Capítulo seis
—Es como en un accidente de coche —susurró Adam, pasándose la mano por la cara y devolviéndome el diario—. Es doloroso leerlo desde tu perspectiva, pero no puedo dejar de mirar. —Señaló otro diario—. Quiero saber más.
No me gustaba la tensión grabada en sus gestos, de manera que negué con la cabeza.
—Adam, todo esto pertenece a nuestro pasado. No quería que fuera doloroso. Solo pensé… bueno, ahora que estoy contigo puedo mirar atrás, a las piezas de nuestra historia, sin que me duela. Y ya me conoces —me encogí de hombros—, la angustia de todo esto me resulta romántica. —Entonces fruncí el ceño—. Pero es obvio que tú no te lo estás tomando de ese modo, así que será mejor que haga desaparecer todo esto.
Apoyó su gran mano en la mía cuando iba a colocarla sobre los diarios. Le miré y me dijo que no con una pequeña sonrisa.
—Es doloroso leer que mi estupidez te hizo daño en aquellos días, pero me gusta estar dentro de tu cabeza. Me gusta saber que mientras luchaba contra el hecho de que me había enamorado de la hermana de mi mejor amigo ella también me amaba, y más de lo que tenía cualquier esperanza de merecer.
Le sonreí.
—Primero, te lo mereces. Y segundo —señalé los diarios, nuestra historia—, esto es totalmente romántico, ¿está claro?
Adam rio, agitando la cabeza ante mi determinación de convertirnos en una novela romántica.
—Lo es. Pero no le digas a nadie que lo he reconocido. Arruinarías mi reputación.
Empujé los diarios buscando el que más familiar me resultaba, el de la tapa de cuero roja, el último.
—Cariño, la arruinaste tú solo el día que le dijiste a Braden Carmichael que estabas enamorado de mí.
—Y el pequeño cabronazo lo había sabido todo el tiempo —murmuró Adam descontento—. Un par de meses en los que me provocaste más dolor que una coz en el culo.
—Quieres decir —encontré el diario y comencé a pasar páginas— el par de meses en los que tú fuiste peor que una patada en mi culo.
—Una bonita forma de decirlo. Pero no olvidemos que no fui el único que daba patadas.
—Todo lo que hice fue volver a salir con tíos. Y me costó diez meses después de muestra escenita en tu sofá. Perdías los nervios con facilidad. —Le pasé el diario y lo cogió de un tirón, malcarado.
—Estaba reclamando lo que era mío.
—No, en realidad lo que hacías era mear a mi alrededor sin reclamar lo que era tuyo.
Soltó una risita y bajó la cabeza a las páginas sin rechistar, sabiendo que yo tenía la maldita razón.
Domingo, 13 de agosto
No he tenido tiempo de escribir en unos días, en parte por mis estudios y en parte porque la rabia que hervía dentro de mí me ha tenido bastante ocupada. Ya ves, todo comenzó el viernes a mediodía, cuando una conversación casual con Nicholas terminó conmigo deseando estrangular a Adam.
Mientras Joss y yo caminábamos por los Meadows para ir de picnic con Braden, Adam, Jenna y Ed, pensé en contarle a Joss lo que había descubierto ayer cuando tomaba un café con Nicholas, mi compañero de clase y amigo. No había tenido oportunidad de hablar con ella la noche anterior porque había estado trabajando en el Club 39. Sabía que Joss se enfadaría por mí, y necesitaba aquella furia, necesitaba esa motivación para poner a Adam a un brazo de distancia y ver qué tal le sentaba.
A Adam y a mí nos había costado unos cuantos meses superar la sensación de rareza por haber estado a punto de acostarnos juntos, y aun así las cosas no terminaban de ser lo mismo. Si reflexionaba sobre ello, hacía más tiempo que las cosas habían cambiado. Tal vez desde el roce de labios cuando yo tenía diecinueve.
En cualquier caso, sabía que Adam había estado acostándose con otras mujeres después de tenerme en su sofá y herirme de un modo que aún no había hallado el modo de explicar. Se me hacía imposible pasar de todo el incidente y seguir adelante, y no lo había logrado. Hacía diez meses que no tenía una cita.
Pero eso iba a cambiar, de un modo u otro. Excepcionalmente confié a Nicholas esa especie de mal de ojo que había significado una sequía de citas y él me dijo que tal vez tendría más suerte en ese terreno si mi amigo Adam no fuera por ahí intimidando a cualquier hombre que estuviera interesado en mí. Sorprendida como mínimo, y confusa, le pedí que se explicara solo para descubrir que Nicholas había querido pedirme salir hacía algunos meses. Sabiendo que era íntima de Braden y Adam, pero considerando a Adam la opción más segura, le había llamado y le había pedido consejo sobre adónde llevarme. La respuesta de Adam había sido «mantente alejado de Ellie o te rompo la cara».
Pero ¿se podía saber de qué demonios iba?
¿En serio?
No podía siquiera comenzar a procesar lo poco honesto que era eso. ¿Estaba apartando a tíos de lo más agradables de mí? Así que ¿él estaba autorizado a tirarse a todo lo que se moviera en Edimburgo y yo no podía tener ni una sola cita? Me parecía que las cosas no iban a ser como él quería.
Me apetecía contárselo a Joss. A pesar de mostrarse absolutamente hermética sobre su pasado, había demostrado ser sincera y directa. Necesitaba que me dijera si estaba bien jugar sucio con Adam. Sinceramente, me estaba cansando de ser la niña buena a la que todo el mundo podía pisotear, sabiendo que al final era a él a quien quería. Sus actos habían demostrado que era posesivo en lo que a mí se refería, lo que significaba que a «su» manera yo le pertenecía de algún pequeño modo. Iba a demostrarle que no era suya. Que no iba a serlo si no me demostraba que quería algo más que un rollo de una noche.
Quería confiarle todo a Joss aquella soleada mañana de sábado mientras paseábamos hacia los Meadows, pero ella parecía distraída con algo y pensé que no era un buen momento. Tenía curiosidad por saber si el ensimismamiento de Joss tenía algo que ver con Braden. Había estado actuando de forma extraña con respecto a él, lo suficientemente extraña como para que lo notara durante una de las secuelas de mis jaquecas. Fuimos a comprar libros con Hannah cuando ocurrió. El dolor de cabeza me dejó totalmente fuera de juego de repente, como había estado haciendo durante los dos últimos meses. Era horrible y solía venir acompañado de cosquilleos y entumecimiento en el brazo. Cuando se terminaba estaba exhausta. De hecho cuando pasaban, mis niveles de energía estaban por los suelos. Había querido ir al médico, pero siempre se me revolvía el estómago de pensarlo y lo dejaba correr, prometiéndome que llamaría al día siguiente.
En todo caso la jaqueca volvía y Joss estaba preocupada —no me engañaba con su rollo «paso de todo el mundo»— y me llevó a comer por ahí para hablar del tema. Y tropezamos con Braden y Vicky. Mientras que yo me enfadé muchísimo porque se había acostado de nuevo con ella, trayéndola otra vez a nuestras vidas (y a la órbita de Adam), noté la tensión entre Joss y mi hermano.
Debía admitir que cuando los vi juntos la primera vez fantaseé con la idea de hacer de casamentera entre ellos, pero revelaciones posteriores habían hundido cualquier esperanza. Aun así Braden todavía me hacía muchas preguntas sobre Joss y se quedaba mirándola fijamente (muchas veces), y empecé a sospechar que, aunque ambos lo negaran, algo estaba ocurriendo. No sabía cómo sentirme una vez que sabía que Joss no quería tener ningún tipo de relación seria con nadie. Era difícil distinguir sus verdaderos sentimientos sobre cualquier cosa y tampoco quería que Braden sufriera por su culpa.
Decidí morderme la lengua sobre muchas cosas y mantuve una conversación divertida acerca de distintos temas hasta que alcanzamos a nuestros amigos. Braden, Adam, Jenna y Ed ya habían llegado, y estaban sentados en una manta de felpa larga con dos cestas de picnic tras ellos. Busqué enseguida a Adam, pero aparté los ojos hacia Braden cuando vi que Adam también me miraba a mí.
Reí cuando Joss tomó el pelo a Braden cuando llegamos, algo que casi nadie fuera de nuestra familia se atrevía a hacer y quise más a Joss por eso. Creo que secretamente mi hermano también la quiso más por eso. Sin pensarlo, me dejé caer en el mantel al lado de Adam. Su fuerte brazo me rodeó al instante y me presionó con cariño hacia él.
—Me alegro de verte, Els.
La razón del picnic era encontrarnos con Adam y Braden, ya que habían estado trabajando mucho en la nueva promoción y apenas los habíamos visto en las últimas semanas. Los había echado de menos a los dos, de veras que sí. Había echado de menos a Adam, y al inhalar su particular esencia y sentir su fuerza rodeándome a mi derecha, por un momento casi olvidé mi anterior resolución. Casi.
—Sí, yo también me alegro. —Le dediqué una sonrisa sin demasiado entusiasmo y de manera casual me alejé de su abrazo. Me giré hacia Jenna y Ed para saludarles con propiedad, ignorando la repentina tensión que Adam irradiaba. Me conocía demasiado bien, y supo de inmediato que algo iba mal.
Bien.
Oí a Joss decir a Braden que tenía que escaparse del picnic, y mi preocupación por ella regresó. Miré su cara de agobio y me pregunté si había habido algo más que distracción en sus ademanes cuando veníamos de lo que previamente había creído.
—¿Va todo bien? ¿Necesitas que te acompañe?
Joss negó con la cabeza y me mostró el teléfono.
—No, estoy bien. Rhian solo necesita alguien con quien hablar. No puedo quedarme más tiempo. Lo siento. —Evitaba la mirada de Braden por alguna razón y vi que este la estudiaba de una manera extraña. ¿Acaso no le creía? ¿Y por qué no? Rhian era la mejor amiga de Joss. Estaba en Londres, y había tenido problemas personales recientemente, por lo que era totalmente plausible que quisiera hablar—. Os veré luego.
Y se marchó, la larga coleta balanceándose contra su espalda. Me giré hacia mi hermano y lo vi mirándola de un modo que me puso nerviosa. Había determinación en sus ojos, la expresión de concentración en su cara de cuando iba tras algo —casi siempre un proyecto y nunca una mujer— que se revelaba en el brillo de sus pupilas. Nunca le había visto mirar así a nadie. Mi lado romántico suspiró feliz. Mi lado práctico (lo creáis o no, tenía uno) hacía que me mordiera los labios de preocupación, pensando que Joss y Braden era la pareja perfecta o el peor desastre por venir.
Después, tras haber dejado a Adam fuera de control y seriamente enfadado, mis sospechas se vieron confirmadas cuando Braden se pasó el camino de vuelta interrogándome sobre Joss. Supe para cuando me dejó en la calle Dublín que iba tras ella, y sabía desde que nací que cuando él quería algo de veras era absolutamente implacable, incluso aunque aspirara a lo imposible. Solo esperaba que Joss no le hiriera mientras trataba de alcanzarla.
***
Pasé el picnic charlando con Jenna y riendo las bromas de Braden y Ed. Quizá una vez en las tres horas que estuvimos pasando el rato me dirigí directamente a él, y evité su mirada por todos los medios. Y fue difícil, considerando que estuvo todo el tiempo intentando llamar mi atención. Menos mal que no hubo ni un solo momento de tranquilidad para que pudiera preguntarme qué me ocurría, así mi forma de tortura trabajó incluso mejor de lo esperado.
Me satisfizo descubrir que era una forma de tortura, pues cuando Braden y yo nos fuimos la cara de Adam estaba ensombrecida y malhumorada. Lo normal habría sido que Braden se hubiera dado cuenta de nuestro comportamiento, pero, como Joss, estaba ensimismado.
Me sentí más satisfecha cuando descubrí después, tras la conversación que Joss y yo mantuvimos al respecto de Braden —seguía sin saber en qué punto estaba Joss en todo aquello desde el momento en que afirmaba solo un poco demasiado vehementemente su desinterés—, y le conté lo de Adam, que ella estaba de acuerdo conmigo: Adam necesitaba aprender una lección. Si no quería formar parte de mi vida en un sentido romántico, entonces tenía que alejarse de la parte romántica de mi vida. La tortura continuaría esa noche.
Joss trabajaba en el bar esa noche y Braden, Adam y yo iríamos a tomar unas copas con Darren, el gerente de la discoteca Fire, y la esposa de Darren, Donna. Yo llevaba un top negro sin espalda. Se sujetaba con un lazo de seda en mitad de la espalda, mientras que la parte delantera era discreta, con un cuello alto y el cuerpo de chiffon drapeado que caía unos diez centímetros por debajo de mi cintura. Había combinado el top con unos vaqueros pitillo que me quedaban tan ajustados que era como si me los hubieran pintado. Me había recogido el pelo en un moño despeinado pero tirante que daba el máximo impacto al top, y calzaba unas sandalias con un tacón de doce centímetros a juego con los pendientes plateados que llevaba.
Iba algo más mujer fatal de lo que solía, pero ahí estaba el truco. Los ojos de Adam casi se le salen de las órbitas cuando me giré a mirarlo después de saludar a Donna; su mirada ardió al contemplar todo el conjunto.
Aquello me irritó.
Y todavía me irritó más el anuncio de Braden de que íbamos al Club 39. Sabía que iba esperando encontrar a Joss, por lo que no me sentí cómoda al permitirle llevar a cabo su plan mientras ella estaba trabajando y muy ocupada. De todas formas Braden no me hubiera escuchado y Donna quería echar una ojeada al local.
Mis niveles de irritación se elevaron cuando Adam me tomó por la espalda cuando caminábamos por George Street.
—¿Me vas a decir qué te pasa o voy a tener que adivinarlo? —me dijo masticando cada palabra.
Me encogí de hombros, sin mirarle.
—No sé de qué me estás hablando.
—Ellie, no. No te pega comportarte como una zorra.
Me estremecí, pero seguí caminando.
—¿Sabes lo que tampoco me pega? Estar soltera, pero al parecer eso tampoco es de mi elección.
—¿De qué coño estás hablando? —siseó, su voz era baja en tanto Braden estaba cerca.
Mantuve mi voz baja también al tiempo que lo iluminaba, girando la cabeza para mirarle directamente.
—Sabes perfectamente de qué hablo, tú, déspota gilipollas.
—¿Todo bien? —Braden giró la cabeza y nos miró con el ceño fruncido.
Asentí con fuerza y caminé más deprisa para ponerme a su lado. Conforme nos acercábamos al Club 39, le susurré:
—Braden, espero que sepas lo que estás haciendo.
Me lanzó una mirada perversa.
—Siempre. ¿Sabes?, Darren conoce al tipo de la puerta. —Se volvió hacia Darren y puso su pequeño y tortuoso plan en marcha—. Darren, ¿por qué no vas a por las bebidas? Mientras encontraremos una mesa.
Darren asintió e ignoró las malas miradas de la gente de la cola a la que iba empujando para hacerse hueco hasta la puerta del club. Saludó al guardia de seguridad y charlaron unos minutos. Se volvió, señaló dónde estábamos, y al momento siguiente íbamos escaleras abajo. Darren desapareció ya en el club y vi a Braden coger del brazo a Donna.
Le taladré con la mirada la espalda. Donna era una morena muy atractiva y él iba a utilizarla para poner celosa a Joss. Sabía cómo trabajaba. Le gustaba la idea porque podría poner celosa a Joss sin necesidad de involucrar a una segunda mujer. A mi hermano le gustaban las reacciones, y suponía que esperaba una gran reacción por parte de Joss. Una parte de mí deseaba que se comportara con él con su habitual sobriedad.
Desgraciadamente mis esperanzas no se cumplieron. En el momento entramos en el Club 39 busqué a Joss y vi la dureza con la que miraba a Braden mientras él susurraba algo a Donna al oído. Se giró hacia ella y vi una especie de parpadeo o algo que no me gustó en sus ojos antes de que se girara.
Realmente me hubiera gustado chocar la cabeza de mi hermano contra la de Adam.
Más que nada lo que quería era dejarlos solos a los dos. Pero Adam no me lo permitiría. Me tenía fuertemente cogida, mientras Braden se encargaba de que nos limpiaran una mesa, así que tiré fuerte de la mano y me solté, todavía con frialdad. Me dirigí a Braden seguida de Adam hasta que él y Donna se detuvieron para acomodarse en uno de los sofás.
—Ellie, sienta tu culo aquí —me dijo con voz cortante por encima de la música.
Entorné los ojos y negué con la cabeza.
La expresión de Adam se ensombreció y antes de que tuviera alguna oportunidad de apartarme tomó mi brazo, tiró de él y me sentó a su lado. Percibí la presión de su cuerpo a mi lado, así que luché por apartarme de él, pero me vi detenida por el sensual recorrido de sus dedos sobre mi cintura desnuda. Su mano bajó hasta mi cadera y me acercó más a él, susurrándome al oído:
—Si dejas de actuar como una niña petulante, dejaré de actuar como un déspota.
Dejé de revolverme contra él, pero permanecí tensa para que supiera que seguía estando enfadada. Durante la siguiente hora me tuvo agarrada; su forma de cogerme era posesiva y desde luego mucho más que amistosa.
Braden ni siquiera se dio cuenta. Sus ojos lanzaban dardos en dirección a Joss y a su colega Craig, quien había empezado la noche dando un pico a Joss, y habían pasado la última hora coqueteando y divirtiéndose juntos. Me encantaba esa faceta de Joss.
Aparentemente a Braden no le gustaba nada. No. Ni una pizca. O no le gustaba cuando lo hacía con otro tío. El pequeño drama que se representaba más allá casi consiguió hacerme olvidar el mío, pero cuando Braden, que claramente había tenido suficiente, se levantó y se acercó a la barra cuando Joss se tomó un descanso, de alguna manera se las arregló para convencer otro camarero de que le permitiera entrar en el privado, volví a mi propio problema.
Darren y Donna se habían levantado a por más bebidas.
Adam y yo estábamos solos en el sofá.
Me acarició la cadera con suavidad, obviamente intentando relajarme.
—¿Y bien? —Me hablaba de nuevo al oído, reforzando la sensación de que estábamos en una pequeña burbuja dentro del bar—. ¿Vas a contarme por qué te estás comportando como una zorra conmigo?
—Deja de llamarme así —le advertí, girando la cabeza; nuestras narices casi rozaron.
—Deja de comportarte como tal.
—Estoy cabreada —le expliqué—. Puedo estar cabreada.
—¿Me lo cuentas?
Me volví de nuevo, y esta vez no intenté ocultar el dolor y la confusión por sus actos, porque su propia cara reflejaba preocupación.
—¿Por qué amenazaste a Nicholas con romperle la cara cuando te pidió consejo para pedirme una cita?
La comprensión llegó a sus ojos y suspiró con pesar.
—No es lo bastante bueno para ti.
—No es una decisión que debas tomar tú.
Sus dedos se hundieron en mi cadera y se curvaron en respuesta a mi reacción.
—Pero sí me encargo de protegerte.
Cerré los ojos, sus palabras me herían.
—No soy tuya para que me protejas.
El cuerpo de Adam, sólido, se acercó más al mío y estuvimos en silencio durante un momento.
El silencio se rompió cuando su brazo perdió fuerza contra mis caderas. Estaba girando la cabeza para preguntarle cuando sentí el tacto de sus dedos bajando por mi espalda, sobre el principio de mi pantalón. Despacio, tortuosamente, siguió la piel desnuda sobre mi columna y mi piel enrojeció sintiendo cómo los pezones se endurecían y se marcaban en la tela que me cubría el pecho.
—¿Estás segura de eso? —me susurró al oído con voz ronca.
Mis ojos se abrieron más mientras le miraba fijamente, una ráfaga de confusión y preguntas amotinándose en mi cabeza, ninguna de las cuales pudo cobrar voz, porque Donna y Darren se sentaron a nuestro lado de nuevo con nuestras bebidas. El brazo de Adam volvió a rodearme, su mano reposando gentil sobre mi cadera, y yo me mantuve allí sentada en aturdido silencio preguntándome qué demonios había querido decir con aquello.