipicio por el que había rodado y echándose atrás prosiguió su descenso.
Estaba más lejos de lo que se había imaginado. La brillante semiesfera parecía retroceder, mientras descendía por la montaña.
Tenía que bajar... y luego debió volver... La semiesfera se hizo gigantesca ante él cuando se acercó a través del suelo del valle. Llenó todo su campo de visión y por último se hizo algo no del todo real. Caminó mecánicamente hacia ello en un medio sueño, conociendo que tenía que entrar... y luego volver... y después el sueño habría pasado.
Dudó cuando se plantó ante la tembloroso cortina. No había abertura alguna; ¿era sólido... de verdad que era sólida?
Avanzó; la negrura se encerró en su torno durante un instante, pero antes de que pudiese echarse hacia atrás, había atravesado la barrera y estaba dentro de otra cosa extraña llena de bruma dorada.
Se quedó plantado un momento, mirando boquiabierto las formas extrañas y torrenciales que le rodeaban y luego se volvió para irse... pero algo le detuvo. Notó la proximidad de una Presencia invisible, ya muy cerca, y sin embargo aproximándose todavía más desde una distancia impensable. Fuerzas invisibles le mantuvieron inmóvil y pensamientos extraños y desapasionados hurgaron su cerebro.
Hubo una pausa interminable y luego notó que la Presencia había llamado a otras; en un momento se vio rodeado de corrientes que pensaban de una forma grave y seria.
"...Siento molestaros, pero esto es algo nuevo". Un intervalo.
"Cierto. ¿Has examinado su mente?". "¿De dónde ha venido?".
"Es interesante: ¡los seres fuerza lo fabricaron!".
"Interesante en realidad. Esto cambiará el curso completo del experimento".
"¿Se lo has dicho al Mentor?".
"No. Démosle una sorpresa".
"¿Qué piensas, Tercero?".
“¿Cuál es su propósito aquí? Oh, comprendo".
Hubo una risa incolora mental. Una esfera rojo sangre flotó a través de la muralla opalescente y gravitó hasta el centro de la semiesfera, en donde la perspectiva cambiaba hasta lo imposible, con ángulos que desorientaban a los ojos. Los mecanismos en su torno cobraron vida; nueva energía manó dentro de la esfera, reemplazando el tinte rojo con un blanco lechoso; y flotó alejándose de nuevo. El hombre lo contempló, sin comprender nada.
"Lo he visto. ¿Tenemos que dejarle volver con este conocimiento?".
"Todo depende. Pretendemos continuar el experimento como lo hemos planeado, no. Desequilibraría las fuerzas de la naturaleza y ningún resultado seria conclusivo".
"¿Pero no tenemos datos suficientes sobre los seres fuerza? ¿Sobre su sencilla cultura? Son bastante comunes para la creación, después de todo; esto es nuevo". "Eso pienso yo". "¿Entonces?".
"No tenemos que interferimos con sus vidas primitivas; pero quizás si tenemos cuidado, sería apropiado hacerlo ahora". "¿Cuál es tu plan?".
"Devolverlo, con tanta información como ellos sean capaces de obtener de su pequeño cerebro. Entonces, obligarles a continuar su trabajo en esta dirección con la esperanza de obtener más datos. Luego, gradualmente, dejar que mueran los seres-fuerza; para que este planeta quede en poder de sus creaciones.
"Tendremos que maniobrar con la motivación de los religiosos; de otro modo esta nueva vida sería destruida, tarde o temprano." "Eso puede hacerse".
"Cuidado con esas pruebas, Cuatro. Le estás asustando".
"Tranquilizadle. ¿Qué es lo que quiere?" "Comida. También, un compañero" "Tendrás compañeros, pequeño. Y es más... tus descendientes gobernarán tu pequeño mundo. Pero no me comprendes; hagámosle saber que va a tener a un compañero, a una compañera; con eso basta". Apagadamente y luego de manera más intensa, el primer hombre comprendió; abrió una hembra... Las fuerzas que les sujetaban se relajaron. Cruzó a través de la barrera opalescente, sonriendo con fiera anticipación.