Capítulo 21
Emily se sintió como si estuviera viviendo unos valiosos momentos al margen de la vida real cuando fue con B. J. y Boone a Charleston. Por primera vez desde que habían retomado su relación, no tenía la sensación de estar bajo un escrutinio lleno de desaprobación… ni bajo la mirada esperanzada de su abuela.
B. J. y ella pasearon por el rompeolas y pasaron junto a las «damas de colores», una serie de coloridas casas que en su conjunto eran conocidas como «la hilera del arcoíris»; después de comprar recuerdos y regalos navideños en varias tiendas, pusieron rumbo al restaurante donde iban a encontrarse con Boone cuando este concluyera con sus asuntos de negocios.
Emily pidió un té frío y B. J. un refresco mientras le esperaban, y cuando apareció por fin con media hora de retraso se le veía bastante serio.
—¿Ha ido todo bien? —le preguntó ella, después de que pidieran la comida.
—La verdad es que podría haber ido mejor. El vendedor quería que igualara la oferta de otro posible comprador, y yo le he dicho que la cifra me parecía excesiva. Hemos estado regateando, y al final le he dicho que se olvidara del tema. Ya encontraremos otra propiedad.
—Qué lástima. Yo creía que el trato estaba cerrado, que solo tenías que venir a encargarte del papeleo.
—Sí, eso era lo que creía yo también. Pete va a llevarse una decepción, pero son cosas que pasan. Si no podemos encontrar otra propiedad tan bien situada como esa antes de primavera, optaremos por otra ciudad. A veces hay cosas que al final no son viables.
Emily no se tragó aquella actitud tan filosófica, pero sabía que él estaba intentando ocultar su decepción para no aguarles el día. Le dio un apretón en la mano para indicarle su apoyo, y él dijo con voz más animada:
—Bueno, contadme lo que habéis estado haciendo. Veo muchos paquetes, ¿os habéis gastado un montón de dinero?
—Sí, yo me he gastado toda mi paga —afirmó B. J.—. Emily y yo te hemos comprado un regalo de Navidad, pero no vamos a decirte lo que es. Queremos que sea una sorpresa.
Boone se echó a reír, y le aseguró:
—Me encantan las sorpresas.
—No sé lo encantado que vas a estar con esta —le advirtió Emily.
La sorpresa consistía en un grabado del viejo edificio histórico que él había querido comprar y, a pesar de lo bonita que era la imagen, después de lo ocurrido iba a ser un regalo bastante agridulce. Estaba convencida de que B. J. no había entendido lo que implicaba que su padre no hubiera podido comprar el edificio que le interesaba.
El niño tironeó en ese momento de la manga de su padre, y le dijo con entusiasmo:
—¿Sabes qué, papá? Ya sé lo que voy a pedir para Navidad. Iba a decírselo a Santa, pero Emily piensa que también debería decírtelo a ti.
—¿Ah, sí?
—¡Un perrito! —anunció el niño, mientras daba saltitos de emoción—. Emily dice que podríamos ir a buscar uno a la perrera, porque a esos les hace mucha falta un hogar.
Boone enarcó una ceja y la miró a los ojos al afirmar:
—Algo me dice que detrás de esto hay algo más que unos perritos.
—Vale, admito que últimamente me pongo muy sentimental cuando se habla de perritos y de gente sin hogar. Cuando B. J. ha mencionado que quiere un perro, he pensado en el centro de acogida.
—Es una gran idea —Boone miró al niño y le dijo—: Como va a ser tu perro, serás tú quien lo elija, pero antes de nada tienes que prometerme que te ocuparás de él. Serás el responsable de enseñarle a comportarse, de darle de comer, de sacarle de paseo y de jugar con él.
—¡Sí, sí, claro que sí! ¡Le cuidaré muy bien!
—En ese caso, propongo que volvamos a casa en cuanto acabemos de comer y pasemos por la perrera. Como Emily ha apoyado tu idea, creo que también debería poder dar su opinión a la hora de elegir al animal.
—¿Y también debo asumir parte de la responsabilidad? —le preguntó ella, en tono de broma.
—Claro que sí, lo que significa que deberías plantearte tomarte al menos un mes de vacaciones, yo creo que como mínimo se debe de tardar eso en adiestrar como Dios manda a un perro.
—Me parece una proposición interesante, pero sabes que en la perrera hay perros adultos que ya están adiestrados. Creo que deberíamos buscar uno de esos. ¿Qué te parece la idea, B. J.? Los perros adultos también necesitan tener un hogar y una familia que les quiera, y supondría menos trabajo para nosotros.
—¿No te apetece quedarte tanto tiempo aquí? —le preguntó Boone.
Aunque lo dijo en tono de broma, a Emily le pareció notar cierto matiz de censura en su voz.
—Sabes que no puedo hacerlo. Un mes es mucho tiempo, el hotel de montaña se inaugura la semana que viene y después habrá que ir haciendo un montón de ajustes. Intentaré tomarme un par de semanas libres, a lo mejor puedo quedarme desde Navidad hasta finales de la primera semana de enero. ¿Qué te parece la idea? Otra opción sería que B. J. y tú vinierais a Aspen, si podéis dejar para después de Navidades lo de ir a por el perro. Podríamos pasar una semana allí, y después volver a Sand Castle Bay. Así podríamos estar juntos más tiempo, ¿qué opinas?
Él respondió sin plantearse siquiera su propuesta.
—Lo que opino es que sería muy mal momento para ausentarme del restaurante, lo tenemos todo reservado para las fiestas.
—¿No tienes un encargado que se ocupa de eso?
No era la primera vez que Emily tenía la impresión de que, en aquella relación, iba a tener que ser ella quien se mostrara flexible, quien hiciera todas las concesiones.
—Sí, pero la responsabilidad última de que todo funcione como debe ser me corresponde a mí —le contestó él con rigidez.
Emily estuvo a punto de seguir presionándole para conseguir que cediera un poco, pero al ver la cara de desconcierto de B. J. se dio cuenta de que aquella discusión estaba afectándole a pesar de ser bastante suave.
—Dejémoslo por ahora —le pidió a Boone con sequedad, antes de señalar al niño con un sutil gesto de la cabeza.
Él se dio cuenta de lo que pasaba y cambió de inmediato de tema.
—Bueno, campeón, dime qué más habéis visto Emily y tú mientras estabais de compras. ¿Hay alguna cosa más en tu lista para Santa?
Al ver que el niño no contestaba, Emily tomó la palabra.
—Oye, ¿por qué no llevamos a tu padre a que vea aquel tren que vimos en un escaparate? Recuerdo que solía hablar del tren de juguete que tenía bajo el árbol cuando era pequeño.
—¿Tenías un tren de juguete, papá? ¡Qué pasada!
Él asintió, y su expresión se llenó de nostalgia.
—¿Qué habrá sido de aquel tren? Lo más probable es que a estas alturas se haya convertido en un objeto de coleccionista, creo que mi padre lo tuvo desde niño.
—Es curioso que haya gente que no ha subido nunca a un tren de verdad, pero que sienta que a las fiestas les falta algo si no hay un tren y un pueblecito bajo el árbol de Navidad. Es una imagen que trae a la mente las Navidades de antaño, estoy pensando en proponerle a Derek que ponga las dos cosas bajo el árbol que hay en el vestíbulo del hotel… me parece el detalle perfecto para acabar de crear el ambiente cálido y acogedor que él quiere.
—Toda esta charla sobre trenes me ha convencido, vamos a echarle un vistazo a ese que habéis visto en un escaparate. ¿Alguno de los dos quiere tomar postre antes de que nos vayamos?
Emily y B. J. apenas habían probado bocado, y los dos negaron con la cabeza.
—Vale, pues vamos a ver ese tren —después de pagar la cuenta, Boone les condujo hacia la calle—. B. J., tú vas a hacer de guía.
El niño les condujo por las concurridas calles, y al final se detuvo al llegar a un escaparate donde había un paisaje navideño realmente impresionante. Un montón de gente se apelotonaba para poder ver cómo circulaba el tren por el pueblecito, y las luces de colores iluminaban el paisaje nevado que había creado el dueño de la tienda.
B. J. acercó la nariz al cristal mientras ellos contemplaban la escena desde un poco más atrás, y, al cabo de unos segundos, Boone apretó la mano de Emily y comentó:
—Esto me trae viejos recuerdos. Hacía años que no pensaba en ese tren, gracias por recordármelo.
—Me hablabas de él todos los años cuando llegaban las Navidades. Al ver este he pensado que sería el regalo perfecto para B. J. Salta a la vista que está tan fascinado con este como lo estabas tú con el tuyo.
Boone se volvió a mirarla y le colocó un rebelde rizo detrás de la oreja antes de decir con voz suave:
—Sé por qué te has molestado antes. Crees que en esta relación no existe un toma y daca, al menos por mi parte.
—Eso es lo que parece —admitió, sorprendida al ver que se había dado cuenta tan pronto de lo que pasaba.
—Pues no es así. Aunque no pueda cambiar todos mis compromisos, sobre todo a última hora, haré todo lo que esté en mis manos. Para el año que viene, me aseguraré de que la gerente pueda encargarse de todo. La contraté hace poco y todavía no se ha puesto a prueba cómo se desenvuelve bajo presión, así que tengo que estar presente. ¿Lo entiendes?
Ella suspiró antes de contestar:
—Sí, claro que sí, pero lo añadiré a mi lista para cuando llegue el día en que tenga que hacerte entender que no tengo más remedio que cumplir con algún compromiso que tenga.
—Me parece justo. Mientras no olvidemos que tenemos que remar juntos en la misma dirección, podemos conseguir que esto funcione. Tenemos que lograrlo, Em.
Ella asintió, y le sostuvo la mirada al admitir:
—Eso es lo que yo deseo con toda mi alma, Boone. Te lo digo de corazón.
Emily fue a casa de Sophia varios días después de sus mini vacaciones en Acción de Gracias. Creía que estaba allí para asesorarla en otro proyecto de redecoración más, así que se sorprendió cuando llegó y vio a Marilyn Jennings, la presidenta de la junta de dirección del centro de acogida.
—Sophia no te mencionó que yo estaría aquí, ¿verdad? —comentó Marilyn, sonriente, antes de saludarla con un beso en la mejilla.
—No, pero siempre es un placer verte. De haber sabido que ibas a estar aquí, te habría traído los datos actualizados de los gastos totales. Al final no llegamos a gastar todo el presupuesto, porque muchos de los subcontratistas renunciaron a cobrar o nos hicieron buenos descuentos. Cuando conocieron a las mujeres y a los niños y se dieron cuenta de lo importante que era este proyecto, todos quisieron poner su granito de arena.
—¡Qué maravilla!
Sophia entró en la sala justo en ese momento, y comentó:
—No esperaba menos de ti, Emily.
Marilyn la miró con reprobación al decir:
—Pero esa no es la razón de que estemos aquí, ¿ni siquiera le has dado una pequeña pista de lo que pasa?
—No hacía falta, siempre viene cuando la llamo.
Sophia le guiñó el ojo a Emily y esta se echó a reír ante su arrogancia, aunque no podía negar que lo que acababa de decir su amiga era cierto.
—¿Qué puedo decir?, es una de mis mejores clientas.
—Sí, y seguro que también una de las más exigentes —comentó Marilyn.
—Sin comentarios.
Sophia la miró con aprobación, y le dijo a Marilyn:
—¿Ves lo inteligente y diplomática que es? Te dije que era la persona ideal.
—¿Para qué? —le preguntó Emily con curiosidad.
Marilyn miró a Sophia, pero esta negó con la cabeza y comentó:
—Esto te lo dejo a ti.
—De acuerdo. Emily, nos gustaría contratarte a tiempo completo.
—¿Para hacer qué? —le preguntó, sin entender nada de lo que estaba pasando.
—Ten paciencia —la reprendió Sophia.
Emily optó por obedecer y guardó silencio. Estaba claro que aquel par tramaba algo y quería alargar todo lo posible el suspense, y eran demasiado ricas y poderosas como para no seguirles el juego.
—En los últimos tiempos hemos recibido varios donativos muy jugosos gracias a la persistencia de Sophia —le explicó Marilyn.
—Y a tus contactos —Sophia miró a Emily, y añadió—: El estudio de su marido ha encabezado una campaña para recaudar diez millones de dólares. Parte de ese dinero irá destinado al funcionamiento del día a día, pero la mitad como mínimo se utilizará para realizar importantes mejoras.
—Eso significa que vamos a poder comprar más casas, remodelarlas y habilitarlas para albergar a familias que necesiten protección y alojamiento de forma temporal —le explicó Marilyn—. El trabajo que has realizado en el proyecto actual nos ha convencido a todos de que eres la persona que queremos que se encargue de supervisar todo esto.
Emily se quedó atónita y enmudecida mientras intentaba asimilar la magnitud de la oportunidad que estaban ofreciéndole.
—Se te pagará, por supuesto, y si te queda tiempo para aceptar proyectos de otros clientes no pondremos objeciones, pero tenemos que ser tu principal prioridad —siguió diciendo Marilyn.
—Queremos que también ayudes a seleccionar las propiedades —añadió Sophia—. Tendrás que calcular el coste de las reformas… procurando obtener los mejores precios, claro. Cuantas más donaciones puedas conseguir, mejor, pero tendrás fondos a tu disposición.
—¿Cuándo? —fue lo único que alcanzó a decir, aún era incapaz de formar una frase coherente.
—Hemos acordado que nos gustaría empezar justo después del uno de enero —le contestó Marilyn.
—Así tendrás tiempo de terminar el hotel de Derek, y cualquier otra cosa que tengas entre manos.
Emily pensó en Boone y en B. J., y se preguntó cómo diantre iba a conseguir compatibilizar su relación con ellos con lo que aquellas dos mujeres estaban proponiéndole. Estaba claro que no iba a poder encargarse de aquella nueva oportunidad estando a miles de kilómetros de distancia, ya había sido bastante difícil de por sí completar un solo centro mientras tenía que dividir su tiempo entre costa y costa. Se había sentido presionada a todas horas.
A pesar de todo, anhelaba con toda su alma decir que sí. Trabajar en el centro de acogida le había dado una plenitud desde un punto de vista profesional que no había encontrado en ninguno de sus otros trabajos. Quería contribuir aún más, y aquella era su oportunidad para hacerlo. La cuestión era cuándo decirle a Boone que quería canjear todas las que él le debía por haber sido la que había hecho más concesiones hasta el momento.
Se preguntó si iba a poder hacerle entender lo importante que era aquel trabajo para ella. Seguro que, desde un punto de vista puramente teórico, lo entendía de inmediato, pero cuando llegara el momento de trasladar eso a la realidad, de soportar separaciones más largas… ¿Cómo podía pedirle que aguantara algo así?
—Tengo que pensármelo.
—¿Por qué? —le preguntó Sophia, con un poco de impaciencia—. ¿Cuántas veces me has dicho lo mucho que ha significado para ti trabajar en este proyecto? Estamos ofreciéndote la oportunidad de hacer lo mismo, pero a una escala mucho mayor. Puedes ayudar a mejorar cientos de vidas, Emily —la miró ceñuda al ver que guardaba silencio—. Tus dudas no se deberán a esas obligaciones que tienes en Carolina del Norte, ¿verdad?
—Son algo más que meras obligaciones —le explicó ella, procurando contener su irritación—. Por fin tengo la oportunidad de tener una relación sólida con el hombre al que he amado desde la adolescencia, y él tiene su vida allí.
—¿Y la suya es más importante que la tuya? —le preguntó Sophia.
Marilyn alzó una mano, y comentó con ironía:
—Sophia, tú le has dado la patada a más de un marido por no darte la razón en un momento determinado —miró a Emily, y se mostró comprensiva—. Tómate tu tiempo, estamos hablando de un trabajo que requiere mucha dedicación. Debes sopesar las otras prioridades que tienes en tu vida para ver cómo puedes compaginarlo todo. Queremos que seas tú quien se encargue de este trabajo, Emily. Te prometo que haremos todo lo posible para facilitarte las cosas.
Ella la miró agradecida.
—Os lo agradezco de verdad, y comprendo la enormidad de una oportunidad así. Si no tuviera que tener en cuenta otras consideraciones, diría que sí en un periquete.
—Bueno, eso tan solo quiere decir que vamos a tener que esperar varios periquetes a que digas que sí —comentó Marilyn, sonriente—. Habla del tema con tu pareja, podemos esperar.
—Tienes una semana, no podemos esperar de forma indefinida —le advirtió Sophia con firmeza.
—De acuerdo, en una semana tendréis mi respuesta.
Así iba a tener tiempo de pensárselo con calma y de hablarlo con Boone, aunque no le parecía conveniente hacerlo por teléfono. Aquella era una conversación que tenían que tener cara a cara, quizás pudiera hacer una visita relámpago a Carolina del Norte antes de viajar a Aspen para acabar de pulir un par de detalles de última hora en el hotel de montaña.
Boone y ella habían ido avanzando poco a poco, tanteando el camino conforme iban explorando las distintas direcciones que podían tomar para conseguir que aquella relación funcionara, y quizás aquel fuera el empujón que les hacía falta para hacerles dar el paso definitivo en pos de un futuro juntos… o quizás, a pesar de todas las promesas que él le había hecho, iba a acabar siendo lo que les separara de forma definitiva.
Boone estaba hablando por el móvil en la terraza de su restaurante cuando vio a Emily cruzando el aparcamiento, y se apresuró a dar por terminada la llamada antes de salir a su encuentro.
—¡Qué sorpresa! —exclamó, antes de abrazarla con fuerza contra sí—. No me habías dicho que pensaras venir, ¿verdad?
Ella se echó a reír.
—¿Significa eso que no tienes anotadas en tu calendario las fechas de mis viajes?
—La verdad es que sí, pero juraría que no pensabas volver hasta después de la inauguración del hotel ese de Aspen.
—¿No te gusta que haya venido antes? —le preguntó ella, en tono de broma—. No me digas que estás poniéndome los cuernos con otra, ¿te he fastidiado los planes?
—Claro que no —la observó con atención y se dio cuenta de que, a pesar de su sonrisa, sus ojos estaban llenos de preocupación—. ¿Ha pasado algo? Cora Jane está bien, ¿verdad? Llevo un par de días sin verla, pero ayer hablé con ella y no mencionó que hubiera ningún problema. Tampoco me comentó que fueras a venir.
—Ella está bien, aún no sabe que estoy aquí. Me quedó un poco de tiempo libre y decidí aprovecharlo, pero mañana mismo tengo que tomar un vuelo rumbo a Aspen.
—Creía que el proyecto del hotel te tenía con el agua hasta el cuello, ¿qué es tan importante como para que hayas decidido venir para una sola noche?
—¿Qué pasa?, ¿no puedo echarte de menos?
El hecho de que se pusiera a la defensiva le alertó de que allí estaba pasando algo raro.
—¿La inauguración del hotel va según lo planeado?, ¿Derek se lo está tomando con calma?
Ella se echó a reír.
—¡Está hecho un manojo de nervios!, ¡su especialidad es preocuparse por todo! Pero me aseguré de que todo estuviera bajo control antes de venir.
A pesar de sus palabras, Boone seguía teniendo la impresión de que algo no andaba bien.
—¿Estás satisfecha con el resultado?
—Sí, va a quedar fabuloso. Tengo fotos en el portátil del antes y el después, luego te las enseño. Vas a alucinar con el cambio.
—Estoy deseando verlo.
—Parecías bastante distraído cuando he llegado, ¿algún problema apremiante?
Como ella no daba muestras de querer revelar el porqué de aquella inesperada visita, Boone aceptó el cambio de tema.
—Estaba hablando con Pete, parece decidido a solucionar lo de la propiedad que queríamos comprar en Charleston. Le he dejado al mando de la situación, pero me parece que tendría que volver a llamarle. No sé por qué está tan empecinado en abrir un nuevo restaurante allí, pero si no le controlo es capaz de hacer concesiones inviables.
—Pues te dejo trabajar, me voy a casa de la abuela.
—¿Cenamos juntos esta noche? Haré pollo a la parrilla, puedo llamar a Ethan para ver si le apetece venir.
Ella frunció el ceño al oír aquello.
—¿De verdad te parece buena idea invitarle, con el poco tiempo que tú y yo tenemos para estar juntos? No me digas que sigues empeñado en evitar que B. J. se dé cuenta de lo seria que es nuestra relación, creía que ese tema había quedado superado cuando nos vio besándonos.
—No es eso, solo he pensado que sería agradable pasar un rato con Ethan —le contestó él a la defensiva.
—Vamos a invitarle otro día, ¿vale? Tengo que hablar contigo de algo.
Él respiró hondo al oír aquellas palabras que confirmaban que ella tenía algo en mente, algo lo bastante importante como para instarla a cruzar el país en avión de improviso.
—Vale, lo dejaremos para otro día, pero ¿por qué no me dices ya lo que está pasando?
—No, ya hablaremos luego. Iré a tu casa a eso de las seis y media.
Boone tenía la impresión de que debería convencerla de que se quedara para hablar de lo que fuera cuanto antes, pero tenía pendiente lo de llamar a Pete; además, sabía que no iban a poder solucionar nada hasta que tuvieran tiempo para poder barajar las opciones que tenían, para poder hablar acerca de cómo forjar juntos una vida en común. Al igual que cuando le había propuesto matrimonio de forma tan impulsiva, volvió a preguntarse si no estarían perdiendo el tiempo dándole vueltas a las cosas sin concretar nada ni avanzar.
Además, algo le decía que la inesperada visita de Emily no se debía a que hubiera decidido aprovechar un hueco en su agenda para ir a verle sin más. Estaba muy tensa, y él la conocía a la perfección y sabía que eso no indicaba nada bueno.
Cora Jane se quedó sorprendida al ver llegar a su nieta.
—¡Mira quién está aquí! Creía que no ibas a volver hasta poco antes de Navidad.
—Boone y tú sois tal para cual, no sabéis recibir sorpresas. Tendré que tenerlo en cuenta de ahora en adelante.
—¿Él tampoco sabía que venías?
—Tenía un hueco en mi agenda y he decidido aprovecharlo —le contestó Emily con exasperación.
—A juzgar por lo irritable que te veo, te va a ir bien tomarte este descanso. Quizás quieras echar una siesta antes de nada.
—Perdona, abuela. Estoy un poco tensa.
—¿Por alguna razón en concreto? —tuvo su respuesta al verla vacilar—. Tienes malas noticias, y no sabes cómo contárselas a Boone.
—¿Eres adivina? —refunfuñó su nieta.
—No, pero te conozco desde chiquitita y siempre has intentado evitar las confrontaciones. Anda, vamos a tomar una taza de té mientras me cuentas lo que pasa.
—¿No estás ocupada?
—No, tengo todo el tiempo del mundo para hablar… mientras pueda poner los pies en alto, claro. Ahora que tus hermanas también se han ido, esta casa me parece demasiado silenciosa. Será un placer poder charlar un poco al final de la jornada.
—Me sorprende que Jerry no venga todas las noches, ahora que ya no tienes la casa llena de gente.
Cora Jane se sonrojó al admitir:
—No te preocupes por eso, nos vemos muy a menudo. Deja que me cambie de ropa, y después preparo el té. Podemos salir a sentarnos en el porche, no hace demasiado frío. No es habitual que haga tan buen tiempo a principios de diciembre, deberíamos aprovecharlo.
Al cabo de veinte minutos estaba estirada en la tumbona con los pies en alto, y a su lado tenía una taza de té y unas galletas que había preparado la noche anterior. Se había tapado las piernas con una manta de ganchillo, y llevaba puesto un jersey que había tejido ella misma. Emily, por su parte, estaba sentada en una mecedora que había colocado bajo un cálido haz de luz solar.
Estuvieron sentadas en silencio durante un largo momento, pero Cora Jane era consciente de que no debía esperar demasiado a pedir explicaciones; conocía a su nieta, y estaba segura de que en ese momento debía de estar inventándose excusas para guardarse los problemas para sí.
—Bueno, jovencita, cuéntame lo que pasa —escuchó en silencio mientras su nieta menor le abría el corazón y se sinceraba acerca de la fantástica oferta de trabajo que había recibido, y al final se limitó a comentar—: Ya veo.
—Te sientes decepcionada al ver que estoy planteándome aceptar la propuesta, ¿verdad? —dijo Emily con resignación.
—Por supuesto que no. Entiendo la importancia de un trabajo así, y dice mucho de ti que te hayan elegido para ese puesto. Están demostrando tener una tremenda fe en ti.
—Acondicionar todas esas casas cambiaría la vida de muchas familias, de muchas mujeres que están sufriendo —la voz de Emily reflejaba lo implicada que estaba en aquella causa—. Trabajar en este primer centro ha sido lo más gratificante que he hecho en toda mi carrera profesional.
—Sí, ya lo sé. Cada vez que hablábamos por teléfono, oía en tu voz lo entusiasmada que estabas con ese proyecto.
—Cuando vine en Acción de Gracias, se me olvidó comentarte que conocí a varias de las familias cuando fueron a instalarse al centro. Hubo un caso en particular que me impactó mucho, se trataba de una madre con dos hijas que habían estado esperando en un motel de mala muerte a que se abriera el centro. Las niñas están entusiasmadas al ver que tienen un cuarto de juegos y que todo lo que hay en su dormitorio es nuevo, y la madre… —miró a su abuela a los ojos, y añadió emocionada—: Tendrías que haber visto el alivio que se reflejaba en su mirada solo con pensar que por fin estaban en un lugar seguro hasta que pudiera volver a valerse por sí misma.
—Pues yo creo que la respuesta está clara. Tienes la oportunidad de llevar a cabo una tarea muy valiosa, Emily. No puedes rechazarla —sonrió al ver cuánto la sorprendían sus palabras—. No es la reacción que esperabas, ¿verdad?
—No, ni de lejos. No has mencionado a Boone ni una sola vez.
—Tú tampoco.
—¿Estás insinuando que no debo tenerle en cuenta? —le preguntó Emily, ceñuda.
—Claro que no. Sabes cuánto deseo que lo vuestro funcione, pero para que eso ocurra no solo tenéis que sentiros satisfechos con vuestra relación, también tenéis que sentiros realizados en vuestros respectivos trabajos. No se puede construir una vida en común si uno de los dos está resentido porque su pareja le impide hacer algo que para él es importante.
—Pero estoy convencida de que a Boone no va a hacerle ninguna gracia lo de este nuevo trabajo, las cosas no van a ser como ahora. Tendré que permanecer en Los Ángeles casi todo el tiempo, y así no hay forma de construir una relación sólida.
—Puede que no, pero no lo sabrás con certeza hasta que lo intentes. Eres consciente de que no es conmigo con quien deberías estar hablando de esto, ¿verdad?
—Esta noche voy a ir a cenar a casa de Boone, pero dudo mucho que podamos estar mucho tiempo a solas con B. J. allí. Boone quería llamar a Ethan para invitarle a que viniera también, pero le he convencido de que no lo hiciera.
—Ya verás como encuentras el momento de hablar con él, esté allí quien esté. Si tienes que quedarte la noche entera sin dormir, hazlo. Le pediré a alguien que mañana te lleve al aeropuerto para que no te quedes dormida al volante, pero esto es demasiado importante como para dejarlo pasar hasta que surja un momento conveniente.
—Sí, tienes razón —Emily suspiró antes de admitir—: pero la verdad es que le temo a esta conversación.
—La vida siempre es más fácil cuando todo va bien, niñita mía, pero estos pequeños baches son lo que hacen que no resulte aburrida. Nos hacen más fuertes, y contribuyen a que nos demos cuenta de qué es lo verdaderamente importante —se sorprendió cuando Emily se sentó junto a ella y le dio un fuerte abrazo.
—En momentos como este es cuando más echo de menos a mamá, pero tenerte a ti y poder hablar contigo me lo hace más llevadero. ¿Tienes idea de lo mucho que te quiero?
—Claro que sí, pero siempre es agradable escucharlo —le contestó, sonriente.
—Deséame suerte para esta noche, abuela.
—Te deseo suerte para todos los días de tu vida, y espero que encuentres el amor y la felicidad que te mereces.
Cora Jane se reclinó en la tumbona con un suspiro cuando su nieta se fue. Esperaba haberla aconsejado bien, y rezó para que Boone no se limitara a oír lo que Emily tenía que contarle, sino que fuera capaz de ver el profundo anhelo que ella podía ver con tanta claridad en los ojos de su nieta.