Capítulo 18
Emily estaba en medio del caos creado por las obras en el centro de acogida, intentando convencer al capataz de que la fecha en que tenía que quedar todo listo no era una broma, cuando empezó a sonarle el móvil.
—Perdona, tengo que contestar. Revisa el plan de trabajo, a ver lo que puedes hacer para cumplir con el plazo previsto. Hay mujeres y niños que tienen que mudarse aquí antes de Acción de Gracias, ¿de verdad quieres decirles que durante las fiestas no van a tener un lugar donde vivir?
Andy Crawford la miró con exasperación, pero al final se alejó resignado.
—Hola, Gabi. Perdón por tardar tanto en contestar, es que estoy muy liada. ¿Qué tal va todo en el mundo de las relaciones públicas?
—Es una locura, pero te he llamado para ver qué tal te va todo a ti.
—¿Por qué?
—Porque aún no estás de vuelta en Sand Castle Bay. Pensaba que Boone y tú ibais por el buen camino, pero hace bastante que no apareces por allí… y sí, puedes darle las gracias a la abuela por darme el chivatazo. Está empezando a ponerse nerviosa, y yo soy la encargada de sonsacarte lo que quiere averiguar.
Emily le explicó la presión que tenía encima para que el centro de acogida estuviera listo en la fecha prevista.
—Además, a los exsuegros de Boone no les hace ninguna gracia que él me permita acercarme siquiera a B. J., así que pensé que lo mejor sería no aparecer por allí hasta que vuelvan a Florida.
—Quizás sería mejor que te trataran un poco, para que se den cuenta de que no eres el demonio en persona —le sugirió su hermana.
—Dudo que tenga el encanto suficiente para conseguir semejante proeza. Teniendo en cuenta cómo tratan a Boone, lo más probable es que no me pueda morder la lengua y les diga algo que empeore aún más la situación.
—¿Cuándo vuelven a su casa?
—Esa parece ser la pregunta del millón. A Boone no le han dado una fecha exacta, y está que se tira de los pelos. No le resulta nada fácil tenerlos allí, pero cree que tiene que hacer un esfuerzo por el bien de B. J.
—Hagas lo que hagas, no retrases tu regreso de forma indefinida por culpa de ellos. Si se dan cuenta de que con su presencia allí evitan que vayas, a lo mejor no vuelven nunca a Florida.
—Las cosas no van a llegar a ese extremo. Esto no voy a admitirlo ante Boone, pero en cierto modo ha sido un alivio tener un poco más de tiempo. Esta restauración tiene que estar acabada en muy poco tiempo, y si me marcho va a ser mucho más difícil convencer a toda la gente que trabaja en el proyecto que hay que acabar como sea antes de la fecha límite.
—Yo solo digo que no podéis dejar que los Farmer echen a perder vuestra relación.
—No lo vamos a hacer. Anda, háblame de ti. ¿Va todo bien en el trabajo?
—Sí, es la misma locura de siempre.
—¿Y qué tal está tu chico?
A Emily le pareció notar que su hermana vacilaba por un instante antes de contestar:
—Paul está bien.
—¿Te pasa algo, Gabi? ¿Habéis roto?, ¿se molestó porque tardaste bastante en volver?
—No, no es eso.
Emily notaba algo raro en la voz y la actitud de su hermana, así que optó por insistir.
—Gabriella, estás callándote algo. ¿Se puede saber qué es?
Gabi se echó a reír, aunque parecía una risa un poco forzada.
—Solo usas mi nombre completo cuando estás molesta conmigo, igual que hacía mamá.
—Ella siempre conseguía respuestas con esa táctica, así que decidí probarla yo también.
—No hay respuestas, y tampoco preguntas. Supongo que estoy un poco depre, os echo de menos a Samantha y a ti.
—Fue divertido volver a estar las tres juntas como en los viejos tiempos —admitió Emily.
—Sí, pero en ciertos aspectos me di cuenta de que no se puede volver al pasado. Ahora somos adultas, con todas las complicaciones que conlleva eso.
—Gabi…
Quería saber a qué se debía el extraño estado de ánimo de su hermana, estaba decidida a llegar al fondo de la cuestión, pero Gabi la interrumpió.
—Tengo que colgar, hermanita. Cuídate, hasta pronto —colgó antes de que pudiera contestar.
Emily se quedó mirando boquiabierta el móvil, y solo alcanzó a decir:
—¿Qué demonios…?
Justo cuando estaba a punto de llamar a Samantha para preguntarle si ella sabía algo, Andy Crawford se le acercó con cara de pocos amigos, así que esbozó una sonrisa forzada y le preguntó:
—¿Has encontrado alguna solución?
—Si algunos de mis hombres hacen horas extra durante unos días, puede que lo logremos.
—Tienes que estar seguro.
—Cuatro días de horas extra, y te garantizo que estará hecho.
—De acuerdo, cuatro días.
Él la miró con suspicacia.
—¿Tienes dinero para eso? Creía que estábamos haciendo este proyecto con un presupuesto muy limitado.
—Sí, y por pura bondad.
—No puedo pagar a mis hombres con un puñado de buenas intenciones.
—Me encargaré de que se les pague, no te preocupes —si hacía falta, estaba dispuesta a sacar el dinero de su propio bolsillo—. ¿Quieres que lo ponga por escrito?
Dio la impresión de que él estaba a punto de sacar papel y boli del bolsillo, pero al final se encogió de hombros y contestó:
—No, confío en ti.
Ella le dio un pequeño codazo, y dijo en tono de broma:
—Vaya, muchas gracias por ensalzar mis virtudes con tanto entusiasmo.
Aquello consiguió arrancarle al fin una sonrisa.
—Es la primera vez que te veo tan implicada en un proyecto, por regla general aceptas las cosas como vienen y das un poco de coba a los clientes para apaciguarlos.
—Es que este trabajo sí que es importante de verdad. Piensa en ello, Andy. Esta es la primera vez en Dios sabe cuánto tiempo que algunas de estas familias celebran Acción de Gracias sin estar temiendo que les golpeen, o algo peor.
Él se quedó impactado al oír aquello, y sus ojos se llenaron de indignación.
—¿Tan mal lo han pasado?, no lo sabía… a ver, sabía que esto iba a ser un centro de acogida, pero no me había parado a pensar en lo que eso significa.
—Sí, lo han pasado fatal, y por eso vamos a tener esta casa lista en la fecha prevista pase lo que pase.
Él asintió de inmediato. Estaba claro que las palabras de Emily le habían motivado y que la apoyaba al cien por cien.
—A lo mejor logramos acabar un par de días antes, déjamelo a mí.
—Sabía que podía contar contigo —afirmó ella, sonriente.
Él se ruborizó y le advirtió:
—Pero ni se te ocurra intentar aprovecharte de mi buen corazón, ¿eh? No me vengas con tragedias cuando se trate de alguno de tus clientes habituales. ¿Está claro?
Ella le dio un impulsivo abrazo, y le aseguró sonriente:
—Ni se me pasaría por la cabeza.
—Déjate de abrazos, estás dejando por los suelos mi imagen de tipo duro —rezongó él.
Emily rio por lo bajo mientras él se alejaba dando órdenes a diestro y siniestro, como queriendo contradecir la escena que algunos de sus hombres acababan de presenciar.
—Esto va a salir bien —se aseguró a sí misma en voz baja.
Aquel lugar iba a estar terminado a tiempo, iba a quedar precioso, pero lo principal era que iba a ser un lugar donde algunas mujeres maltratadas iban a estar a salvo.
Cuando Boone llegó a su casa al salir del trabajo, encontró varias maletas en el vestíbulo y a Frank y a Jodie esperándole en la sala de estar. Estaban sentados el uno junto al otro en el sofá, y saltaba a la vista que tenían algo que decirle.
—¿Os vais? —les preguntó, mientras luchaba por ocultar el júbilo que sentía.
—Más o menos —contestó Frank, antes de lanzar una mirada de resignación a su mujer.
—Hemos alquilado una casa —le explicó Jodie—. Queremos ver la obra de teatro de B. J., y pasar las fiestas aquí. En primavera decidiremos si queremos instalarnos aquí de forma definitiva.
A Boone se le cayó el alma a los pies, pero preguntó con calma:
—Ya veo. ¿Dónde está la casa?
—A un par de calles de aquí. B. J. podrá ir allí cuando salga del colegio, y tú no tendrás que preocuparte por dónde está ni lo que está haciendo —le contestó ella, con actitud triunfal.
—Nunca he tenido esa preocupación —le dijo él con rigidez—. Él viene al restaurante conmigo algunas tardes, a veces va a casa de algún amigo suyo, y tiene actividades extraescolares varios días a la semana. No veo razón alguna para que cambie su rutina.
—¿Piensas evitar que esté con nosotros? —le preguntó ella, ceñuda.
—Claro que no, lo que pasa es que no siempre irá a vuestra casa al salir de clase —estaba decidido a mantener el control de las actividades de su hijo, y también de adónde iba o dejaba de ir.
—¿Cómo puedes ser tan desconsiderado y desagradecido? ¡Hemos tomado esta decisión para ayudarte!
—De ser así, lo habríais consultado antes conmigo. No me malinterpretes, por favor. B. J. estará encantado de que paséis aquí las fiestas y es genial que vayáis a estar cerca de él, pero tendremos que ver cuándo puede quedarse con vosotros. A su edad ya tiene horarios establecidos, y actividades que le encantan.
Huelga decir que todos sabían que el objetivo real de todo aquello era conseguir que Emily no estuviera incluida en ninguna de esas actividades. Gracias al plan que había urdido Jodie, lo más probable era que la pareja acabara por coincidir con Emily tarde o temprano, así que iban a tener oportunidad de complicarles las cosas tanto a él como a ella; aun así, él mantuvo la calma y procuró apaciguar los ánimos.
—En cuanto os instaléis en la casa de alquiler, nos sentaremos a hablar para confeccionar un horario y ver cuándo podéis quedaros con B. J. Siempre surge algún que otro imprevisto, así que habrá que hacer ajustes cada semana.
Jodie hizo ademán de protestar, pero Frank le puso una mano en el brazo y fue quien tomó la palabra.
—Nos parece perfecto, Boone. Vamos, Jodie, será mejor que llevemos las cosas a la nueva casa y vayamos instalándonos. No vinimos preparados para una estancia larga, así que tendremos que comprar algo de ropa de abrigo.
—Acuérdate de que dejasteis varias cajas con ropa de invierno aquí, por si veníais en esta época del año. Están en el garaje —le recordó Boone.
Los ojos de Jodie se iluminaron al oír aquello.
—¡Es verdad! Frank, ve a por ellas y llévalas al coche. Me gustaría comentarle una cosita más a Boone.
—Jodie, no creo que sea el momento adecuado —protestó su marido con consternación.
—Es mejor lidiar con esto lo antes posible.
Dio la impresión de que Frank quería protestar de nuevo, pero al final se disculpó con Boone con la mirada y fue a llevar el equipaje al coche.
—¿Qué es lo que pasa, Jodie? —le preguntó él, tenso y alerta.
—Quiero que sepas que Frank y yo estamos planteándonos tomar acciones legales si no nos gusta cómo transcurren las cosas en los próximos meses.
—Así que de eso se trata, ¿no? Queréis quitarme la custodia de B. J., y os vais a quedar a husmear por aquí para buscar excusas que sustenten vuestra demanda.
Ella ni siquiera se molestó en negarlo.
—Sí, creo que es lo que querría Jenny.
Boone la miró con lástima, y contestó con voz suave:
—Si eso es lo que crees, no la conocías ni un poquito. Jenny querría que nuestro hijo estuviera aquí, conmigo —le sostuvo la mirada al añadir—: también querría que vosotros dos tuvierais un papel importante en su vida y yo he estado esforzándome por permitir que eso suceda, pero, si insistís en amenazarme, me encargaré de mantenerlo alejado de vosotros; de hecho, estaré encantado de acudir a un juzgado para tomar medidas legales que os impidan acercaros a él. Dudo mucho que a un juez le guste que amenaces con apartar al niño de su padre por el mero hecho de que me tienes inquina, sobre todo teniendo en cuenta mis esfuerzos por conseguir que sus abuelos sigan siendo parte de su vida.
A ella le tomó por sorpresa su firme determinación; al parecer, esperaba que reaccionara de otra forma… quizás pensaba que iba a tener un arranque de furia del que ella podría aprovecharse después. Se le inundaron los ojos de lágrimas, y susurró con voz quebrada:
—No puedo perder a ese niño, Boone. Es todo lo que me queda de Jenny.
—Ninguno de nosotros tiene por qué perderlo, está en tus manos decidir hasta dónde quieres llegar.
Boone la siguió al ver que se levantaba temblorosa del sofá y se dirigía hacia la puerta. De repente se dio cuenta de lo envejecida que estaba, y fue entonces cuando entendió de verdad los estragos que había causado en ella la muerte de Jenny. El enfado por sus amenazas dejó paso a la lástima, y cuando estuvieron fuera le puso una mano en el hombro.
Ella le miró y preguntó:
—¿Qué?
—Yo también la quería, Jodie —afirmó con voz suave—. Aunque tú no te lo creas, la quería de verdad, y todos y cada uno de los días que la tuve a mi lado me esforcé en asegurarme de que ella lo supiera también —sabía que algunos días no lo había conseguido, pero nunca había sido por falta de esfuerzo por su parte.
Jodie se limitó a asentir antes de dirigirse hacia su coche; cuando entró en el vehículo, Frank la miró y después se despidió de Boone con un gesto y le dijo:
—¡Nos vemos pronto!
—Si necesitáis cualquier cosa, avisadme —le dijo él.
Frank asintió antes de poner rumbo a la casa de alquiler.
Mientras veía cómo se alejaban, Boone deseó poder respirar tranquilo, pero tenía la impresión de que aún se avecinaban muchos problemas. El primero de la lista era cómo decirle a Emily que sus exsuegros habían decidido quedarse a vivir allí.
—Vaya —comentó Emily, cuando Boone le contó que los Farmer tenían intención de quedarse unos meses en Sand Castle Bay—. ¿Qué vamos a hacer tú y yo?, ¿tengo prohibido acercarme por allí?
—Claro que no —le aseguró él de inmediato.
—¿Estás pensando en restregarles en las narices nuestra relación? Así solo vas a conseguir buscarte problemas.
—He pensado que, cuando te conozcan mejor, se darán cuenta de que no eres una amenaza para ellos.
—Qué dulzura de hombre, eres tan ingenuo como Gabi. Ella me dijo lo mismo, que debería demostrarles que no soy el mismísimo demonio.
—Exacto.
—Pero es verdad que soy una amenaza para la vida que tenían hasta ahora.
—Esa vida ya no existe, Jenny ya no está entre nosotros y eso es algo que nadie puede cambiar.
—Ya, pero ahora ninguna otra mujer ocupa su lugar. Jodie puede verse a sí misma como la mujer más importante en la vida de B. J., puede pensar que está cuidándole en representación de su hija. A lo mejor podría llegar a aceptar que otra mujer cumpla ese papel en el futuro, pero está claro que a mí no quiere verme ni en pintura, sobre todo si es verdad que le molesta tanto la relación que tú y yo tuvimos en el pasado.
—Es verdad, te lo aseguro —admitió él con renuencia—. No voy a permitir que echen a perder lo nuestro, Em. Entre todos vamos a tener que buscar la forma de coexistir, y cuanto antes mejor.
—¿Qué quieres decir?
—B. J. quiere que vengas a ver su obra de teatro en Halloween, y yo creo que deberías hacerlo.
—Eso es la semana que viene —mientras hablaba empezó a pensar en cómo reorganizar su plan de trabajo para poder ir, tenía que intentarlo tanto por Boone como por B. J.
—¿Crees que podrás? —insistió él—. Podría dejar que Frank y Jodie se queden con B. J. todo el fin de semana, servirá para apaciguarles y tú y yo podremos aprovechar para estar a solas.
—Me encanta lo optimista que eres —comentó ella, con una carcajada—. Estás usando a B. J. como premio de consolación.
—Nada de eso, todos saldremos ganando.
—¿No ves que Jodie se lo guardará para aprovecharlo si al final cumple con su amenaza y te lleva a los tribunales? Alegará que estabas deseando deshacerte de tu hijo para poder estar conmigo.
Él soltó un suspiro pesaroso antes de admitir con resignación:
—Sí, tienes razón. Vale, B. J. no se quedará a dormir en casa de sus abuelos y tú no te quedarás a dormir conmigo, pero ven de todas formas, por favor. Estoy deseando verte, tenerte cerca me servirá para recordarme a mí mismo que vale la pena luchar por nuestra relación.
Al notar por su voz lo frustrado que estaba, Emily se dio cuenta de que tenía que encontrar la forma de poder ir, aunque solo fuera para apoyarle.
—Déjame ver cómo puedo organizarme.
—Pero vas a venir, ¿no?
—Sí, pero a cambio espero obtener una muy buena recompensa. No me importa si tenemos que hacerlo a escondidas en la cámara frigorífica del Castle’s —sonrió al ver que lograba arrancarle al fin una carcajada.
—Yo te mantendré calentita.
—No lo dudo. Para cuando hablemos mañana, ya me habré organizado.
—Te amo.
—Yo también te amo.
Aunque Emily lo dijo con total sinceridad, a veces, sobre todo en los últimos tiempos, se preguntaba si el amor iba a bastar para que funcionara aquella relación tan complicada, en especial teniendo en cuenta que había una persona tan empeñada en conseguir que rompieran.
—¿Seguro que parezco un fantasma, abuela Jodie? —le preguntó B. J. a su abuela, mientras daba saltitos de entusiasmo.
—Eres el fantasma más impresionante y aterrador que he visto en toda mi vida —le aseguró ella, sonriente—. ¿Verdad que sí, Frank?
—Sí, das mucho miedo.
—¿Le has dado las gracias a la abuela por hacerte el disfraz, y por echar una mano también con los de algunos de tus compañeros de clase? —le preguntó Boone al niño.
Jodie había puesto su granito de arena para que la obra fuera todo un éxito, ya que se había ofrecido a hacer aquella tarea al ver que muchas madres no podían por falta de tiempo.
—Gracias, abuela Jodie. Ah, la señora Barnes me dijo que te diera las gracias en su nombre. Tengo que irme, está haciéndonos señas para que vayamos a nuestros puestos. Nos vemos después, ¿verdad?
Fue Boone quien contestó:
—Sí, y vamos a salir a cenar todos juntos, así que no te quites el disfraz. Vamos a hacer un montón de fotos.
No le había dicho a nadie que Emily iba a sumarse al grupo. No sabía si era un error o no, pero había pensado que contar con el factor sorpresa era la única forma de evitar una discusión. Tenía la esperanza de que la presencia de B. J. impidiera que Jodie dijera o cometiera alguna locura.
Al entrar en el auditorio vio que Cora Jane y Emily les habían guardado los asientos, así que condujo a Jodie y a Frank hacia allí y comentó:
—Allí hay tres asientos libres.
Jodie vio a Cora Jane mientras iban hacia allí y debió de adivinar de inmediato quién era la mujer que estaba sentada junto a ella, porque se detuvo en seco y miró ceñuda a Boone.
—¡Ni hablar! ¿Cómo has podido arruinarme una noche tan especial?
—Esta noche quien cuenta es B. J., Jodie. Él quería que Cora Jane y Emily estuvieran aquí, y también sus abuelos. ¿No podemos llevarnos todos bien por él, aunque solo sea por una noche?
—Claro que sí —afirmó Frank, antes de lanzarle una mirada de advertencia a su mujer—. No pienso perderme la función de teatro de mi nieto por nada del mundo. ¿Vamos, Jodie?
Ella respiró hondo antes de seguirle por la fila de asientos hasta llegar a los que les habían reservado, pero procuró ponerse lo más lejos posible de Emily. Boone se sentó entre Emily y Frank, y este último se inclinó un poco hacia delante para saludar a Cora Jane.
—Hola, hacía mucho que no nos veíamos.
—Sí, es verdad —contestó ella—. Hola, Jodie. Tienes buen aspecto —al ver que la aludida hacía oídos sordos a sus palabras, ella siguió hablando como si nada—. No conocéis a mi nieta Emily, ¿verdad?
Frank la saludó con un gesto de la cabeza, pero su mujer mantuvo la vista al frente con testarudez.
—¿Estás bien? —le preguntó Boone a Emily.
—Sí, pero la idea de meternos en la cámara frigorífica del Castle’s cada vez suena mejor. Seguro que allí hay un ambiente más cálido que aquí.
—Las cosas van a mejorar, ya lo verás —le aseguró, con una seguridad que él mismo distaba mucho de sentir—. Puede que Jodie nos deteste a ti y a mí, pero cuento con que no quiera fastidiarle la velada a B. J.
—No te preocupes, procuraré portarme bien.
Las luces se apagaron, y la obra comenzó. A pesar de la tétrica música pregrabada, las interpretaciones de los jóvenes actores generaron más risas que terror. En opinión de Boone, B. J. fue el mejor fantasma de todos. Cada dos por tres se veía el flash de algún móvil tomando una foto, e incluso la mismísima Jodie se imbuyó en el ambiente festivo y tomó unas cuantas.
El público se puso en pie y aplaudió a rabiar al final de la obra, a pesar de las carcajadas y las sonrisas generalizadas que nadie podía disimular.
—Supongo que no era una comedia, ¿verdad? —comentó Frank, con ojos risueños.
Jodie le miró con reprobación.
—¡Frank! Son niños, a mí me parece que han estado maravillosamente bien. Estoy deseando colgar algunas de estas fotos tan adorables en Internet, para que puedan verlas nuestros amigos de Florida.
—Yo también creo que han estado muy bien —comentó Emily—. B. J. ha estado fantástico… señora Farmer, tengo entendido que ha sido usted quien le ha hecho el disfraz.
Dio la impresión de que Jodie se sorprendía al ver que le dirigía la palabra, pero hizo un esfuerzo y respondió con un escueto:
—Sí, así es. Gracias.
—Bueno, vamos a por nuestra futura estrella de las tablas. He reservado una de las salas privadas del restaurante para la cena de hoy —dijo Boone, haciendo un esfuerzo por mostrarse jovial.
Jodie negó con la cabeza de inmediato, pero Frank se puso firme.
—No podemos perdernos esta ocasión, Jodie. B. J. se llevaría una decepción. Además, sabes tan bien como yo que estás deseando hacerle fotos con el disfraz.
Dio la impresión de que ella iba a protestar, pero al final cedió.
—Sí, tienes razón.
Frank la miró con aprobación antes de decirle a Boone:
—Nos vemos en el restaurante.
Emily le dio a Boone un ligero apretón en la mano.
—Yo voy con mi abuela.
Él estuvo tentado de ofrecerle que fuera con él, pero tenía sentido que acompañara a Cora Jane.
—Vale, nos vemos allí.
De momento, la velada iba según lo previsto. No había habido derramamiento de sangre, los combatientes se habían comportado de forma civilizada. Con un poco de suerte, la cena iría igual de bien, en especial si todo el mundo se centraba en B. J. para que tuviera una noche perfecta.
Esbozó una sonrisa llena de ironía al darse cuenta de que estaba haciendo gala del optimismo que, según Emily, iba a ser su perdición.