INTRODUCCIÓN

En la época medieval, una de las formas literarias predilectas fue el bestiario —descripción enciclopédica de animales— real, supuesto o imaginario. El autor del bestiario trataba no sólo de describir y clasificar las especies que sugería, sino que también presentaba los animales en fábulas cortas que podían ser utilizadas como enseñanza moral o religiosa. Así, el león es el símbolo del coraje real; la hormiga, el de la laboriosidad; y la tortuga, el de la perseverancia. A través de las páginas de los bestiarios vagaban muchas criaturas familiares como también algunas otras, cuya existencia era, en el mejor caso, bastante incierta: unicornios, grifos, basiliscos, dragones y otros similares.

Al recopilar los bestiarios, la zoología moderna les ha quitado gran parte de su diversión. Sabemos que nuestro planeta está poblado por muchos seres extraños y asombrosos: oricteropos, pangolines, ornitorrincos, y osos hormigueros; pero también nos hemos enterado que otros monstruos maravillosos como el fénix, el rocho y la quimera no se pueden encontrar aun en el punto más remoto del planeta. Afortunadamente los escritores de ciencia ficción han intervenido para llenar este vacío del departamento de historia no-natural. A través de las páginas de las revistas de ciencia ficción han desfilado algunos de los animales más inverosímiles y fantásticos creados por la imaginación del hombre, desde el apogeo de los recopiladores de los bestiarios del siglo XII.

El primer escritor que se especializó concientemente en la zoología extraterrestre fue el lamentado Stanley G. Weinbaum. En su breve carrera, a mediados de la década del 30, creó una pasmosa multitud de animales alarmantes, muchos de los cuales figuran en este libro. El éxito de Weinbaum inspiró a otros a contribuir con su parte de maravillas zoológicas. Reunidos aquí, para nuestro deleite y distracción, hallamos gnurrs, hurkles, hokas, escarabajos bach y una jirafa azul, para nombrar sólo unos de los pocos animales que componen esta fauna fantástica, y que han sido rescatados en estos cuentos por la paciente búsqueda de los escritores de ciencia ficción. Lamento que este libro no sea más extenso; por cada bestia notable que encontramos aquí, otras dos o tres permanecen olvidadas, prisioneras —por ahora— en los desmenuzados archivos de las viejas revistas de ciencia ficción.

Robert Silverberg