EL NEGADOR DE MILAGROS

Chu Fu Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer, el ataúd se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso yerno se horrorizó. «Oh venerado suegro», suplicó «no destruyas mi fe de que son imposibles los milagros». El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recuperó la fe.

Citado por Giles en Confucianism and its Rivals, Lecture VIII, 1915.