22
Elecciones

Kellan presentaba un aspecto distinto cuando bajé a la cocina a la mañana siguiente. No en su aspecto físico. Físicamente, seguía siendo increíblemente perfecto. Bueno, quizá sus ojos azules e intensos parecían más cansados de lo habitual, pero ninguno de los dos habíamos pegado ojo la noche anterior. No, parecía distinto en el aspecto emocional. Cuando entré en la habitación, no alzó la vista. No me saludó alegremente, sino que siguió con la vista fija en su taza de café, al parecer absorto en sus pensamientos.

Me acerqué a él, tomé su taza de café que aún estaba intacta y la deposité en la encimera, interrumpiendo su concentración. Él volvió la cabeza y me miró con tristeza. Luego, me besó con suavidad y me ciñó por la cintura. Yo le rodeé el cuello con los brazos y apoyé la cabeza sobre su hombro, abrazándolo con fuerza.

—Me parece increíble lo que voy a decir —murmuró, y yo me tensé automáticamente—. Lo de anoche no puede volver a ocurrir, Kiera.

Yo me aparté y lo miré, dolida, confundida y un poco asustada.

Al ver las emociones que se pintaban en mi rostro, suspiró.

—Te amo, y sabes lo que esta frase significa para mí. Jamás se lo había dicho a nadie. —Después de retirar suavemente mis brazos de su cuello, me tomó de la mano y entrelazó nuestros dedos—. Hace un tiempo no habría tenido ningún reparo en seguir así. Habría aceptado cualquier parte de tu ser que hubieras querido entregarme y habría hallado la forma de resolver el tema…

Apoyó nuestros dedos entrelazados sobre mi mejilla. La expresión de mi rostro se suavizó al oír sus palabras, pero aún me sentía confundida y asustada. Él suspiró mientras me observaba.

—Quiero ser el tipo de hombre que mereces. —Empecé a interrumpirlo, pero él apoyó nuestros dedos sobre mis labios—. Quiero ser una persona honesta…

—Lo eres —lo interrumpí, apartando nuestros dedos de mis labios—. Eres un buen hombre, Kellan.

—Quiero ser el mejor hombre, Kiera…, y no lo soy. —Volvió a suspirar y miró hacia el piso de arriba, donde Denny seguía durmiendo, y luego me miró a mí—. Anoche no me comporté de forma honesta, Kiera…, ante las narices de Denny…

Arrugué el ceño y sentí que afloraban a mis ojos lágrimas de vergüenza y culpa. Él captó enseguida mi expresión.

—No me refiero…, tú no eres…, no pretendía ofenderte, Kiera. —Me estrechó contra él mientras un par de lágrimas escapaban de mis ojos.

—Entonces ¿qué tratas de decir, Kellan?

Cerró los ojos y respiró hondo.

—Quiero que lo dejes… y te quedes conmigo. —Abrió los ojos lentamente, unos ojos que de pronto mostraban un profundo temor.

Lo miré estupefacta, sin saber qué decir. ¿Me estaba dando un ultimátum? ¿Por fin me obligaba a elegir?

—Lo siento. Quería mostrarme estoico y no decir nada mientras tú me desearas, pero luego hicimos el amor… y jamás había experimentado eso… y no puedo volver a ser como era antes. Te quiero a ti y sólo a ti, y no soporto la idea de compartirte. Lo siento. —Bajó la vista con tristeza—. Quiero estar contigo sin ocultarnos, como debe ser. Quiero entrar en el bar de Pete contigo del brazo. Quiero besarte cada vez que me encuentre contigo, sin importarme quién pueda vernos. Quero hacerte el amor sin temer que alguien pueda descubrirnos. Quiero dormir cada noche abrazado a ti. No quiero sentirme culpable por algo que hace que me sienta… realizado. Lo siento, Kiera, pero te pido que elijas a uno de los dos.

Seguí mirándolo estupefacta mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas. El cuadro que me había pintado era maravilloso. Lo vi con todo detalle: un futuro con él, una vida con él. Una gran parte de mi ser deseaba eso. Pero el resto veía los ojos castaños, cálidos y risueños de Denny, su sonrisa de despistado.

—Me estás pidiendo que lo destruya, Kellan.

Él cerró los ojos y tragó saliva.

—Lo sé —murmuró. Cuando volvió a abrir los ojos, los tenía húmedos—. Lo sé. Pero… no puedo compartirte. La idea de que estés con él me mata, ahora más que antes. Te necesito. Necesito todo tu ser.

El pánico se apoderó de mí ante la perspectiva de perder a uno de los dos.

—¿Y si no te elijo a ti, Kellan? ¿Qué harás entonces?

Desvió la mirada mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

—Me iré, Kiera. Me marcharé, para que Denny y tú podéis vivir felices para siempre. —Se volvió de nuevo hacia mí—. Ni siquiera tendrás que contarle lo nuestro. Con el tiempo, tú y él… —Su voz se quebró y otra lágrima rodó por su mejilla—. Tú y él os casaréis y tendréis hijos, y gozaréis de una vida maravillosa.

Me esforcé en reprimir un sollozo.

—¿Y tú? ¿Qué harás tú en ese escenario?

—Yo… ya me las arreglaré. Y te echaré de menos cada día —murmuró.

El sollozo que había reprimido escapó al fin de mis labios, y para cerciorarme de que él seguía frente a mí, de que el horror que había descrito aún no había sucedido, tomé su rostro y lo besé con intensidad. Sentí sus lágrimas sobre mi piel cuando me devolvió el beso con la misma intensidad. Al cabo de unos instantes, nos separamos, jadeando, y apoyamos nuestras frentes la una contra la otra mientras nuestras lágrimas seguían resbalando por nuestros rostros.

—Kiera…, seríamos muy felices juntos —murmuró.

—Necesito más tiempo, Kellan…, por favor —respondí en voz baja.

Me besó con dulzura.

—De acuerdo, Kiera. Puedo concederte más tiempo, pero no toda la vida. —Me besó de nuevo y sentí que mi corazón empezaba a latir otra vez con normalidad y que la crispación en mi estómago se relajaba—. No quiero quedarme hoy aquí estando él. Iré a casa de Evan.

Lo abracé, sintiendo que mi corazón volvía a acelerarse. Al observar mi pánico, dijo para tranquilizarme:

—Nos veremos esta noche en el bar de Pete. Prometo ir. —Me besó y empezó a apartarse de mí.

—Espera… ¿ahora? ¿Te marchas ahora? —pregunté casi gimiendo.

Él me acarició el pelo y luego apoyó las manos en mis mejillas.

—Pasa el día con Denny. Piensa en lo que te he dicho. Quizá consigas…

¿Tomar una decisión? ¿Decidir qué corazón iba a partir? No sabía cómo iba a ser capaz de hacer semejante cosa.

Kellan no terminó su reflexión. Acercó los labios a los míos y me besó durante lo que me parecieron horas, pero cuando se separó, de pronto, sentí como si hubieran sido sólo unos segundos. Sonriéndome con tristeza, se volvió y salió de la cocina y, al cabo de unos momentos, de la casa. Me volví para mirar su taza de café intacta, sobre la encimera, preguntándome qué iba a hacer.

Al fin me tumbé en el sofá y lloré hasta que me quedé dormida.

Después de unas horas, me desperté sintiéndome tan cansada como antes o más. Las palabras de Kellan no dejaban de darme vueltas en la cabeza cuando entré en la cocina para recalentar el café que me había preparado antes…, antes de que él se marchara bruscamente.

Cuando oí entrar a Denny, alcé la vista del café que había en mi taza. Los latidos de mi corazón se aceleraron al observar su cara. Jamás había visto esa expresión en su rostro. Estaba desolado, atormentado y derrotado. Se había duchado y vestido, pero no tenía buen aspecto ni parecía haber descansado. Parecía como si hiciera semanas que no conciliaba el sueño. Entonces, cerró los ojos, respiró hondo y, sonriendo con tristeza, entró en la habitación.

Yo me quedé helada junto a la encimera, observándolo. ¿Por qué estaba tan triste? ¿Sabía que anoche no había estado con él? ¿Sabía dónde había estado? ¿Era posible que Kellan y yo no hubiéramos estado tan silenciosos como me imaginaba? Denny se acercó a mí pero, de repente, se detuvo. Había una extraña tensión en la estancia. Empecé a respirar con dificultad a medida que aumentaba mi nerviosismo. Sabía que le chocaría que no le preguntara qué le ocurría —en otras circunstancias habría sido inconcebible que no le preguntara el motivo de su abatimiento—, pero me faltaba el aire y no podía articular palabra. Y me aterrorizaba preguntárselo.

Por fin murmuró:

—Creí que habías desaparecido.

Los latidos de mi corazón se triplicaron; parecía como si todo diera vueltas ante mis ojos. Dios mío, iba a desmayarme delante de él.

—¿Qué? —respondí sin pensar.

—Esta mañana —dijo indicando el sofá con la cabeza—. Cuando bajé hace un rato, estabas dormida en el sofá. No quise despertarte…

Mi corazón se ralentizó un poco.

—Ah.

En su rostro se pintó de nuevo una expresión de tristeza y me tomó de la mano.

—¿He hecho algo malo, Kiera?

Negué de inmediato con la cabeza y tuve que tragar saliva dos veces antes de responder.

—No, no…, claro que no.

—¿De veras? Porque siento como si hubiera un muro entre los dos. Antes hablábamos de todo. Yo conocía casi todos tus pensamientos, y ahora no tengo la menor idea de lo que piensas.

Tragué de nuevo saliva para reprimir las lágrimas.

—¿Quieres contármelo? —Por un momento, sus apenados ojos castaños escrutaron mi rostro. Luego, me tomó del brazo y me condujo suavemente hacia al cuarto de estar. Me imploré a mí misma no romper de nuevo a llorar, como había hecho la víspera.

Nos sentamos juntos en el sofá. Él se inclinó hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas. Luego, tras pasarse suavemente la mano por el pelo, se volvió hacia mí.

—¿Eres feliz aquí? —preguntó; su marcado acento denotaba el esfuerzo que hacía para contener la emoción que lo embargaba.

Negué con la cabeza pero dije:

—Sí. —Su expresión transmitía la misma perplejidad que sentía yo ante mi respuesta.

—¿Se trata de Kellan? —murmuró, y sentí una crispación en la boca del estómago, como si fuera a vomitar. ¿Por fin había decidido preguntármelo? Comprendí que me había puesto blanca como un fantasma, y temí empezar a hiperventilar de nuevo.

—¿Te molesta su forma de vida? ¿No te gusta vivir aquí y tenerlo como compañero de piso?

Me relajé. No me preguntaba sobre nuestra relación, sino sobre las mujeres de Kellan. Denny se había enterado hacía poco que eso me disgustaba, así como de lo del bofetón en el bar, pero las cosas habían cambiado mucho desde entonces. Kellan me amaba profundamente. Y yo…

—No, no se trata de él. De todos modos, apenas lo veo —respondí en voz baja mientras los pensamientos se agolpaban en mi cabeza.

—Es verdad, apenas para en casa últimamente. —Denny me miró de forma extraña al oír mi respuesta, y temí haber despertado sus sospechas. Esperé la próxima y lógica pregunta: «¿Te mostrabas tan triste porque estuvo ausente toda la semana? ¿Sufriste ayer una crisis nerviosa porque regresó? ¿Porque hiciste el amor con él… y luego te sentiste culpable en mis brazos?»

Pero la pregunta que me hizo me dolió más que las que yo había imaginado.

—Entontes, ¿se trata de mí? ¿No eres feliz conmigo? —preguntó en voz tan baja que apenas le oí.

Le arrojé los brazos al cuello y traté de reprimir un sollozo.

—No, te quiero. —No pude impedir que mi voz se quebrara—. Soy feliz contigo. —«No me hagas más preguntas. No averigües lo que he hecho. No me dejes…»

Él me abrazó estrechándome contra él como si yo quisiera apartarme en lugar de aferrarme a él.

—Entonces ven a Brisbane conmigo.

Retrocedí y lo miré a los ojos confundida, que seguían mostrando una expresión apagada.

—¿Qué?

—Cuando termines el curso en la universidad…, ven a Australia conmigo. —Fijó su mirada escrutadora en mi rostro, como queriendo calibrar mi reacción.

Lo miré pestañeando, sin dar crédito. Nunca habíamos hablado de trasladarnos a su tierra, tan sólo de visitar a sus padres durante las vacaciones de invierno.

—¿Por qué?

—He hecho unas llamadas telefónicas. Allí me espera un trabajo magnífico…, si decido aceptarlo. Podríamos mudarnos allí. Está cerca de donde viven mis padres. A ellos les encantaría tenernos cerca. —A medida que hablaba sobre su familia y su hogar, su acento se hacía cada vez más marcado.

—Pero está muy lejos, Denny… —Físicamente, lo más lejos que me podía alejar de Kellan—. ¿Y mi familia?

—Iremos a verlos tan a menudo como desees, Kiera. Durante las fiestas. En vacaciones. Cuando tú quieras. —Me acarició la mejilla con dulzura mientras hablaba. Percibí cierta desesperación en su tono. Estaba claro que era lo que deseaba.

—¿Australia? No sabía que quisieras regresar allí.

—Es una oferta excelente… —Fijó la vista en el suelo antes de alzarla y mirarme de nuevo—. Podríamos casarnos allí —murmuró.

El corazón me latía con furia. Nunca habíamos hablado de casarnos. Yo no sabía qué decir. En mi mente bullían mil pensamientos, algunos sobre quedarme a vivir allí con Kellan, otros sobre una vida con Denny a miles de kilómetros de allí. Él me acarició el pelo mientras yo contemplaba su hermoso y apenado semblante.

—Allí seríamos felices. —Tragó saliva—. Seré un buen marido para ti. Quizás un día, un padre… —Se detuvo al tiempo que se me saltaban las lágrimas. Imaginé también el cuadro que estaba pintando…, y era tan maravilloso como el que Kellan me había pintado. Yo no sabía qué elegir. Me acarició de nuevo la mejilla y me atrajo hacia él para besarme con ternura. Cerré los ojos, fundiéndome en sus brazos, y pensé en su propuesta…, en ambas propuestas.

Denny apoyó las manos en mis mejillas y me besó profundamente. Yo lo besé también con ardor. De repente se levantó, se inclinó sobe mí y me tomó en brazos. No le costó ningún esfuerzo transportarme escaleras arriba —era muy fuerte—, y me besó durante todo el rato hasta que llegamos a nuestra habitación. Yo cerré deliberadamente los ojos cuando pasamos frene a la de Kellan.

Por primera vez en todo el tiempo que llevábamos juntos, me sentí rara al acostarme con Denny. Hicimos el amor con un frenesí que jamás se había dado en nuestra relación. Era sincero y conmovedor. Rebosaba de felicidad y, al mismo tiempo, de un intenso dolor. Era ardiente como el fuego y frío como el hielo. Era como el nacimiento de un amor auténtico… y como la muerte de un amor auténtico. Era como si los dos quisiéramos aferrarnos a algo que se nos escapaba entre las manos sin que comprendiéramos el motivo. Yo lo comprendía mejor que él, como es natural, pero no del todo. Jamás comprendería cómo había podido alejarme de una persona tan tierna, sensible y bondadosa.

Más tarde, Denny me acarició el pelo mientras yo me acurrucaba contra su hombro. Sentí un profundo sentimiento de culpa. Eso mataría a Kellan. Al marcharse esa mañana, debió de suponer que existía la posibilidad de que Denny deseara…

Ese pensamiento hizo que me sintiera peor. Luego me sentí culpable por no haber gozado por completo con Denny. Me enjugué una lágrima, furiosa. Estaba cansada de sentime culpable. Kellan tenía razón: debía elegir a uno de los dos. Tenía que hacer una elección.

—¿Estás bien, Kiera?

Cerré los ojos y me tensé; ¿me haría por fin la temida pregunta?

—Sí.

Denny me besó en la cabeza.

—Has estado muy triste, y ayer parecía como si…

Suspiré. Sí, iba a hacérmela.

—Tuve un mal día. No tiene importancia.

—Ya. —Por el timbre de su voz comprendí que no me creía—. ¿Quieres hablar de ello? —Su acento era más pronunciado, como solía ocurrir cuando reaccionaba de forma emocional. Comprendí que tenía que poner fin a esa conversación.

Lo miré y esbocé una sonrisa forzada.

—No… Quiero ir a Australia contigo. —Me odié por decirlo, pero necesitaba ganar tiempo.

Él sonrió de oreja a oreja y me besó; todo vestigio de nuestra conversación había desaparecido.

Esa noche, Denny me acompañó en coche al trabajo y decidió quedarse hasta que finalizara mi turno. Se mostraba insólitamente alegre, lo cual hizo que me sintiera peor. Yo había alimentado sus esperanzas con respecto a nosotros…, posiblemente unas esperanzas falsas. Aún no estaba segura.

Serví a Denny un plato de comida y una cerveza en la mesa de la banda. Sentí una opresión en el estómago ante la idea de que Kellan y Denny estuvieran juntos. Al poco rato, los chicos de la banda entraron en el bar. Evan y Matt llegaron juntos. Al ver a Denny sentado en la mesa que solían ocupar, Evan me miró con curiosidad y yo bajé la vista y me sonrojé. No vi entrar a Griffin, pero lo oí. Nada más entrar en el local gritó:

—¡Ha llegado el cachas! ¡Que empiece la fiesta!

Puse los ojos en blanco y miré hacia la puerta justo cuando apareció Kellan. Al verlo contuve la respiración. Aún tenía la facultad de hacer que se me cortara el aliento con su perfección. Se pasó la mano por el pelo, perfectamente alborotado, mientras fijaba sus ojos increíblemente azules en los míos. Yo dije «hola» en silencio, moviendo sólo los labios, y él esbozó su sexy media sonrisa al tiempo que me saludaba con un gesto de la cabeza. Echó a andar hacia mí, hasta que hice un gesto indicándole que no se acercara. Él ladeó la cabeza, confundido, y miró hacia donde miraba yo: la mesa de la banda. La sonrisa se borró de su rostro y sus ojos adquirieron una expresión sombría. Me miró con tristeza y fue a reunirse con los chicos en la mesa.

Durante mi turno, no dejé de observar a Kellan con discreción. Algo que no fue fácil. Deseaba acercarme a él y abrazarlo, besarlo, sentarme en sus rodillas…, pero no podía. Aunque Denny no hubiera estado sentado frente a él, no podía hacerlo. No teníamos ese tipo de relación, que era justamente lo que él deseaba de mí. No quería que siguiéramos ocultándonos. Yo tampoco, pero… Entonces me fijé en Denny. No quería herirlo. No podía hacerlo. También lo amaba.

Denny sonreía, más contento de lo que le había visto en muchos días. Mi melancolía durante la ausencia de Kellan le había afectado más de lo que yo había supuesto. Se sentía feliz de que hubiéramos hecho planes para el futuro. En estos momentos conversaba con Matt, de modo que volví a fijarme en Kellan.

Él se volvió hacia mí y me miró a los ojos durante una fracción de segundo, tras lo cual dirigió unos instantes la vista hacia el pasillo. A cualquiera que lo hubiera observado no le habría extrañado ese gesto, pues parecía como si simplemente estuviera echando un vistazo alrededor de la sala. Pero yo capté su intención: quería hablar conmigo. Después de apurar tranquilamente su cerveza, se levantó y se encaminó hacia el pasillo. Denny lo observó alejarse durante medio segundo, tras lo cual reanudó su conversación con Matt.

Yo me acerqué apresuradamente a Jenny. No disponía de mucho tiempo.

—Jenny, ¿puedes hacerme el favor de…?

Ella dirigió la vista hacia la mesa de la banda y, al percatarse de la ausencia de Kellan, respondió de inmediato:

—No voy a mentir por ti, Kiera.

Yo negué con la cabeza.

—No te pido que lo hagas. Sólo que vengas a avisarme si Denny te pregunta… algo.

Ella suspiró con resignación.

—De acuerdo… Pero apresúrate.

La miré sonriendo satisfecha y dije:

—Gracias.

Ella asintió con la cabeza y regresó a sus quehaceres. Luego, asegurándome de que nadie, y en especial Denny, se diera cuenta, seguí a Kellan hasta el pasillo. Al verlo los latidos de mi corazón se aceleraron. Estaba apoyado contra la pared en el espacio entre los dos lavabos, con el pie apoyado en la pared, las manos enfundadas en los bolsillos y la cabeza vuelta hacia mí. Al verme, sonrió suavemente y yo le devolví la sonrisa. Al acercarme, me tomó de la mano y, con la otra, abrió la puerta del lavabo de mujeres. Observé que en la puerta colgaba el letrero que decía: «No Funciona».

—¿Has sido tú…? —pregunté señalando el letrero.

Él sonrió y me condujo dentro. Luego se le borró la sonrisa del rostro.

—¿Vas a irte a Australia con Denny? —me preguntó en cuanto cerró la puerta.

Sentí una opresión en la boca del estómago.

—¿Qué? ¿Quién te lo ha dicho?

—Denny… Se lo ha contado a todo el mundo, Kiera. ¿Qué le dijiste? —Sus ojos azules se clavaron en los míos.

Cerré los ojos y me apoyé contra la pared.

—Lo siento. Me hacía unas preguntas difíciles de responder. Yo tenía que ganar tiempo. —Abrí los ojos, sintiéndome como una estúpida.

—¿De modo que le dijiste que te irías con él? ¡Por el amor de Dios, Kiera! —Se pasó la mano por el pelo y se pellizcó la nariz—. ¿Es que eres incapaz de pararte a pensar antes de hablar?

—Sé que fue una estupidez, pero en ese momento no se me ocurrió otra cosa —respondí débilmente.

—Dios, Kiera… ¿Accediste también a casarte con él? —preguntó con tono sarcástico. Yo no respondí, pero el repentino silencio era más que elocuente. Kellan me miró con gesto inquisitivo ante el silencio que se hizo entre nosotros—. ¿Te lo ha pedido?

—No le dije que sí —murmuré.

—Pero tampoco dijiste que no —dijo también en voz baja, retirando la mano de su rostro.

Al observar su expresión dolida, traté de explicarme.

—En realidad no me lo pidió. Sólo dijo que cuando estuviéramos allí…, podríamos…, dentro de unos años…

Él tragó saliva y me miró con recelo.

—¿Y tú te lo estás… pensando?

Avancé un paso hacia él.

—Necesito tiempo, Kellan.

—¿Te acostaste con él? —murmuró.

Me detuve y pestañeé varias veces seguidas.

—Kellan…, no me preguntes eso.

Él asintió con la cabeza y desvió la vista, visiblemente enojado.

—De modo que, hasta que te decidas, ¿qué se supone que debemos hacer Denny y yo? ¿Establecer un horario? —Se volvió de nuevo hacia mí; su rostro encendido y la dureza de su voz indicaban que estaba furioso—: ¿Yo me acuesto contigo durante la semana y él los fines de semana, o mejor una semana yo y otra él? ¿Por qué no follamos los tres juntos? ¿Preferirías eso? —me espetó.

Me acerqué a él con calma y apoyé una mano en su mejilla.

—Kellan…, piensa en lo que dices.

Me miró pestañeando y sonrió compungido.

—Vale…, lo siento. Es que… esto no me gusta, Kiera.

Lo besé dulcemente y una lágrima rodó por mi mejilla.

—A mí tampoco, Kellan. No quiero seguir así. No quiero sentirme culpable. No quiero mentir. No quiero herir a nadie. Pero soy incapaz de decidirme.

Me miró en silencio durante un rato que se me hizo eterno y luego murmuró:

—¿Me permites que trate de convencerte?

Acto seguido, me tomó la cabeza entre sus manos y me besó con una pasión que me dejó sin aliento.

En esto, sonaron unos discretos golpes en la puerta.

—Chicos, soy yo, Jenny.

Ambos la ignoramos mientras el beso de Kellan para «convencerme» se intensificó. Ella abrió la puerta poco a poco pero no dejamos de besarnos. Kellan incluso espiró un poco de aire y me besó más profundamente.

—Oye, mira, Kiera, lo siento, pero me dijiste que te avisara… —dijo Jenny, un tanto molesta.

Asentí sin apartar mis labios de los de Kellan y le acaricié el pelo, mientras él sonreía y seguía besándome.

—Eh, chicos, ¿podéis dejar de hacer eso? —Jenny parecía irritarse por momentos.

Kellan murmuró «no» y yo solté una carcajada cuyo sonido quedó sofocado en su boca. Jenny suspiró.

—De acuerdo. Dos cosas. La primera, los chicos te esperan para actuar, Kellan.

Kellan alzó la mano con el pulgar hacia arriba, indicando que tomaba nota, pero siguió besándome con voracidad. Cuando sonreí y me reí de ese gesto, él me acarició el paladar con su lengua antes de oprimir de nuevo los labios sobre los míos, y deduje que a Jenny no le habría hecho ninguna gracia verle la lengua.

Jenny suspiró de nuevo.

—Segundo, Denny ha hablado con Griffin.

Kellan y yo nos separamos al instante y nos volvimos hacia ella.

—¿Qué? —preguntamos al unísono. Nuestro buen humor se había esfumado por completo.

Jenny se encogió de hombros con gesto afligido.

—Traté de distraer a Griffin, pero Denny le estaba diciendo que para ti supondría un sacrificio dejar a tu familia. —Jenny me miró con frialdad. Al parecer, tampoco le gustaba lo que yo había hecho—. Denny mencionó a Anna de pasada, de modo que, como era de esperar, Griffin se apresuró a contarle su historia con Anna cuando ella estuvo aquí sin omitir ningún detalle escabroso.

Jenny torció el gesto, como si hubiera oído esos detalles reiteradamente. Yo palidecí.

—Denny, como es natural, se refirió a Kellan y a Anna, y a la pelea que tú y Kellan habíais tenido en el bar. —Jenny meneó la cabeza—. Griffin se sulfuró. Negó enérgicamente que Kellan se hubiera acostado con Anna. Dijo que él se la había birlado, y que… —Jenny miró a Kellan, que se había puesto tan pálido como yo— que Kellan era un cabrón por tratar de, cito textualmente, «marcarse un punto a su costa». —Jenny volvió a torcer el gesto y me miró con lástima—. Lo siento, Kiera…, pero Denny sabe que le mentiste.

Me aferré a Kellan; no quería seguir escuchando a Jenny.

—Gracias, Jenny —dijo Kellan con calma.

—Ya… Lo siento. —Ella sonrió con tristeza, tras lo cual se volvió y salió del lavabo.

Empecé a respirar con dificultad mientras me aferraba a Kellan por los hombros.

—¿Qué vamos a hacer? —Escruté su rostro, confiando en hallar una respuesta en él. En mi mente bullían mil pensamientos mientras él me observaba en silencio—. De acuerdo…, la cosa no es tan grave. Le diré que tú me mentiste…, y que Anna me mintió…, y… —Aparté la vista mientras analizaba las diversas explicaciones que podía dar a Denny.

—Kiera…, no dará resultado. Si le dices que todos te mentimos, sólo conseguirás que aumenten sus sospechas. Las mentiras no funcionarán, cielo.

Al llamarme así lo miré, sonriendo brevemente y me sentí más animada gracias a ese cariñoso apelativo. Pero mi gozo no duró mucho.

—Entonces ¿qué hacemos? —pregunté arrugando el ceño.

Él suspiró y deslizó un dedo por mi mejilla.

—Lo único que podemos hacer. Yo saldré a actuar y tú regresarás a tu trabajo.

—Kellan… —Eso no resolvería nada.

—Todo irá bien, Kiera. Debo irme. Tengo que hablar con Evan antes de que empecemos. —Me besó con dulzura en la frente y me dejó sola en el lavabo, hecha un lío. Todo empezaba a desmoronarse a mi alrededor. Me llevé la mano al estómago, esforzándome en seguir respirando con normalidad.

Cuando entré de nuevo en el bar, Kellan estaba junto al escenario, enfrascado en una conversación con Evan. A éste no parecía agradarle lo que le decía Kellan. Me miró y luego miró contrariado a Kellan, que no se volvió para mirarme. Al cabo de unos momentos, Kellan dijo algo que, por el gesto que acompañó sus palabras, parecía una orden. Al fin, Evan pareció aceptarlo y, después de dirigir una última mirada a Denny, saltó sobre el escenario.

El resto de los chicos hicieron lo propio. Kellan se pasó la mano por el pelo y, después de volverse hacia Denny, que en ese preciso momento lo miró con una expresión extraña, saltó también sobre el escenario. El público aclamó enfervorizado a sus estrellas, pero yo no oí nada. Estaba preocupada pensando en a qué venían esos cuchicheos y esas miradas.

Cuando me dirigía hacia mi sección para atender a los clientes, vi que Denny me estaba mirando. Seguía sentado en la mesa de la banda, que estaba llena de fans de los chicos, y me observaba con gesto de disgusto. Contuve el aliento. Sabía que yo le había mentido. En ese momento sin duda se preguntaba por qué. Yo mantuve la mirada deliberadamente alejada del escenario. Traté de sonreírle, pero sólo lo conseguí a medias. Él no me devolvió la sonrisa. Entrecerró los ojos y yo aparté la vista.

En mi fuero interno, di gracias a que el local estuviera lleno de clientes sedientos, lo cual me proporcionó una excusa para no tener que acercarme durante un rato a la mesa que ocupaba Denny. La banda empezó a tocar, pero no volví a dirigir la vista hacia el escenario. Aunque había apartado los ojos de los de Denny, sentía su mirada clavada en mí.

Poco antes de que terminara la velada, empecé a relajarme. Aún sentía una opresión en la boca del estómago y seguía hecha un lío, pero Denny no se me acercó en ningún momento. Al cabo de un rato, tuve que acercarme a su mesa para atender a algunas de las mujeres, pero él se limitó a pedirme otra cerveza. No me preguntó nada. Pero sus ojos lo decían todo: estaba claro que sospechaba.

Más tarde, Kellan anunció que iban a interpretar otra canción…, una canción nueva. Comenzaron sólo Matt y Evan, y, tras unos compases, Griffin se incorporó a ellos y Kellan empezó a cantar. Su voz era grave y ronca. La letra era muy triste, y lo observé discretamente durante unos momentos antes de volverme para atender a un cliente.

—Hola, ¿qué puedo…? —Pero no terminé la frase. Kellan acababa de pronunciar unas palabras cantando que se grabaron en mi mente y me dejaron helada, eclipsando cualquier pensamiento.

«Eres todo lo que necesito, pero yo no soy lo que tú necesitas… Te he fallado. Te he traicionado, una y otra vez, pero eres feliz… cuando él te abraza».

Dirigí la vista hacia el escenario, estupefacta. Era la nueva canción en la que había estado trabajando…, y versaba sobre él… y yo.

—¿Señorita? Le he pedido…

Pero no presté atención al cliente. La voz de Kellan había adquirido fuerza y estaba pendiente de él.

«Es mejor no despedirse, sino seguir adelante, para poner fin a la mentira».

Pero él se estaba despidiendo de mí…, a través de la canción…, delante de todo el bar, delante de Denny. No me miraba. Miraba al público, sin fijarse en nadie en particular, concentrado sólo en la letra.

Me quedé clavada en el sitio, atónita, junto a la mesa de un cliente que seguía tratando de reclamar mi atención. Me hallaba a pocos pasos de Denny, quien sin duda se había percatado de que yo miraba a Kellan sobre el escenario, aterrorizada y boquiabierta, sin dar crédito. Evan no había querido cantar esta canción, seguramente porque Denny estaba presente. ¿Cómo se le había ocurrido a Kellan cantar esta canción?

Cuando inició la segunda estrofa, dejé de preocuparme de que alguien viera que tenía los ojos llenos de lágrimas. No pude evitar reaccionar de esa forma cuando la voz de Kellan me traspasó.

«Tuvimos lo que tuvimos, hicimos lo que hicimos…, y fue increíble, algo que jamás olvidaré. Sé que me dolerá, y a ti también. Pero todo tiene un fin, de modo que ahórrate las lágrimas. Esto no te destruirá. A su lado serás feliz. Pero te prometo que… mi amor por ti no morirá nunca».

Sus palabras eran muy bellas y conmovedoras. Se estaba despidiendo de mí, esta vez de verdad. Cuando repitió por segunda vez: «Te he fallado, te he traicionado, una y otra vez…», sentí que me rodaban lágrimas por las mejillas.

Por fin, Kellan me miró. Me miró intensamente a los ojos y repitió el estribillo: «Es mejor no despedirse, sino seguir adelante para poner fin a la mentira». Vi que le caía una lágrima por la mejilla sin que se la enjugara. Su voz sonaba firme y serena. Sentí un nudo en la garganta. Sentí un dolor lacerante en la tripa. Sentí que se me encogía el corazón, y noté que las pocas lágrimas que se habían escapado de mis ojos daban paso a un torrente que caía por mi rostro sin que yo pudiera detenerlo.

—¿Señorita?

Oí unas voces vagas a mi alrededor, pero las palabras de Kellan seguían clavándose en mi corazón. La siguiente estrofa: «Cada día estarás junto a mí, por lejos que te encuentres», fue rematada por otro estribillo de despedida que hizo que me llevara una mano al estómago y otra a la boca, tratando desesperadamente de reprimir un sollozo.

Cuando la música y la voz de Kellan adquirieron mayor intensidad, sentí una mano sobre mi hombro.

—Aquí no, Kiera —me susurró Jenny suavemente al oído.

No podía apartar los ojos de Kellan para volverme hacia ella. Otra lágrima resbaló por su mejilla mientras seguía mirándome con descaro. Yo no sabía quién nos miraba. No sabía si Denny nos miraba. Lo único que veía era el rostro de Kellan, lo único que oía era sus palabras desgarradoras. Y ya no pude reprimir un sollozo.

Jenny empezó a tirarme del brazo, pero yo me resistía empecinadamente.

—Aquí no, Kiera. Denny te está mirando… Aquí no.

Paré de resistirme y dejé que Jenny me condujera hacia la cocina en el preciso momento en que Kellan entonaba la última estrofa: «Te prometo que mi amor por ti jamás morirá». Observó cómo me alejaba con ojos llenos de tristeza. De pronto, cuando desaparecí a través de la puerta de la cocina con Jenny, su voz se quebró. De inmediato, rompí a llorar, y Jenny me rodeó con sus brazos.

—Todo se arreglará, Kiera. No te preocupes. Ten fe. —Lo repitió una y otra vez mientras me frotaba la espalda y yo lloraba desconsolada con la cara sepultada en su hombro.

Kellan iba a marcharse…

Cuando por fin dejé de llorar, Jenny me lavó la cara y me trajo una copa… No era agua. Me senté a la barra y la apuré de un trago. Kellan me observaba con tristeza desde el borde del escenario. Yo deseaba desesperadamente correr hacia él, arrojarle los brazos al cuello y besarlo, rogándole que no me abandonara. Pero no podía hacer nada estando Denny presente, y éste no me quitaba la vista de encima. Por primera vez en mi vida, deseé que Denny se marchara.

Cuando Kellan dejó de cantar, Denny se acercó a él y le hizo una pregunta con gesto serio. Kellan se volvió hacia mí y sentí que el corazón me daba un vuelco. Luego, sonrió con expresión desenfadada y negó con la cabeza al tiempo que daba a Denny una palmada en el hombro. Denny, con rostro serio, observó a Kellan guardar su guitarra en el estuche y salir deprisa del bar, aventurándose a mirarme por última vez antes de abrir la puerta. Yo lo vi pellizcarse el caballete de la nariz justo al abandonar el local.

Denny se sentó a la mesa y esperó con gesto solemne hasta que terminé mi turno. Cuando recogí mis cosas, se acercó por fin a mí. Sentí que se me helaba la sangre en las venas, pero no dijo nada. Se limitó a ofrecerme la mano y salimos en silencio del bar.

Cuando llegamos a casa, Kellan ya estaba allí. Al mirar discretamente la puerta de su habitación cuando pasamos frente a ella, vi que la luz estaba apagada, pero oí una música suave y supuse que estaba despierto. Denny se desnudó en silencio, dirigiéndome de vez en cuando una mirada extraña, de tristeza. No había hecho ninguna alusión a la mentira que yo le había contado. No me había preguntado sobre mi crisis de llanto durante la última canción de Kellan. Pero, teniendo en cuenta mi melancólico talante durante toda la semana, la repentina reaparición de Kellan en el bar y las tiernas miradas que nos habíamos dirigido hacia el fin de la velada… Sentí las preguntas que Denny no me hacía en sus apenados ojos. Intuí aterrorizada que no tardaría en formulármelas.

Me puse el pijama, también en silencio, me excusé en voz baja y entré en el baño. Denny se acostó y me miró salir. Dejé la puerta abierta, confiando en ahuyentar cualquier sospecha que pudiera tener. Pero eso no me impidió mirar con tristeza la puerta de Kellan. Iba a marcharse y yo no podía soportarlo. Tenía que hallar la forma de impedir que se fuera…

Me tomé mi tiempo en el baño. Me eché agua fría en la cara una y otra vez, confiando en eliminar con ella mis temores. Kellan iba a marcharse. Denny sospechaba de nosotros; mi mundo se desmoronaba.

Después de respirar hondo, lo cual no sirvió para calmarme, abrí la puerta y regresé junto a Denny. Aún estaba despierto, aún seguía mirando la puerta, esperando que yo regresara junto a él. Escudriñé sus ojos un momento, preguntándome en que estaba pensando, qué sentía…, hasta qué punto se sentía dolido por lo que yo le había hecho. ¿Por qué no me preguntaba nada?

Me tendió los brazos y me acurruqué en ellos, alegrándome del confort que me ofrecían tras el continuo torrente de emociones. Pero no era lo que deseaba. No eran sus brazos los que yo deseaba. Ese pensamiento hizo que se me formara un nudo en la garganta, y me alegré de que Denny no dijera nada. Cerré los ojos y esperé.

Cada segundo me pareció un minuto, cada minuto una hora. Agucé el oído, pendiente de la respiración de Denny. ¿Era lenta y acompasada? ¿Se había dormido? De pronto, se movió y suspiró, y comprendí que aún estaba despierto. Traté de fingir que dormía, confiando en que se relajara y sucumbiera al sueño. Sentí que afloraban a mis ojos lágrimas de frustración, pero las reprimí. Deseaba salir de esa habitación, pero debía tener paciencia.

Para distraerme, imaginé lo que Kellan estaba haciendo en su habitación. Ya no escuchaba música. ¿Se había dormido? ¿Estaba despierto, contemplando el techo, preguntándose si yo dormía en brazos de Denny? ¿Deseaba no haberme dicho nada esa mañana? ¿Esperaba que yo me acostara en su cama junto a él? ¿Estaba planificando su partida?

Por fin, la respiración de Denny se hizo más lenta y regular y deduje que se había dormido. Abrí los ojos y alcé con cautela la cabeza para mirarlo. Su hermoso rostro mostraba una expresión serena y apacible por primera vez desde que había descubierto mi mentira. Suspiré suavemente y le aparté el brazo, que estaba apoyado sobre mí. Se volvió de costado, sin despertarse, y se colocó de espaldas a mí, como solía hacer cuando dormía. Esperé unos momentos que se me hicieron eternos, para cerciorarme, y me levanté con sigilo. Imaginé una lista de excusas por si Denny se despertaba y me sorprendía saliendo de la habitación, pero no se despertó, y salí sin hacer ruido.

El corazón me latía con furia cuando abrí la puerta de la habitación de Kellan. Tenía los nervios muy alterados.

Cuando entré sin hacer ruido en su habitación, Kellan estaba sentado en el borde de la cama, de espaldas a la puerta y a mí. Aún estaba vestido y miraba fijamente algo que sostenía en la mano. Estaba absorto en sus pensamientos, y no me oyó acercarme a él.

—Kellan… —murmuré.

Se sobresaltó y cerró el puño, ocultando lo que había estado mirando. Se volvió hacia mí al tiempo que escondía la mano debajo del colchón.

—¿Qué haces aquí? Ya hemos hablado de esto. No deberías estar aquí. —Estaba pálido y parecía muy triste.

—¿Cómo pudiste hacerlo?

—¿El qué? —preguntó; parecía cansado y confundido.

—Cantar esa canción dedicándomela a mí…, delante de todo el mundo. Me hiciste polvo. —La voz se me quebró, y me senté en el borde de la cama.

Él desvió la mirada.

—Es lo que ocurrirá inevitablemente, Kiera.

—¿La escribiste hace unos días…, cuando te marchaste?

Tardó un poco en responder.

—Sí. Sé cómo acabará esto, Kiera. Sé a quién elegirás, al que has elegido siempre.

De pronto, sin saber muy bien qué decir, solté:

—Quiero que duermas conmigo esta noche. —Mi voz denotaba una intensa emoción.

—No podemos, Kiera… —Me miró con tristeza.

—No, me refiero a dormir. Sólo deseo que me abraces, por favor.

Él suspiró, se tendió en la cama y me abrió los brazos. Yo me acurruqué junto a él, rodeándolo con mis piernas, apoyando un brazo en su pecho y la cabeza sobre su hombro. Aspiré su increíble olor embriagador, deleitándome con su calor y el consuelo que me ofrecía. La inmensa felicidad de estar junto a él me produjo un intenso dolor al recordar que iba a abandonarme.

Reprimí una lágrima y él me abrazó con fuerza. Lo oí suspirar de forma entrecortada y comprendí que estaba a punto de romper a llorar, al igual que yo. Abrumada por el dolor, dije sin pensar:

—No me dejes.

Él suspiró otra vez y me estrechó contra él, besándome en la cabeza.

—Kiera… —musitó.

Alcé la vista y miré su atormentado rostro, sus ojos llenos de lágrimas, a punto de derramarse. Las mías ya habían empezado a rodarme por las mejillas.

—Por favor, quédate conmigo. No te vayas.

Cerró los ojos para reprimir las lágrimas.

—Debo hacerlo, Kiera.

—Tesoro, por fin estamos juntos, no lo destruyas.

Al oír ese cariñoso apelativo, abrió los ojos y deslizó con ternura un dedo por mi mejilla.

—De eso se trata precisamente. No estamos juntos…

—No digas eso. Claro que estamos juntos. Necesito tiempo…, y necesito que te quedes. No soporto la idea de que te marches. —Lo besé profundamente, tomando sus mejillas entre mis manos.

Él se apartó.

—No lo dejarás, Kiera, y no puedo compartirte con él. ¿Qué podemos hacer? Si me quedo, Denny acabará descubriéndolo. Eso nos deja sólo una opción… Que me marche. —Tragó saliva para reprimir sus emociones mientras otra lágrima le resbalaba por la mejilla—. Ojalá las cosas fueran distintas. Ojalá te hubiera conocido antes. Ojalá yo fuera tu primer amor. Ojalá me eligieras a mí…

—¡Ya lo he hecho! —contesté sin pensar.

Los dos nos quedamos helados, mirándonos. Por su rostro se deslizó otra lágrima mientras él me miraba con una mezcla de dolor y esperanza que hizo que me arrepintiera de haber ido a su habitación. El pánico que sentía al pensar que pudiera marcharse de nuevo me había inducido a decir algo que sabía que haría que se quedara…, y yo deseaba que se quedara. Deseaba entrar en el bar de Pete de su brazo. Deseaba besarlo cada vez que lo viera. Deseaba hacer el amor con él sin preocuparme. Deseaba dormirme en sus brazos cada noche…

¡Dios mío! De pronto comprendí que deseaba estar… con él.

—Te quiero a ti, Kellan —repetí, sorprendida de mi decisión, pero feliz de haberla tomado por fin. Él me miro como si temiera que fuera a prenderle fuego—. ¿Me has oído? —murmuré, preocupada por su extraña reacción.

Por fin, se volvió y se apretujó contra mí, tomando mi rostro entre sus manos y besándome con intensidad. Su entusiasmo me impedía casi respirar. Le pasé los dedos a través del pelo y lo abracé con fuerza. Él empezó a desnudarme. Me quitó la camiseta sin mangas, pero, antes de que yo pudiera hacerle una pregunta, sus labios oprimieron de nuevo los míos. Se quitó la camiseta, y sus labios volvieron a posarse sobre los míos antes de que yo pudiera articular palabra. Me quitó rápidamente el pantalón y empezó a despojarse de sus vaqueros, cuando, por fin, logré apartarlo.

Lo miré respirando con dificultad.

—¿Y tus… reglas?

—Las reglas nunca se me han dado bien. —Sonrió y se acercó para besarme—. En cualquier caso, nunca he podido negarme a tus ruegos… —concluyó suavemente, besándome en el cuello.

Se quitó los vaqueros y volvió a besarme.

—Espera… —Lo aparté de nuevo—. Pensé que no querías hacerlo… —dirigí la vista hacia la puerta— aquí.

Él introdujo la mano dentro de mis bragas y contuve el aliento.

—Si soy tuyo y tú eres mía…, te tomaré donde pueda y cuando pueda —me susurró con voz ronca al oído; su intensidad hizo que yo emitiera un gemido.

—Te amo, Kellan —musité, tomando su rostro en mis manos y obligándolo a mirarme a la cara.

—Te amo, Kiera. Prometo hacerte muy feliz —murmuró con gesto serio.

Me mordí el labio y empecé a quitarle los boxers.

—Sí, lo sé.