III — Canción de los Diez Héroes

De las aguas un país nace, una tierra imposible

cuando al principio en los rezos se imagina.

Armavir, «Cántico de Crysania»

Para el lector aplicado, sugeriría el siguiente procedimiento como la manera más efectiva de comprender la controversia que se plantea a continuación: sal de inmediato a comprar otras tres copias de este libro. Lee el poema del ejemplar que ya tenías, mis comentarios —que van a continuación— en el segundo ejemplar, y reserva los otros dos en una estantería alta, por si acaso surge una inundación en tu cuarto o estudio; aún quedan muchos magos en Krynn —aunque el viejo Pupilas de Relojes de Arena se haya marchado a sabe Reorx dónde—, y las mareas altas del planeta quizá no se deban a las fases de las lunas. Así pues, aquí está el poema[22] y los comentarios.

Del norte venía el peligro, tal como ya sabíamos.

En los albores del invierno,

la danza de un dragón azotaba las tierras,

hasta que de los bosques, de las praderas

surgiendo de la materna tierra, el cielo se abrió ante ellos.

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

Uno surgió de un jardín de roca,

de los paraninfos de los enanos, del tiempo y la sabiduría,

donde el corazón y la mente se unen

en la azulada vena de la mano.

En sus paternales brazos se concentraba el espíritu.

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

Uno de un cielo de chorreantes brisas,

ligero como el viento,

de los ondeantes prados, del país de los kenders,

donde el grano surge de la pequeñez

para crecer verde, dorado y verde otra vez

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

Una provenía de las praderas, la armonía de las extensas tierras,

nutridas en la distancia de horizontes vacíos.

Llegó portando una Vara,

y los rayos de luz y de misericordia iluminaron su mano.

Sobrellevando las heridas del mundo, llegó ella

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

Uno más de las praderas, a la luz de las lunas

con sus hábitos, sus rituales, siguiendo a la luna en sus fases

su crecimiento y su mengua, que controlaban la marea de la sangre

y su mano de guerrero ascendió

hacia las jerarquías del espacio, hasta la Luz

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

Una en el interior de las ausencias, conocidas por las partidas,

la oscura espadachina en el corazón del fuego.

Su gloria el espacio entre las palabras

la canción de cuna recordada con la edad,

recordaba al límite del despertar y del pensamiento

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

Uno en el corazón del honor, formador por la espada

por los siglos de vuelo del Martín pescador sobre las tierras

por Solamnia arruinada y ascendente, surgiendo de nuevo

cuando el corazón se alza hacia el deber.

Mientras danza, la espada es una herencia eterna.

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

Otro en una simple Luz que su hermano oscurecía,

dejando que la mano de la espada intentara todas las sutilezas,

hasta las intrincadas tramas del corazón.

Sus pensamientos, estanques rotos por el cambiante viento

Él no puede ver el fondo

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

El siguiente era el jefe, semielfo

traicionado mientras las sangres gemelas dividen la tierra

los bosques, el mundo de elfos y hombres.

Llamado para la valentía, pero temeroso en el amor,

y temiendo que, llamado a ambos, no llegue a realizar ninguno

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

El último de la Oscuridad, respirando la noche

donde las abstractas estrellas esconden nidos de palabras,

donde el cuerpo soporta la herida de las cifras,

rodeado por el conocimiento, hasta que, incapaz de bendecir,

sus bendiciones caen sobre los ignorantes

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

También se unieron a ellos

una desgraciada muchacha, agraciada más allá de la virtud;

una princesa de semillas y arbolillos, llamada a un bosque;

un anciano tejedor de accidentes.

Pero no podemos predecir a quién reunirá la historia

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.

Del norte venía el peligro, tal como ya sabíamos.

En el campamento de invierno,

el sueño del dragón ha poblado los bosques,

pero de los bosques, de las praderas,

surgen de la maternal tierra que define el ciclo ante ellos.

Eran nueve, nueve bajo las tres lunas,

bajo la luz del atardecer de otoño.

Mientras el mundo caía, ellos se alzaban

hacia el corazón de la historia.