CARTA XV
REPROCHE A UNA CRUEL
SEÑORITA
Os escribo con sangre bárbara a fin de que bañéis vuestros ojos en la fuente de mi vida. ¡Que no podáis vos beberla al mirarla! De vuestra crueldad obtendría más en una hora que lo que obtuve de vuestro afecto en diez años: sólo por ella vería unir mi alma a la vuestra.
Figuraos, pues, mis ideas pintadas con mi sangre, mas mi sangre tal y como humeaba en mis venas: impresionada aún por las ideas que había recibido del dolor. Sí, al escribiros oía destilar mi corazón por mi pluma[48], porque a falta de las lágrimas que mis infortunios han agotado, no he encontrado en mi casa más que a este esclavo que hubiera podido manteneros.
El Sol, más bilioso que vos, es por tanto más compasivo: no consume nada, puesto que allí no encuentra ni una lágrima; pero vos sois sin duda un Sol extraño y así lo creo porque el de allá arriba no se aloja más que un mes en una casa y vuestro huésped, en cambio, se queja de que hace ya tres que estáis en Géminis[49]; es quizá la razón que me ha impedido durante tanto tiempo veros; ahora bien, para pasar de las supersticiones de antaño a las del presente y acomodarme a los comentarios que corren sobre vuestra conversión, no puedo veros ahora, porque los santos se han escondido en Cuaresma[50]. Mi fe, por lo tanto, me hace llegar a Pascua antes de la Semana Santa, donde ya me encuentro,
señorita,
vuestro servidor