EL PUNTO DEBIL DE JORRY

¡JORRY!

Maldición. Jorry nunca decía maldición en voz alta. Era algo que pasaba por su cabeza cuando se daba cuenta de que no se iba a poder salir con la suya, o cuando las cosas no iban bien para él.

—Sí, mamá.

¿Cómo hacia ella para oírlo a pesar de que Papá tenía la cabeza metida en el televisor, donde había caballos que galopaban y tiros por todos lados?

Mamá se levantó y se paró en la puerta de la sala, mirándolo fijamente, mientras él se quedaba bien quieto en el tercer peldaño de la escalera, que era el que había crujido, pese a que había tratado de sincronizar el crujido con un lindo ruido de la televisión.

—Vas a salir —dijo ella.

—Bueno... si.

—No vas a salir.

—Es temprano.

—Fuera hasta quién sabe qué hora, quién sabe dónde y quién sabe con quién.

—Es viernes.

—A ver si le dices algo a tu hijo.

Sin sacar la vista del televisor, Papá dijo:

—Qué.

No fue una pregunta ni una respuesta. Simplemente —Qué.

—No vas a salir —le dijo Mamá a Jorry.

Hasta ahora las cosas sucedían con la misma rutina, tal como con las luces del tránsito, de rojo a amarillo, de amarillo a verde, de verde a rojo otra vez. Si quisiera, hubiera podido comenzar de nuevo. Es temprano, fuera hasta quién sabe qué hora, quién sabe dónde y quién sabe con quién, es viernes, a ver si le dices algo a tu hijo, qué.

—No te preocupes, Mamá, voy a volver temprano.

—Temprano en la mañana, querrás decir. A las cinco de la mañana, con Chatz, ese drogadicto —dijo Mamá.

—Chazz —le corrigió. Con Chazz todo era distinto, hasta las palabras eran nuevas: hierba, sucucho... "¿Fumas?" significaba algo totalmente original. Chazz mentía mucho y Jorry nunca lo habla visto en nada sucio, tal vez de vez en cuando actuaba en forma rara, pero, qué diablos, para eso no era necesario que pasaran cosas, se podía ver cómo era en el cinematógrafo. Ayer le había dicho: "Tengo drogas, ¿quieres?" Tal vez era una mentira, pero Jorry se asustó mucho; sin embargo respondió con tranquilidad: "Más tarde, hombre". Ahora le había dicho a la madre:

—Chazz no hace nada malo.

—¿Con esos hombros redondos y esos ojos tan juntos? —dijo Mamá—. No me digas que no. No sé si ahora hace o toma algo, pero ya lo va a hacer, y cada vez va a ir de mal en peor. ¿O es esa Jane?

—Joan —¡Remaldición! En el momento en que la corrigió se dio cuenta de que había estado pensando en el cabello rubio partido al medio, y en la risa fácil, siempre con algún otro, mientras que con él era, en cambio, algo así como Termina lo que vas a decir de una buena vez, pues me tengo que ir, a pesar que él solamente la había saludado con un hola—. Esa mujerzuela —dijo Mamá— va a terminar por contagiarte algo. Dile algo a tu hijo.

—Que... que... —Papá no quitaba los ojos de los vaqueros, pero cada "que" ahora tenía dos sílabas y eso quería decir que iba a pasar a la acción si ella lo pinchaba una vez mas.

—Vas a ir a lo de ese Stube.

—Strobe —la corrigió antes de darse cuenta de que debía callar—. No tienen nada allí, ni siquiera cerveza, solamente refrescos y jugos de frutas.

—Te vas a matar yendo en ese trasto destartalado —que ningún ser humano que no se haya vuelto loco podría confiar a un retardado como el Highball ese Highboy —dijo débilmente Jorry.

—...y no me interesa que tenga mucho dinero. Dile algo a tu hijo.

Maldición maldita. Ahora sí que todo dependía de lo que estuviera pasando con los vaqueros. Si papá estaba realmente interesado, la cosa iba a ser corta, pero si no lo estaba, iba a hablar durante horas, y nadie iría a ninguna parte.

Que. —Otra vez volvió al monosílabo, pero esta vez fue gritando, y se levantó del sillón grandote como si fuera impulsado por un resorte, e irrumpió saliendo de la sala con las mandíbulas apretadas, los labios como una sola línea rígida, los ojos entrecerrados—. Bien qué.

—Va a salir —dijo Mamá.

—¿Va a salir? —dijo Papá.

—No va a salir —volvió a decir Mamá.

—Que salga, que salga. Un hombre tiene derecho a trabajar todo el día y volver a su casa para ver un poco de televisión, sin que lo molesten —dijo Papá.

Menos mal, el programa era bueno y esto iba a ser corto.

—Vete no más —gritó Mamá—. Vete con tus amigotes horribles sin importarte que sea aquí donde te cuidamos, te damos la mejor comida y nos preocupamos por tu salud, mientras yo me gasto los dedos trabajando. Vete no más.

Jorry salió, sintiéndose raro como siempre que se iba así, escapándose, ganando; pero con la impresión de que lo habían echado a la calle, sin que a nadie le importara. No hay palabras para describir una sensación como esa. Se fue casi corriendo, pero tuvo buen cuidado de no golpear la puerta, porque eso hacía que a veces Papá se levantara y saliera a buscarlo, obligándolo a volver. Podía seguir oyendo a Mamá que lo pinchaba a Papá: cómo puede ser que tenga que ser la madre y el padre a la vez, no tiene un padre que se preocupe lo suficiente como para mantenerlo en casa, sin que vaya por allí de un lado para otro con esos horribles amigotes, y a Papá que decía. "Luego hablamos, luego" lo que quería decir que se callara mientras él terminaba de ver el programa.

Jorry llegó hasta la calle Tercera sin ver a nadie, y de repente apareció Specs, que estaba esperando que cambiara la luz. Specs tenía mal la piel, y el cabello más corto que nadie, pero siempre se las arreglaba para estar en todas y saberlo todo.

—Righboy se conquistó a Libby —dijo, a guisa de saludo.

Libby no era una chica inalcanzable; del tipo de las que son abanderadas en las asambleas del colegio secundario, presidentes del Consejo de Estudiantes, y cosas así como las listas de honor. Limpias, buenas, agradables y decentes, bueno, mejor no pensar en eso. Pero con algo de cuatrocientos caballos de fuerza lleno de cosas bonitas, Highboy se la lleva a Libby zumbando por los caminos oscuros, a cualquier parte, para hacer lo que se le dé la gana y estar de vuelta a tiempo.

—¿Y qué te pensabas? —le dijo, y comprendió que Specs sabía a lo que se refería. La luz cambió y cruzaron juntos. Jorry se detuvo.

—Strobe —dijo Specs, anunciando y preguntando a la vez.

—Ahora no. —Jorry no sabia bien por qué ahora no. Tal vez fuera que no quería llegar al lugar ese con Specs. Uno no entraba con Specs, simplemente se lo encontraba allí. O tal vez fuera que se quería encontrar solo en una calle oscura durante un rato, para pensar en Libby, imaginándola sentada sobre un asiento de cuero verdadero, y el cuenta kilómetros que subía y subía mientras iban a algún lugar lejos, donde nadie los viera ni supiera nada, pudiendo pasar mucho rato allí y volver todavía a tiempo.

—Hasta luego —dijo Specs y se puso a caminar, mientras que Jorry se quedó parado pensando siempre en el Mustang.

Tal vez hubiera pasado un rato o tal vez no; en determinados lugares no existe el tiempo, pero lo que lo hizo volver a la tierra fue un bang sobre la acera, una bolsa plástica que había caído al suelo desparramando lápiz de labios, una polvera con polvos y algunas monedas.

Era Joan, con el cabello rubio partido al medio.

—No importa —dijo ella sin verlo.

Se quedó un largo rato quieta, con los ojos cerrados. Jorry no quiso decir nada mientras ella tenía los ojos cerrados, pero entonces, a la luz de las lámparas, se dio cuenta de que los párpados apretados no lograban detener las lágrimas, y el surco que ellas dejaban en sus mejillas eran como las rajaduras de una muñeca, si se le pone una luz dentro. Entonces él recogió el bolso, la tocó y dijo su nombre. Ella boqueó y se llevó la mano a la nariz, mientras lo miraba. Finalmente dijo:

—Jorry —y tomó su bolso.

—Estaba aquí, parado —fue todo lo que él pudo balbucear, y entonces se agachó para recoger el polvo y el resto de las cosas. Halló dos monedas, y se enderezó. Ella sostuvo el bolso abierto y él le puso las cosas dentro, dejando caer la polvera otra vez al suelo—. ¿Estás bien? —le preguntó.

Ella comenzó a reír en una forma que a él no le gustó nada, pero para cuando volvió a ponerle la polvera en la cartera ya se había dado cuenta de que no se estaba riendo de él. No se estaba riendo, en realidad. No importa lo que fuese que estaba haciendo, lo dejó de hacer bruscamente y entonces hizo algo que él no sabía que ninguna chica hubiera hecho antes: le tomó la mano y se la puso en sus senos. Nunca en toda su vida había sentido algo tan blando, vivo y maravilloso.

—¿Te parece mal? —le preguntó ella.

—Nada —fue todo lo que atinó a responder.

La muchacha sacó la mano con que sujetaba la de él, de ahora en adelante era decisión suya si la quitaba también, o si la dejaba donde estaba. La dejó caer. Todavía le parecía sentir el contacto; es más, no pudo dejar de pensar que tal vez lo seguiría sintiendo siempre.

—Nunca en mi vida me había sentido tan sola —le dijo ella.

Jorry sacudió la cabeza. Hacía mucho que no la veía, pero no podía recordar que jamás la hubiera visto sola. Nunca.

—Jorry..

—¿Qué?

Ella se pasó la lengua por los labios.

—¿Sabes dónde vivo?

—Bueno, sí.

—Mira, ahora tengo algo que hacer, pero estaré en casa a eso de las once. Nadie va a venir esta noche. Ven tú.

—Bueno... no se... De repente sintió que la boca se le había resecado, y que no podía articular palabra.

—Lo que quiero decir —siguió ella— es que no importa. —El se había quedado pendiente de la expresión de los ojos de ella, como un abrigo colgado de un perchero—. Por favor, Jorry. Por favor.

—Está bien —le contestó el muchacho, y entonces ella lo abrazó durante unos instantes, se dio vuelta y se marchó. El creyó que las piernas no iban a sostenerlo. La vio irse: piernas largas, cabello largo mmidado por las sombras de los troncos de los árboles mientras caminaba.

—¡Ay! ¡Qué bueno! —susurró el muchacho.

Luego de un rato se puso a caminar lentamente por la calle Tercera, consciente como nunca del taconeo de zapatos sobre el pavimento, de la presión de los dedos, del olor de un prado recién regado y un leve tufillo de orín de gato, y de la forma en que las agudas estrellas azules perforaban el cielo de la noche del viernes. Entonces se dio cuenta de que no se sentía más como el Jorry-que-le-tiene-que-preguntar-a-mamá, o el Jorry-no- me-van-a-dejar, o el Jorry-que-está-siempre-afuera, mirando para adentro, o adentro mirando lo que pasaba. "Bien, hombre, le dijo quedamente a la noche, tienes que hacer lo tuyo", dándose cuenta de que estaba citando a alguien, pero de que decía exactamente lo que sentía. Entonces estaba en la luz y quien creen ustedes que salió de la tienda de dulces, les diré que era Chazz.

Chazz tenía largos ojos verdes, un pico de águila, no tenía barbilla y se acercaba en una forma rara, como si caminara un poco de costado. Jorry lo llamó, y esto pareció ponerlo contento.

—¿Qué tal muchacho?

Jorry le hizo una seña para que lo siguiera, y Comenzó a caminar alejándose de las luces y de la gente, dándole tiempo a Chazz para que lo alcanzara. Por un rato se mantuvieron en silencio, y lo que había dicho Joan: "¡No importa!" saltó súbitamente en el recuerdo de Jorry. Esto lo hizo sonreír y sintió un agradable vacío frío en el plexo solar. miedo-alegría. Entonces dijo, imitando un poco la forma de hablar de Chazz:

—¿Qué hay de esa cosa para fumar que ofreciste?

Un silencio de asombro y contento. Chazz golpeó las manos y sonrió a su alrededor, como si en la oscuridad lo aguardara un público invisible, al cual dijo:

—Cayó, cayó. —Le dio un golpe a Jorry—. Ya tenía pensado que nunca te ibas a decidir.

—¿Yo? —Jorry había aprendido el arte de usar una interrogación como si fuera una afirmación. Le gustó como le había salido—. ¿Puedes conseguir hierba?

Chazz lanzó una risotada, que se cortó súbitamente. Lleno de satisfacción, miró alrededor, y luego, acercándose, le dedicó una de sus muecas torcidas.

—Chico, realmente he estado esperando que me dijeras esto. Parece mentira que seas tú. —Comenzó a caminar con aire decidido, y Jorry se mantuvo a su lado, con firmeza pero algo asombrado. Llegaron hasta la próxima esquina, debajo de un farol y Chazz, volviendo a mirar alrededor, le dijo: Súbete la manga.

—¿Cómo?

—Súbetela. Quiero ver una cosa.

—Jorry comenzó a pensar en algo, pero luego decidió que era mejor no pensar. Su subió la manga. Chazz le apretó el bíceps entre las manos, y mantuvo la presión. Jorry se debatió, pero Chazz no lo soltó.

—¿Qué diablos estás haciendo?

—Cállate un poco —le dijo Chazz, y siguió apretando. Estaba mirando el pliegue del codo de Jorry. Súbitamente, le soltó el brazo—. Magnífico, hombre, magnífico.

—Magnifico ¿qué?

—Esa vena. Parece una manguera, hombre.

—Chazz ¿de qué diablos estás hablando?

—Eres como yo, chico. A algunos no les puedes ver las venas ni con un aparato de rayos X, pero tú y yo tenemos las puertas bien abiertas.

Jorry trató de elegir las palabras.

—Mira, Chazz, si mantienes tu oferta, dame para fumar. Si no, mejor que nos olvidemos del asunto.

Chazz lanzó otra vez su risotada que murió súbitamente en un silencio regocijado. Cuando pudo hablar dijo:

—¿Hierba? Bah, eso es mierda, y puede esperar. Vamos a hacer otra cosa mejor. Como un viaje de cuatro o seis horas a seis mil metros de altura, con el viento a nuestras espaldas. —Se acercó más y susurró—:... lo mejor.

—¿Lo mejor?

Se produjo una larga pausa. Jorry comenzó a sentirse como tengo-que-preguntarle-a- mamá. El Jorry no-me-van-a-dejar tal vez estaba en un escalón superior, pero todavía andaba por allí.

Por otra parte, el haber dejado de ser un cobardón por un margen tan estrecho sólo para fallar en esta amistad y volver por el Buen Camino era... impensable. Por otra parte, estaba muy asustado. Venas... Lo Más Fuerte... ¡Dios mio! Súbitamente sintió la boca seca, lo que tenía el extraño efecto de recordarle algo. Trató de encontrar saliva en la boca para tragar, y finalmente dijo:

—¡Hombre! ¡Seis horas! Tengo una cita a las once. Voy a necesitar estar bien alerta.

—Olvida la cita.

—Ummm...

—¿Quién es?

—Una chica.

—Me vas a dejar de lado por una chica.

—En serio, Chazz. Te aceptaría si fuera cualquier otro día pero no hoy.

Aparentemente lo dijo bien, porque Chazz pareció estar realmente apenado cuando exclamó:

—¡Caramba! —y no esperar demasiado cuando preguntó—: ¿Tiene ella una amiguita? Jorry comprendió durante un segundo (si bien lo olvidó más tarde) por qué los hombros

redondos y la ausencia de barbilla estaban realmente tratando de experimentarlo, todo. Chazz se quedó mordiéndose el labio durante un buen rato, y luego dijo sin rodeos:

—Mira, te voy a esperar a que termines tu cita. Tengo lo que necesitamos, pero no pienso hacer el primer viaje solo.

—Te comprendo —contestó Jorry—. Lo que en realidad comprendía Jorry es que Chazz estaba muy asustado; esto podía ser lo primero y eso lo hizo sentirse agradecido. Lo golpeó ligeramente y le dijo—: Hasta luego y pudo ver que Chazz estaba agradecido también.

Entonces apareció el Mustang rugiendo en una curva, y frenó en seco.

Highboy: cabello ensortijado de color vainilla, camisa blanca, pulóver blanco, dientes fuertes y blancos, y sentada bien cerca, Libby.

—¡Hola! ¿Quién quiere venir con nosotros hasta Little Gate? —preguntó Highboy. Little Gate quedaba a unos sesenta kilómetros.

Jorry tiene un compromiso, ahora mismo se iba —dijo Chazz. Jorry; coligió que a Highboy la noticia le gustó, pero a Libby no. Ahora... ¿qué importancia podría tener eso? Chazz estaba diciendo—: ¿Podrían dejarme en lo de Strobe, verdad?

Highboy hizo un gesto hacia la puerta del coche, pero Chazz la abrió solo y le dijo a Jorry: "Adelante, muchacho" lo que quería decir "hasta luego" y le transmitía una sensación de que estaba haciendo las cosas bien, lo que lo puso muy contento, pero de todas formas, remaldición no podía dejar de ver las luces traseras. Lo más cómico del asunto es que tenía que pasar por lo de Strobe de todos modos para ir a la casa de Joanie. Uno nunca sabe por qué hace las cosas que hace.

Durante la noche (de día no está) lo de Strobe en un lugar de amplia entrada de cristales, que oculta la oscuridad de la parte de atrás; un lago de luz en el frente. Los autos pasan por una amplia entrada, la gente cruza el portal bamboleándose y de vez en cuando, la policía entra buscando algo o a alguien. Specs estaba allí, sabiéndolo todo, y tan pronto como vio a Jorry le dijo: "Veo que la pasas bien". O sea: felicitaciones, no irías a pensar que me lo ibas a poder ocultar, quién es ella, si no me lo dices lo voy a averiguar de todos modos, tal vez comience a pensar que vas a empezar a comportarte como se debe, de ahora en adelante no te voy a perder de vista. Jorry hizo ver que comprendía. "Y... así son las cosas". Vio al Mustang en medio del lago de luz, con la cola mal colocada en la parte oscura, a unos sesenta centímetros de la curva, pero, ¡caramba! Highboy no necesitaba estacionar bien el auto.

—Tres tipos se contagiaron de la misma muchacha. Los padres se unieron para ir a quejarse al colegio —dijo Specs.

Contagiados. Jorry casi no podía comprender la cosa, a menos que...

—¿Quién?

Specs se lo dijo. Tres tipos a quien él conocía. Dos de ellos estaban con él en la clase de historia. Pero no era eso lo que él quería saber. Quería saber quién era la chica, y no quería preguntar. Pero tampoco tuvo que hacerlo porque Specs le dijo que era Joanie. Remaldición. En ese momento Highboy y Libby salieron de lo de Strobe y cruzaron hacia el Mustang. Highboy le abrió la puerta, y subió después. El motor rugió al arrancar. De lo de Strobe salió una chica con un larguísimo pelo negro y unos pantaloncitos cortos muy apretados y tan cortos adelante que Specs le susurró al oído "cuando compras uno de esos te regalan la crema de afeitar". Highboy hizo un gesto que Jorry recordaría toda su vida, según pensó, mucho más que cualquier cosa que sucediera después. Highboy le tiró un beso. Le tiró un beso delante de todos, inclusive de Libby, e hizo que ésta se sonrisa. Highboy le tiró a la chica un beso mientras accionaba la palanca y los mecanismos del coche lo lanzaban en un impulso fabuloso. Le tiró un beso dándose levemente vuelta en su butaca de cuero; le tiró el beso con un ademán que finalizó en una sonrisa, y en un saludo a través del enorme vidrio trasero, mientras el impulso era implacable con los neumáticos, y los apretaba, a él y a Libby, contra los respaldos acogedores. Fabuloso.

Pero había calculado mal. Al llegar a la zona donde finalizaban las tiendas oscuras, cruzando una callecita, no encontró curva o paso alguno, sino el edificio de un Banco, que parecía diseñado precisamente para chocar contra el lado derecho de un auto, y hacerle dar la vuelta. No había recorrido mas de setenta y cinco metros desde que salió de Strobe, cuando el Mustang voló por los aires, chocó y finalmente fue a dar contra un árbol, incendiándose. Por supuesto que la policía sabia siempre qué hacer en esos casos y estuvo allí pero esto no significa poder solucionar todo.

Jorry se dirigió a su casa cruzando las calles oscuras, tratando desesperadamente de olvidar lo que quedaba atrás, antes de comenzar a considerar lo que tenía por delante, tratando tambien de conciliar lo que sentía dentro de sí mismo, no con el Jorry-creo-que-no-te-voy-a-perder-de-vista o con él Jorry-puedo-mamá, sino consigo mismo, y ¿quién diablos sería ése?

Acerca de Chazz y sus aficiones, acerca de Joanie y del contagio, acerca de la forma en que uno pedía morir con un Mustang, hubiera podido saber todo eso sin necesidad de abandonar la casa. La madre se lo había advertido. Mamá sabía más que nadie. Se hubiera dado cuenta sin que ella insistiera tanto que así era. Pero ella insistía.

También le había dicho que trabajaba mucho y cuidaba de que comiera bien y fuera decentemente vestido, además de proporcionarle un lugar bien cómodo para estar. Lo dijo en una forma muy rara y lo decía luego tan a menudo que uno ya no lo oía, pero lo decía.

Papá decía que trabajaba muy duro, y que tenía derecho a estar tranquilo en su casa. Se lo decía a Mamá y se lo decía a Jorry. Entonces Jorry contestaba algo, pero la verdad es que nadie lo escuchaba.

Jorry comenzó a caminar más rápido.

Porque comenzó a pensar que si encontraba una forma de decirle algo a Mamá, y si se lo podía ella decir luego a Papá, de tal manera que uno se escuchara al otro, tal vez no hubiera necesidad de que siguieran estando enojados o de que se sintieran inútiles. Nunca más. Como si se pudiera lograr que la gente se escuchara, unos a otros, no solamente que lo oyeran a uno. Y que uno pudiera escuchar también. Todo el mundo igual.

Jorry comenzó a correr, porque realmente pensaba que se podía lograr que otros escucharan. Lo sabia porque lo había hecho. Había escuchado cada una de las palabras que había dicho Mamá, a pesar de que solamente lo había hecho más tarde, cuando pasaron todas esas cosas. Pero se dio cuenta de que pensaba que era posible hacer que la gente se escuchara en ese momento. Y ¿podrán creerlo? Luego que hubo pensado todas esas cosas eran sólo las doce menos cuarto.

Entró por la puerta trasera, porque no importara cómo, Mamá siempre hacía que hubiera una forma de entrar. Luego cerró bien la puerta, porque cuando ya había entrado, a Mamá le gustaba que el resto del mundo no pudiera entrar. Esto pareció significar algo muy especial cuando comenzó a ascender por las escaleras. Entonces oyó sus voces, duras como martillos. Se sonrió a si mismo, porque él sabía algo que ellos no sabían.

Era lo mismo que había oído cuando salía: Por qué no le hablas a tu hijo. Y también: Cuando vuelvo a casa tengo derecho. Pero era lo mismo expuesto en una forma dura y despiadada. Jorry se dio cuenta de que habían seguido con lo mismo desde que él se había ido. Todavía creyendo que la gente podía escuchar y oír, golpeó la puerta.

Papá desaliñado, con ojos enrojecidos y furiosos; Mamá con el cabello gris recogido en dos trenzas (trenzas solamente para la noche) y tan cansada, tan cansada de que no se la escuchara.

Papá, escúchame.

—Yo me lavo las manos —gritó Mamá—. Haz lo que quieras, ve con la basura, vive con tu Chazz y los otros como él. Yo me lavo las manos.

—Mamá, escúchame.

Es probable que Papá no lo haya golpeado demasiado fuerte, pero fue totalmente inesperado y no estaba listo. Caído en el piso del rellano superior, mientras Mamá gritaba, vio a su padre demasiado grande. Como no lo había visto desde que tenía tres años de edad.

—He aguantado esto por última vez; ¿me oyes?

Tú sales de noche y ella me vuelve loco todo el tiempo. Fuera de mi vista —rugió Papá y escupió.

Jorry se incorporó y se arrodilló.

—Papá, escúchame —dijo, o tal vez pensó que lo había dicho. Mientras estaba allí arrodillado, Papá lo volvió a atacar, esta vez no con un puñetazo de hombre, sino empujándole la cara para tirarlo hacia atrás, en la forma que no lastima pero que humilla...

—¡Fuera de mi vista! —rugió Papá una vez más. Mamá se había puesto en el quicio de la puerta y él la empujó a la cama y cerró la puerta. Entonces Jorry comenzó a no creer más en nada.

Se dirigió otra vez al pueblo, y no tardó en hacer esto aquí, lo otro allá, y a las cinco menos cuarto él y Chazz estaban completamente deshechos y drogados, y un par de semanas después apareció el chancro; para ese entonces estaba en la correccional.

Y así fue como Jorry empezó.