Agradecimientos
Por orden alfabético:
Elisabeth Barillé, mi «hermana rusa», por ser mis ojos en San Petersburgo antes de que fuera allí.
Julien B., por contestar un par de extrañas preguntas.
Elena Boudnikova, por su ayuda.
«Momo» Cohen Solal, por los detalles de los puros.
Abha Dawesar, por su feedback.
Julia Delbourg, por la información sobre la Khâgne.
Dagmar Hunold, por tener la habilidad de dejarme tomar prestado su nombre (sin la «t»).
Ksenia, y profesora de ruso, por su paciencia.
Laure du Pavillon y Catherine Rousseau-Rambaud, mis primeros y fieles lectores.
Y no por últimos menos importantes:
Mi familia rusa, Natalia, Anka, Volodia y sus hijos, por cómo nos recibieron y nos llevaron tras las huellas de Tatoulya y Natacha en San Petersburgo.
El maravilloso equipo de EHO.
Raymond Clarinard, mi voz francesa.
Y gracias, por encima de todo, a:
Mis hijos, Louis y Charlotte, por su infatigable apoyo.
Mi marido, Nicolas, que me entregó la llave de Manderley.