17
Como debe ser

A la mañana siguiente, Kellan entró en la cocina poco después que yo. Llevaba la misma ropa; su pelo se había secado de forma que lo llevaba alisado hacia atrás. Sus ojos mostraban un profundo cansancio y estaban aún un poco enrojecidos. La noche anterior había llorado mucho. Lo miré indecisa. Él se detuvo en la puerta, mirándome también indeciso. Al cabo de unos instantes, suspiró y se acercó a la cafetera, donde me hallaba yo esperando a que el café estuviera listo.

—¿Paz? —preguntó, alzando las manos frente a él.

Asentí con la cabeza.

—Paz.

Él se reclinó contra la encimera, apoyando las manos en ella.

—Gracias… por quedarte conmigo anoche —murmuró, fijando la mirada en el suelo.

—Kellan…

Pero él se apresuró a interrumpirme.

—No debí decir lo que dije, tú no eres así. Lamento haberte asustado. Estaba furioso, pero jamás te haría daño, Kiera…, al menos intencionadamente. —Me miró a los ojos; su voz era serena, pero sus ojos traslucían preocupación—. Me pasé de frenada contigo. No debí colocarte en esa situación. Tú no eres… No eres en modo alguno… —Desvió la vista, abochornado—… una puta —concluyó con tono quedo.

—Kellan…

Me interrumpió de nuevo.

—Jamás habría… —Suspiró y dijo con voz casi inaudible—: Jamás te forzaría, Kiera. Yo no… No soy… —Se detuvo y dejó de hablar, fijando de nuevo la vista en el suelo.

—Ya sé que no lo hubieras hecho. —De pronto, no sabía qué decir. Yo era tan responsable como él de lo ocurrido, y me sentía fatal.

—Lo siento. Tenías razón. Yo… te provoqué. —Apoyé una mano suavemente en su mejilla y lo obligué a mirarme a la cara. Su maravilloso rostro mostraba una profunda tristeza y arrepentimiento—. Lamento todo lo ocurrido, Kellan. —Su dolor me partía el corazón.

Él me miró de forma extraña.

—No… Estaba furioso. Fui yo quien obré mal. Tú no hiciste nada. No tienes que disculparte por…

—Por supuesto que sí —lo interrumpí, bajando la voz—. Ambos sabemos que soy tan responsable como tú. Fui demasiado lejos, al igual que tú.

Arrugó un poco el ceño.

—Me dijiste con toda claridad que no…, una y otra vez. Yo desoí tus ruegos…, una y otra vez. —Suspiró de nuevo y apartó mi mano de su mejilla—. Me porté muy mal. Fui demasiado lejos. —Se pasó una mano por la cara—. Lo… lo siento.

—No, Kellan…, no te lo dije con suficiente claridad. Te envié unas señales contradictorias. —Mis palabras decían «no», pero mi cuerpo le decía otra cosa. ¿Cómo iba a sentirse responsable de eso?

—«No» es lo suficientemente claro, Kiera —dijo con vehemencia—. «Basta» es lo suficientemente claro.

—No eres un monstruo, Kellan. Sé que jamás habrías…

Él volvió a interrumpirme.

—Tampoco soy un ángel, Kiera…, ¿recuerdas? Y no tienes idea de lo que soy capaz —concluyó en voz baja, mirándome con cautela.

No comprendía a qué se refería con eso, pero me negaba a creer que fuera capaz…, que alguna vez llegara a forzarme.

—Los dos nos equivocamos, Kellan —dije, acariciándole de nuevo la mejilla—. Pero me consta que jamás me forzarías.

Él me observó con gesto consternado, y luego me estrechó con fuerza contra él. Le eché los brazos al cuello y, durante unos instantes, creí que habíamos retrocedidos unos meses, que tan sólo éramos unos amigos que se consolaban mutuamente. Pero… no era así. Nuestra amistad había dado paso a la pasión, y, una vez prendida la mecha, era imposible dar marcha atrás.

—Tenías razón. Debemos poner fin a esto, Kiera.

Alzó una mano y me enjugó una lágrima en un lado de la cara y luego en el otro; yo ni siquiera me había dado cuenta de que estaba llorando. Y me tomó del rostro, acariciándome la mejilla con el pulgar. Fue un gesto tan tierno que sentí que mi corazón se aceleraba, pero sabía que él tenía razón. Lo había comprendido hacía un rato.

—Lo sé.

Cerré los ojos mientras las lágrimas seguían rodando por mis mejillas. Sus labios rozaron los míos suavemente. Emití un sollozo entrecortado y lo estreché contra mí. Él me besó, pero no como yo esperaba. Fue un beso muy distinto, dulce y tierno, como nunca nos habíamos besado. A un tiempo me aterrorizó y conmovió. Su pulgar siguió acariciándome la mejilla con dulzura.

Me besó con ternura durante un minuto; luego, suspirando, se apartó. Retiró la mano de mi mejilla y pasó los dedos sobre mi pelo y mi espalda.

—Tenías razón. Hiciste tu elección. —Me estrechó contra él, casi rozando mis labios—. Aún te deseo —gruñó con tono intenso; luego su voz se suavizó y volvió a apartarse—. Pero no mientras seas suya. No así, no como anoche. —Lo dijo con tristeza, y sus ojos parecían aún más cansados.

—Esto —dijo deslizando con suavidad un dedo sobre mis labios, mientras las lágrimas caían por mis mejillas—, ha terminado. —Suspiró profundamente, con los ojos brillantes—. Está claro que soy incapaz de dejarte en paz. —Apartó la mano de mis labios y tragó saliva—. No permitiré que lo de anoche vuelva a ocurrir. No volveré a tocarte. Esta vez… te lo prometo. —Su tono era concluyente.

Luego, sonriendo, se dio la vuelta para marcharse. Se detuvo en la puerta y se volvió de nuevo hacia mí.

—Tú y Denny formáis una buena pareja. Debes quedarte con él. —Bajó la vista, dio un par de golpecitos en el marco de la puerta y, asintiendo con la cabeza, me miró de nuevo mientras una lágrima rodaba por su mejilla—. Quiero resolver esta situación. Será como debe ser.

A continuación, dio media vuelta y salió. Lo observé marcharse, confundida, mientras las lágrimas seguían deslizándose por mi rostro. Cuando dejé de oí sus pasos, suspiré y sepulté la cara en las manos. ¿No era eso justamente lo que yo deseaba? ¿Entonces por qué me sentía tan triste, como si de pronto lo hubiera perdido todo?

Kellan cumplió su palabra; no volvió a comportarse de forma indecorosa conmigo. De hecho, jamás trató de tocarme. Cuando estábamos en la misma habitación, se mantenía tan alejado de mí como era posible, procurando que no se notara. Se las arreglaba para que no nos rozáramos nunca, y cuando nos tocábamos sin querer se disculpaba. Sin embargo, seguía pendiente de todos mis movimientos. Yo sentía siempre su intensa mirada fija en mí. En cierto sentido, habría preferido que me tocara a la intensidad de esas miradas.

Traté de concentrarme en mis estudios, pero me distraía con facilidad. Las clases, aunque seguían siendo interesantes y me hacían reflexionar, no eran tan fascinantes como antes, y mi mente se ponía a divagar con frecuencia. Traté de concentrarme en Denny. Se mostraba más animado desde nuestra velada en la discoteca, lo cual hacía que me sintiera terriblemente culpable, pero él seguía soportando como podía sus ingratas jornadas laborales. Yo lo escuchaba cuando me hablaba continuamente de Max y las absurdas tareas que le encomendaba, pero lo cierto es que no oía una palabra de lo que me decía. Mi mente no cesaba de divagar. Traté de concentrarme en Jenny y en Kate, procurando estrechar mis lazos de amistad con ellas. A veces, nos reuníamos para tomar café antes de trabajar, y ellas charlaban sobre los chicos con los que salían. Como yo no tenía mucho que añadir a ese tipo de conversación, las escuchaba a medias, mientras mi mente volaba…, pensando en Kellan.

Incluso traté de concentrarme en mi familia, en llamarles con más frecuencia. Mi madre captó mi estado de ánimo, y enseguida trató de convencerme para que regresara a casa y hablara con ella. Mi padre culpaba a Denny por haberme partido el corazón al marcharse, por más que le aseguré que no era cierto. En todo caso, yo le había partido el suyo al romper con él por haberme abandonado, aunque no había sido ésa su intención. Y mi hermana…, todavía me sentía incapaz de hablar con ella. No es que estuviese enfadada con ella. Incluso había perdonado en mi fuero interno, a regañadientes, a Kellan. Bueno, quizá no lo había perdonado, pero había apartado el recuerdo al fondo de mi mente. Pero todavía no me sentía con ánimos de hablar con Anna. No habría soportado oírle mencionar el nombre de Kellan. Todavía no…, o quizá nunca.

A medida que transcurrían los días, comprobé que añoraba a Kellan: añoraba sus caricias, nuestras tranquilas conversaciones sentados en la cocina mientras nos tomábamos el café, añoraba su risa cuando me contaba una divertida anécdota mientras me acompañaba en coche a algún sitio. Empecé a pensar en si no deberíamos intentarlo de nuevo. Quizás hallaríamos la forma de que funcionara…

—Kellan —dije con tono quedo una mañana, cuando bajó a tomarse el café—. Por favor, no te vayas. Debemos encontrar la forma de estar juntos a solas.

Él se detuvo y me miró; sus ojos azules expresaban tristeza.

—Es preferible evitarlo, Kiera. Es más prudente.

Yo arrugué el ceño.

—¿Prudente? Lo dices como si fuéramos unas bombas de relojería o algo por el estilo.

Esbozó una media sonrisa y arqueó las cejas.

—¿Acaso no lo somos? —La sonrisa se borró de su rostro; de pronto parecía cansado—. Recuerda lo que pasó. Jamás me perdonaré por haberte dicho esas cosas.

Me sonrojé al evocar el espantoso recuerdo y bajé la vista.

—No te atormentes. Tenías razón. Estuviste muy grosero, pero tenías razón. —Alcé la vista y lo miré tímidamente.

Él se estremeció y avanzó un paso hacia mí.

—Kiera, no…

Lo interrumpí, pues no deseaba iniciar de nuevo esa desagradable conversación.

—¿No podemos recuperar en parte nuestra amistad? ¿No podemos conversar? —Me acerqué un poco a él, hasta casi quedar a un paso el uno del otro—. ¿No podemos siquiera tocarnos?

Kellan retrocedió de inmediato dos pasos y tragó saliva, sacudiendo la cabeza.

—No, Kiera. Tú tenías razón. No podemos volver a esos tiempos. Fue una estupidez intentarlo.

Sentí que se me saltaban las lágrimas. Echaba de menos la relación que habíamos tenido.

—Pero deseo intentarlo. Quiero tocarte, abrazarte…, nada más. —Padecía el síndrome de abstinencia. Deseaba sentir sus cálidos brazos rodeándome. Deseaba apoyar la cabeza sobre su hombro. Era lo único que deseaba.

Él cerró sus cansados ojos y respiró hondo antes de abrirlos.

—No debes hacerlo. Debes abrazar sólo a Denny. Es un buen chico y te conviene… Yo no.

—Tú también eres un buen chico. —No pude evitar recordar cómo había llorado en mis brazos. Jamás había visto a nadie tan arrepentido por lo que había hecho.

—No lo soy —murmuró, y sin decir nada más salió de la habitación.

Las palabras de Kellan no dejaban de darme vueltas en la cabeza cuando me senté junto a Denny mientras él se vestía para ir a trabajar. Me besó alegremente a la vez que se ponía la camisa. Deseé apartarme de él, pero enseguida me sentí culpable por ello. Denny no tenía la culpa de que me sintiera desdichada. Aparte de la cantidad de tiempo que tenía que dedicar a su trabajo, y yo me recordaba continuamente que tampoco era culpa suya, Denny no había hecho nada malo desde que había regresado junto a mí. Se mostraba cariñoso, dulce, divertido y encantador, tratando siempre de hacerme feliz. Su estado de ánimo apenas variaba, su amor y su lealtad eran inquebrantables. Yo estaba siempre segura de sus sentimientos hacia mí…, a diferencia de los de Kellan. Entonces, ¿por qué experimentaba esta sensación de pérdida por haber rechazado a Kellan? ¿Puede alguien perder algo que jamás le ha pertenecido? Pensé en ello mientras estaba sentada junto a Denny y él me besaba con ternura.

—Oye, he pensado…

Me sobresalté al darme cuenta de que Denny me estaba hablando.

—¿Qué? —pregunté, tratando de centrarme de nuevo en el presente.

Él sonrió brevemente.

—Creo que aún no te has despabilado del todo. —Meneó la cabeza mientras se calzaba los zapatos—. Ya te lo contaré más tarde, vuelve a la cama. —Me miró y sonrió con afecto—. No tienes que levantarte cada mañana cuando lo hago yo. Sé que regresas tarde por las noches. —Se inclinó y volvió a besarme—. También necesitas tus horas de sueño.

Me estremecí, sabiendo que el motivo de que me despertara temprano por las mañanas no era Denny. Deseosa de apartar los dolorosos pensamientos que me atormentaban, pedí a Denny que continuara con lo que iba a decirme.

—No, cuéntamelo, estoy despierta… ¿Qué habías pensado?

Se anudó los cordones de los zapatos y se sentó en la cama junto a mí, con los codos apoyados en las rodillas. Me miró con timidez y se pasó la mano por la barbilla. Picada por la curiosidad sobre el motivo de que se mostrara tan turbado, y un poco preocupada por lo que pudiera saber que le produjera esa turbación, pregunté indecisa:

—¿De qué se trata?

Sin reparar en mi tono de vacilación, respondió tímidamente:

—¿Has pensado en tus próximas vacaciones de invierno el mes que viene?

Al instante me relajé.

—La verdad es que no. Supuse que regresaríamos a casa la víspera de Navidad y nos quedaríamos el fin de semana. —Lo miré, preocupada—. ¿Puedes conseguir que te concedan unos días libres?

Me sonrió con alegría.

—Les exigí que me dieran una semana de vacaciones.

Yo lo miré con recelo. Denny no era el tipo de persona que exigía nada.

—¿Se lo exigiste? —pregunté mirándolo con escepticismo.

Al ver mi expresión se echó a reír.

—Verás, durante esa semana cerrarán la oficina. Nadie irá a trabajar, ni siquiera Max. —Sonrió de nuevo con timidez—. De modo que tendré una semana libre…, y… —Bajó la vista y enlazó las manos—. …me gustaría llevarte a casa.

Yo pestañeé, confundida. ¿No era eso lo que yo acababa de decir?

—De acuerdo, supuse que…

Me miró con expresión seria.

—A mi casa, Kiera… A Australia. Quiero que conozcas a mis padres.

Bajé la vista, sorprendida.

—Ah.

Siempre había querido conocerlos, aunque la mera idea me aterrorizaba. Pero las cosas habían cambiado mucho desde entonces. Ellos se darían cuenta. De alguna forma, el sexto sentido de unos padres los induciría a adivinar, tras echarme un simple vistazo, que yo era una golfa y me denunciarían ante él. Estaba convencida de ello. No podía ir. Pero Denny no lo comprendería.

—¿Pero por Navidad, Denny? Nunca he dejado de pasar las Navidades con mi familia. —Suspiré de forma entrecortada, debido a lo que había pensado hacía unos momentos y ante la idea de pasar las vacaciones navideñas lejos de mis seres queridos—. ¿No podemos ir en otra época?

Él suspiró y fijó la vista en sus manos.

—No sé cuándo será, Kiera. ¿Quién sabe cuándo Max volverá a darme unos días libres? —Suspiró por segunda vez y se pasó una mano por el pelo antes de volver a mirarme—. ¿No quieres pensarlo con calma?

No pude evitar asentir con la cabeza. Genial, ya tenía otra cosa en qué pensar. Como si no tuviera demasiadas cosas en la cabeza. Tras observarme con gesto pensativo, Denny se levantó y terminó de vestirse. Yo seguía sentada en la cama, reflexionando, cuando se despidió de mí con un beso.

Lo que más me preocupaba era qué pensarían sus padres de mí, pero esa noche, al observar a Kellan trabajar, sentí que afloraba otro tipo de dolor. Lo echaría mucho de menos…, terriblemente. Al verlo sentado a su mesa con sus amigos, observándome, pensé que quizá debía consultarlo con él. Pero ignoraba cuál sería su respuesta: ve a Australia con Denny, nos conviene estar un tiempo separados, debes estar con él, es el chico ideal para ti, etcétera, etcétera. En gran parte era lo que mi mente ya me había dicho, pero ¿y mi corazón? Quizá pudiéramos ampliar las vacaciones de Denny hasta casi dos semanas incluyendo los fines de semana, pero dos semanas lejos de los penetrantes ojos azules de Kellan… El solo hecho de pensarlo incrementó mi síndrome de abstinencia.

Dos días después de la propuesta de Denny, me desperté sintiéndome confundida de un sueño profundo. Me sentía rara, sin saber por qué. Supuse que había vuelto a soñar. Había soñado con el último y doloroso beso que había compartido con Kellan en toda la semana. Nuestro beso increíblemente tierno, que yo había deseado que no terminara nunca. Pero entonces había visto una gran tristeza en sus ojos, una última y demoledora lágrima en su mejilla antes de que abandonara la habitación, y había oído sus últimas y terrible palabras. Suspiré suavemente, sin saber qué hacer.

Sentí que unos dedos me acariciaban el pelo y se deslizaban por mi espalda. Me estremecí un poco. Siempre me sentía culpable cuando Denny me tocaba mientras yo pensaba en Kellan, y, de un tiempo a esta parte, casi siempre pensaba en él. Seguía analizando la idea de si debía marcharme con Denny o no. Si no íbamos a Australia, iríamos a casa de mis padres, y Anna estaría allí. Era una situación prácticamente sin salida para mí. O viajaría a otro país, para conocer a unas personas que sin duda se darían cuenta de que había traicionado a su hijo, o tendría que enfrentarme a Anna, quien no dejaría de hablar durante toda la semana de su horrenda aventura con Kellan. De pronto, comprendí que, de una forma u otra, tendría que separarme de Kellan durante un tiempo. ¡Dios, cuánto lo echaría de menos, aunque hubiéramos puesto fin a nuestra relación!

—Buenos días. —Una voz familiar, que no denotaba acento alguno, me traspasó el corazón.

Abandonando de inmediato mis reflexiones, me volví y me encontré cara a cara con un Kellan que ofrecía un aspecto muy sexy a la par que satisfecho, que me observaba fijamente. Al instante me di cuenta de dónde me hallaba. Bajé la vista y miré la extraña sábana que cubría mis pechos desnudos, que apenas alcanzaba la cintura desnuda de Kellan. Miré alrededor de la habitación…, su habitación. El corazón empezó a latirme con furia al ver la luz del mediodía que se filtraba por la ventana.

—Dios… —murmuré mientras él apoyaba tranquilamente una mano en mi mejilla y me atraía hacia sí para besarme.

Emitió una risa profunda, gutural.

—No…, soy yo —respondió en tono de guasa, besándome con dulzura.

Yo lo aparté, consciente de su torso desnudo debajo de las yemas de mis dedos, del resto de su cuerpo desnudo a pocos centímetros del mío.

—¿Qué ha ocurrido? No lo recuerdo. ¿Por qué estamos…? ¿Es que hemos…? —Genial, ni siquiera era capaz de formular un pensamiento completo.

Kellan se retiró un poco más, perplejo.

—¿Estás bien? —Sonrió pícaramente—. Sé que esta mañana ha sido bastante intensa, pero ¿te he hecho daño? —Me guiñó el ojo y me besó de nuevo.

El pánico se apoderó de mí.

—Cielo santo, Kellan, no puedo creer que hayamos terminado así. No es posible… No hemos podido…

—Kiera, empiezas a asustarme. —Me miró arrugando el ceño, visiblemente preocupado.

—¡Dime lo que ha ocurrido! —Mi voz sonaba demasiado aguda y estridente. Procuré calmarme con gran esfuerzo—. ¿Dónde está Denny?

—Se ha ido a trabajar, Kiera. Siempre hacemos esto cuando se va a trabajar. —Se incorporó sobre un codo y me miró, frunciendo el ceño—. ¿De veras no lo recuerdas?

—No… —murmuré—. ¿Cómo que lo hacemos… «siempre»?

Se inclinó sobre mí, acariciándome ligeramente la mejilla con el dedo.

—Kiera, cuando Denny se va a trabajar, venimos aquí y… —Se mordió el labio y sonrió de forma seductora— nos entregamos a una sesión de sexo ardiente y apasionado antes de que te vayas a la universidad. —Pasó los dedos de nuevo a través de mi pelo—. A veces, como hoy, te saltas las clases y te quedas en la cama conmigo durante buena parte del día. —Me besó con ternura—. Llevamos haciéndolo desde hace varias semanas. ¿Cómo has podido olvidarlo?

Le miré estupefacta.

—Pero…, pero, no. Después de nuestra pelea en el coche, pusimos fin a nuestra relación. Tú pusiste fin a ella. Me prometiste…

Él sonrió irónicamente.

—También te dije que era incapaz de alejarme de ti. Estamos destinados a estar juntos, Kiera. Nos necesitamos. No he podido mantenerme alejado de ti. Ambos nos sentimos mejor desde que nos hemos rendido a la evidencia. —Volvió a besarme, lentamente, con más ternura—. Te mostraré…

La confusión me impedía pensar con claridad, reaccionar. No recordaba nada íntimo entre nosotros, aparte de nuestro último y doloroso abrazo en la cocina. ¿Cómo era posible que no recordara haberme acostado con él cada mañana? ¿Acaso él me drogaba?

No podía seguir analizándolo mientras me besaba con tanta ternura y me acariciaba la mejilla. Me dejé llevar. Lo besé profundamente, con toda mi pasión. Sí, echaba de menos aquello. Él se inclinó sobre mí, haciendo que me tumbara boca arriba, y deslizó la mano sobre mi cuello, mi pecho, mi cintura… Mi respiración se aceleró, mi corazón empezó a latir con furia.

Sonrió y me besó en la mejilla, la barbilla, el cuello.

—¿Lo ves? Lo recuerdas perfectamente.

Cerré los ojos, tratando de recordar cómo había llegado allí. Él se colocó sobre mí, introduciendo una rodilla entre las mías. Acercó sus labios a mi boca y me besó con renovada pasión. Contuve el aliento ante las intensas sensaciones que sacudían mi cuerpo. No sabía cómo poner fin a eso. No sabía si debía hacerlo. Pensé en capitular, rendirme a algo a lo que al parecer me rendía con frecuencia, cuando de pronto se abrió la puerta bruscamente.

Denny se detuvo, observándonos horrorizado con ojos enfurecidos.

—¿Kiera?

Me incorporé apresuradamente y aparté a Kellan, que no perdió la calma en ningún momento.

—Denny…, espera, puedo explicártelo. —No tenía la menor idea de cómo iba a explicarle eso.

Se acercó a la cama, con los ojos desorbitados debido a la furia.

—¿Explicármelo? —Se inclinó sobre mí—. ¡No es necesario que me expliques que eres una puta! ¡Ya lo veo!

Rompí a llorar. Kellan se incorporó despacio en la cama y me miró divertido.

Denny me agarró del brazo y me zarandeó.

—¿Kiera? —su voz era dulce y tierna, pero sus ojos seguían expresando ira. Volvió a zarandearme y lo miré confundida. La ternura de su voz no se correspondía con su rostro enfurecido.

Me desperté sobresaltada. Era de noche. Estaba en pijama. Estaba en mi habitación…, y Denny yacía tranquilo a mi lado, en la cama, zarandeándome ligeramente el brazo.

—Has tenido una pesadilla, eso es todo. —Su cálido acento era reconfortante.

Pestañeé para reprimir las lágrimas. Gracias a Dios… que sólo era un sueño. De pronto, pestañeé para contener unas lágrimas de tristeza. Tan sólo un sueño…

—¿Quieres hablar de ello? —me preguntó con voz somnolienta.

Negué con la cabeza.

—No… No lo recuerdo. —Lo miré con cautela—. ¿He dicho algo?

Él meneó la cabeza.

—No…, sólo gemías, temblando. Parecías muy asustada.

Sentí un profundo alivio.

—Ya. —Me incorporé en la cama, y él empezó a incorporarse también—. No, sigue durmiendo. Bajaré a beber un vaso de agua.

Él asintió y se acostó de nuevo, cerrando los ojos. Me incliné sobre él y lo besé en la frente, haciéndolo sonreír. Luego, me levanté y salí sin hacer ruido. Había sido un sueño tan terrible como intenso. Ni siquiera pude mirar la puerta de Kellan cuando pasé frente a ella. ¿Qué había propiciado ese sueño? No estaba segura, lo cual me preocupaba…

Entré sigilosamente en la cocina, pensando todavía en el sueño, y me detuve en seco. Kellan estaba allí, y, curiosamente, no estaba solo. Tenía acorralada a una chica alta y morena, con unas piernas larguísimas, contra el frigorífico. La chica tenía una pierna desnuda enroscada alrededor de una de las de Kellan mientras éste le metía la mano debajo de su minifalda. Se besaban con voracidad, la chica completamente ajena a todo, sumida en la eufórica sensación de estar con él. Él era más consciente de la situación. Me miró cuando entré.

Durante unos segundos, se quedó estupefacto, mientras la mujer seguía besándolo en el cuello, la barbilla, la oreja. Bajó la mano sobre su pecho, hasta detenerse en sus vaqueros. Luego, la movió varias veces hacia abajo y hacia arriba sobre sus vaqueros al tiempo que gemía en voz alta. Sentí náuseas y deseos de salir huyendo de la habitación, pero no podía dejar de mirarlos.

Tras recobrar la compostura, Kellan se volvió hacia la mujer. Ella trató de besarlo, pero él se apartó apresuradamente.

—Cariño… —le dijo con tono zalamero. Ella lo miró con adoración, mordiéndose el labio—. ¿Te importa esperarme arriba? Tengo que hablar con mi compañera de piso.

Ella no me miró en ningún momento. Sin apartar los ojos de él, asintió con la cabeza y contuvo el aliento cuando él se inclinó para besarla de nuevo profundamente. La chica parecía a punto de perder otra vez el sentido de la realidad, pero él se apartó de ella y la condujo con firmeza hacia la puerta.

—Es la habitación de la derecha. Subiré en un segundo —dijo de nuevo con tono juguetón. Ella se rió y salió prácticamente corriendo, ansiosa por meterse en la cama de Kellan.

Sentí ganas de vomitar. Se me ocurrió inclinarme sobre el fregadero y ponerme a vomitar allí mismo. Kellan se detuvo un momento en la puerta, de espaldas a mí.

—¿Crees que Denny se sentirá intrigado o disgustado si ella se confunde y abre la puerta de su habitación? —preguntó con tono desenfadado, sin volverse.

Lo miré atónita. Por fin se volvió para mirarme, mostrando durante unos momentos una expresión extraña en los ojos, antes de que la serenidad se pintara en su rostro. Avanzó unos pasos hacia mí. Sentí deseos de retroceder, pero no me moví.

—Hace unos días me pediste que te lo dijera cuando estuviera… saliendo con alguien. Bueno, pues puede decirse que estoy saliendo con alguien.

Yo no podía articular palabra, y él continuó:

—Saldré con mujeres. Ya te lo dije. No quiero tener secretos para ti, de modo que… —Se detuvo y respiró hondo—. Voy a subir y…

Deduzco que mi semblante debía de expresar horror y asco, y él cesó de inmediato de explicarme lo que se disponía a hacer. En cualquier caso, ya lo suponía.

—Te dije que no te lo ocultaría. Y no lo hago. La sinceridad ante todo, ¿verdad?

La irritación se apoderó de mí. Cuando habíamos hablado de eso, no me refería a que quería que trajera a casa a desconocidas con las que acostarse para que yo pudiera oír a través de los delgados tabiques lo que hacían. Me refería a que si conocía a una chica que le gustaba, y salía con ella durante varios meses, podían irse a la habitación de un hotel, lejos de mí, y yo… lo entendería. Supongo que era un escenario poco realista.

—¿Sabes siquiera cómo se llama? —le pregunté cabreada.

Él me miró unos segundos sin comprender antes de responder.

—No necesito saberlo, Kiera —murmuró. Yo le dirigí una mirada gélida. Él me miró también con frialdad al tiempo que decía con aspereza—: No me juzgues…, y yo no te juzgaré a ti. —Tras esas palabras, dio media vuelta y salió de la habitación.

Mi sed había desaparecido por completo y, cuando pude moverme, subí la escalera prácticamente a la carrera. Las risas y los sonidos eróticos que escuché más tarde procedentes de su habitación me produjeron náuseas durante el resto de la noche…

A la mañana siguiente, me quedé en la cama y esperé a que Denny se despertara. La imagen de esa mujer deslizando sus manos sobre los vaqueros de Kellan no me abandonaba, los sonidos seguían resonando en mi cabeza. Me tragué las lágrimas al recordar lo que había oído anoche; la chica no había permanecido precisamente muda. Los había oído salir en plena noche (al parecer, Kellan no quiso que la chica se quedara a dormir), pero no tenía ningún deseo de estar a solas con él esa mañana. No estaba segura de qué me parecía más irreal, si mi extraño sueño, en que habíamos estado juntos, o verlo con esa mujer. ¿A eso llamaba Kellan salir con una chica?

Denny se despertó al cabo de un rato y sonrió al ver que aún estaba acostada junto a él; por lo general, me levantaba y bajaba cuando él aún dormía. Se acercó y empezó a besarme en el cuello. Yo me tensé, y él se detuvo y suspiró. En esos momentos yo no estaba de humor. Tras esperar pacientemente a que se incorporara, se desperezara y se levantara de la cama, me levanté y me acerqué a él, forzando una sonrisa.

—¿Estás bien? Pareces cansada —dijo, acariciándome el pelo con dulzura.

Asentí y traté de sonreír más animada.

—No he dormido bien… Pero estoy perfectamente.

Nos vestimos y nos preparamos para afrontar nuestras respectivas jornadas. Yo me tomé mi tiempo, aunque sin hacer que Denny se entretuviera, y él me observó sonriendo dulce y cariñosamente mientras me arreglaba; siempre paciente, siempre dispuesto a pasar todo el tiempo que podía conmigo. Tragué saliva para aliviar el nudo que tenía en la garganta al pensar en eso, y le tomé la mano. Bajamos juntos a la cocina. Kellan ya se había levantado, como de costumbre, y miraba la televisión en el cuarto de estar. Al oírnos, la apagó y entró en la cocina. Denny le sonrió mientras yo ponía cara de circunstancias y reprimía un suspiro.

Kellan nos dio los buenos días y luego, mirándome de forma extraña, dijo a Denny:

—He pensado en invitar a un par de amigos a venir esta noche. ¿Os parece bien?

Denny respondió en nombre de los dos:

—Por supuesto, colega…, el piso es tuyo. —Sonrió y le dio una palmada en el hombro cuado se acercó al frigorífico para preparar un rápido desayuno para él y para mí.

Kellan se volvió hacia mí, que estaba de pie junto a la mesa, sin decir nada.

—¿A ti también te parece bien?

Me sonrojé y bajé la vista, captando su tono de incertidumbre y lo que en realidad me preguntaba.

—Desde luego… Haz lo que quieras. —Analizándolo más tarde, probablemente debí responder con sinceridad y decirle que no.

Durante el resto del día sentí como si tuviera la cabeza envuelta en una bruma. Durante las clases, y durante mi turno en el bar, mi mente oscilaba entre el recuerdo de nuestro último y tierno beso en la cocina, mi sueño de haberme acostado con él y la morena de piernas larguísimas apretujada contra el frigorífico.

Cuando llevaba la mitad de mi turno en el bar de Pete aparecieron los D-Bags, pero Kellan no estaba con ellos. Supuse que se había quedado en casa, divirtiéndose con sus amigos. Si no había invitado a la banda, no estaba segura de a quién me iba a encontrar en casa. El hecho de no saberlo me produjo un doloroso nudo en el estómago. No sabía qué esperar. No tenía la menor idea de a qué se refería Kellan al decir «un par de amigos».

Mientras servía sus cervezas a la banda, Evan notó que estaba distraída.

—¿Estás bien, Kiera? Pareces estar en otra parte —dijo con tono afable.

Griffin lo expresó de forma menos educada.

—Sí, estás como ida.

Matt le dio un codazo en el pecho, un gesto tan parecido al que hubiera hecho Kellan que tuve que tragar saliva.

—Estoy bien…, sólo un poco cansada. —Los miré con gesto pensativo unos segundos y luego pregunté de sopetón—: ¿Vendréis a la fiesta que ha organizado Kellan en casa?

Matt miró a Griffin, sorprendido.

—¿Kellan ha organizado una fiesta?

Yo arrugué el ceño.

—¿No os lo había dicho?

Griffin me miró ofendido.

—Tenemos nuestras propias vidas aparte de Kellan Kyle, ¿comprendes?

Me ruboricé y Evan se apresuró a terciar.

—No. De todos modos, no puedo ir. Tengo una cita. —Me guiñó el ojo; sus cálidos ojos castaños relucían ante la perspectiva de un nuevo amor.

Matt negó también con la cabeza, pasándose una mano a través de su pelo tieso.

—No me apetece aguantar esta noche a las fans de Kellan. —Miró a Griffin y le preguntó—: ¿Tú vas a ir?

Sorprendentemente, Griffin contestó con tono destemplado:

—¡Joder, no! ¡Que le den a Kellan y sus estúpidas fiestas!

Matt se rió de él.

—¿Pero aún estás cabreado por eso, tío? Eso pasó hace años.

Griffin se cruzó de brazos, enfurruñado como un crío de cinco años, y miró irritado a Matt.

—Yo me la pedí primero.

Evan suspiró.

—No puedes «pedirte» a un ser humano, Griffin.

Éste lo fulminó con la mirada mientras yo me sonrojaba hasta la raíz del pelo, deduciendo de qué estaban hablando.

—Claro que puedes… Yo lo hice, y él me oyó con toda claridad. Incluso dijo: «Allá tú, Griffin». Estaba totalmente de acuerdo. Pero ¿a quién se llevó ese cabrón más tarde a su habitación? —Griffin se señaló furioso el pecho—. ¡A mi chica!

Matt soltó otra carcajada.

—¿Desde cuándo significa «allá tú» que el otro está totalmente de acuerdo? —Matt rompió de nuevo a reír y Evan se unió a él.

Griffin bebió un trago de la cerveza que yo acababa de servirle.

—Tío, no está bien mangarle a otro su chica. No quiero volver a jugar en su terreno —se quejó Griffin enfurruñado mientras Matt se partía de risa.

Evan se rió también y dijo:

—De acuerdo…, por eso se llevó Kellan a la chica, porque jugaba en su terreno.

Griffin soltó un bufido y los miró furioso.

—¡Callaos de una vez, cabrones! —Luego apuró su cerveza.

Lamentando haber sacado el tema a colación, me alejé apresuradamente de la mesa. Ahora temía volver a casa.

Cuando terminé mi turno, Jenny me acompañó en coche.

—¿Quieres entrar? —le pregunté de sopetón cuando se detuvo en la entrada del edificio, que estaba llena de coches—. Kellan ha organizado una… fiesta —dije encogiéndome de hombros. Tenía el presentimiento de que esa noche iba a necesitar su apoyo, aunque ella no se diera cuenta.

—De acuerdo… Me quedaré un rato. —Me miró sonriendo y, después de aparcar el coche detrás del de Denny, entramos en el apartamento.

Al abrir la puerta contuve el aliento. Lo primero que vi fue a Denny y a Kellan sentados en el sofá, charlando y riendo animadamente. Me detuve en el vestíbulo, dejé el bolso y colgué mi chaqueta, sintiéndome más relajada. Era maravilloso verlos de nuevo juntos y felices. Pero, cuando me acerqué a ellos, mi estado de ánimo cambió de pronto. Una chica de pelo oscuro y piel morena, increíblemente guapa, se sentó en las rodillas de Kellan y empezó a besuquearlo. Él se rió y la besó también. Denny sonrió y apartó la cara. Al verme, sonrió cariñosamente y me saludó con la mano, pero luego arrugó el ceño. Me di cuenta de que estaba observando a Kellan y a su ligue con gesto de contrariedad y me apresuré a recobrar la compostura.

—¡Caramba! ¿Conoces a toda esta gente? —me preguntó Jenny, acercándose.

Entonces comprendí que debía de haber una docena de personas en el cuarto de estar, aparte de las voces que se oían en la cocina. «Conque un par de amigos, ¿eh?»

—No —respondí volviéndome hacia ella.

Jenny saludó con la mano a Denny, que seguía sentado en el sofá, y se rió.

—Al menos Kellan parece conocerlos.

Dirigí de nuevo la vista, a regañadientes, hacia el sofá. Kellan seguía besando intensamente a la chica mientras le acariciaba el muslo. Aparté la vista cuando vi que le metía la lengua en la boca, lo cual me produjo náuseas y un intenso cabreo. Miré a Denny, que seguía observándome con curiosidad. Cuando Jenny y yo entramos en el cuarto de estar, se levantó y se acercó a nosotras.

—Hola, Jenny —le dijo con educación. Luego se volvió hacia mí—. ¿Estás bien? Ya sé que esto está lleno de gente. Kellan dijo que no teníamos más que decírselo y los echaría a todos. —Me miró sonriendo y me abrazó.

Sonreí débilmente al tiempo que lo abrazaba. Por encima de su hombro pude ver a Kellan. Había dejado de besar apasionadamente a la chica morena, y ahora le acariciaba su pelo oscuro mientras charlaba con otra de pelo rubio rojizo que se había sentado en el lugar que Denny acababa de dejar vacante. Para mi sorpresa, Kellan se inclinó hacia la rubia y la besó con dulzura, un gesto que a la mujer que estaba sentada en sus rodillas no pareció molestarle lo más mínimo.

—Sí, estoy bien. Pero necesito una copa. —Confié en que mi tono no denotara demasiado veneno. Mi cabreo empezó a remitir, lo cual me extrañó.

—Vale, anda, vamos. —Denny me condujo a través del gentío, seguidos por Jenny.

Denny tomó una cerveza de un pack que estaba abierto sobre la encimera y me la dio. Le di las gracias, la abrí apresuradamente y bebí un trago. Necesitaba relajarme. ¿Qué me importaba que Kellan estuviera… flirteando con todas las chicas? No era ninguna novedad. Yo ya sabía cómo era.

Esforzándome en resistir durante dos horas sin montar una embarazosa escena que suscitara preguntas inoportunas, me senté en una silla a la mesa y traté de charlar de cosas intrascendentes con Jenny y Denny. Observé a la media docena de personas que nos rodeaban. Me sorprendió un poco que los chicos de la banda no hubieran venido. Seguro que lo habrían pasado en grande. Pero este grupo, que en un noventa por ciento eran mujeres, estaba formado por personas que yo jamás había visto. En realidad, al observarlas más de cerca, un par de ellas me parecieron familiares… ¿Eran tal vez fans de la banda?

Escuché a Denny conversar con uno de los pocos chicos que había en la habitación mientras observaba a la gente, y, al cabo de un rato, me puse a observar a la gente que estaba en el cuarto de estar. Cuando un grupo de personas que formaban un corrillo se disolvió, divisé a Kellan. Bailaba con la rubia mientras la mujer morena los contemplaba desde el sofá. De pronto, me quedé helada al comprobar que bailaba con ella como lo había hecho conmigo en la discoteca. Estaba situado detrás de ella, ciñéndola por la cintura, con la mano apoyada sobre sus vaqueros, apretándola contra sus caderas mientras se movían al unísono de una forma que hizo que me sonrojara. Kellan agachó la cabeza, sonriendo, y le susurró algo al oído, haciendo que la chica se mordiera el labio y se reclinara contra él. Curiosamente, me enfurecí al verlo repetir con otra mujer el momento íntimo que nosotros habíamos compartido.

Sin dejar de sonreír, Kellan alzó la vista y, por primera vez, me miró a los ojos. La sonrisa se le borró de la cara durante medio segundo y me miró con una expresión extraña, casi de tristeza. Luego, la sonrisa reapareció y sus ojos adoptaron una expresión cálida. Me saludó educadamente con la cabeza y se volvió hacia la mujer morena, que se había situado a su espalda y se apretujaba contra él. Kellan la miró sonriendo de oreja a oreja e, inclinándose hacia atrás, la besó profundamente. Yo me volví, asqueada.

Jenny, que había estado observando mientras yo lo observaba a él, se percató de mi reacción.

—¿Estás bien? —Miró a Kellan, que bailaba con las dos putillas, y luego a mí—. ¿Te molesta verlo comportarse así? —murmuró.

Asustada, no sabía cómo explicarle por qué me enfurecía. Negué con la cabeza y bajé la vista, fijándola en mi botellín de cerveza.

—No, claro que no. Es sólo que me parece… una grosería. —Levanté la vista y miré a Jenny, tratando de adoptar una expresión remilgada—. ¡Dos mujeres! Son ganas de buscarte problemas.

Ella se rió un poco y dirigió la vista hacia él.

—Sí…, supongo que tienes razón. —Sacudió la cabeza, como si no le diera importancia—. Él asegura que tiene cuidado, de modo que allá cada cual.

Su comentario me sorprendió un poco.

—¿Le has preguntado sobre… eso?

Ella volvió a reírse.

—Noooooo… No tengo el menor interés en comentar con Kellan su vida amorosa. —Jenny soltó otra carcajada al observar mi perplejidad—. Evan se lo preguntó una vez y oí la respuesta de Kellan. Evan se preocupa siempre por él —dijo sonriendo.

—Ya —respondí en voz baja. No pude evitar pensar en las veces en que Kellan y yo habíamos estado juntos. Él no había tenido ningún cuidado. La primera vez estábamos demasiado borrachos para practicar sexo seguro. La segunda vez nos sentíamos… abrumados por nuestra pasión. Todas las veces habían sido tan intensas que no nos habíamos preocupado por la seguridad. Me dolía un poco que no se hubiera preocupado en utilizar ninguna precaución conmigo. Eso me enfureció aún más al constatar la cantidad de chicas con las que sí se preocupaba de practicar sexo «seguro».

Bajé la cabeza y permanecí deliberadamente alejada del cuarto de estar durante el resto de la fiesta. Poco después, los invitados empezaron a marcharse; era bastante tarde para una noche entre semana. Jenny se despidió de mí con un abrazo y dijo que me llamaría al día siguiente. Luego, abrazó a Denny y, asomándose al cuarto de estar, se despidió de Kellan con una sonrisa y un gesto con la mano. Resistí la tentación de comprobar si las putillas de Kellan se habían marchado. Al cabo de un rato, todos se habían ido.

Cuando todo el mundo abandonó la cocina, Denny bostezó y me miró.

—¿Estás lista para subir a acostarte?

Me levanté y me estiré.

—Sí. —Instintivamente, al estirarme me volví y dirigí la vista hacia el cuarto de estar. Al instante me quedé inmóvil. Las dos chicas seguían allí. De hecho, eran las únicas dos amigas que seguían junto a Kellan. Estaban sentadas en el sofá, a ambos lados de él, y las dos tenían las manos apoyadas en su pecho. La morena lo besaba en el cuello, mientras la rubia lo besaba en los labios. La rubia se separó unos instantes de él, jadeando, y Kellan miró a la otra sonriendo. La morena dejó de succionarle el cuello y miró a la rubia, tras lo cual se inclinó y la besó mientras Kellan se mordía el labio y las observaba con ojos ávidos.

Yo me forcé a volverme de nuevo hacia Denny, sintiendo un fuego en mi vientre. Denny los observaba sonriendo como un idiota, lo cual me enfureció aún más.

—Vamos —dije agarrándolo de la mano y conduciéndolo escaleras arriba. Él se rió de mi reacción y, cuando alcanzamos nuestra cama, me atrajo hacia él y me besó. Yo lo aparté, malhumorada, y me puse el pijama. Al pensar en lo que ocurría abajo, sentí que la intensidad de mi furia me abrasaba.

Denny se percató de ni malhumor.

—¿Qué pasa, Kiera?

—Nada —contesté secamente.

—¿Estás enfadada conmigo?

Me volví bruscamente hacia él.

—No lo sé. Parecías gozar contemplando el espectáculo. ¿Quieres que invitemos a esas chicas a subir aquí, para que se acuesten en nuestra cama, cuando Kellan haya terminado con ellas? —Sabía que él jamás haría nada con ellas, pero estaba furiosa y necesitaba desahogarme.

Denny palideció.

—No, cielo. No se me ocurriría tocarlas. No es mi estilo, ya lo sabes.

—¿Ah, no? ¿Y qué hacías en esa pequeña orgía antes de que yo llegara? ¿Subiste a un par de tías para echar un polvo rápido con ellas?

Me miró estupefacto.

—Me senté en el sofá y charlé con Kellan. Eso es todo, Kiera. —Su voz denotaba irritación—. No hice nada.

—Vale. —Me acosté, furiosa, apartándolo bruscamente, y me tapé con las mantas—. Me duele la cabeza. Quiero dormir.

Él suspiró.

—Kiera…

—Buenas noches, Denny.

Él se volvió hacia su lado de la cama; luego se desnudó y se acostó junto a mí.

—De acuerdo, buenas noches. —Me besó con ternura en la cabeza y yo me aparté un poco. Sabía que no era justo. Denny no había hecho nada malo, pero, en lugar de remitir, mi ira iba en aumento. Mi imaginación se había disparado, conjurando imágenes de Kellan con sus putas. Denny suspiró y se volvió de costado.

Yo estaba que echaba humo, y agucé el oído tratando de captar algún sonido abajo. Por fin, la respiración de Denny se hizo más lenta y acompasada. Estaba dormido. Al cabo de un rato, oí risas y pasos de tres personas que subían la escalera. Acto seguido, la puerta de la habitación de Kellan se cerró sigilosamente y alguien puso música.

Me incorporé en la cama. No podía soportarlo. No podía seguir escuchándolo. Salí apresuradamente de la habitación y bajé la escalera. Se me ocurrió marcharme…, pero no sabía adónde ir, ni cómo explicárselo a Denny por la mañana. En lugar de ello, me dirigí a la cocina y me serví un vaso de agua. Me la bebí de un trago, apoyada contra la encimera, rogando a mi cuerpo que se calmara. Kellan tenía todo el derecho a…

Agaché la cabeza, con las manos apoyadas en la encimera mientras se me saltaban las lágrimas, cuando sentí la presencia de otra persona en la cocina. No me atreví a volverme para ver quién era. Fuera quien fuera, me habían pillado. Denny no entendería por qué estaba tan disgustada. En cuanto a Kellan…, no quería que viera lo que me dolía su conducta.

—¿Kiera? —La voz de Kellan irrumpió a través de mis pensamientos.

¡Tenía que ser precisamente él!

—¿Qué, Kellan?

—¿Estás bien? —preguntó con tono quedo, preocupado.

Enojada, me volví hacia él y lo miré estupefacta. Iba medio desnudo, sin camiseta y con los vaqueros desabrochados. Tenía el pelo revuelto, como si unos dedos hubieran jugueteado con él, y estaba tremendamente sexy. Tragué saliva para aliviar el nudo que se me había formado en la garganta al contemplar su belleza y al pensar en para quién estaba medio desnudado.

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar… con tus amigas? —Sentí que se me humedecían los ojos y rogué que no se me saltaran las lágrimas.

Él sonrió tímidamente.

—Las chicas querían… —Señaló el frigorífico, lo abrió y sacó un bote de nata batida. Se encogió de hombros y se quedó así un momento.

Yo puse los ojos en blanco y suspiré profundamente. Por lo visto, esas golfas estaban empeñadas en que la situación fuera lo más horrible posible. Cerré los ojos y rogué que me dejara en paz y regresara a su sesión porno.

—Kiera… —Dijo mi nombre con tal ternura que abrí los ojos. Me sonrió con tristeza—. Yo soy así. Antes de que vinieras a vivir aquí…, ya era así. —Señaló arriba, donde Denny estaba durmiendo—. Él es quien te conviene. Así es como debe ser…

Avanzó hacia mí como si fuera a abrazarme o besarme en la frente, pero, en el último momento, pareció cambiar de parecer y, volviéndose, se dispuso a salir de la habitación. Al llegar a la puerta, se volvió y dijo:

—Buenas noches, Kiera.

Salió sin esperar una respuesta por mi parte, y las lágrimas que inundaban mis ojos cayeron por fin. Pasé la noche acostada en el sofá, con la televisión puesta y el volumen lo más alto posible pero sin despertar a Denny.