Su vida: El fútbol hecho arte

Ahora la ves, ahora no la ves. ¿Dónde está la bolita? La ruleta es como el juego del trilero, salvando las distancias, aplicado al fútbol, es la sublimación de la finta. El defensa cree que ve la pelota, pero es sólo una ilusión óptica y, para cuando quiere darse cuenta de que lo han engañado, el ilusionista ya se ha ido bien lejos. La ruleta marsellesa era la especialidad de Zinedine Zidane. Teniendo en cuenta que a esta jugada se la conoce como "Verónica" en Italia, no parece casualidad que Zidane se casase con una bailarina llamada Verónique. Trucos de magia y pasos de baile. Los límites entre fútbol, ballet y amor son difusos.

La ruleta no es algo que se aprenda en las escuelas de fútbol, sino que es pura técnica callejera, y se practica entre tapias, edificios y coches aparcadod de cualqier manera y en explanadas de cemento y polvo, como la Place de la Tartane, en el barrio de La Castellane, en la periferia más extrema de Marsella, donde se crió Zizou. "Allí estuve jugando siete años, durante seis horas al día". Hasta los 10-11 años, cuando entró en el equipo alevín del Saint_Henri, un pequeño club local, Zinedine no sabía nada de equipos ni de campeonatos. Sólo conocía la calle, donde le llamaban Yazid, o "Yaz", para abreviar. "En una ocasión, estaba en el campo del Lille, en el norte de Francia. Todavía no era famoso. Oí un grito desde las gradas: ¡Yaziiid! Normalmente cuando juego, no presto atención a los gritos del público, pero aquel día me di la vuelta e intenté ponerle cara a aquel grito. Fue imposible".

En las malas calles se practica el combat foot o fútbol de combate: quizá para entender ese cabezazo final de Zidane, desquiciado por las palabras de Materazzi, basta con dar un paseo por La Castellane. En Marsella, todo lo que hagas tendrá sus consecuencias. Si haces una ruleta en la Place de la Tartane, sabes que te espera algún tipo de respuesta en forma de zancadillas, empujones o puñetazos. Yazid iba a clases de judo. Su cinturón marrón le daba licencia para hacer todas las marsellesas que quisiera.

Yazid es hijo de Ismail, guardia nocturno, y de Malika, quienes llegaron a Europa en 1953. Venían de Argelia, de la Cabilia, la mítica región donde cinco tribus locales habían plantado cara a los conquistadores romanos. Rebeldes natos, jamás se sometieron ni a los árabes ni a los franceses. Tiempo después, convertidos en inmigrantes, se sintieron relegados. Supuestamente, Zizou declaró una vez: "Yo he nacido en Francia y, ante todo, me siento francés". Sobre este particular, las fuentes difieren. Según otros medios, en otra ocasión, Zidane declaró justo lo contrario: "En primer lugar, vengo de la Cabilia, después soy un argelino de Marsella, y, finalmente, soy francés". De hecho, "Zidane" en árabe significa "belleza de la religión".

De La Castellane a Cannes. Opuestos absolutos: la mala vida y el festival de cine, el puerto de Marsella y las luces de la Costa Azul. Contra todo pronóstico, a Zidane, con 14 años, le sucedió lo impensable. ¡Adiós, La Tartane!, ¡Hola, La Croisette! ("Un día, estuve a 20 metros de Madonna y de Michael Jackson"). Yazid estaba jugando en el Septèmes les Vallons cuando lo convocaron para una concentración en el centro de entranmiento para futbolista jóvenes de Aixen-Provence. Allí, conocio al hombre que marcaría su destino, Jean Varraud, ojeador del Cannes. Varraud estaba allí para ver a otra joven promesa, un tal Monachino, pero éste al final no se presentó. A Varraud, que tenía un ojo clínico, le bastaron unos pocos minutos para intuir que la pepita de oro estaba en otra parte. Yazid llevaba el número 11 de la selección de Mediterráneo. Jugó parte del partido como interior y parte como defensa libre. Los chavales del Marsella metieron dos goles, así que, aunque Yazid se los regateó a todos, no le sirvió de gran cosa. "Al final me metí en el campo y les dije que el chico me interesaba", declaró Varraud. "Ellos me comentaron que, si alguien le tocaba las narices, se ponía violento. Sin embargo, no era un mal chico, sino un guerrero del fútbol callejero. Usaba poco la zurda y no solía rematar de cabeza, pero rotaba con su derecha a una velocidad impresionante". Visto y fichado.

Entonces, Zidane dejó atrás La Castellane y a su familia. En Cannes, Zizou se instaló en el chalet de Jean Claude Elineau, directivo del equipo, y de su esposa Nicole, empleada en una residencia de ancianos. Fue casi una adopción. Por ese motivo, la pregunta de un vecino de por qué metían a un árabe en casa no fue demasiado bien recibida por el señor Elineau. Nicole se convirtió en una segunda madre para Zizou. "Siempre había pensado que todo el mundo tenía derecho a tener una madre, una persona que te despertase de forma especial y te preparase tostadas con mantequilla. Aunque yo tenía dos, al principio de mi estancia en casa de los señores Elineau, solía llorar todas las noches en mi habitación". Durante esa época, Zidane creció, tanto a nivel físico como en el campo, tanto para bien como para mal. Un día, el Auxerre le ofreció al padre de Zidane unos cuantos millones por él, pero fue la madre de Zizou, Malika, quien rechazó la oferta. La madre había comprendido que no había sitio mejor para su hijo que la casa de la familia Elineau.

En una ocasión, durante un Niza-Cannes, Zinedine empezó a caminar con calma de un área a la otra, como si estuviera paseando. Entonces, se paró frente a un adversario y lo derribó de un cabezazo. El combat foot estaba muy dentro de su corazón y de su alma como para poder eliminarlo así como así.

Su debut en la Ligue 1, la primera división francesa, tuvo lugar el 18 de mayo de 1989, en un Nantes-Cannes. Estaba a punto de cumplir los 17 años. "Recuerdo que los gemelos Vujovic eran compañeros mios. Corrí como un loco, pero casi no llegué a tocar el balón". Ziozu estaba aún verde para el fútbol de los mayores. Volvió dos años más tarde, convertido en jugador titular del primer equipo. Firmó su primer gol como profesional en febrero de 1991 contra el mismo Nantes, el club de sus primeros partidos. El presidente del club le regaló un Clio rojo.

Comenzó entonces a hablarse del "nuevo Platini" del Cannes. De hecho, fue "le Roi" en persona quien hizo unas declaraciones nada proféticas a la revista Onze: "No creo que Zidane sea el nuevo Platani: yo era más concreto, y sus goles son solo excepciones". Parecía el síndrome del maestro que ve con temor los progresos de su alumno. El mismo Platini había pasado por alto a Zidane durante un campamento de verano, cuando éste tenía 13 años.

Cannes también fue un lugar importante en la vida de Zidane por otro motivo: cerca del centro de entrenamiento del equipo, Zizou conoció a una joven y bella bailarina de la escuela de danza Rosella Hightower. Se trataba de Verónique, la mujer de su vida, apellidada Fernández Lentisco, puesto que su familia era de origen español. Se casaron en 1994 y tuvieron cuatro hijos: Enzo, nacido en 1995, y llamado así en honor a Enzo Francescoli, alias "El príncipe", campeón uruguayo del PSG, del Olympique de Marsella y del Cagliari, e ídolo de adolescencia de Yazid; Luca (1998), Theo (2002) y Elyaz (2005). Actualmente Enzo juega con el equipo juvenil del Real Madrid y es un centrocampista prometedor. Ciertos ojeadores del Manchester United y de la Juventus han escrito informes excelentes sobre él. También Luca y Theo juegan en la cantera madridista. Sin embargo, Luca va contracorriente, ya que juega de portero.

En el verano de 1992, Zidane dejó la Costa Azul. El Cannes lo vendió al Burdeos en una operación un tanto chapucera: tres jugadores del Cannes (incluido Zidane) a cambio de uno del Burdeos y tres millones de francos (unos 460.000 euros). El entrenador del Burdeos, Rolland Courbis, fue quien lo colocó justo en el centro del juego y acuño el apodo de "Zizou". Así nació el triángulo Lizarazu-Zidane-Dugarry. En el campeonato de la UEFA de 1996, el Burdeos eliminó al Milán, pero perdió la final contra el Bayern de Múnich. No deja de ser curioso que, ese mismo verano, el Milán se llevase al delantero Dugarry (un auténtico fracaso), pasando por alto a Zidane, autor de un fantástico gol en los cuartos de la UEFA contra el Betis (un gol de volea, a unos 35-40 metros de la portería). Zizou se sentía inconprendido. Según Courbis: "Daba la impresión de estar rellenito y de ser lento, pero si te fijabas bien, te dabas cuenta de que iba a convertirse en un grande". Posteriormente, en el verano de 1996, Zidane fue comprado por la Juve por diez mil millones de liras (unos 5.000.000 de euros).

Su integración en Turín fue complicada. Zinedine se sentía abrumado por las comparaciones con Platini y por su supuesta rivalidad con el joven Del Piero. Gianni Agnelli, conocido "platinófilo", no daba crédito. Parece ser, que años después, L'Avvocato soltó una de sus habituales ocurrencias: "Zidane es mas divertido que útil". El tímido Zizou permitía a Michele Padovano tirar las faltas "porque a él le gustaba hacerlo". Marcello Lippi, por su parte, le exigió trabajar más los tiros. Un tiempo después, Zidane empezó a despegar. Fueron años de grandes jugadas y pases magitrales, y hasta ganaron varios scudettos, pero el balance se vio empañado por las dos finales de Champions perdidas, sucesivamente, contra el Borussia Dortmund (1997) y el Real Madrid (1998), y por el cabezazo de Zidane a Jochen Kientz, jugador aleman del Hamburgo "culpable" de haberle marcado estrechamente durante un partido de Champions. El combat foot es un sentimiento que viene y va. En aquella época, Zizou solía refugiarse en Angelino, un restaurante a orillas del Po, donde tenía un saloncito reservado para él. Hasta el cocinero le dedicó un plato, los "rigatoni à la Zidane".

Durante sus años en Turín, jugó su primer Mundial: Francia 1998, la Copa del Mundo en casa. En aquella ocasión, Zidane no se privó de nada: una expulsión en el encuentro contra Arabia Saudí por hacerle un gesto obsceno a un adversario y dos goles en la final contra Brasil, selección a la que ganaron 3-0. Coincidencias extrañas: los dos goles que Zidane metió a los brasileños fueron de cabeza, algo que no era precisamente su especialidad. En diciembre de 1998, recibe el Balón de oro, un premio lógico y merecido.

Menos esperado fue su fichaje por el Real Madrid, en el verano de 2001. Sin embargo, la cifra ofrecida por él fue monstruosa: 76.000.000 de euros. Florentino Pérez, presidente del club blanco, culminó la inversión con la construcción de un nuevo rascacielos, la Torre Zidane, que se alza en las inmediaciones de la antigua Ciudad Deportiva, junto a las torres dedicadas a Figo, Beckham y Ronaldo. El fichaje de Zidane dejó huérfanos a millones de tifosi de la Juventus, pero permitió al club turinés embolsarse una gigantesca plusvalía que ascendía a 15 veces la cifra pagada al Burdeos en 1996. Poco después, el Madrid se llevó el premio gordo: ganó la Champions League, gracias a un gol decisivo de Zizou en la final de Glasgow contra el Bayer Leverkusen. Fue un golazo de volea con la zurda desde la frontal del área.

Zidane consiguió la Champions en su primera temporada y la Liga española en la segunda, en 2003. Tal vez su golazo, que significó la novena Copa de Europa para las vitrinas del Bernabéu, ya compensase toda la inversión en el futbolista francés. Pero éste, además, regaló al aficionado madridista fantásticas tardes de su fútbol mágico. Los destellos del francés surgían de repente sobre la alfombra verde del Bernabéu, provocando el asombro de los aficionados en la grada, que tras frotarse los ojos sólo pensaban en llegar a casa para ver la jugada en cuestión repetida por televisión, y deleitarse con lo que acababa de hacer Zizou con el balón.

La belleza del juego de este Zidane ya maduro, sereno, elegante y magistral le acabó por consagrar como uno de los grandes de la historia. Pero el tiempo pasa inexorablemente para todos y el final se acercaba... El francés prefirió colgar las botas antes de entrar en la cuesta abajo, antes de que se le apagara la magia. En la primavera de 2006, realizó unas declaraciones impactantes a Canal Plus: "Jugaré el Mundial de Alemania y después me retiraré. Ya he rescindido mi contrato con el Madrid".

EL 9 de julio de 2006, se jugó la final del Mundial entre Italia y Francia en el Estadio Olímpico de Berlín. Francia había llegado hasta allí gracias al empuje de Zidane, autor del decisivo gol de penalti en semifinales contra Portugal. Desde el punto de penalti, Zidane remolcó a Francia hasta su partido contra Italia.

Penalti de Materazzi a Malouda y lanzamiento de Zidane a lo Panenka. Poco después, el gol de Materazzi dio a los italianos el empate con la selección francesa: fue un bonito gol de cabeza tras un saque de córner de Pirlo. Gol de Zidane, gol de Materazzi. Extraño, pero cierto. Esta insólita pareja volvió a acaparar los flashes de todas las cámaras en el minuto 111 del tiempo de descuento. En los canales de televisión de todo el mundo se pudo ver la repetición de la jugada: Zidane derribaba a Materazzi de un cabezazo. Combat foot en pleno Mundial. Acto seguido, el árbitro argentino Elizondo, siguiendo las indicaciones del cuarto árbitro, el español Medina Cantalejo, expulsó a Zidane, que desfiló frente a la Copa y se metió en el tunel de vestuarios.

Entonces comenzó el culebrón: ¿qué le había dicho Materazzi a Zizou para desencadenar una reacción tan explosiva? Italia había ganado el Mundial en los penaltis, pero al mundo sólo le importaba una cosa: ¿qué le había dicho Materazzi? Empezaron las conjeturas y las teorías disparatadas.

La verdad se supo algún tiempo después, gracias a la biografía de Materazzi, "Una vida de guerrero", escrita por los periodistas Andrea Elefante y Roberto De Ponti. En ella, el defensa del Inter revelaba lo siguiente: "Le dije a Zidane que prefería a la puta de su hermana". Recapitulamos: Zizou se enfada por el estrecho marcaje de Materazzi, que lo zarandea y le da tirones de la camiseta. Típicas caricias italianas, como las de Gentile a Maradona y Zico en el Mundial de 1982. Zidane, picado, le responde: "¿Quieres la camiseta? Luego, cuando estemos en los vestuarios, te la regalo". Materazzi le responde con la frase citada anteriormente. Cuando sucedió el incidente del cabezazo, la hermana de Zidane, llamada Lila, tenía 37 años, 3 más que Zizou. Era una mujer hermosa y la única hermana entre cinco hermanos varones. Muy unida a Zidane, de pequeña solía llevarse como el perro y el gato con él, aunque siempre estaban juntos. Diplomada en Filología Inglesa, era la única de la familia que había ido a la universidad. Quien se atreviese a tocar a Lila "era hombre muerto". Ésta era la única explicación posible al cabezazo que Zidane había propinado frente a las cámaras de todo el mundo. La Castellane, en Marsella, fue el único lugar del mundo en que la gente no se preguntó por qué lo había hecho.

En noviembre de 2010, Zidane y Materazzi se volvieron a encontrar en el parking de un hotel en Milán, cerca de la Feria. Quizá fuera un encuentro casual o tal vez no. Parece ser que Materazzi sabía que ese día, antes o después, iba a encontrarse con Zidane por allí. Se dijeron unas palabras y se dieron un apretón de manos. Sin periodistas ni fotógrafos de por medio, sólo ellos dos. Según Materazzi: "Las cosas que nos dijimos sólo las sabemos él y yo y quedan entre nosotros. Digamos que yo hablé más que él y que, cuando me tendió la mano, yo se la estreché y no se la solté hasta que no me miró bien a la cara. Era justo lo que yo quería. Así fueron las cosas. Para mi al menos fue bonito, para él no lo sé".

El final de su carrera en el Real Madrid supuso el colofón total a la vida de un futbolista maravilloso que quizá tardó demasiado tiempo en ser reconocido como tal por el gran público. Sus éxitos con la selección francesa le otorgaron fama mundial, rubricada por el impacto mediático internacional que supone jugar en el Real Madrid. Cuando Florentino le pasó aquella famosa servilleta, durante una cena de la UEFA en Mónaco, con la frase: 'Do you want to play in Real Madrid?' se estaban abriendo las puertas de la historia del conjunto blanco. El 'yes' que garabateó el francés antes de devolverle la servilleta al presidente era su pasaporte al inolvidable Madrid de los galácticos.

Durante sus cinco temporadas en el Bernabéu, Zidane firmó un espléndido palmarés que incluye una Champions, una Intercontinental, una Supercopa de Europa, una Liga y dos Supercopas de España. Además de 50 goles en 223 partidos... y una innumerable colección de recursos futbolísticos que otros jugadores no se atreven a soñar.

Zidane, que es embajador de la ONU contra el hambre, ha seguido vinculado estrechamente al Real Madrid, formando parte de su organigrama tanto institucional como deportivo.

Aquel chaval que un buen día juagaba a la pelota en las calles de La Castellane acabó esculpiendo su nombre, con letras de oro, en el Olimpo del fútbol mundial.