Capítulo 19

Estaba claro que B. J. estaba bajo los efectos de la excitación del momento sumada a un exceso de refrescos, porque correteaba sin parar por el comedor privado del restaurante de Boone con varios amiguitos suyos que habían sido invitados a sumarse a la fiesta. Emily estaba convencida de que Boone les había invitado para mantener a raya a Jodie, ya que aquella mujer sería incapaz de portarse mal y de airear disputas familiares frente a desconocidos.

—Al menos está siendo civilizada —le dijo su abuela, que estaba sentada a su lado—. Yo estaba dispuesta a pegarle un puñetazo si intentaba faltarte el respeto.

Emily sonrió al verla tan belicosa, y comentó:

—No creo que eso hubiera sido de gran ayuda, de momento el objetivo es mantener el civismo.

—A lo mejor sería buena idea que yo hablara con Frank, es un hombre sensato.

—No, abuela, tú mantente al margen. Es Boone quien tiene que encargarse de esto, las cosas podrían complicarse mucho con una sola palabra fuera de lugar. Jodie podría reaccionar mal ante cualquier chorrada, y hay que evitar a toda costa que B. J. se vea implicado en una horrible batalla legal por su custodia.

—Sí, tienes razón —admitió Cora Jane, con un pesaroso suspiro.

Justo entonces, B. J. se les acercó rebosante de energía y entusiasmo.

—¿Ha visto la obra, señora Cora Jane?

—Sí, y me ha parecido excelente. Tú has interpretado tu papel a la perfección, me he sentido muy orgullosa de ti.

El niño sonrió de oreja a oreja y miró a Emily.

—¿A ti te ha gustado?

Se apoyó contra su costado, y ella le rodeó con el brazo de forma instintiva para darle un achuchón.

—¡Me ha encantado! Estoy muy contenta por haber podido volver a tiempo de verte actuar.

—¿Sabes qué? ¡También voy a salir en la obra de Navidad! —la miró con preocupación al preguntar—: Podrás venir, ¿verdad?

—Claro que sí.

En cuanto pronunció aquellas palabras, se preguntó si habría tenido que ser un poco más cauta. Muchos de sus clientes habituales le habían encargado que les ayudara a preparar sus casas de cara a las fiestas navideñas, y por regla general no solía terminar todos esos proyectos hasta el mismo día de Navidad; aun así, B. J. había quedado satisfecho con su respuesta, y no le pareció oportuno echarle a perder la velada admitiendo que no estaba segura de poder cumplir lo prometido.

—¡Hasta luego! —B. J. se alejó corriendo, pero se detuvo de repente y regresó para abrazarla con fuerza.

Cuando el niño se fue de nuevo, Emily se dio cuenta de que Jodie tenía la mirada puesta en él. Eso quería decir que seguro que había visto todo lo que había pasado, y, a juzgar por la expresión tensa de su rostro, estaba claro que no le hacía ni pizca de gracia.

Al ver que echaba a andar hacia ellas, su abuela murmuró:

—¡Alerta roja!, ¡alerta roja!

Emily soltó una pequeña risita a pesar de la confrontación que se avecinaba, y le pidió en voz baja:

—Por favor, abuela, déjamela a mí. ¿Por qué no vas a ver qué postres hay en la mesa del bufé? Trae para las dos lo que más te llame la atención… a poder ser, que tenga chocolate. Algo me dice que vamos a necesitarlo.

—¿Crees que es buena idea que te deje a solas con Jodie? Puedo quedarme callada si quieres, pero al menos tendrás a alguien como testigo si se pasa de la raya.

—No te preocupes, yo me las apaño sola. Te lo pido por favor, abuela. Ella y yo tenemos que aclarar varias cosas.

Cuando Jodie llegó, Emily le indicó con un gesto que se sentara en una silla. Estaba decidida a portarse bien, su propósito de la noche era bombardear a aquella mujer con amabilidad.

—Siéntese, por favor. Estoy deseando conocerla mejor, sé lo contento que está B. J. por tenerla de nuevo aquí.

—¿A ti qué más te da?, no tardarás en esfumarte de su vida.

—¿Por qué? —le preguntó, ceñuda, al verla hablar con tanta seguridad.

—Porque voy a acudir a los tribunales si persistes en tu empeño de engatusar a mi nieto —lo dijo con total naturalidad, como si estuvieran hablando del tiempo.

La amenaza resultó mucho más impactante por el hecho de que estuviera tan serena y por aquel rencor y aquella determinación tan inquebrantables; aunque Emily estaba convencida de que ningún tribunal le arrebataría a Boone la custodia de B. J., no quería que tuvieran que pasar por el calvario de una batalla legal como esa.

—¿A qué se debe su actitud, señora Farmer? ¿De verdad odia tanto a Boone, o soy yo el motivo de su enfado? ¿Está empeñada en destrozar la vida de su nieto? Se lo pregunto porque estoy intentando entender sus motivos.

—No digas tonterías, no malgastaría mis energías ni por Boone ni por ti. Estoy intentando proteger a mi nieto, todo lo que hago es por su bien.

—¿Ah, sí? ¿Por qué me considera una amenaza? A mí no me conoce, pero a mi abuela sí. Dudo mucho que un solo miembro de esta comunidad pueda hablar mal de ella, o ponerle pegas a la influencia que ejerce sobre B. J.

—Cora Jane es una mujer de bien, pero eso no tiene nada que ver contigo. Por tu culpa, mi hija quedó atrapada en un matrimonio sin amor.

Aunque aquella acusación no la tomó del todo por sorpresa, Emily no esperaba que se la lanzaran a la cara.

—No creo que fuera un matrimonio sin amor, Boone no se habría casado con Jenny si no la quisiera. Usted sabe perfectamente bien que no tenían la obligación de casarse, no se vieron obligados a pasar por el altar por ningún embarazo no deseado. Está claro que los dos querían casarse.

—Es posible, pero el corazón de Boone siempre fue tuyo. Todo el mundo lo sabía, incluso Jenny.

—Pero ella le amaba a pesar de todo.

Jodie hizo un gesto de indiferencia, como si los sentimientos de su hija no tuvieran ni la más mínima importancia.

—Era una boba, ella creía que podría conseguir que él terminara amándola. Esa no es una buena base para un matrimonio.

—En eso puedo darle la razón hasta cierto punto, pero no era usted quien debía tomar la decisión y yo ya no formaba parte de la vida de Boone. Él y yo no hemos tenido ninguna clase de contacto en estos diez años. Jenny y él eran dos adultos que tomaron juntos una decisión, y quiero que sepa que Boone jamás me ha dicho que se arrepienta lo más mínimo de haberlo hecho. Tan solo lamenta haber perdido tan pronto a Jenny.

Jodie parecía sorprendida al oírla hablar con tanta franqueza.

—¿Crees de verdad que la amaba?

—Sí —lo afirmó con firmeza, mirándola a los ojos. Sabía que era muy difícil que aquella mujer aceptara el hecho ineludible de que ella iba a formar una familia con Boone y con B. J., pero estaba decidida a que al menos viera el pasado desde otra perspectiva—. ¿Puedo preguntarle algo? —al ver que se encogía de hombros, se lo tomó como un gesto de asentimiento—. ¿Cree que Jenny no fue feliz durante su matrimonio con Boone?, ¿le dio en alguna ocasión alguna queja de él?

—No, pero es normal. Ella sabía que yo estaba en contra de ese matrimonio.

—A lo mejor habló con su padre, ¿le comentó alguna vez a él que se arrepintiera de haberse casado con Boone?

—Que yo sepa, no —admitió Jodie a regañadientes.

—Así que Jenny nunca le comentó a nadie… ni a usted, ni a su marido, ni a ningún conocido suyo… que fuera infeliz en su matrimonio, ¿verdad?

—No, nunca.

—Qué interesante —le dio unos segundos para que asimilara lo que estaba intentando hacerle comprender, y al final añadió—: Mi abuela me comentó que Jenny estaba radiante, sobre todo después de tener a B. J.

—Ese niño fue una bendición, de eso no hay duda. Yo pensé que se había quedado embarazada para evitar que Boone la abandonara.

A Emily le costó creer que pudiera tener tan mal concepto de la inteligencia de su hija, que dudara así de la atracción que ejercía sobre el hombre que se había casado con ella.

—¿De verdad cree que la mujer que usted misma crio tenía necesidad de recurrir a ese tipo de triquiñuelas para conservar a su marido? La Jenny a la que yo conocí era inteligente, amable y generosa. Era una mujer que merecía el amor de Boone, y dudo mucho que hubiera permanecido junto a él si no la hubiera hecho feliz.

Jodie parecía impactada ante aquella argumentación que parecía indicar que era incapaz de ver las cualidades de su propia hija.

—No, ella habría sido incapaz de intentar atrapar a Boone, pero…

—¿Pero qué? —insistió Emily, al ver que dejaba la frase inacabada.

—Supongo que nunca lo vi desde ese punto de vista.

—Porque estaba obcecada con su propia percepción de las cosas. A lo mejor era incapaz de ver con objetividad lo reales que eran los sentimientos de los dos, la gente de fuera no suele saber lo que pasa en realidad dentro de un matrimonio.

—Me cuesta creer que estés intentando convencerme de que Boone adoraba a mi hija —comentó Jodie, desconcertada.

—¿Por qué? Eso no le resta importancia a lo que siente ahora por mí. Fui muy injusta con él cuando me marché. Se merecía ser feliz, y me alegra que encontrara a una mujer como Jenny; en cuanto a B. J., es un regalo increíble que nos dejó su hija. No estaría de más que usted también le considerara como tal, en vez de verle como un instrumento en su lucha contra Boone y contra mí.

Jodie se quedó mirándola en silencio durante un largo momento, y al final se levantó y se fue sin decir ni una palabra; después de hablar con su marido, los dos fueron a decirle algo a Boone y a B. J. y se marcharon del restaurante.

Boone se acercó a ella de inmediato con cara de preocupación, se sentó junto a ella y le pasó un brazo por los hombros.

—He estado a punto de venir antes, pero parecía que tenías la situación bajo control. ¿Todo bien?

Emily se apoyó en él y tardó un largo momento en contestar.

—Eso espero, pero la verdad es que no lo sé. No se ha marchado gritando, ni soltando más amenazas por la boca.

—¿Qué quiere decir eso?, ¿te ha amenazado con algo? —le preguntó, ceñudo.

—Con lo que ya sabes, lo de la custodia. Creo que quería asustarme para que me vaya, pero a lo mejor interpreta el hecho de que no me haya dejado amilanar como una prueba de que me da igual el bienestar de B. J.

—Eso sería muy retorcido, pero no me extrañaría que Jodie pensara así.

—He procurado hablarle bien de ti, por poco me quedo afónica ensalzando tus virtudes e intentando que viera tu matrimonio con Jenny a través de los ojos de su hija, en vez de hacerlo a través de los suyos.

—Siento haberte metido en todo este embrollo, tú no tienes por qué reparar mi relación con los padres de Jenny.

—Pero tengo que procurar no empeorarla aún más —le miró a los ojos antes de añadir—: Espero haber hecho lo correcto. No quiero que esto se convierta en una especie de guerra abierta, pero si eso sucede me quitaré de en medio. No vas a perder a tu hijo por mi culpa.

—No voy a perderle, y punto —le aseguró él con firmeza. Enmarcó su rostro entre las manos, y le sostuvo la mirada al afirmar tajante—: Y tú no vas a volver a marcharte de mi lado nunca más.

Boone pasó los días posteriores a la obra de teatro de B. J. a la espera de tener que lidiar con las consecuencias de la conversación que Emily había mantenido con Jodie, pero, para su sorpresa, creyó notar que su relación con su exsuegra parecía mejorar un poquito. Frank no era un barómetro fiable en ese aspecto, porque no había dicho ni una sola palabra en su contra ni en contra de su relación con Emily, y se contentaba con pasar todo el tiempo posible con su nieto.

Dos semanas después, cuando estaba intentando conformarse con unas cuantas llamadas nocturnas desde la Costa Oeste sin perder su buen ánimo, fue cuando salió a la luz por fin la nueva estrategia de Jodie.

Mientras llevaba a B. J. en coche a visitar a Cora Jane, el niño le miró y dijo con tono lastimero:

—La abuela Jodie me ha dicho que lo más seguro es que Emily ya no venga a verme casi nunca, que está tan ocupada que seguro que se olvida de mí.

Boone tuvo que respirar hondo para contener su enfado.

—¿Cuándo te ha dicho eso?

—Ayer.

Eso explicaba la actitud mohína del niño la noche anterior. Se había ido a dormir más pronto que de costumbre, y le había dicho que no quería que le contara un cuento ni leer un rato.

—¿Es la única vez que ha mencionado algo así?

—No. Al principio no me lo creí, pero Emily lleva bastante tiempo sin llamar, así que supongo que la abuela Jodie tiene razón.

—Sabes que Emily está muy, pero que muy ocupada intentando poner a punto una casa… te habló de ella, ¿verdad?

—Sí, es una casa para mamás y niños que necesitan un lugar seguro donde vivir. Emily me dijo que era algo muy importante.

—Y lo es. Imagínate cómo te sentirías si no tuvieras un lugar seguro donde vivir, ni en Acción de Gracias ni ningún otro día.

—Me sentiría muy mal.

—Si Emily no te ha llamado demasiado a menudo, debe de ser porque está trabajando mucho para terminar ese proyecto y que todas esas familias tengan un día de Acción de Gracias muy feliz. ¿Lo entiendes? —al verle asentir, Boone tomó una decisión—. ¿Quieres que la llamemos en cuanto lleguemos al Castle’s? Podemos saludarla, y preguntarle cómo está quedando la casa. ¿Qué te parece la idea?

—¡Genial!

—¿Quieres que te dé su número de teléfono, para que puedas llamarla cuando la eches de menos?

—¡Sí! No le daré la lata, ¡te lo prometo!

—Cuento con ello —le dijo, sonriente.

Se sintió fatal, porque era una idea que se le tendría que haber ocurrido antes. Sabía lo distraída que Emily había estado durante aquellas últimas semanas y él mismo se sentía un poco abandonado, así que era comprensible que B. J. también se sintiera así.

Lo que ni siquiera se le había pasado por la cabeza era que Jodie fuera capaz de alimentar las inseguridades de B. J., pero ese era un problema que iba a tener que solucionar lo antes posible.

Cuando llegaron al Castle’s, Boone le dijo al niño que fuera a buscar a Cora Jane mientras él llamaba a Emily. Aunque parecía un poco agobiada cuando contestó, se animó en cuanto oyó el sonido de su voz.

—¿Estás muy ocupada?

—Ni te lo imaginas, esto es una locura. Pero puedo tomarme un pequeño descanso. ¿Qué tal va todo por ahí?

Cuando él le explicó lo que pasaba con B. J. y lo que Jodie le había dicho al niño al ver que ella apenas llamaba, Emily susurró:

—Dios, tendría que haberme dado cuenta…

—¿De qué?, ¿de que Jodie iba a aprovechar al máximo la situación? No hay nadie que tenga sus procesos mentales.

—¿Dónde está B. J.?

—En la cocina, con Cora Jane. Voy a buscarlo.

—Voy a solucionar esto, Boone. Te lo prometo.

—Ya lo sé. ¿Te parece bien que le dé tu número, para que pueda llamarte cuando te eche de menos? Él ya me ha prometido que no va a darte la lata.

—¡Qué buena idea! Estaré disponible para él siempre que me llame, y también procuraré llamarle yo más a menudo.

—Gracias, te lo agradezco de verdad. Te quiere mucho… y yo también, que conste. ¿Crees que vas a poder venir para Acción de Gracias?

—Ese es el plan. Si todo va según lo previsto, podremos abrir el lunes y las familias llegarán el miércoles. A menos que surja algún imprevisto de última hora, tomaré un vuelo el miércoles por la noche y estaré ahí a tiempo para la cena de Acción de Gracias. Iréis a cenar a casa de mi abuela, ¿verdad?

—Sí, aunque lo más probable es que antes pasemos por casa de Jodie para que no se moleste.

—Da igual si llegáis a la hora del postre, seguro que lo pasamos genial —le aseguró ella.

—¡No pienso perderme el pavo y el relleno de pan de maíz de tu abuela! Ella sabe que pasaremos antes por casa de Jodie, así que servirá la cena un poco más tarde.

Boone entró en la cocina mientras hablaba y B. J. se le acercó y le miró con cierto recelo, como si temiera que Emily no fuera a tener tiempo de hablar con él.

—Aquí te lo paso, nos vemos la semana que viene.

—Cuento con ello —le aseguró ella con sinceridad.

Boone le pasó el teléfono a su hijo y se alejó para dejarle hablar a sus anchas. Cora Jane le miró con expresión interrogante, pero no le hizo la pregunta que seguro que tenía en la punta de la lengua; a diferencia de otras personas, ella sería incapaz de crear problemas, sobre todo delante de B. J., y el tiempo le había enseñado a Boone que esa era una cualidad de un valor incalculable.

Emily llevaba tanto tiempo viviendo sola y sin tener que dar explicaciones a nadie más allá de sus clientes, que la tomó por sorpresa darse cuenta de que tenía que pensar tanto en Boone como en B. J., y suspiró cuando terminó de hablar con ellos.

—¿Pasa algo?

La pregunta la hizo Sophia, que salió en ese preciso momento al porche. Era el sitio de la casa donde había menos jaleo, el único donde se podía hablar por teléfono y pensar con cierta claridad.

—Acabo de darme cuenta de la cantidad de ajustes que voy a tener que hacer si quiero tener una relación con alguien.

—¿Alguien en concreto?, ¿se trata del hombre ese por el que regresas a Carolina del Norte cada pocas semanas? —al verla asentir, le pidió—: Dime cómo es, ¿se trata de una relación seria?

—Es seria desde que éramos un par de adolescentes —admitió Emily—, pero yo me marché para labrar mi futuro y él se quedó allí, se casó y tuvo un hijo.

—¿Y dónde encajas tú en su vida actual?

—No es lo que estás pensando, Sophia. Es viudo, está criando solo a su hijo. Debido a lo que pasó años atrás, le cuesta confiar en mí y convencerse de que soy capaz de comprometerme a tener una relación de futuro; además, le preocupa que su hijo sufra si vuelvo a largarme.

—¿Piensas hacerlo?

—No es esa mi intención, pero a veces me pregunto cómo vamos a lograr que lo nuestro funcione, sobre todo después de una llamada como la que acabo de recibir.

—¿Te ha echado en cara que pases tanto tiempo lejos de allí?

—No, él entiende lo importante que es este proyecto para mí —la miró sonriente al añadir—: Gracias a ti, por fin he encontrado la forma de combinar el trabajo que me encanta con algo que realmente merece la pena, ningún otro proyecto me había hecho sentir así.

—Tenía el presentimiento de que era una oportunidad perfecta para ti. Siempre has hecho un trabajo fantástico, tanto para mí como para todas las personas a las que te he recomendado, pero tenía la impresión de que había algo que te faltaba.

—¿Crees que no me esforzaba al máximo?

—¡No, no es eso! No sé si tú te habrás dado cuenta, pero yo he notado que hay dos extremos distintos, al menos en el círculo de gente donde yo me relaciono. Están los que sienten verdadera pasión por su profesión, y los que trabajan para ganar el máximo dinero posible. A ti nunca te colocaría en el segundo grupo, pero carecías de esa pasión que convierte un trabajo en algo más significativo. Me encanta rodearme de personas que están deseando levantarse por la mañana para empezar la jornada, y quería que tú disfrutaras de esa sensación.

Emily entendió por fin lo que Sophia estaba intentando transmitirle, y comentó sonriente:

—Tienes toda la razón, creo que al fin he encontrado esa pasión extra.

—Pero crees que puede echar a perder tu relación con ese hombre, ¿verdad?

—Espero que no sea así, pero ahora tengo que tener en cuenta a otras personas a la hora de tomar decisiones. B. J., el hijo de Boone, estaba preocupado porque pensaba que yo me había olvidado de él, y su abuela, que no me tiene mucha simpatía que digamos, empezó a alimentar esa inseguridad. Así que mientras yo estaba aquí, centrada en mi trabajo, estaba haciéndole daño a ese niño sin darme cuenta. He sido muy egoísta.

—Dime una cosa: ¿Qué piensas hacer ahora que ya sabes lo que pasa?, ¿vas a seguir ignorándole hasta que te resulte conveniente llamarle? —le preguntó Sophia, sonriente.

—No, claro que no.

—En ese caso, lección aprendida. Querida, es normal que una persona que solo ha tenido que pensar en sí misma durante bastante tiempo deba aclimatarse a las nuevas reglas que debe tener en cuenta cuando entra alguien en su vida. Ahora que eres consciente de la situación, estoy segura de que harás los ajustes necesarios.

Emily decidió dar voz a su mayor temor.

—¿Y qué pasa si los ajustes o los sacrificios necesarios son demasiado grandes?

—Pues que habrás hecho una elección, ¿no? Habrás elegido el trabajo por encima de una relación.

—Lo que pasa es que no quiero tener que elegir, lo quiero todo.

Sophia se echó a reír.

—En ese caso, idea alguna solución. Eres una mujer inteligente.

—¿Y qué pasa con Boone?, ¿soy yo la que tiene que hacer todos los ajustes y los sacrificios?

—Yo creo que no, pero ten en cuenta que perdí a varios maridos por culpa de mi negativa a transigir. Si quieres que tu relación funcione, te recomiendo que no seas intransigente. Siempre hay un punto medio, Emily. Encuéntralo.

Emily rezó para que su amiga tuviera razón y Boone y ella lograran encontrar una solución que les satisficiera a los dos, porque estaba claro que aún no lo habían conseguido. Se sentía como si estuvieran tirando de ella desde dos direcciones opuestas, y empezaba a estar un poco resentida al ver que Boone no había tenido que renunciar a nada de momento… aunque la verdad era que en ningún momento se había sentado a hablar con él para pedirle que alcanzaran un punto medio.

Suspiró al imaginarse la montaña rusa emocional que estaba por llegar, y Sophia comentó sonriente:

—¿Qué pasa?, ¿estás imaginando lo complicado que va a ser? —al verla asentir, añadió—: Consuélate con que has evitado la crisis de momento. Bueno, me voy a intentar convencer a un par de empresarios de que suelten una buena cantidad de dinero.

Emily se echó a reír.

—Están perdidos, siempre consigues lo que te propones.

—La próxima vez que intente conseguir algo de ti, recuerda lo que acabas de decir y ríndete sin oponer resistencia.

—Por ti, lo que sea y cuando sea.

—¡Ja! ¡Ahora sí que te tengo en mis manos! Lástima que no lo haya grabado.

—Con mi palabra basta, no voy a olvidar lo que he dicho —aun así, rezó para que en el futuro no acabara por arrepentirse de haber adquirido aquel compromiso. Su móvil empezó a sonar escasos segundos después de que Sophia se marchara, y miró la pantalla antes de contestar—. Hola, Samantha.

—¿Cómo va todo por la meca del cine?

—Esto es un caos. ¿Qué tal por Nueva York?

—Demasiada tranquilidad. ¿Vas a pasar Acción de Gracias en casa de la abuela?

—Eso espero, ¿y tú?

—Sí, lo más probable es que salga para allá el martes. ¿Has hablado con Gabi en estos últimos días?

Emily recordó aquella llamada en la que había notado que su hermana estaba rara.

—No, hablé con ella hace un par de semanas y después estuve a punto de llamarte. Ella me aseguró que no le pasaba nada, pero yo la noté rara.

—Yo hablé anoche con ella, y me dio la misma impresión que a ti. Pensé en pasar a verla de camino a Sand Castle Bay, pero ella me dijo que no hacía falta, que probablemente nos veríamos en casa de la abuela.

—¿Cómo que «probablemente»?, ¡tiene que ir! Incluso papá suele dejar por unas horas el trabajo en Acción de Gracias.

—Pues no sé lo que va a hacer Gabi este año. Si no aparece por casa de la abuela, tendremos que ir a Raleigh para averiguar qué es lo que le pasa.

—¿Por qué no paso por su casa al salir del aeropuerto? Si se hace la remolona, me la llevo a rastras.

—Buena idea. Nos vemos la semana que viene, Em.

—Que tengas un buen viaje.

—Tú también.

Emily suspiró al dar por terminada la llamada. Si de aquella mañana podía extraerse alguna conclusión, era que las cosas se volvían muy complicadas cuando en la vida de uno había más personas aparte de uno mismo.