PRESENTACIÓN
La SF y el tema de la incomunicación
Es evidente que vivimos en un mundo que condena al hombre a la soledad. En un sistema en el que la competencia a todos los niveles parece ser la motivación más poderosa, el individuo se acostumbra a ver a los demás como rivales más que como semejantes: el espíritu de solidaridad queda ahogado por la agresividad, impuesta por las circunstancias.
Nada más lógico, entonces, que en una época en que los sociólogos empiezan a hablar de la «muchedumbre solitaria», los escritores de fantasía especulativa se pregunten por el futuro de las relaciones humanas, cuya progresiva neurotización es probablemente el síntoma más alarmante de una sociedad cada vez más enferma.
Partiendo de tan poco halagüeñas premisas, los autores de SF[1] han concebido visiones realmente terroríficas (que por cierto no suelen ser simples expresiones de pesimismo, como interpretan algunos críticos poco sutiles, sino llamadas de atención destinadas a actuar como revulsivos); tal es el caso de la despiadada sociedad futura descrita en Descongélate y cumple tu condena, que, bien mirado, no es demasiado distinta de la nuestra. Aunque a menudo una historia humorística, incluso aparentemente anecdótica, puede ser tanto o más terrible que el relato más desgarrador: es el caso de Cinosura, donde el «apacible» mundo de las amas de casa aparece en toda su reveladora sordidez.
En su tradicional vertiente poética, el tema de la soledad también tiene cabida en la SF actual, como lo demuestra Joven ante una puerta a medio abrir, con su patética conclusión de que «no hay ningún lugar seguro para los que aman», o esa canción de extrañas resonancias que se titula precisamente Cantabile.
Un apartado muy específico de la SF, dentro de esta temática, es el de la soledad de los «diferentes», como ese melancólico superhombre sin piernas ni brazos que, en La tercera mano, se enfrenta con una organización criminal por el poder de su mente, o el solitario cosechero de plancton, protagonista del relato de Sheckley-Ellison, cuya soledad se convierte en algo irónicamente trágico al verse envuelto en la más increíble aventura amorosa.
Y tal vez hubiera que acabar esta presentación hablando de la soledad del lector de SF. Pero, sobre eso, ¿qué podría decirle que usted ya no sepa?
CARLO FRABETTI