Último Primer
capítulo
—Vale, he decidido que no puedes darle esto a Joss. —Adam cerró el diario de golpe—. De hecho deberías quemarlo.
Se lo quité de las manos y lo apilé.
—¿Por qué?
—Porque entras en demasiados detalles, Els. No solo sobre sexo, sino sobre lo que digo antes, durante y después de acostarme contigo.
Intenté no reírme, pero fracasé miserablemente.
—¿Te refieres a la parte romántica?
Me lanzó una mirada poco impresionada.
—No se lo darás a Joss. Se lo contará a Braden y no me dejará en paz con el tema.
—¿Sabes que Joss trata de ser considerada porque Braden es mi hermano pero a veces se le escapan cosas y las que se le escapan son románticas?
Vi cómo sus cejas se levantaban y los lados de su boca se alzaban maquiavélicamente.
—Romántico, ¿de qué manera?
Le gruñí.
—Como si fuera a contártelo y darte munición para torturarle.
—Es de justicia si tú vas a darle munición para que él me torture a mí.
Riéndome ante su temor a que mi hermano descubriera su lado más tierno, negué con la cabeza y contesté como si tal cosa:
—No voy a hacerlo.
—¿Qué quieres decir con que no vas a hacerlo?
—Acabo de decidir que no le daré a Joss los diarios.
Alzando la cabeza confundido, los ojos de Adam preguntaron por él.
Me encogí de hombros.
—Iba a hacerlo hasta la última entrada. Al leerla me he acordado de cuánto hemos sentido, de cuánto sentimos, de cuánto de nosotros hay en ellos. No pertenece a nadie más y creo que no quiero que lo haga. Es solo nuestro. Es nuestra historia. No se lo puedo dar a Joss. No puedo darle todo esto a Joss.
Señalé los diarios y me puse a cuatro patas para recoger el desastre y ponerlo todo otra vez en su sitio. Fui detenida de repente por la presión de las manos de Adam, una a cada lado de mis caderas. Mis labios se abrieron cuando sentí como empujaba mi culo hacia él y noté su erección frotándose contra mí.
—¿Qué haces? —Pregunté en un resuello.
En vez de responder, con una mano deslizó la cremallera de mis shorts mientras con la otra bajaba la de sus vaqueros.
Dentro de un rato subiremos las escaleras para hacer el amor, pero ahora mismo voy a follarme a mi futura esposa encima de nuestra historia.
De alguna manera Adam conseguía introducir la palabra «fo…» en la frase más romántica, y a mí no me importaba. En lugar de eso jadeé mientras se movía contra mí y le respondí con la voz cargada de deseo.
—¿Qué pasa con el suelo? Puede que lo rayemos.
Subió las manos por mi columna y las bajó de nuevo a mis caderas y me arrastró con más fuerza contra él.
—¿Crees que ahora mismo me importa una mierda el suelo?
Negué con la cabeza, temblando de anticipación.
—Adivino que no.
Adam rio malicioso.
—Empecemos el siguiente capítulo, nena.